Gracias al arrollador éxito de la miniserie “Marvels” (1994), Kurt Busiek se convirtió en uno de los guionistas más apreciados del comic book americano. El siguiente proyecto que empezó a tomar forma en su cabeza fue una serie antológica inspirada en “Marvels” y que exploraba diferentes eras de ese Universo vistas a través de los ojos de hombres corrientes. Por ejemplo, una enfermera que tuviera que atender a las víctimas de una gran batalla entre héroes y villanos; o un combate protagonizado por los Vengadores contemplado por uno de los amigos de la alta sociedad de la Avispa.
Sin
embargo, cuanto más pensaba en ello, más consciente era Busiek de las
limitaciones y exigencias que la propia premisa le iba a imponer. Cada mes,
para cada número, debería realizar una importante labor de documentación y,
además, no gozaría de plena libertad para explorar los personajes que eligiera.
Los superhéroes de la casa llevaban tras de sí una dilatada historia y una
personalidad bien definida que imponían severos límites a lo que se podía hacer
con ellos. La solución pasaba, claro, por crear sus propios personajes e
insertarlos en un nuevo universo de ficción.
Tras
invitar a su antiguo colaborador en “Marvels”, Alex Ross, a participar en el
proyecto como ilustrador de las portadas, y eligiendo el nombre de “Astro City”
para el lugar donde iba a transcurrir la serie, Busiek redactó una breve
propuesta con el fin de interesar a algún editor. Al principio, pensó que cada
arco narrativo estuviera dibujado por un artista diferente, como había hecho
Neil Gaiman en “Sandman”(1989). El primero en quien pensó Busiek fue Brent Anderson,
un “alumno” eficaz de Neal Adams cuya obra más conocida fue la novela gráfica
de los X-Men “Dios Ama, el Hombre Mata” (1982), pero que también había
trabajado en series como “Ka-Zar”, “Power Pack”, “Somerset Holmes”, “X-Men” o
“Strikeforce: Morituri”. Ambos se conocieron durante una conferencia en la
Convención Mundial de Ciencia Ficción de San Francisco y Anderson se
comprometió a dibujar una de las sagas. Busiek pensó también en contactar con Steve
Rude, Adam Hughes y Mike Wieringo.
Inicialmente, Dark Horse mostró interés en la propuesta de Busiek, pero uno de sus editores condicionó la aprobación al lanzamiento de dos series ambientadas en el mismo universo, siendo una de ellas la antología. Busiek –con buen criterio- no aceptó y siguió buscando.
Poco después
de rechazar un plan de Marvel Comics para producir una secuela de “Marvels”,
Busiek se encontró compartiendo vuelo con el editor de Dark Horse Bob Schreck.
El guionista aprovechó la oportunidad exponiéndole que la historia que habría
sido “Marvels 2” podría reformularse como una serie limitada con personajes
completamente nuevos. A Schreck le entusiasmó la idea, pero las posteriores
negociaciones con la editorial acabaron en un callejón sin salida. Así que
Busiek continuó paseando su proyecto por las convenciones en la esperanza de
darle una salida satisfactoria sin comprometer la idea original que tenía para
él. Y cuando la solución se presentó en la forma de Image Comics, Busiek le
pidió a Brent Anderson que dibujara las cinco primeras páginas de un posible
primer número. Al ver el resultado, la editorial dio luz verde a la propuesta.
En una
entrevista, Busiek explicó que a alguien en Image no le gustaba el título
“Astro City” por considerarlo demasiado infantil. Busiek decidió entonces
añadir su propio nombre al título (“Kurt Busiek´s Astro City”), lo que diluiría
algo esa impresión y recordaría a los lectores que la serie estaba creada y
escrita por el mismo autor que hizo “Marvels”. Eso sí, firmar por Image significaba
que el guionista debería arriesgar dinero de su propio bolsillo.
Afortunadamente, Busiek acababa de recibir un considerable cheque por los
royalties de “Marvels” y con ello pagó el trabajo de Brent Anderson, los
rotulistas (Richard Starkings y el estudio Comicraft) y el colorista Steve
Buccellato en los seis números de que iba a constar la miniserie.
Fue un dinero bien invertido porque cada uno de esos profesionales realizó una aportación perfectamente adecuada al tono y espíritu de la serie. En cuanto al trabajo de Anderson, Busiek dijo: “La anatomía de los personajes es la correcta, los rostros están muy detallados, pero hay algo en ellos que es ligeramente más grande que la vida”. Tan satisfecho quedó con su colaborador que abandonó la idea inicial de utilizar un artista diferente para cada arco (algo que, además, hubiera sido bastante complejo de organizar). Anderson era capaz de dibujar todo lo que necesitara Busiek, así que éste le pidió que se quedara en “Astro City” más allá de la primera miniserie.
Previamente
a la publicación del primer número, Busiek dedicó 35.000 dólares de su propio
bolsillo a la promoción. Y cuando el ejemplar en cuestión llegó a las tiendas
el 10 de agosto de 1995, la serie se convirtió en un éxito inmediato,
obteniendo críticas entusiastas de revistas como “The Comics Buyer´s Guide”,
“Hero Illustrated” o incluso la habitualmente exigente “The Comics Journal”.
“Overstreet´s Fan” la calificó como la mejor nueva colección de 1995.
Los seis episodios que conformaron la miniserie inaugural aparecieron con una cadencia mensual que, a la postre, Busiek y Anderon no pudieron mantener. Para darse algo de tiempo y coger aliento, Busiek planificó la aparición del nº 7 dos meses después del anterior, pero en el ínterin, decidió paralizar la serie mientras consideraba ofertas de editores como Broadway Comics (el nuevo sello de Jim Shooter), Milestone y DC Comics para trasladar allí “Astro City”.
En
1996, decidió mudarse a Homage Comics, una subdivisión de Wildstorm, el sello
de Jim Lee, cuyo propósito era el de ofrecer un espacio para autores selectos
que quisieran mantener la propiedad de su trabajo huyendo de un mercado del
comic book enfebrecido. Kurt Busiek comenzó allí su nueva etapa de “Astro City”
con un nuevo número 1 en septiembre de 1996 (otros autores que seguirían pronto
sus pasos hacia Homage fueron Terry Moore y su “Strangers in Paradise”; y James
Robinson y Paul Smith con “Leave It to Chance”).
La
premisa básica de “Astro City” es tan sencilla como sobresalientemente
desarrollada: escoger arquetipos superheroicos muy conocidos entre los
aficionados y explorarlos con un nuevo y más moderno enfoque con el que revelar
nuevas facetas de los mismos y, de paso y en forma de homenaje, socavar las
convenciones de la narrativa superhéroica. Y para entender esto, es necesario
situar a Kurt Busiek, dentro del contexto del género en esos años, como
defensor del concepto más tradicional del superhéroe frente a la escuela
revisionista inaugurada por Alan Moore y Frank Miller a mediados de los ochenta
y expandida y extremada por guionistas como Grant Morrison, Warren Ellis, Garth
Ennis o Mark Millar.
Ya a comienzos de los sesenta, Lee, Kirby y Ditko habían renovado la figura del superhéroe, acercándolo al lector con problemas laborales o sentimentales e incluso inseguridades respecto a su papel de justiciero o su capacidad para ejercer tal papel. Con todo, seguían siendo figuras positivas, defensores de la Justicia y que, llegado el momento, hacían lo correcto. La corriente posmoderna optó por dar una vuelta de tuerca a aquella idea y convirtió a muchos de los superhéroes en tarados psicológicos y/o moralmente ambiguos que incluso eran capaces de matar.
En
aquel mismo año 1995, se libraba en los títulos de mutantes la saga “La Edad de
Apocalipsis”, con un personaje tan gris como Bishop militando en las filas de
los X-Men junto a un Lobezno más desatado que nunca. La locura también imperaba
en los títulos de Spiderman, enredado en una implausible, compleja y larguísima
trama con clones por doquier. Iron Man se veía dominado por impulsos asesinos
inspirados por el villano Kang. Vértigo lanzaba esa gamberrada de Garth Ennis
que fue “Predicador”. Y los dibujantes estrella de Image continuaban atentando
contra el buen gusto y las proporciones anatómicas en colecciones como
“Witchblade”, “Avengelyne” o “Spawn” y eventos como “Wildstorm Rising” o
“Extreme Sacrifice”.
Busiek,
por lo tanto, se aferra en “Astro City” a la idea tradicional del superhéroe,
eligiendo incluso a un dibujante, Brent Anderson, perteneciente a la escuela
naturalista clásica del género en lugar de a uno de esos artistas de estilo tan
hipertrofiado como vacío pero muy en boga entonces. Pero el tradicionalismo no
significa personajes esclerotizados y unidimensionales. Por el contrario,
Busiek construye un reparto de personajes perfectamente diferenciados,
perfilados y escritos, que son seres poderosos pero también humanos, con sus problemas
personales y propios desafíos. Con todo y con eso, a pesar de sus cargas y
preocupaciones, son indiscutiblemente superhéroes, sin ambigüedades ni
chifladuras pasadas de la raya.
El marco general es el siguiente: Astro City es una gran metrópolis en la que se concentra una amplia comunidad de individuos con superpoderes desde las postrimerías de la Primera Guerra Mundial, cuando el primero de ellos, Air Ace, condecorado veterano de la contienda, se estableció allí. A veces se mencionan héroes residentes en otras ciudades, como Orfebre, de Boston; El Intocable de Chicago –un guiño a Elliott Ness-; o Rascacielos, de Nueva York. Sin embargo, la acción se concentra, como he dicho, en la urbe titular.
Pero la
peculiaridad del universo creado por Busiek es que, en lugar de ramificarlo por
múltiples colecciones centradas en determinados personajes o grupos, ha
decidido desarrollarlo en una sola colección. Así, aunque “Astro City”, tiene
múltiples personajes, algunos solo son meros figurantes en unos episodios y
protagonistas en otros. Esta multiplicidad y diversidad de puntos de vista le
dota a la colección de una extraordinaria riqueza. Algunos episodios se narran
desde el punto de vista de los superhéroes; otros, de personas ordinarias que
contemplan las hazañas de aquéllos o se ven involucrados involuntariamente en
ellas; y otros, en fin, por los propios criminales de la ciudad. Pero es que,
además, también encontramos una gran diversidad narrativa: algunas veces, la
historia ocupa sólo un número y otras se prolonga durante seis o más episodios.
La
primera miniserie, como he dicho, consta de seis episodios agrupados bajo el
título “Vida en la Gran Ciudad”, independientes entre sí pero que juntos
dibujan un mosaico de mayores dimensiones que muestran diversas facetas de la
historia de amor-odio de Astro City y sus ciudadanos con sus múltiples
superhéroes… y viceversa.
Por ejemplo, en el número 1, “En Sueños”, se nos presenta a un todopoderoso Samaritano, trasunto evidente de Superman, que como tantos otros superhéroes se dedica a proteger a los habitantes de la Tierra. Pero tal y como nos revela la historia, su sentido de la responsabilidad es tal que se dedica a esa misión 24 horas al día, 7 días a la semana. Ayudado por una tecnología futurista conectada a los servicios de noticias, se entera de todas las crisis y peligros a escala planetaria, interviniendo en tantas como puede. El resultado es que los pocos instantes de sueño de que puede disfrutar, están siempre dominados por una fantasía en la que vuela feliz y libre de sus responsabilidades.
El
número 2, “Noticia Bomba” retoma y reformula la idea de “Marvels”, puesto que
nos muestra cómo un joven reportero presenta un artículo a su veterano editor
en el que narra un fantástico enfrentamiento superheroico que sólo él ha
contemplado. Aquél, a su vez, le obliga a corregir el escrito tras contarle su
propia y equivalente experiencia como reportero novato a finales de los años
cincuenta.
“Algo de Conocimiento” es el título del número 3. Un ladrón de poca monta descubre accidentalmente la identidad de Jack Caja de Sorpresas, un vigilante enmascarado. Ese hallazgo, cuya venta a algún supervillano cree que le va a reportar una fortuna, acaba por atormentarle tanto que prefiere guardárselo para sí y abandonar la ciudad.
Quizá
la mejor historia de este primer arco sea la del número 4, “Talismán”, que
mezcla con gran originalidad y sensibilidad la inmigración, lo sobrenatural, la
historia de Estados Unidos y la historia de los propios comic books, tanto los
de los Cuatro Fantásticos de Kirby como los extraños mundos mágicos del “Doctor
Extraño” de Ditko. Aquel episodio ganó el Premio Eisner del año y “Astro City”
el mismo galardón en la categoría de Mejor Nueva Serie. Nos cuenta cómo una
joven del barrio de Shadow Hill, por cuyas calles deambulan por la noche
criaturas de pesadilla, planea establecerse en el centro de la ciudad… hasta
que se da cuenta de que la vida allí puede ser tanto o más peligrosa que en su
siniestro barrio natal.
“Reconocimiento”,
el número 5, es importante porque sirve como avance de la saga que se
desarrollará en el siguiente arco, titulado “Confesión”: un espía alienígena
decide seguir los pasos de un superhéroe local y, en base a lo que observe,
determinar si su especie invadirá o no la Tierra. Por desgracia, el héroe
elegido es Fanfarrón, tan presuntuoso y eficaz como negligente.
Por último, “Cena a las 8” nos cuenta la cita romántica entre Samaritano y Victoria Alada, en el curso de la cual descubrirán tanto sus diferentes orígenes y concepciones de la profesión de vigilante como la atracción física que sienten por el otro.
La propia ciudad de Astro City es un personaje de pleno derecho. Originalmente, fue bautizada como Romeyn Falls y tras Segunda Guerra Mundial se reconstruyó y renombró para homenajear al héroe Astro-Naut, que (aparentemente) dio su vida para salvar a sus habitantes de un desastre no revelado todavía. La ciudad tiene diferentes barrios: la Ciudad Vieja; Chesler; Shadow Hill (el mencionado barrio mágico); Bakerville; Derbyfield; Museum Row / Centennial Park; Iger Square; Kiefer Square (donde vive la gente más desfavorecida); Kanewood; South Kanewood; Fass Gardens; Gibson Hills; y Patterson Heights.
Entre
sus edificios más notables se pueden citar la Torre Astrobank, coronada por una
estatua de Air Ace y en cuya cúspide se encuentra la baliza de emergencia; la
Catedral Grandenetti; el Puente Outcault; el Bar Bruiswer, donde se citan los
héroes; el club privado Butler, donde se reúnen otros vigilantes; y el
restaurante de comida rápida Beefy Bob´s. Los lectores más veteranos
identificaran en esos nombres los apellidos de varios autores de comic
notables. Por ejemplo, la Isla Prisión de Biro es un guiño a Charles Biro
(autor de la serie “Crime Does Not Pay); el Puente Outcault es un tributo al
creador de Yellow Kid, comic pionero de la historia del medio, etc…
Busiek,
en el prólogo a la edición compilada de “Vida en la Gran Ciudad”, confiesa que
ama a los superhéroes, un género a menudo despreciado por el público y
calificado de mera proyección de fantasías adolescentes con una presentación de
los valores morales y los problemas sociales simplista y maniquea. No voy a
entrar a discutir ahora sobre esas afirmaciones. En cambio, prefiero subrayar
ese amor de Busiek, que aquí se traduce en unos guiones de corte clásico pero
protagonizados por personajes sólidos y muy bien caracterizados en tan sólo
unas cuantas páginas.
La atención, cariño e ingenio con el que Busiek consigue insuflar vida y un realismo –engañoso, claro-a este nuevo universo, preservando además su carácter fantástico y épico, demuestra que es un guionista más competente de lo que otros de sus trabajos dan a entender. Es más, incluso con las limitaciones de desarrollo que él mismo se impone, por ejemplo dedicando un número y sólo uno a un personaje que ya no vuelve a aparecer, logra que éste conecte con el lector, que se interese por lo que la vaya a pasar y sienta curiosidad por conocer más cosas de él, ya sea héroe, villano u hombre o mujer corrientes.
Busiek
logra así un trabajo de múltiples niveles. “Astro City” es un homenaje a sus
colegas y predecesores en el género al tiempo que una aportación que hace
progresar al mismo; son aventuras pulp que recuperan la ingenuidad de la Edad
de Plata sin renunciar por ello a la complejidad en la caracterización; y
abordan problemas cotidianos de gente normal con una sensibilidad moderna. Una
historia tan “sencilla” como la de Samaritano, cuya única felicidad es la de
volar en sus sueños, cobra auténtica vida y emoción no sólo por la originalidad
de la idea sino por el acierto a la hora de desarrollarla… y el trabajo de
Anderson, claro, que tan bién refleja lo imposible y lo realista y transmite a
la perfección el júbilo y poesía de Samaritano surcando los cielos.
Igualmente
acertada es la facilidad y rapidez con la que, al final de las primeras dos
historias, Busiek conjura dos épocas distintas: la contemporánea, con las
meditaciones del Samaritano; y la del pasado, con el loco viaje
interdimensional del Agente de Plata y la Guardia de Honor y las
criaturas-tiburón. Aunque pueda resultar frustrante que los componentes de este
último grupo sólo aparezcan fugazmente, lo cierto es que todos desprenden
carisma y un claro aire familiar; y esa frustración no es más que el deseo de
saber más de ellos. La concisión con la que Busiek plantea y resuelve la escena
es una muestra de lo bien que domina la narrativa y el género.
Lo mismo puede decirse de la forma que tiene de sumergir al lector en las historias de Jack Caja de Sorpresas y Fanfarrón. El primero es una mezcla de Spiderman y Batman, operando en las sombras y sirviéndose de su agilidad y arsenal de ingenios ofensivos. Pero es a través de los ojos de un delincuente de poca monta que descubrimos que quien se esconde tras la máscara de payaso es un acaudalado hombre de raza negra, casado con una periodista y que desconoce que su secreto está en peligro. El auténtico protagonista es el ladrón, al que seguimos en su calvario psicológico. Es un episodio narrado con ritmo ágil y mucho humor negro.
Por su parte, Fanfarrón es otro personaje interesante como parodia de la figura del superhéroe: despreciado por sus compañeros, irritante, presuntuoso, irresponsable y, para colmo, verdugo potencial e indirecto de la Humanidad. De nuevo, con humor, Busiek mantiene el suspense de la historia al tiempo que retrata otra pintoresca adición a su nuevo panteón de vigilantes. Pero cuando el guionista quiere volver al nivel del ciudadano corriente y meternos en su cabeza, maravillada y al tiempo atemorizada por los superhéroes, también lo consigue, como es el caso de Marta, en la cuarta historia, cuyo arco tiene un final agridulce. Y si lo que hace es tocar el campo del romance, como en el sexto episodio, Busiek lo hace con elegancia y oficio: no se contenta con encadenar una serie de escenas anecdóticas que culminen en un tierno beso a la luz de la luna entre Samaritano y Victoria Alada, sino que aprovecha para ahondar en la compleja psicología y motivaciones de ambos: el uno, único superviviente de una avanzada civilización humana del futuro que protege a todos sin distinción; la otra, una feminista que antepone las mujeres a los varones.
Gráficamente,
ya he comentado el estilo de Brent Anderson, a mi juicio más acertado en las
escenas cotidianas que en las batallas superheroicas. No es un dibujante particularmente
llamativo, aunque sí muy correcto y adecuado al tono y espíritu que Busiek
quiere reivindicar con “Astro City”. Y, desde luego, hay que mencionar al
espléndido portadista, Alex Ross, que también colaboró en el diseño conceptual
de todo este universo, desde los personajes al aspecto de la ciudad. Ross, al
que no creo que haga falta presentar, es tan amante y conocedor de los
superhéroes clásicos como Busiek y aquí propone un juego-homenaje con las
similitudes gráficas entre los nuevos héroes y los clásicos que les sirven de
modelo: Superman para Samaritano; el Capitán América para el Agente de Plata;
Wonder Woman y Hawkwoman para Victoria Alada; los Cuatro Fantásticos para la
Primera Familia, Spiderman para Jack Caja de Sorpresas…
“Astro City”, en definitiva, es una auténtica carta de amor a los comics de superhéroes, sus códigos y símbolos, su colorido, valores y espíritu positivo; una carta firmada por Busiek, Anderson y Ross de la que sin duda disfrutarán mucho más aquellos lectores versados en el género, capaces de identificar los guiños, tributos y desviaciones que los autores hacen respecto a famosas figuras superheroicas. Pero también resultará una lectura entretenida y, seguramente, sorprendente y reveladora, para aquellos que aún piensen que el género superheroico nada tiene que ofrecer al lector exigente y maduro.
(Continúa en la próxima entrada)
¿Qué mejor modo de dejar claro el homenaje que llamar a la montaña que domina Astro City y donde vive la Primera Familia que Monte Kirby? Actualmente es la única serie de superhéroes que sigo, y desde que salió, una de mis favoritas si ko la que más. Recomendable a todos los aficionados al cómic, incluso si solo conoce el género de pasada. El desencadenamiento de la invasión alienígena es buenísimo, aún me río
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