20 ene 2017

1996-LEAVE IT TO CHANCE – James Robinson y Paul Smith


Hay algunos comics que no cosechan entre los lectores el éxito que merecen. Veamos este por ejemplo. “Leave it to Chance” contaba con dos autores de sólido talento y experiencia probada, el guionista James Robinson y el dibujante Paul Smith; una idea con posibilidades que incluso podría atraer a ese olvidado sector del público integrado por mujeres y niños; un formato de lujo con buen papel que permitía una precisa reproducción del dibujo y el color; el apoyo de Image, la editorial independiente puntera del momento… pues bien, no dio resultado. Y ello a pesar de que la serie obtuvo una calurosa acogida por parte de la crítica, ganando en 1997 los premios Eisner y Harvey a la Mejor Serie Nueva. Tras una errática y discontinua trayectoria, en 2002 se publicaba el último número, el decimotercero, mientras que las adocenadas colecciones de mutantes acumulaban centenares de episodios insulsos y repetitivos.


No parece justo, porque aquellos trece episodios fueron realmente buenos, una elegante mezcla de elementos extraídos de “Doctor Extraño”, “Los Cinco” y “Harry Potter”. La acción se desarrolla en Devil´s Echo, una ciudad moderna en la que lo paranormal es moneda corriente, existiendo incluso un departamento de policía especializado en ese tipo de fenómenos y criaturas. A lo largo de los años, la familia Falconer ha defendido a la gente de la ciudad contra innumerables amenazas mágicas. Cada generación familiar ha dado un investigador y protector paranormal, tradición que ha pasado ininterrumpidamente de padre a hijo.

Lucas Falconer es el último varón en esa línea genealógica. Una batalla contra el ocultista Miles Belloc mató a su mujer y a él le deformó el rostro. Ha tenido que criar en solitario a su hija Chance, que ahora tiene catorce años, edad a la que tradicionalmente los vástagos de la familia se iniciaban en el aprendizaje de la magia. Pero Lucas se niega a que su hija siga sus pasos. Sabe que es una misión dura, a menudo llena de dolor y tristeza, y quiere protegerla de todo ello.

Por supuesto, Chance no está dispuesta a seguir las órdenes de su padre. Y ello no porque sea desobediente o traviesa, sino porque cree firmemente que es su deber, que es lo suficientemente madura como para intervenir en aquellos asuntos en los que la injusticia tiene las de ganar si nadie lo impide. Con ayuda de un pequeño y simpático dragón (calcado al Lockheed de los X-Men) empieza a ayudar, dentro de sus modestas capacidades, a quienes la necesitan. Y no le faltarán ocasiones, porque quien busca meterse en líos…acaba encontrándolos.

La intención de James Robinson y Paul Smith era la de alejarse de la tendencia predominante en
los comics del momento, dominados por personajes violentos, lastrados por traumas de todo tipo, repletos de músculos y armados hasta los dientes. Deseaban volver a las raíces de la aventura, con historias luminosas, personajes de clara orientación moral y resoluciones satisfactorias. Robinson se desenvuelve con oficio y cumple sobradamente la misión. Las historias están escritas con acierto y narradas con pulso, si bien los personajes, aunque simpáticos y claramente diferenciados entre sí, carecen de demasiada profundidad. Por ejemplo, en una ocasión, Chance mata accidentalmente a un hombre, pero no muestra remordimiento o siquiera miedo. Da igual lo sobrecogedora que sea la peripecia, las cosas que tenga que hacer y las pesadillas que deba enfrentar; cuando todo termine siempre estará lista para la siguiente.

Paul Smith (entintado tras el primer arco argumental por el canadiense George Freeman) realiza un trabajo limpio y elegante al tiempo que rebosante de energía y movimiento. Su arte es una equilibrada combinación de línea clara y los trazos más sólidos característicos del primer trabajo de Eisner. Sus páginas mezclan con destreza el color brillante propio de una serie optimista con las masas de negro características de las historias de género detectivesco.

La colección se abre con el ciclo “Las lágrimas del Chamán”, quizá el mejor de la serie, una historia de cuatro números en la que se presentan los personajes sobre el telón de fondo de unos políticos corruptos que se aprovechan de la magia para sacar ventaja electoral; la venganza del hermano de un antiguo enemigo de Falconer; y el conflicto entre los duendes subterráneos y los operarios municipales. “Truco o Amenaza” es una historia ligera en la que Chance, durante el desfile de Halloween, ayuda a rescatar a una mascota que puede convertirse en un devastador instrumento de poder. En “El Retorno del Capitán Hitch”, Lucas interna a su hija en una escuela privada donde, naturalmente, no tarda en descubrir que algo raro ocurre allí por las noches. En esa aventura Chance gana un grupo de amigas que darán mayor profundidad al aspecto humano del personaje y con las que comienza la siguiente historia, en la que un misterioso fantasma siembra el terror en un centro comercial.

En el último número, el 13, los autores decidieron superar la ligereza del planteamiento inicial y comenzar a explorar el plano emocional de la protagonista. Nada más empezar nos enteramos de
que Lucas ha muerto víctima de un coche bomba y Chance, afligida, ha abandonado sus investigaciones paranormales. Aunque se ve obligada a volver a la acción para enfrentarse a una rebelión zombi, deberá lidiar con la tristeza por la muerte de su padre y el miedo a no estar a la altura del prestigio familiar. Al final del episodio, a pesar de haber triunfado, la vemos en los brazos de su aya buscando consuelo a las horribles experiencias vividas. Fue un intento de los autores de dotar de mayor calado emocional a la colección, pero la iniciativa llegó tarde.

Por alguna razón, las ventas no acompañaron a las buenas intenciones, los elogios de la crítica o la
calidad del producto. La serie se publicó intermitentemente de 1996 a 1999, finalizando definitivamente en 2002 sin que los autores llegaran a rematarla adecuadamente. Posiblemente, la irregular cadencia de salida desanimó a muchos lectores, incapaces de seguir la historia con cierta continuidad. Además, el público femenino que tan entusiastamente respondería unos años después al manga japonés, no se sintió cautivado por esta propuesta desenfadada y ligera.

Y es que puede que en lo que no acertaran del todo sus masculinos autores, por buenas que fueran sus intenciones, fuese en hacer un comic sobre mujeres para “mujeres”. El aspecto de Chance es claramente varonil, con su pelo corto, gruesas cejas y cuerpo andrógino vestido con ropajes amplios. Se diría una reacción contra los estereotipos de los comic-books en los que las heroínas luchadoras contra el crimen lucen unos cuerpos tan voluptuosos como escasamente cubiertos. Incluso la tensión romántica con Archie Lightfoot, el brillante criminal adolescente, carece de cualquier matiz sexual. El único personaje de la colección que realmente exhibe su feminidad de acuerdo a las fantasías masculinas de los tradicionales lectores
de comic-book es Ms.Longfellow, una de las villanas, que lleva una gran pistola, luce una melena rubia, viste mallas ajustadas y gafas al estilo Catwoman. Por el contrario, la agente Margo, una policía amiga de Chance, tiene un aspecto mucho más varonil y aparece siempre subordinada a la autoridad masculina.

Es como si la feminidad de Chance hubiera quedado sepultada bajo su actitud rebelde y comportamiento andrógino. Las mujeres, para tener éxito, han de imitar a los hombres, incluso en su tiempo libre: cuando Chance habla con sus amigas sobre los héroes a los que admiran, entre sus implausibles opciones están “Hellboy” y O´Brien (personajes que protagonizaban sus respectivas series a cargo de Mike Mignola y Arthur Adams), un evidente guiño a los lectores masculinos.

“Leave It to Chance” es una serie narrativa y gráficamente sólida, apta para todos los públicos, pero recomendable especialmente para lectores a mitad de camino entre la infancia y la adolescencia, que aglutina elementos propios del misterio, el género negro, la fantasía y la aventura juvenil de corte más clásico, equilibrando con éxito las partes más oscuras de los relatos (corrupción política, brujos ansiosos de venganza y destrucción, grotescos fantasmas, zombies), con la rectitud moral de los protagonistas, consiguiendo siempre evitar la sensiblería.

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