Por alguna inexplicable razón, el western es un género que continúa sobreviviendo en los comics aun cuando en el cine y la literatura lleva décadas moribundo. Quizá sea porque en lo que al comic se refiere, el mejor western se ha hecho siempre en Europa y eso los aficionados –al menos los del viejo continente- no lo olvidan. Series como “Blueberry”, “Comanche”, “Buddy Longway”, “Jerry Spring”, “McCoy”, “Ken Parker”, “Lucky Luke” o álbumes más puntuales como “Perros de la Pradera” o “El Hombre de Papel” recogían la épica de la aventura del Oeste para elaborar historias trepidantes o intimistas, trágicas o humorísticas, pero siempre ofreciendo unos argumentos muy interesantes poblados de personajes de gran humanidad.
Sin embargo, como sucede en cualquier ámbito de la cultura, hay excepciones y existen autores que o bien no saben tocar las teclas adecuadas o bien su estilo y temas preferidos nada tienen que ver con los que pueden encajar en un western. Precisamente eso es lo que vino a la mente de muchos aficionados cuando la editorial Humanoides Asociados anunció el lanzamiento de una colección del Oeste escrita por Alejandro Jodorowsky y dibujada por Francois Boucq.
Tengo que admitir que no me suelen convencer los guiones de Jodorowsky. Me parece un charlatán defensor del chamanismo y el tarot que ha hipnotizado con sus nebulosos discursos no sólo a muchos intelectuales y lectores, sino también a algunos grandes dibujantes de comic europeo. En lo que se refiere a este campo, le reconozco su creatividad, sí: sus comics rebosan de

Por otra parte, Boucq es un dibujante extraordinario en todos los sentidos, pero su universo gráfico hasta ese momento había discurrido por derroteros muy diferentes a los del western: historias humorísticas de carácter abiertamente grotesco (“Los Pioneros de la Aventura Humana”), dramas psicológicos con toques fantásticos, de corte urbano y disfrazados de terror o espionaje (“La Mujer del Mago”, “Boca de Diablo”) o trepidantes aventuras fantacientíficas (“Cara de Luna”, también con Jodorowsky).

El primer ciclo argumental abarca dos álbumes, “Un diamante para el más allá” (2001) y “La piedad de los verdugos” (2002). Ralton, Blake y “Bouncer” son tres hermanos, hijos de una prostituta que ejerció su oficio en los peores pueblos del Oeste hasta establecerse en Barro City, donde se convierte en propietaria de un saloon-burdel. Celosa de una actriz que estaba siendo cortejada por un acaudalado ciudadano, arrastra a sus por otra parte violentos hijos al robo de un diamante, el Ojo de Caín, que iba destinado a dicha artista. Tras el golpe se ven obligados a esconderse y los tres hermanos y la madre comienzan a discutir por la joya hasta que aquélla resulta muerta y dos de sus hijos mutilados: Ralton pierde un ojo y Bouncer un brazo.
Tras la Guerra Civil, Ralton, convertido en un cruel oficial confederado desesperado por conseguir

Como decía al principio, reconozco el talento de Jodorowsky para imaginar historias con gancho, barrocas y poco ortodoxas. También opino que sus delirios pseudomísticos parasitan muchos de sus argumentos, pero cuando es capaz de ponerles freno, ofrece comics efectivos que se benefician, además, del trabajo de grandes artistas. Este es uno de esos casos. Las simpatías metafísicas del guionista quedan a un lado, pero no su querencia por los mundos marginales y los parias que habitan en ellos. Recordemos por ejemplo a su John Difool del “Incal”, detective de baja estofa en un mundo futurista; Juan Solo, originario de un distrito pobre de una ciudad

“Bouncer”, por tanto, abunda en este tipo de personajes. Ya el primer álbum se abre con unos soldados confederados que, tras el término de la guerra y la victoria del Norte, deciden seguir luchando. Y a partir de ahí encontraremos a forajidos, prostitutas, indios y chinos despreciados por los blancos, … viviendo en una especie de barbarismo en el que la moralidad no tiene cabida y donde incluso los que tratan de hacer el bien –no siempre consiguiéndolo- cargan con un pasado nada ejemplar. Los personajes de “Bouncer” son o malvados o atormentados -o ambas cosas al tiempo- y nadie parece capaz de escapar de la inevitabilidad del pecado.
Obviamente, a Jodorowsky le gustan las parábolas y “Bouncer”, como de costumbre en su obra,

En realidad, Jodorowsky no se aleja tanto aquí de los temas y obsesiones que ya empezó a dar forma en el Incal y que pueden resumirse como “sexo, violencia, familia y mutilación”. En “Bouncer”, cada uno de los tres hermanos sufre una mutilación (recordemos otro personaje de Jodorowsky, Alef Thau): un ojo, un brazo y, el último, la cabeza –cuya amputación, claro está, resultará fatal-. Y, sin embargo, a pesar de volver a caer en un autoplagio, el primer arco argumental funciona perfectamente como una historia sobre venganzas familiares ambientada en el Oeste.

Y es que sin duda el éxito de “Bouncer” se debe en no poca medida a la participación en él de Francois Boucq, una leyenda del comic francés que comenzó a ser verdaderamente popular a comienzos de los ochenta gracias a sus historias cortas de tono satírico y, en particular, a su pintoresco personaje Jerónimo Puchero. Su dibujo de exuberante energía y su capacidad para

Su estilo en “Bouncer” mantiene la evolución hacia el realismo: Su línea es menos carnal, agresiva y ansiosa que en las historias de “Los Pioneros de la Aventura Humana” o “Jerónimo Puchero”, pero no por ello ha perdido fluidez o expresividad. Ciertamente, no encontraremos aquí ni las proporciones exageradas ni la aproximación humorística que dominaban sus historias cortas, pero las anatomías más naturalistas que utiliza en esta serie no pierden su capacidad para transmitir mediante los rostros y el lenguaje corporal un amplio catálogo de emociones y temperamentos. Además, no olvida del todo su gusto por lo “cartoon”, que puede identificarse en sus rostros feístas y sus personajes al tiempo realistas y grotescos. Es como si Boucq no se hubiera dejado seducir totalmente por la intencionalidad didáctica de la parábola propuesta por Jodorowsky en este guión. Estableciendo un paralelismo con el mundo del arte pictórico, el realismo de Boucq es el de Brueghel: retorcido, burlesco, divertido y siniestro, todo al mismo tiempo.

El western es un género cuyas historias transcurren en buena medida en plena naturaleza y, por tanto, en ellas la luz y el color resultan de una importancia fundamental a la hora de crear ambientes, evocar climas y temperaturas, épocas del año o momentos del día. En “Bouncer”, Boucq utiliza tinta y colores para todo ello y, al mismo tiempo, subrayar el tono emocional de cada escena. Aumenta el peso de las sombras respecto a sus obras anteriores, mucho más limpias y luminosas; y utiliza unos colores algo apagados y con sutiles gradaciones, evocadores de los


“Bouncer” es un western excesivo en muchos sentidos, más que el más violento spaghetti western, por lo que conviene dejar cierto tiempo entre la lectura de cada saga para no quedar saturado. También es el ejemplo de lo que es capaz Jodorowsky cuando contiene sus impulsos metafísicos y elige a un colaborador brillante. La alianza entre su calculado manierismo y la virtuosidad de Boucq dan como resultado un comic sólido, rápido y sorprendente que merece una

El segundo arco argumental está compuesto por tres álbumes (“La Justicia de las Serpientes”, 2003; “La Venganza del Manco”, 2005) y “La Presa de los Lobos”, 2006) e incluye como ingredientes un trío de siniestros asesinos mexicanos, un fantasmal anciano indio, malvados terratenientes, un leal perro de tres patas y un surtido grupo de forajidos, chinos regentando fumaderos de opio, una verduga obsesionada por la venganza y el mutilado propietario del Saloon Infierno. De nuevo, es una historia de tintes épicos impregnada de violencia y deudora de los spaghetti western de Sergio Leone y de la serie B de los setenta.
Bouncer sigue trabajando como matón (o pacificador, según el punto de vista) en el Saloon Infierno, propiedad de un misterioso hombre desfigurado que nunca sale de su cama en una habitación del piso superior y al que se le conoce como Lord Diablo. Éste, enfermo y presintiendo su final, comunica a Bouncer que será él quien herede el salón. A la vista de sus nuevas perspectivas económicas, pide matrimonio a una de las prostitutas del local, Naomi, quien acepta.

Mientras tenía lugar todo esto, suceden dos cosas más: por una parte, presionado por los principales ciudadanos del pueblo –tan corruptos como respetados-, Bouncer se ve obligado a convertirse en el verdugo oficial, el trabajo más vilipendiado del lugar. Por otra, el hombre más rico del territorio, Clark Cooper, intenta comprar el local de Lord Diablo como parte de su plan para hacerse con todas las propiedades del pueblo, incluidas algunas granjas a cuyos propietarios amenaza o asesina para forzar la venta. Bouncer lo echa de malas maneras, humillándolo y encendiendo la chispa del odio que impulsará el resto de la trama.
Cooper contrata asesinos para acabar con Bouncer –sin éxito- y soborna al sheriff –con éxito- de

Para esta segunda saga, Jodorowsky aumenta la apuesta planteando una historia en tres volúmenes. Una ambición loable, aunque los ingredientes no cambien mucho aparte de ampliar aspectos del pasado y la personalidad del protagonista y meterle en un lío mucho mayor y más sórdido todavía que en la primera aventura –que ya es decir-.

Por ejemplo, la verdugo femenina que sustituye a Bouncer en el cargo no solamente resulta poco creíble, sino que se presenta en un punto demasiado tardío de la trama; el catalizador del derrumbe espiritual de Bouncer –la aparición del amante de Noemí largo tiempo perdido- además de cogido por los pelos resulta trivial y escasamente emotivo; la revelación de la verdadera identidad de Lord Diablo es inverosímil, una solución digna del culebrón más torpe; el personaje de Yin Li es patético, una caricatura étnica a la que se le dota de un lenguaje ridículo a base de metáforas sentimentalonas (al menos, el dibujo de Boucq la redime parcialmente dotándola de una delicada elegancia)…
Hay dos flashbacks en esta saga que nos aportan información muy importante acerca del pasado

Si no fuera porque la reputación de Jodorowsky parece convertirle en intocable por parte de la “élite” intelectual –tan corrosiva con otros guionistas menos pretenciosos pero más efectivos-, hubiera sido conveniente, incluso necesaria, la intervención de un editor que le obligara a recortar, centrar y encauzar un argumento innecesariamente retorcido y alargado y que sin duda podría haberse despachado en sólo dos álbumes.

En resumen, este segundo ciclo argumental exige del lector que excuse los excesos y torpezas de Jodorowsky, pero a cambio puede obtener una lectura entretenida, con algunas escenas memorables y, sobre todo, un dibujo de primera línea.
Existe una tercera saga que creo permanece inédita en España, compuesta por dos álbumes, “La

En este nuevo ciclo de la serie, Alejandro Jodorowsky retoma el formato de historia en dos partes y, para alivio de muchos, prescinde de sus desvaríos pseudomísticos a favor de una explosiva mezcla de melodrama, investigación policiaca y western. El problema es que, como decía más arriba, Jodorowsky no sabe dónde detenerse, y este es un buen ejemplo. La galería de personajes grotescos física y moralmente (como un forajido que se pasea con un pedazo de hacha clavado en la cabeza, un excirujano terriblemente desfigurado o dos hermanas que se suben las faldas a la primera de cambio para

¿Compensa todo esto el dibujo de Boucq? Es cuestión de gustos. Cada lector le otorga su propio

Hay que decir, no obstante, que Boucq no es totalmente inocente en lo que se refiere al deslizamiento hacia lo grotesco de la serie. Jodorowsky conocía de antemano las tensiones que habían dominado la colaboración del novelista norteamericano Jerome Charyn y Boucq y que, con todo, habían dado lugar a dos obras de gran interés como son “La Mujer del Mago” y “Boca de Diablo”. Los desencuentros entre ambos autores tenían su origen en su opuesto enfoque a la hora de narrar las historias: el deseo de realismo de Charyn chocaba de frente con el gusto de Boucq por la fantasía. Así que Jodorowsky, en aras de suavizar su asociación con el dibujante, hizo todo lo posible por introducir en los argumentos elementos que satisficieran sus inclinaciones, aceptando incluso su intervención en el desarrollo de los guiones.

A la vista de la deriva de la colección, ya no me he molestado en investigar si los dos últimos álbumes publicados hasta la fecha han conseguido levantar el nivel.
En resumen, de “Bouncer” recomendarían su primer ciclo argumental (álbumes 1 y 2), cuyos

(Presumiblemente debido a las dificultades financieras de Humanoides Asociados, en 2012 los autores se llevaron su personaje a Glenat, que ha publicado un cuarto ciclo de dos álbumes, “Al Infierno” (2012) y “Y de vuelta” (2013), a los que no he tenido acceso)
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