14 ene 2017

1986- SUPERMAN - John Byrne (5)


(Viene de la entrada anterior)

La colección “Superman” comenzó el año 1988 con el número 13, que con el título “Juguetes en el Ático” (guiño al álbum de “Aerosmith” de 1975), presentaba un villano de nueva creación, el Juguetero, de cuyos antecedentes informan a Superman un par de agentes secretos británicos que son claros trasuntos de Los Vengadores televisivos, Jonathan Steed y Emma Peel. No es que fuera un malvado memorable y, de hecho, parecía más adecuado para la galería de villanos de Batman, pero el episodio está bien narrado y dibujado.



Ese número fue, además, el primer crossover de Superman con el evento editorial del año, “Millenium”, una historia pergeñada por Steve Englehart, publicitada por la editorial a bombo y platillo durante meses y cuyo núcleo central transcurría en una miniserie de cadencia semanal. No voy a entretenerme en los entresijos del asunto, pero baste decir que los Guardianes (los fundadores del cuerpo de los Green Lanterns) elegían a un variopinto grupo de terrestres para encabezar el próximo salto evolutivo de nuestra especie. La iniciativa contaba con la oposición de los Manhunters, una raza robótica creada milenios atrás por los Guardianes y que había infiltrado agentes suyos entre los seres queridos de los héroes de la Tierra, quienes habían sido designados protectores de esos terrícolas “elegidos”.

DC quiso hacer de todo ello un gran evento editorial que se extendiera por todos los títulos de la casa y obtuviera tan buen resultado comercial como “Crisis en Tierras Infinitas” o, en menor medida, “Legends”. El problema era que ello obligó a los guionistas de las diferentes series no sólo a interrumpir los arcos argumentales en curso, sino a introducir cambios muy relevantes en la estructura de aquellas. Así, a todos los guionistas se les dijo que escogieran a tres de los personajes secundarios más relevantes de su respectiva colección y convirtieran a uno de ellos en un agente de los Manhunter. A Byrne esto le parecía
una tontería, pero no tenía opción. Debía elegir entre Jimmy Olsen, Perry White o Lana Lang, y eligió a ésta última. Al final del nº 13, Lana acudía a las oficinas del Daily Planet y rasgaba la camisa de Clark Kent esperando de este modo exponer su identidad superheroica. El plan no le salía bien y huía a Smallville perseguida por Superman.

El despropósito continuaba y aumentaba en “Adventures of Superman” 436 (enero 88), en el que el Hombre de Acero descubría que los Manhunters también habían vigilado a Krypton y que habían tratado de interrumpir el viaje de su cápsula hacia la Tierra. Aún peor, uno de ellos había suplantado la identidad del doctor de
Smallville y había transformado a todos los niños nacidos tras la llegada de Kal-El al pueblo en agentes durmientes de los Manhunters, dispuestos a activarse cuando llegara el momento. Toda esa enorme conspiración interplanetaria y la conversión de Smallville en una importante base para los Manhunters me parece un ejercicio de retrocontinuidad forzado y ridículo.

Tanto es así, que en la continuación del crossover, “Action Comics” 596 (enero 88), el Espectro ayudaba a Superman a derrotar al líder Manhunter de Smallville y borrar la memoria de todos sus habitantes, lo que significaba volver al statuo quo inicial, pero también vaciar de significado a todo lo que se acababa de narrar. En “Superman 14 (febrero 88), Superman y Green Lantern se enfrentan al Alto Maestro de los Manhunters en una historia bastante sosa aunque muy bien dibujada. Más interés tiene la conclusión del macroevento en lo que se refiere a Superman, en el “Adventures of Superman” nº 437 (febrero 87). En realidad, Byrne utilizó los acontecimientos de “Millenium” –sólo uno de sus personajes, que bien podría haber sido cualquier otro- para contar una historia que nada tenía que ver con epopeyas cósmicas, sino todo lo contrario. Dividiendo cada página en dos filas, en la de arriba se narraba cómo Lex
Luthor contaba a una de las elegidas del Milenio sus planes para desprestigiar públicamente a Superman haciéndolo combatir con uno de sus esbirros superpoderosos. En la inferior, simultáneamente, se iba contando cómo esos planes se desarrollaban de una forma muy distinta, puesto que José Delgado, alias Gangbuster, (un justiciero sin superpoderes creado por Marv Wolfman unos números atrás), era quien se enfrentaba al hombre de Luthor, resultando gravemente herido.

Este episodio sobre la esencia del heroísmo, sirvió también a Byrne para modificar, como veremos, la dinámica sentimental clásica de la serie. Lois Lane, que había aceptado una cita con Delgado más por interés periodístico que personal, queda tan impresionada por su valentía que empieza a desarrollar sentimientos hacia él aun cuando éste haya quedado inválido de por vida –o
quizá precisamente por eso-.

Las cosas se complicarían más en “Action Comics” 597 (febrero 88), un número atípico. Lois Lane viaja a Smallville para averiguar la relación entre Lana Lang y Clark Kent, algo que había llamado su atención tras la irrupción de la primera en el Daily Planet y su agresión a Kent. Cuando descubre a Superman y Lana juntos, la luz se hace en su mente: Clark Kent y Superman deben ser la misma persona. En el último momento, aparecen Jonathan y Martha Kent quienes, intentando evitar que Lois averigüe la verdad, lanzan una mentira que estropeará la relación entre su hijo y la periodista: según le cuentan, ellos encontraron la nave de Superman y lo criaron junto a su propio hijo Kent. A ojos de Lois ello implicaba una conspiración puesto que los méritos periodísticos de Clark para conseguir exclusivas eran inexistentes dada la relación personal entre ambos, y ella se sentía personalmente ofendida por tal engaño. A partir de ese momento, se distanciará sentimentalmente de Clark Kent a favor de José Delgado, mientras que Superman/Clark prestará más atención a Cat Grant (otro personaje creado por Marv Wolfman, una periodista de cotilleos del Planet) y a Wonder Woman.

Este número de “Action” es una rareza y una paradoja por cuanto, a pesar del título de la cabecera no hay acción alguna. En cambio, la trama se concentra exclusivamente en el desarrollo de los personajes. Con un simple flashback de dos viñetas, se nos aporta más información sobre la personalidad y el pasado de la Lois Lane postCrisis de lo que se había hecho en toda la historia del personaje. El marchitamiento de la relación entre Clark y Lois queda simbolizado por la ambientación otoñal de la historia, con esas hojas muertas arrastradas por el viento que nos indican que los tiempos están cambiando. La trama tiene un ritmo pausado pero no lento, situándose en marcos inspirados en la iconografía de Norman Rockwell y que invitan a la calma, la reflexión y el diálogo, como los tranquilos campos alrededor de Smallville, la cocina de la granja de Lana, un pequeño hotel de provincias o la cafetería local. El entintado que sobre el dibujo de Byrne realiza Leonard Starr, un grande del comic de prensa norteamericano, autor de tiras románticas como “On Stage”, le da al conjunto un aire clásico aunque de acabados poco definidos.

El problema, en mi opinión, es que las buenas intenciones y la originalidad del intento quedan
apagados por la peregrina idea de hacer que Lois, periodista avispada que ya estaba sobre una pista clara, crea que Clark y Superman no sólo son dos personas diferentes, sino que fueron criados como hermanos sin que nadie de Smallville parezca tener noticia de ello. Fue un giro inverosímil hasta para un tebeo de Superman, algo que parecía más propio del personaje en su versión de los cincuenta que de una interpretación moderna del mismo. Ciertamente, como he dicho, introducía una nueva dinámica entre los personajes principales, pero seguramente podría haberse conseguido igualmente sin necesidad de recurrir a una ocurrencia tan burda que, además, supone un insulto a la inteligencia de Lois.

En el nº 15 de “Superman” (marzo 88) encontramos la muy interesante “Alas”. Cinco números atrás nos habíamos enterado de que Jamie, la hija de la capitana Maggie Sawyer se había perdido tras escapar de casa de su exmarido. Sawyer pide ayuda a Superman, atareado por entonces tratando de averiguar el origen de unos extraños robos perpetrados por pequeños seres alados. Ambas cosas, la desaparición de Jamie y esos delitos, resultan estar conectados a través de un grotesco ser que vive en las alcantarillas y que se hace llamar Gancho. Claramente inspirado en el judío Fagin de “Oliver Twist”, recoge a niños perdidos y los hace trabajar como ladrones para él después de dotarles de alas mediante un proceso de metamorfosis.

El número es notable por varias razones. Su acertado dibujo –con otro excelente entintado de Karl Kesel-, su ritmo y la caracterización de Maggie Sawyer. En tan sólo página y media, quince viñetas, Byrne narra una historia de amor y esperanzas frustradas, de confusión sexual, de huída hacia delante, de fracaso matrimonial y parental…De forma elegante y sutil pero evidente para un lector adulto, Byrne narra tanto en el texto como en el dibujo la desgracia personal de Maggie Sawyer, cuyo lesbianismo reprimido arruinó su vida: “En aquella época yo estaba confundida. En mi cabeza estaban ocurriendo cosas
que había negado durante mucho tiempo. Cosas en las que no debería pensar una chica católica”. Cuando Jim me hizo la pregunta, pensé que quizá eso era lo que había estado buscando. Qué tonta. Tenía casi 30 años, tendría que haberme conformado y no buscar nuevas formas de huir. Fue un desastre”. Una historia valiente y excelentemente bien ejecutada que demuestra por qué Byrne estaba considerado uno de los mejores autores del género, alguien capaz de hacer comic moderno de superhéroes sin apartarse del clasicismo.

En “Adventures of Superman” 438 (marzo 88) se presenta la nueva versión de Brainiac, uno de los villanos clásicos de Superman, aparecido por primera vez en 1958. En esta ocasión no se trata de un marciano verde, un robot o una computadora maléfica, sino de un vidente de circo alcoholizado, Milton Fine (que utiliza el nombre artístico de “Brainiac”) y que dice estar poseído por una entidad extraterrestre que le dota de poderes mentales y le empuja a la violencia. Byrne añade un grado de ambigüedad al personaje, puesto que no queda claro si las afirmaciones de Brainiac responden a la realidad o son meros delirios de una mente enferma aunque poderosa. En los años siguientes, la progresiva transformación de Milton de entrañable borrachín a malvado supervillano constituirá uno de los grandes dramas de la serie.

“Action Comics” 598 (marzo 88) es poco más que un episodio piloto para la nueva serie de espionaje de DC, “Checkmate”, creada por Paul Kupperberg y Steve Erwin y que debutaría en su propia cabecera tan solo un mes después. El propio Kupperberg aparece acreditado como guionista de este número, que, al menos, no deja de ser en ningún momento una historia de Superman: vemos a los personajes regulares de la serie: Cat Grant intentando seducir a Clark, Jimmy Olsen con esperanzas de seducir a Cat Grant y Lois Lane ejerciendo de periodista y manteniendo su enfado con Clark por el asunto antes comentado

Si en el número arriba comentado se habían presentado unos nuevos personajes para el Universo
DC, el “Superman” nº 16 (abril 88) sirvió para reintroducir a uno de los clásicos: El Bromista, creado por Jerry Siegel para el “Action Comics” 51 (agosto 42). Se trata de un villano cuyo modus operandi consiste en atacar a la gente orquestando peligrosas bromas. Byrne lo convierte en un amargado expresentador de programas infantiles llamado Oswald Loomis, quien, al verse expulsado del negocio por los nuevos iconos (trasuntos de Los Pitufos, los Transformers o He-Man) decide volcar todo su resentimiento contra Metrópolis, apresando a Lois Lane y llamando así la atención de Superman (lo cual resulta ser, al final, lo que había pretendido desde el principio).

En realidad, dado que solo unos cuantos números atrás ya había aparecido otro “bromista” como el Joker y que Mr. Mxyzptlk ya ejercía como villano motor de historias bastante absurdas, El Bromista se antoja algo redundante. De hecho, es el personaje menos interesante del episodio. Mayor presencia tiene, por ejemplo, Morgan Edge, el presidente de la cadena de TV donde trabajaba Loomis y que, aparentando ser un ejecutivo malencarado y agresivo embarcado en una cruzada contra Superman, actúa en realidad como peón de Darkseid, un subargumento que Byrne deja pendiente a la espera de profundizar en él más adelante –y que
nunca llegaría a desarrollar-. También Jimmy Olsen tiene un buen momento para mejorar su caracterización. Y, al final, en la última viñeta, un equipo de investigadores en el invierno Antártico descubren enterrado en el hielo el cuerpo de una mujer rubia vestida con una versión del uniforme de Superman. Sí, Supergirl estaba de vuelta pese a su aún reciente y muy dramática muerte en “Crisis en Tierras Infinitas”.

“Adventures of Superman” 439 (abril 88) es un número de transición bastante flojo. La trama principal, un Superman en apuros que ayuda a Cat Grant, su hijo y Jimmy Olsen a escapar de un tópico grupo de fanáticos ultraderechistas con gusto por lo paramilitar, es sosa e inverosímil (¿Superman creando duplicados robóticos de sí mismo para que le sustituyan y que, además, no son conscientes de su naturaleza artificial?). Quizá lo mejor del número sea el breve momento que sirve para continuar explorando la relación entre Lois y José Delgado.

“Action Comics” 599 (abril 88) fue otro número decepcionante. Y, de nuevo, debido a la torpeza
con la que Byrne guioniza a los héroes invitados: los Metal Men, de vuelta tras su primera aparición en esta colección en el número 590. En aquella ocasión, su creador y líder, el doctor Magnus, se había negado –por razones desconocidas- a recrear a uno de ellos, que se había sacrificado en batalla contra el enemigo de turno. Así que en esta ocasión, intentan reclutar la ayuda de un científico de LexCorp para traer de vuelta a su camarada, resultando que el individuo en cuestión pone sobre aviso a su jefe, Luthor. Éste, retomando su antiguo papel de científico loco fabricante de aparatosos robots anti-Superman, hace exactamente eso, fusionando a los Metal Men en un ser de kriptonita. Una aventura floja donde las haya que ni siquiera salva el dibujo, en esta ocasión firmado por Ross Andru, creador original (junto a Bob Kanigher) de los Metal Men allá por 1962. Andru siempre ha sido menos valorado de lo que merece, pero este trabajo no está, ni mucho menos, entre sus obras más conseguidas. Llevaba ya algún tiempo apartado del dibujo de comic (desde 1978 realizaba labores de editor y sus contribuciones eran, aparte de las portadas, muy esporádicas) y eso se nota. Tampoco ayuda la apresurada tinta que aplican John Byrne y Keith Williams, con escasos detalles en las figuras y nula atención a los fondos. Por todo ello me sorprende que Byrne mencione este episodio como su favorito de todos los que hizo para “Action”.

Quizá esa dejadez responda al conocimiento de que la colección se acababa, si no de título, sí de contenido. Tras 600 números, “Action Comics” fue reconvertido, sustituyendo el formato de team-up por el de una antología de varios personajes de carácter semanal titulada “Action Comics Weekly”. El último número de “Action”, el 600 (mayo 88) fue un especial de mayor extensión que todavía hoy es recordado con cariño por los fans. Dibujado y escrito a medias entre John Byrne y George Pérez del que hablaremos dentro de un momento.

“Superman” 17 (mayo 1988) es otra muestra de lo mejor y peor de Byrne en esta etapa. Por un lado, tenemos un buen dibujo (en esta ocasión se entinta sus propios lápices), equilibrada alternancia entre la acción y las escenas de caracterización (hay tiempo para Maggie Sawyer, Lois Lane, Perry White, Clark Kent, Jimmy Olsen…y la madre de éste, cuyo rostro había sido mantenido oculto desde hacía varios números y que aquí resulta ser toda una belleza), el regreso de una villana interesante (Silver Banshee) y el desarrollo de subargumentos por debajo de la trama principal que aportan continuidad y expectación hacia lo que vendrá. Pero, en el lado negativo, tenemos repetición de ideas (Banshee no puede matar a alguien cuya identidad confunde, intervención de otro héroe para prestar su ayuda), resolución en falso y bastante absurda (aparición de un gigantón vestido de escocés de opereta y nueva desaparición de la villana sin que apenas se aporte información adicional al misterio respecto a su anterior incursión), agujeros de guión (¿cómo se las arregla Superman para, en segundos, encontrar un traje completo de Batman? ¿Y por qué estúpida razón se deja puesto el de Superman debajo de éste?) e introducción de tramas que no llevarían a ninguna parte (como la de Lois vistiéndose de prostituta para una investigación de la que luego sólo aparecerían un par de anodinas páginas en el “Action Comics” 600).

Al final del número, cinco páginas dibujadas por George Pérez sirven de prólogo al nº 600 de Action Comics. En ellas, Diana/Wonder Woman recibe una llamada de Superman para concertar una cita. Desde hacía tiempo, el Hombre de Acero se encontraba pensando y soñando con la amazona y ahora que su relación con Lois se había enfriado, parecía un buen momento para explorar la posibilidad de una relación entre los dos héroes.

El encuentro entre Superman y Wonder Woman tendría otro prólogo en el número 440 de
“Adventures of Superman” (mayo 88), en el que el héroe a punto está de causar un par de desastres distraído y nervioso como está por su inminente cita. Aparte de salvar a los inocentes de turno, no pasa gran cosa en este número…aparentemente, porque Byrne y Ordway (ambos aparecen acreditados como coargumentistas aunque la historia es claramente más obra del segundo que del primero) aprovechan para avanzar en todas las subtramas en curso: el afianzamiento de la amistad entre Superman y el profesor Emil Hamilton, la lenta recuperación de José Delgado –es un decir, porque, como dije, quedará paralizado para el resto de su vida tras recibir una paliza de un supersicario de Luthor- y sus consejos a Jerry White (el hijo de Perry –aunque en realidad, como vimos en “Mundo de Metrópolis”- lleve la sangre de Luthor), una nueva escena con Batman y Superman en la que se retoma el asunto del álbum de recortes iniciado en “Action Comics” 594 y en la que ambos revelan que conocen la identidad del otro, las maquinaciones de Luthor para controlar a la capitana Maggie Sawyer, un breve interludio con la Supergirl hallada en la Antártida y otro en Smallville con Martha Kent…y directos a la cita con Wonder Woman. El número, de hecho, termina con ambos besándose a la luz de la luna….

George Pérez se ocupaba por entonces con sobresalientes resultados de la renovación de Wonder Woman, la guerrera amazona enviada a nuestro mundo por los dioses del Olimpo como mensajera de paz. Desde su espectacular aparición en la miniserie “Legends”, Superman había estado, como he dicho, pensando en ella y dándole vueltas en su subconsciente a la posibilidad de iniciar una relación. No es que fuera una reflexión muy seria, claro, porque, al fin y al cabo, ni siquiera habían tenido ocasión alguna de mantener una conversación. Las cuatro primeras páginas del “Action Comics 600” están dedicadas, precisamente, a establecer las posiciones de los personajes. Frente a un impulsivo Superman, encontramos a una Wonder Woman más sensata y prudente: “Buscamos entendimiento, no consumación. ¿Verdad?”.

Esta cita a ciegas se ve interrumpida, como era de esperar, por la amenaza de turno. Diana es reclamada por un angustiado Hermes para que acuda al Olimpo y Superman la sigue a través del portal dimensional que abre el dios. Una vez allí, ambos héroes se encuentran separados en los restos de un Olimpo abandonado por los dioses (esto se vio en la colección de Wonder Woman) y del que ha tomado posesión Darkseid con ayuda de su ejército de parademonios. Por supuesto, se las arregla para
confundir con ilusiones a sus adversarios y hacer que peleen entre sí, aunque cualquier lector medianamente avispado sabrá de antemano que será un combate sin ganador aun cuando éste se prolongue media docena de páginas. Al final, desbaratan el plan de Darkseid y aunque no llegan al enfrentamiento físico con él –que habría tenido más intensidad e interés que el que habían mantenido entre sí- sí lo derrotan, haciéndole ver la futilidad de sus esfuerzos.

¿Y qué ocurre con la tensión sexual entre Superman y Wonder Woman? Bueno, en realidad no es que hubiera mucho de eso. Tras tantos preparativos y expectación, ambos se encuentran algo incómodos en esa cita y en la página final reconocen que son demasiado diferentes como para pensar en una relación más íntima que la habitual camaradería entre superhéroes. “Te admiro, Wonder Woman, y te respeto, pero…soy un chico de Kansas, la verdad. Tu eres…demasiado para mí”. Wonder Woman coincide: “Estoy de acuerdo con tu decisión, pero no con los motivos. Pertenecemos a mundos distintos de filosofías diferentes”.

Sí, es una historia anticlimática en todos los sentidos, pero ¿qué otra cosa podía esperarse? De acuerdo con las versiones que de ambos héroes estaban desarrollando Byrne y Pérez, había muy pocos puntos en común entre Wonder Woman y Superman y lo más coherente era dejar las cosas como estaban. Por otra parte y además de un par de escenas ejemplares en cuanto a caracterización, este número especial nos da la oportunidad de disfrutar de la colaboración entre dos grandes del comic-book de los ochenta. John Byrne se encarga de los bocetos y la composición y George Pérez realiza un magnífico acabado en el que no escatima esfuerzos a la hora de incluir detalles en los fondos: la desconcertante arquitectura del Olimpo, las columnas y palacios de estilo griego carcomidos por el tiempo, el acabado de las figuras… (hay, no obstante, varias viñetas en las que claramente Pérez dejó a Byrne entintar las figuras de escenas protagonizadas sólo por Superman, y la diferencia de calidad entre unas y otras resulta patente).

Ese número especial de aniversario y cierre de etapa se completaba con otras cuatro historias de
calidad irregular. En la primera, una Lois Lane entristecida por las noticias –falsas- sobre la relación entre Superman y Wonder Woman, parece encontrar apoyo en Clark Kent. En la segunda, quizá la mejor, Lex Luthor cita a la capitana Sawyer para hacerle chantaje con su orientación sexual; en la tercera, Jimmy Olsen ayuda a un Superman enfermo por la radiación de kriptonita llegada del espacio; y en la cuarta, Man-Bat trata de hacer lo propio evitando que el enfebrecido y delirante héroe lo destroce. Excepto el último episodio, dibujado por Mike Mignola, el apartado gráfico del resto es aburrido y pasado de moda, algo que no puede extrañar al ver los nombres de los responsables: Kurt Schaffenberger, Curt Swan y Dick Giordano, veteranos de la casa cuyos estilos habían quedado caducos y eran incapaces de competir con las tenebrosas y sugerentes páginas de Mignola.

Fue también Mignola quien se ocupó de dibujar (con entintado de Karl Kesel) el “Superman” 18 (junio 88), titulado “Regreso a Kripton”. Superman llega a la incomprensible conclusión de que para sobrevivir a la ola de radiación de kriptonita que golpea la Tierra (y que había aparecido en “Action” 600), lo mejor es rehacer a la inversa el viaje que le
trajo a la Tierra y regresar a Kripton. Para esa misión, recibe la ayuda de Hawkman y Hawkwoman, quienes le transportan hasta los restos del planeta con su nave thanagariana. Lo que queda de su mundo natal no es más que una masa de polvo y rocas a cuyas peligrosas proximidades Superman insiste en acercarse protegido por un traje especial. Flotando en el vacío, se sume en una alucinación en la que los kriptonianos lograron salvarse de la explosión gracias a Jor-El, llegando a la Tierra y convirtiéndose en los opresores de los humanos, una situación a la que sólo Jor-El se opondrá, convirtiéndose en una suerte de Superman. Este número es, a todos los efectos, una suerte de seudo-secuela de la miniserie “Mundo de Kripton”, recordemos, también dibujada por Mignola. Su premisa –los kriptonianos dominando la Tierra- sería retomada para un Anual de la línea “Otros Mundos” unos años después –y del cual Mignola solo haría ya la portada-. 


(Finaliza en la próxima entrada)

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