16 ene 2017

1988- CINDER Y ASHE – Gerry Conway y Jose Luis García López


A partir de la segunda mitad de los años setenta del pasado siglo, el género negro o policíaco vio nacer en su seno un nuevo tipo de ficción que bebía de la nueva realidad social y económica de los tiempos. Fueron años en los que Estados Unidos experimentó un aumento en el índice de criminalidad; aparecieron subculturas que amasaron reputación de violenta (punks, moteros) o bandas de adolescentes todavía más peligrosas; empezó circular el crack, una modalidad de cocaína que cambió el mundo de las drogas; la pérdida de diversidad racial en grandes zonas de las ciudades provocó una reorganización urbana en función de grupos étnicos…



Todas estas nuevas tendencias fueron recogidas por los creadores de ficción, y, convenientemente exageradas y retorcidas, convertidas en telón de fondo para películas, series televisivas y comics que compartían uno o varios elementos, a saber: violencia urbana; policías ineficientes y/o corruptos; justicieros y vigilantes que defienden a la comunidad por su cuenta; mercenarios que han cambiado los campos de batalla por las calles de las ciudades; veteranos del Vietnam; tráfico de drogas en el que a menudo está implicada alguna institución gubernamental (desde la policía a la CIA)… Hasta que este tipo de narraciones fue paulatinamente sustituida en los 2000 por otras con mayor conciencia social (como la serie “The Wire”), el subgénero nos dejó muchísimos ejemplos ilustres: películas como “El Justiciero de la Ciudad”, y “Harry el Sucio”, series de TV como “Baretta” o “Canción Triste de Hill Street”… En el ámbito de los comics, nacieron personajes como El Castigador y el dúo que nos ocupa, “Cinder y Ashe”.

Publicada en forma de miniserie de cuatro episodios por DC Comics en 1988, “Cinder y Ashe” trata sobre dos detectives-mercenarios radicados en Nueva Orleans: el veterano de Vietnam Jacob Ashe y su socia Cinder DuBois, una atractiva asiática de pelo rojo. Esta inusual pareja –laboral, que no sentimental, al menos en el sentido romántico del término- es contratada por un granjero de Iowa cuya hija ha sido secuestrada. El caso se complica cuando aparece un individuo al que los detectives creían muerto desde hacía años y que sirve para
introducir una serie de flashbacks en los que, durante los cuatro números de la colección, van narrándose el pasado de ambos protagonistas en Vietnam, la forma en que se conocieron y, años más tarde, se asociaron.

Gerry Conway era por entonces un guionista ya veterano entre cuyos logros figuraban notables etapas de Spiderman, los Cuatro Fantásticos o Thor para Marvel, o La Liga de la Justicia y Firestorm para DC además de crear personajes de tanto empaque como El Castigador. Ya había colaborado anteriormente con el dibujante Jose Luis García López –del que hablaré en un momento- en otra serie a recuperar, “Atari Force”. Ambos creativos estaban en los ochenta en lo más alto de sus capacidades artísticas, y esta serie nos demuestra por qué.

La habilidad de Conway para dialogar y su sentido del ritmo narrativo siguen siendo modélicos para los guionistas actuales. En “Cinder y Ashe” encontramos conversaciones realistas entre los personajes y escenas construidas con acierto, de tal forma que aun cuando aquéllos estén simplemente sentados y charlando, el ritmo no pierde dinamismo y energía. Es cierto que hay algunos puntos objetables. La tragedia del granjero, por ejemplo, parece demasiado lo que en realidad es: un catalizador para el resto de la trama, y no está presentado como un misterio con auténtico desarrollo.

Pero, más que eso, se agradece el esfuerzo de Conway por escribir un comic adulto que, sin dejar de ser mainstream, sí se alejaba del tono juvenil de las colecciones regulares de superhéroes. Aunque la burbuja de las editoriales independientes pinchó en el año 87, éstas ya habían
demostrado a sus hermanas mayores, Marvel y DC, que había un público maduro dispuesto a comprar productos más sofisticados y de tono más violento. Si Conway y García López se hubieran limitado a enseñarnos a Cinder desnuda en la ducha o manteniendo fogosas relaciones sexuales, no podríamos sino pensar que en lugar de comic adulto estaríamos ante un tebeo para adolescentes con las hormonas revolucionadas; pero no es el caso. Como los mercenarios y detectives especializados en asuntos luctuosos que son, Cinder y Ashe se encuentran en contacto con la escoria de la sociedad. Hay adolescentes torturadas y violadas, asesinatos y suicidios bastante sangrientos, situaciones dramáticas de gran tensión emocional, atentados terroristas, prostitución, violencia explícita, palabrotas y maldiciones… Con todo, Conway y García López no se dejan arrastrar por los caminos más trillados. No ocultan nada, pero tampoco se recrean en ello ni caen en el mal gusto o el mero exhibicionismo.

Por otra parte, aunque la trama principal es una de corte detectivesco en la que se mezclan asesinatos y corrupción política, el verdadero tema que permea la historia es la incapacidad de los protagonistas para superar su pasado y los horrores de la guerra que ambos experimentaron en Vietnam, un pasado que en el momento en que arranca la acción, mediados de los ochenta, regresa para atormentarlos en forma de Lacey, un asesino psicópata al que ambos daban por muerto hacía mucho tiempo.

En este sentido, es notable la forma en que García López subraya en el dibujo esas ataduras del pasado. Cinder, por ejemplo, sigue llevando en el presente variaciones de la misma ropa que vestía en Vietnam. En algunos aspectos, todavía es la misma chiquilla de pelo corto que se ganaba la vida robando en las calles de Saigón y todas las tragedias que ella experimentó entonces (la trágica pérdida de sus padres, la dura supervivencia entre criminales y
prostitutas, su violación…) de alguna forma pueden todavía percibirse en su aspecto.

Ashe es más transparente aún en este sentido. En todo momento viste prendas que son o recuerdan a las militares. Incluso la forma en que García López lo dibuja, de pie o caminando, denota su pasado castrense: seguiría pareciendo un soldado aun cuando fuera desnudo. Ashe fue a la guerra y, como tantos otros, volvió siendo otra persona. Esa transformación puede apreciarse incluso en sus expresiones y posturas antes y después de su paso por Vietnam. Siendo aún un muchacho en Louisiana, antes de alistarse, su rostro aún denota inocencia, los ojos rehúyen la mirada directa, sus hombros están algo caídos… Muy probablemente esto no figuraba en el guión de Conway. No hizo falta. La maestría de García López se manifiesta en detalles como estos.

Precisamente, el propio artista afirmó que esta era una de las obras (junto a otras como “Twilight” o “Camino a la Perdición”) que mejor definía su estilo en cuanto a grafismo y narrativa. Ésta exhibe un estilo pulido y directo, sin exhibicionismos de ningún tipo en forma de pin-ups o páginas-viñeta (de hecho, sólo hay tres de estas últimas y todas ellas plenamente justificadas desde un punto de vista narrativo). Es difícil sacarle algún defecto a un dibujante de la talla de García López (quizá el único
en este comic sea que su Cinder, aunque atractiva, nunca llega a parecerse a lo que se supone que es: una mestiza de madre asiática y padre negro). La limpieza de su línea y composiciones hace que incluso cuando dibuja nueve viñetas por página de la impresión de que tiene todo el espacio del mundo. Sabe perfectamente qué mostrar, cuándo hacerlo y de qué manera. Incluye multitud de detalles en los que perder la mirada y, sin embargo, se las arregla para que el lector nunca reciba la impresión de abarrotamiento.

Los personajes de García López destilan una elegancia que sólo puede encontrarse en los grandes artistas del comic clásico, como Hal Foster, Alex Raymond o Al Williamson. Sus figuras nunca están quietas pero tampoco exhiben posiciones forzadas; siempre las muestra estirándose, girándose o agachándose…hay un contenido y sutil dramatismo en cada uno de sus movimientos. Pero es que además del estudiado lenguaje corporal, García López no descuida sus rostros: gracias a sus expresiones, sus miradas, sus sonrisas o sus ceños, no hace falta leer el texto de Conway para saber qué es lo que están pensando o sintiendo.

Pero es que, además, el dibujante comprende perfectamente que junto a la cara y al cuerpo, una
persona se define desde el punto de vista visual por la forma en que viste. No es de extrañar. Al fin y al cabo, García López se ha pasado buena parte de su carrera diseñando trajes. En 1982, elaboró la Guía de Estilo DC Comics, un manual ilustrado que se repartía a los licenciatarios de la editorial para elaborar los diseños de todo tipo de merchandising. Sus ilustraciones siguen utilizándose hoy día como base para muchos de esos productos. Tan notable ha sido siempre su labor en este sentido que volvió a encargarse de las guías de los años 1998, 2004 y 2012. El resultado es que, en no poca medida, el aspecto de muchos de los mundialmente famosos personajes de DC se lo deben a José Luis García López.

Aunque su trabajo en este campo le ha restado tiempo a la hora de dibujar comics, cuando ha podido hacerlo nos ha ofrecido diseños de vestuario y personajes verdaderamente magistrales. Ahí están “Atari Force” o “Twilight” para demostrarlo. En “Cinder y Ashe”, cada personaje no sólo tiene su propio estilo a la hora de vestir, sino que la ropa le queda de una forma diferente en función de su postura o del tejido con el que estén confeccionadas las prendas: la manera en que López dibuja la curva que las blusas de manga corta dibujan alrededor de los hombros de cinder, o la forma que adoptan las camisas de Ashe en su espalda encorvada, el vuelo de las americanas al
correr su portador… Cinder incluso cambia sus pendientes según el vestuario que lleve en cada momento. Evidentemente –y como no podía ser de otra forma- la indumentaria está acorde con los tiempos en los que se dibujó la obra, los años ochenta; pero el sentido de la moda y elegancia de López hace que no nos encontremos aquí con los conjuntos estridentes y exagerados que poblaban otros comics de la época. Sus personajes, sin abandonar su propia personalidad, visten como gente normal.

A destacar también la labor de Joe Orlando como colorista. Para los flashbacks de Vietnam, escoge una paleta de rojos, amarillos, verdes y naranjas que evocan pesadillas viscerales de junglas, caos urbano y traumas psicológicos. Las escenas del presente, en cambio, están dominadas por tonos más fríos, como si los horrores de la guerra hubieran succionado el color del mundo real. Orlando comprende el arte de García López y respeta sus elegantes líneas sin ocultarlas con colores chirriantes.

Probablemente, Conway y García López esperaban que la miniserie obtuviera el suficiente éxito como para que la editorial decidiera continuar sus aventuras, algo que nunca pasó. Sin duda había
mucho más que contar y los personajes podrían haber tenido un largo recorrido y cautivado a los lectores con sus peculiaridades e indudable carisma. Aún así, estos cuatro números funcionan perfectamente como lectura independiente y, al menos, podemos dar gracias a que no cayeran en manos de guionistas y dibujantes –sobre todo dibujantes- menos competentes que Conway y García López.

“Cinder y Ashe” es un thriller criminal con aspiraciones psicológicas y sociológicas que mezcla la narración detectivesca con la acción, el desarrollo de personajes y una revisitación –muy abundantes por entonces- de la Guerra de Vietnam. No consigue destacar verdaderamente en todos esos aspectos, pero sin duda tiene el tono, sabor, ritmo y ejecución de un buen film de acción de los ochenta. Gerry Conway y Jose Luis García López supieron darle a este comic el grado justo de sofisticación para que, sin ser demasiado compleja de entender y seguir, sí tenga un grado de madurez, elegancia y solidez superior al de muchos comics mainstream de la época.

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