En mitad del torbellino de crossovers, portadas fosforescentes en 3D y números 1 para coleccionista que se abatió sobre el sufrido lector de comic-books americanos de los años noventa, apareció de la nada una miniserie que pareció gustar a todo el mundo, desde los adolescentes recién llegados al género obsesionados por los artistas “hot” del momento hasta los veteranos aficionados que soportaban desde hacía años la deconstrucción de sus personajes más queridos.
Se trataba de “Marvels”, cuatro números en formato prestigio, con papel de buena calidad, escritos por Kurt Busiek, quien había empezado en el departamento de ventas de Marvel antes de embarcarse en una errática carrera como guionista autónomo; y dibujados por Alex Ross, un joven pintor cuyo arte de corte naturalista no encontraba sitio en la moda entonces en boga de héroes malencarados, hipermusculados y armados hasta los dientes. Inicialmente, la miniserie fue concebida como un escaparate para la bella técnica de Ross, que se limitaría a narrar de nuevo los acontecimientos más importantes del Universo Marvel. Pero ya embarcados en el proyecto y aprovechando el realismo fotográfico del dibujo de Ross, ambos autores pensaron que quizá podían darle a la historia un enfoque diferente, auténticamente realista.
El concepto de “realismo” en los comics de superhéroes ha cambiado mucho desde que naciera el

Pero el paso definitivo lo dio Stan Lee en 1961, con la creación de Los Cuatro Fantásticos, el primer ladrillo en la construcción del Universo Marvel. Lee quería que sus personajes evolucionaran en el mundo “real”, en ciudades reales e interactuando con personas e instituciones reales. No más Metrópolis o Gotham, sino Nueva York y San Francisco. El salto que propició Lee en el género fue monumental y excede con mucho el propósito de este artículo, pero valga decir que hizo a sus personajes más humanos y menos superheróicos; los imaginó con debilidades no sólo físicas (como la de Superman a la kriptonita o el color amarillo de Linterna Verde), sino mentales, espirituales e incluso financieras, desde la esquizofrenia de Bruce

Lo más cerca que ha llegado Marvel del realismo –al menos todo lo que un comic sobre superhombres puede hacerlo- tardó bastante más en conseguirse, concretamente treinta y tres años después del nacimiento de los Cuatro Fantásticos. Con “Marvels” no sólo el concepto de “realismo” en los superhéroes alcanzó una nueva dimensión, sino que la adopción de un punto de vista sobre los mismos igualmente realista permitió exponer interesantes cuestiones metalingüísticas sobre el propio género, tanto en su vertiente de ficción como en su relación con la industria y los aficionados.
Esa sensación de realidad la consiguió Busiek, paradójicamente y contradiciendo el título de la


Cada número está centrado en una época o momento diferentes del Universo Marvel, empezando

El primer episodio está ambientado en los años inmediatamente anteriores a la Segunda Guerra Mundial y en él se narran la creación de la Antorcha Humana, la aparición de Namor, las difíciles relaciones entre ambos y su participación en el conflicto bélico, todo ello a través de los ojos de un joven Phil maravillado y ansioso por ser testigo del nuevo fenómeno. Pero, al mismo tiempo, no puede evitar un pensamiento ominoso que en el futuro no hará sino aumentar: "Prodigios, los llamamos. Y eso es lo que eran. A su lado, ¿qué éramos nosotros? Ya no los jugadores, sino espectadores". El Homo sapiens, en definitiva, ya no es el final de la cadena trófica y ese es un pensamiento que conforme se transforma en certeza, da lugar a miedo primero y resentimiento después.
“Marvels” tiene algo de deconstrucción del género. Nos propone una perspectiva novedosa de las batallas superhumanas entre la Antorcha Humana y Namor. No son acontecimientos tan emocionantes como podrían haber parecido la primera vez que se publicaron, sino que, para los ciudadanos de a pie del Universo Marvel, son algo claramente terrorífico: “Debería haber parecido un glorioso ballet aéreo”, nos dice Phil, “Peligroso, hermoso y emocionante. Y quizá lo fue. Pero no para nosotros. Lo que vimos fue matanza, destrucción y confusión”.

Pero cuando los superhéroes empiezan a luchar al lado de los aliados en la Segunda Guerra Mundial, América los adopta como suyos y deja de criticarlos. Será con la aparición de los mutantes, años después, cuando la opinión pública se escinda. Y ese es precisamente el tema del segundo número, ambientado ya a mediados de los sesenta.
Los mutantes son los parias por antonomasia del Universo Marvel. Son, en cierta forma, el

No se suele explicar bien en el Universo Marvel el origen de ese odio. Al fin y al cabo, los mutantes son seres con superpoderes que no se diferencian tanto de Spiderman o los miembros de los Vengadores. ¿Por qué entonces son los mutantes las únicas víctimas de toda esa animadversión? Busiek, por fin, lo expone de forma clara y convincente. No se trata de que los mutantes sean poderosos, sino que a diferencia de Spiderman o los Vengadores el origen de sus poderes es genético, lo que les señala como inmediato reemplazo del Homo sapiens. No son dioses, rarezas producto de algún accidente o experimento o individuos normales que se sirven de avanzadas tecnologías. Son el futuro, y los hombres no pueden sino verse a sí mismos inferiores e indefensos. Como especie “inferior”, tienen miedo a desaparecer barridos por los mutantes. Y ese es un sentimiento que degenera fácilmente en odio.
Es un capítulo magnífico e inquietante, porque Busiek transmite con claridad y empatía lo que se esconde detrás del movimiento antimutante –equivalente en el Universo Marvel al racismo o la

Busiek subraya la alienación de los mutantes introduciendo como fondo de la historia un acontecimiento superhumano que despierta sentimientos radicalmente opuestos: expectación, ilusión, alegría, admiración… Se trata de la boda de Reed Richards y Sue Storm, toda una celebración social a nivel planetario. Al mismo tiempo que se ensalza a unos, se denigra a otros. Es, en definitiva, un comic devastador, lleno de emotividad y pasión, que explica mucho mejor que miles de comics de los X-Men en qué consiste la marginación y el odio mutante en el mundo Marvel.
En el tercer número, la explosión de superhéroes despierta todo tipo de sensaciones. Desde el

Por otra parte, Busiek también sabe reírse de sí mismo y de aquellos que tienden a ver en los comics cosas que no existen o extraer significados que nunca se pretendieron. En un momento de la serie, Phil explica a un colega sus reflexiones pseudofilosóficas sobre la naturaleza de los superhéroes; y éste responde: “Creo que has estado pensando demasiado en eso Phil”. Exactamente lo que les (nos) ocurre a muchos críticos y aficionados.

Busiek, que obviamente ama los superhéroes, muestra metafóricamente en este episodio cómo los

Pero “Marvels” también es un reflejo de la trayectoria de la propia industria y la opinión que a Busiek le merece. A partir de mediados de los ochenta, conforme los superhéroes Marvel entraron en una época de deconstrucción, los escritores empezaron a hacer de los héroes unas figuras trágicas, incluso fracasadas, lastradas por graves problemas psicológicos y conductuales. En “Marvels”, Phil Sheldon se siente ofendido, casi conmocionado: “Se suponía que los Prodigios eran puros”, insiste. “Gloriosos, no sórdidos”. Claramente, Phil recoge el sentimiento de muchos aficionados que crecieron con una imagen determinada de una serie de personajes y que se sintieron desconcertados, incluso traicionados, cuando sus caracterizaciones o circunstancias cambiaron radicalmente. Como muchos de ellos, Phil decide apartarse de los héroes, desilusionado, decepcionado por el fracaso de Spiderman a la hora de salvar a Gwen –algo que también hicieron muchos lectores entonces, aun cuando ella no fue sino un personaje de ficción-. Phil acepta que ha hecho de los superhéroes algo demasiado personal (“He visto demasiado”, confiesa, “y ahora estoy dentro, donde no puede ver nada claro”) y se retira para dejar paso a una nueva generación.

El final de “Marvels” es, según ese punto de vista, amargamente feliz. Phil puede jubilarse y

El gran acierto narrativo de Busiek fue presentar un protagonista muy verosímil con quien los lectores podían identificarse y a través del cual experimentar la forma en que los superhéroes son vistos, literal y figuradamente, por aquellos que no tienen poderes. En “Marvels” se muestran seres que hacen cosas imposibles: Namor puede volar y la Antorcha Humana inflamar su cuerpo; Estela Plateada surca el cielo esquivando rayos y Spiderman se balancea

Parte de esa sensación de realismo procede de que Busiek, a través de Phil, nos muestra que vivir en un mundo poblado tanto por humanos como por superhumanos es difícil… incluso cuando todo va bien. Es más: la existencia de héroes y villanos no significa que las cosas siempre sean blancas o negras, algo que tradicionalmente ha latido bajo la superficie del Universo Marvel pero que Busiek saca a la luz con destreza. El Capitán América puede ser un pilar de la moral y la valentía, pero sólo porque Bucky le hace el trabajo sucio; Spiderman ha salvado innumerables vidas, pero tiene que venderse y humillarse en su identidad civil para poder pagar las facturas; los X-Men protegen a la humanidad, pero ésta les odia por lo que son… Es esa complejidad emocional lo que primero en los comics y últimamente en las películas, ha asegurado el éxito de Marvel.
Phil rara vez entra en contacto directo con los héroes. Es un fotógrafo, no un periodista. Cuando

El realismo de Busiek es, por supuesto, muy relativo. En su versión de la América de la segunda mitad del siglo XX, no hay mención a la crisis de los misiles cubanos, los altercados raciales, las protestas estudiantiles o la guerra de Vietnam, aun cuando los comics Marvel de los sesenta y comienzos de los setenta sí tocaron esos temas más o menos explícitamente. Aquí, los grandes desafíos a los que se enfrenta el mundo son la aparición de los Centinelas (tal y como se vieron en los “X-Men”, en 1965) y las subsiguientes manifestaciones antimutantes; y la llegada de Galactus (en “Los Cuatro Fantásticos”, en 1966). Se puede criticar a la historia como mero escapismo hermético e irreal, o admirar la forma en que supo ver las metáforas sociopolíticas siempre presentes en los comic-books e insertarlas en un argumento tan sólido como digerible.

Las páginas tienen una textura densa y verosímil y Busiek se asegura de utilizar el lenguaje

Al interesante experimento metatextual y la capacidad de penetración psicológica de Kurt Busiek, se añade la pasmosa habilidad del dibujante Alex Ross a la hora de plasmar el mundo Marvel con un grado de realismo nunca antes visto. El dibujo es sencillamente magnífico. Nadie antes había contemplado a los superhéroes retratados con semejante mezcla de realismo y dinamismo a mitad de camino entre Norman Rockwell y Leroy Neiman. Se diría que los personajes –superhéroes o no- pueden saltar de esas viñetas e integrarse tranquilamente en nuestro mundo. El grado de detalle fotográfico con el que retrata tanto a los superhéroes como a los hombres normales, lo maravilloso y lo mundano, está en consonancia tanto con la cronología interna del Universo Marvel como con el momento histórico en el que se realizaron los comics aludidos en cada época, lo que contribuye a integrar trama y personajes en un entorno realista y coherente.
Ross deja caer continuas referencias a los comics de la época, reproduciendo viñetas de números clásicos de los Cuatro Fantásticos o Los Vengadores, pero cambiando el ángulo original para que

Hay muchas escenas memorables en la miniserie, momentos que funden lo cotidiano con lo


Busiek y Ross trabajaron en “Marvels” durante más de un año sin llamar la atención, el primero escarbando en montañas de números atrasados y el segundo escogiendo y fotografiando modelos a partir de los cuales dar vida a sus personajes. La editorial no veía nada claro el proyecto. Se trataba de una miniserie de precio superior al normal (4.95 dólares el número) firmada por un dibujante del que pocos habían oído hablar y un guionista que no importaba a casi nadie, protagonizada por un anciano tuerto sin superpoderes. En un momento determinado el editor les llegó a suplicar que incluyeran a Lobezno en la historia para que el departamento de marketing tuviera al menos algo con lo que trabajar.
Todos los temores resultaron infundados. “Marvels” fue un éxito de crítica (recibió tres premios

Pero el éxito de “Marvels” tuvo consecuencias mucho más profundas, no ya en las carreras de sus autores, sino en toda la industria del comic-book superheroico. De hecho, fue una obra tan influyente como diez años antes lo fueron “Watchmen” o “Batman: Dark Knight”. Y, como sucedió con estas obras, la industria extrajo de su éxito una conclusión equivocada. En aquella ocasión, el tono oscuro y cínico se impuso en el género durante toda la década de los noventa hasta el punto de que un personaje tan enfermo y violento como el Punisher llegó a tener nada menos que tres colecciones simultáneas. Pero lo que los editores no entendieron es que los lectores no pedían más brutalidad y violencia ciega, sino historias bien contadas y conceptos y enfoques originales. Con “Marvels” pasó algo parecido aunque en otra dirección.

Transcurrieron los setenta y los ochenta y los superhéroes seguían orientados hacia el futuro: los villanos podían regresar una y otra vez, pero no mucha gente se preocupaba por lo que se ha dado en llamar “retrocontinuidad”. Los orígenes de los héroes tal y como se habían narrado en primer lugar, eran lo suficientemente buenos como

Kurt Busiek no inventó la retrocontinuidad y, de hecho, “Marvels” no encaja en esa categoría. Años antes, otros guionistas ya habían empezado a retocar las biografías de algunos personajes, introduciendo cambios más o menos relevantes. Después de “Crisis en Tierras Infinitas”, DC se sintió libre para reinventar sus principales héroes. Así, Wonder Woman nunca había existido y apareció públicamente “por vez primera” en las páginas de la miniserie “Legends”. John Byrne le hizo un lavado de cara a Superman; y en una de las reformulaciones más arriesgadas, Frank Miller mostró en “Batman Año Uno” a un héroe inseguro y una Catwoman prostituta. Hal Jordan-Linterna Verde cargó con un problema con la bebida y una temporada en la cárcel. Pero dado que “Crisis…” había supuesto una ruptura con el pasado, no se puede decir que DC estuviera exprimiendo todavía la baza de la nostalgia.

Y entonces, llegó “Marvels”. En los años que siguieron a su aparición, DC y Marvel se dieron

Esto coincidió con el lento pero imparable envejecimiento del “núcleo duro” de los aficionados que se había ido produciendo a lo largo de los últimos veinte años. En el pasado, los lectores de comics de superhéroes cambiaban cada cuatro o cinco años, por lo que las editoriales no tenían que preocuparse demasiado de repetirse a sí mismas. Pero cuando esos lectores se convirtieron en fans acérrimos capaces de memorizar hasta el último detalle de cada comic, hubieron de replantearse la forma de satisfacerlos. Y ello pasó por explotar la nostalgia de esos fans maduritos que recordaban cuando los comics eran maravillosos (y es que cuando uno

Desde entonces y hasta el día de hoy, la retrocontinuidad ha sido una moda popular, incluso omnipresente, en los comics de superhéroes. El propio Busiek se adhirió a ella poco después de “Marvels”, con los guiones que realizó para “Untold Tales of Spider-Man”, insertando historias en la vieja continuidad del lanzarredes. Seguirían “X-Men: The Hidden Years”, “X-Men: First Class”, “Avengers Classic”, “Fantastic Four: First Family”, “Daredevil: El Hombre sin Miedo”…
DC siempre ha estado algo más interesada en sus personajes “históricos” y, a causa de “Crisis en Tierras Infinitas” y el poco énfasis que tradicionalmente ha puesto en la continuidad, ha explotado este filón todavía más que Marvel. “Starman”, de James Robinson (que comenzó no mucho después de “Marvels”), se apoya a menudo en la historia pasada de DC llegando a reescribir parte de ella. La editorial también capitalizó el éxito de “Año Uno”, cambiando los orígenes de más y más héroes (Green Arrow, Metamorfo, la Cazadora…). El origen de Superman ha experimentado también pequeños aunque continuos ajustes. DC, incluso, volvió a borrar totalmente su continuidad en “Hora Cero” y, de nuevo y hasta cierto punto, en “Crisis Infinita”. Joe Chill, el hombre que asesinó a los padres de Bruce Wayne, ha estado muerto (en “Año Dos”), descartado como asesino (tras “Hora Cero”), regresado a su condición criminal (tras “Crisis Infinita”) y ascendido de matón a señor del crimen (en “Batman” nº 673). Mientras que Marvel intenta ajustar todas sus retrocontinuidades en la historia ya establecida de su universo,

Una consecuencia de todo esto (aunque no la que nos ocupa) es el “oscurecimiento” retroactivo de los comics de superhéroes (del que la miniserie “Crisis de Identidad” es el ejemplo más representativo). La otra tiene un alcance mayor y más serio: la obsesión por “rellenar” los supuestos huecos del pasado de los personajes ha coartado cualquier crecimiento y evolución que éstos hubieran podido disfrutar y, como resultado, los comics de superhéroes han ido calcificándose más y más.
Sí, es cierto que el género ha tendido siempre al estatismo y los intentos de transformación han sido a menudo sofocados en aras tanto de satisfacer a los fans más conservadores –que suelen ser los más leales- como por temas legales y corporativos relacionados con los derechos de imagen, el merchandising y las marcas. Y sí, es cierto que los personajes superheroicos han permanecido inalterados durante décadas, especialmente en DC. La

Pero la Edad de Plata, a pesar de sus pobres historias, también incluyó a guionistas que no temían avanzar, introducir novedades…y esperar que alguna de ellas cuajara. Y así, poco a poco, los personajes sí acabaron cambiando. Esto fue más evidente en Marvel, orgulloso por considerar su universo más “realista” que el de DC. Durante las tres primeras décadas de vida de Peter Parker, por ejemplo, pasó de ser un alumno de instituto a asistir a la universidad, graduándose, casándose y ganando bastante dinero gracias a su talento como fotógrafo. Reed Richards y Sue Storm se casaron y tuvieron un hijo. Scott Summers también contrajo matrimonio, tuvo un hijo y abandonó a su esposa durante una crisis emocional para retomar su relación con un antiguo amor, con el que acabó casándose…
Incluso DC no fue inmune a cierto grado de evolución. Dick Grayson maduró y se fue a la

A raíz del éxito de “Marvels”, Marvel y DC extrajeron la lección equivocada. Busiek no cambió nada de la continuidad Marvel; se limitó a introducir en ella un nuevo personaje que no influía en la misma y utilizó esa misma continuidad, sin alterarla, para contar lo que quería. Lo que demostró “Marvels” es que las ricas biografías que habían ido acumulando todos esos personajes clásicos podían servir para contar nuevas historias, pero que en realidad no había por qué cambiar nada.

Es más, las viejas encarnaciones de los héroes volvieron a primera plana, anulando los progresos que se habían hecho en los últimos veinte años. “Green Lantern: Rebirth” repuso a Hal Jordan en el puesto de guardián de nuestro sector galáctico, apartando a Kyle Rayner. En un movimiento similar, se pudo ver en “Flash: Rebirth” cómo Barry Allen sustituía a su sucesor, Wally West. Allen había sido Flash durante veinticinco años; West durante veintidós. No se puede argumentar que la asunción del puesto de supervelocista por parte de éste último hubiera sido una “nueva dirección” temporal. Lo que estaba ocurriendo era un movimiento claramente reaccionario y generalizado.
Marvel siempre presumió de que, desde el principio, dio en el clavo con el origen de sus


La otra cara de la moneda, igualmente oscura, es que esa inclinación por la nostalgia cierra el


Y por si todo esto fuera poco, los autores, guionistas y dibujantes, prefieren encargarse de los


De esta forma es cómo “Marvels” revolucionó la industria, aunque no necesariamente para mejor. Quizá fue el signo de los tiempos, quizá coincidencia. Pero, como he explicado, lo más probable es que se debiera al descubrimiento de las editoriales de la existencia de un nuevo mercado ansioso de recuperar sus viejos tiempos y, cegados por el signo del dólar, se lanzaran con demasiado ímpetu en una sola dirección, inundando a los fans de ese tipo de cómics.
En último término, Busiek no tuvo la culpa de lo que las editoriales hicieron con su obra, y sería injusto juzgarlo por las imitaciones de otros con menos talento. Busiek es un buen guionista, a veces incluso sobresaliente, capaz de extraer nuevas ideas de antiguas historias y hacer avanzar a los personajes hacia el futuro respetando al mismo tiempo su pasado. De hecho, “Marvels” es probablemente una de las mejores historias de superhéroes jamás contadas. O mejor dicho, “sobre superhéroes”. A pesar de haber quedado algo diluida por la avalancha de otras obras en la misma línea, “Marvels” conserva la capacidad para transmitir de forma emotiva y visualmente bella todo el sentido de lo maravilloso que una vez encarnaron los superhéroes Marvel.
Absolutamente recomendable para cualquier aficionado al género que quiera disfrutar de una historia pionera, profunda y maravillosamente dibujada que explora una faceta inédita del Universo Marvel anterior a convertirse en mera extensión de una franquicia cinematográfica.
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