Los “funny animals” fueron durante décadas los comic books preferidos por generaciones de niños. Las historias protagonizadas por animales antropomorfizados y con personalidades claramente humanas son un recurso que se remonta a las fábulas clásicas y que, ya en el siglo XX, explotó con talento y abundancia Walt Disney. Precisamente, sus más brillantes representantes en el mundo de las viñetas fueron los “tebeos de patos” que Carl Barks escribió y dibujó utilizando al Pato Donald como protagonista y para los que creó todo un universo de personajes que incluyó al Tío Gilito o los Sobrinitos y que luego, a su vez, fue trasplantado al cine; lo mismo se puede decir del trabajo de Floyd Gotfredson, quien realizó labor similar a la de Barks pero en tiras de prensa protagonizadas por Mickey. Eran comics ligeros de humor y aventura y, aunque dirigidos a un público infantil, fueron realizados con tanto cariño y habilidad que hoy son considerados clásicos del medio.
Hubo muchos otros, claro. Prácticamente todas las estrellas “animales” de cortos de animación para el cine o la televisión recibieron en un momento u otro su propia versión en viñetas, desde Bugs Bunny al Oso Yogui. Hubo otros autores que utilizaron este particular subgénero y su desenfadado estilo gráfico para tratar temas más adultos, incluso subversivos, como “Pogo” de Walt Kelly o “Shoe”, de Jeff McNelly.
En la década de los ochenta, el comic underground comenzó a utilizar “animalitos” con fines muy diferentes. “Cerebus”, por ejemplo, nació siendo un comic de fantasía heroica para integrar luego una fuerte carga satírica con comentarios sociales y políticos; las Tortugas Ninja Adolescentes comenzaron siendo un comic minoritario que parodiaba las películas de artes marciales antes de diluirse en la banalidad. “Maus” exploraba los dramáticos recuerdos de una familia judía… Y luego estaba “Omaha”, un comic que quizá hoy no resulte tan conocido para

“Omaha” nació en 1978 en el marco de una revista underground de escasa circulación titulada “Vootie” y en cuyas páginas se podían encontrar historietas de calidad más bien mediocre con verduras y animales parlantes. De entre todas ellas destacaba una dibujada por Reed Waller y protagonizada por una gata bailarina de striptease y su novio Chuck, ambos residentes de la ficticia ciudad de Mipple City, en Minnesota. El sensual dibujo de Waller y la calidad de sus diálogos llamaron la atención de Dennis Kitchen, a la sazón editor de su propia compañía, Kitchen Sink Press, dedicada a un tipo de comic muy alejado del de las grandes editoriales, en general más cuidadosas y conservadoras respecto al material que publicaban.

Aquel primer episodio nos presentaba a la protagonista, una atractiva gata que, junto a su amiga Shelley, se ganaba la vida como bailarina de striptease en los clubs de la ciudad. Convertida en celebridad local, Omaha no es del todo feliz al sentirse incapaz de encontrar a un hombre que la quiera por lo que realmente es y no por su espectacular físico. Ese hombre aparece finalmente en la figura de Chuck, un amable dibujante que, lejos de tratar de “redimirla” de su

Por otra parte, las autoridades de la ciudad ponen en marcha una campaña por el rearme moral que pretende acabar con todos los establecimientos bohemios, incluido el Kitty Korner, donde trabaja Omaha (una situación que se vivió en realidad en Minnesota y que Waller quiso denunciar mediante este comic). Los mismos responsables de ese movimiento, entretanto, montan un club clandestino en el que disfrutar de desenfrenadas orgías y a cuya inauguración es invitada Omaha como bailarina estrella. Las cosas terminan mal, con un intento de asesinato, tumultos y la revelación de que Chuck es en realidad el hijo de un poderoso millonario involucrado en asuntos turbios.
El empuje inicial de Waller se agotó rápidamente. No veía claro cómo salir del embrollo en el que había metido a sus personajes y la serie se congeló. Pasaron dos años, durante los cuales Waller se divorció e inició una relación con la escritora Kate Worley. Sus sugerencias respecto a los personajes y la historia convencieron a Waller de que debía ser ella la que se ocupara del grueso del guión, papel que asumió ya plenamente en el número 2, aparecido en 1986.

“Omaha” se convirtió en un comic diferente que abrió nuevas perspectivas al medio y que podríamos denominar “culebrón hard-core con toques feministas”. Worley no sólo mantuvo la intriga iniciada por Waller, sino que la amplió hasta transformarla en una gran conspiración que marcaría el destino de todos los personajes hasta el final de la serie. Sin embargo y al mismo tiempo, la retiró del primer plano y la utilizó principalmente como catalizadora de momentos más íntimos en los que explorar las relaciones personales y la vida cotidiana de sus protagonistas.
Omaha tiene tanto de culebrón televisivo como de obra adulta. Todos los subargumentos

El ritmo de la narración tiende a ser lento, con los personajes enfrascados en largas conversaciones (Robert Crumb hizo una parodia de este comic titulado “Wichita”, incluyendo la típica apertura “previamente…” en la que narraba acontecimientos pasados de forma incomprensible para un nuevo lector, además de imponer una cadencia tan parsimoniosa que uno se preguntaba cuándo iba a pasar algo de una vez). Personalmente, no tengo nada en contra de un desarrollo lento de la trama que favorezca la interacción de los personajes, pero sí es cierto que en el caso de Omaha la acumulación de algunos subargumentos tienden a espesar la narración principal, que solo parecd avanzar a base de súbitos empujones en forma de revelaciones sorpresa, un recurso también característico de los culebrones televisivos. “Omaha” es una serie río que sólo se puede disfrutar y entender abordándola en su totalidad. En este sentido, lecturas dispersas y parciales no permitirán entender las intrigas que se suceden una tras otra dentro de una continuidad general.

Obviamente, la atención de los autores se concentra en la pareja protagonista, Omaha y Chuck,

Además de profundizar en las múltiples relaciones que van estableciendo entre sí los personajes (diferentes tipos de amor y odio, amistad, desconfianza, dependencia…), “Omaha” explora otros temas de corte social, como la recuperación e integración de los minusválidos, el chantaje y la ambición corporativa, la falsa moralidad, el abuso del alcohol, el sexo gay, los efectos de las enfermedades mentales sobre el individuo y su

Y, claro, al hablar de “Omaha” hay que hablar de sexo. Este cómic fue alabado como un melodrama inteligente y sensible que no rehuía la vertiente sexual de las relaciones sentimentales. No sólo eso, sino que en lugar de recurrir a elipsis o fundidos en negro, el comic mostraba explícita pero respetuosamente el sexo como parte fundamental y cotidiana de la vida de todo el mundo. En este sentido, no se puede decir que “Omaha” sea un comic pornográfico. Hay escenas de fuerte contenido sexual, sí, pero el propósito de las mismas no es simplemente despertar la libido del lector, sino añadir profundidad a una historia por lo demás interesante. Waller y Worley opinaban que el sexo no debía esconderse como algo pecaminoso, sucio y embarazoso, sino celebrarse con naturalidad.

“Omaha”se hizo famosa por convertirse en el foco de atención de los sectores más reaccionarios de la sociedad americana, que lo acusaron de

Lo primero que llama la atención del dibujo de Waller, claro está, es el recurso a los animales como vehículos de una historia por lo demás muy humana. A diferencia del propósito habitual en este tipo de aproximaciones “animalizantes” (esto es, distanciar al lector respecto a la historia o elaborar una sátira de la condición o la acción humanas), la opción de Waller respondió principalmente a motivaciones estéticas: según sus propias declaraciones, las representaciones realistas nunca le parecían naturales en las páginas de un comic. Además, el dibujo de animales le permitía una mayor plasticidad gráfica, tanto por la elección de determinadas especies que reflejaran rasgos

Tras unos titubeantes comienzos en el primer número de la serie, Waller pronto encuentra su estilo, sencillo y utilitario, pero al mismo tiempo elegante, limpio y expresivo. Da igual que estemos viendo un gato, un perro, un pájaro o un búho, el dibujo consigue siempre transmitir sin necesidad de textos adicionales ni histrionismos, las emociones y pensamientos de esos personajes. Waller sabe moverlos con naturalidad en diversos entornos, retratados estos últimos con un trazo más fino que no reste protagonismo a las figuras y decorándolos con el grado necesario de detalle. En este sentido, hay que destacar la perfecta compenetración entre guionista y dibujante, obteniendo el mejor resultado con la máxima economía de medios.
El lenguaje narrativo es igualmente funcional, con montajes de página poco atrevidos, incluso

La combinación de cariño, talento y osadía de “Omaha” compensó con creces su falta de pretensiones. No era un comic gráfica ni conceptualmente rompedor o novedoso, tampoco llamativo y, aún así, se granjeó el interés de la crítica y el aprecio de los suficientes aficionados como para dar el salto al lucrativo mundo del merchandising, generando tarjetas, posters, un disco, comics de homenaje, libros de ilustraciones… Todo parecía ir viento en popa… hasta que un desafortunado encadenamiento de problemas torpedeó el discurrir de la serie.

Pero Omaha demostró ser una auténtica superviviente y a pesar de que no fue una serie


“Omaha” resultó ser más influyente de lo que nadie entonces hubiera imaginado, aunque su único heredero verdaderamente digno fue el magnífico “Strangers in Paradise” de Terry Moore, quien admitió abiertamente haberse inspirado en el comic de Worley y Waller (así como en “Love and Rockets” de Jaime Hernández).
A pesar de contar con un final manifiestamente mejorable tanto en su apartado gráfico como

¿Eres tú uno de quienes pueden apreciar el trabajo de Waller y Worley?
Si te gustan las historias-río con diferentes capas y multitud de inesperados giros de guión propios del serial (revelaciones sorprendentes, reapariciones de personajes supuestamente muertos, embrollos y secretos familiares, etc. ) y un extenso plantel de personajes entrañables, bien caracterizados e individualizados, que se esfuerzan por mantener su vida en los límites de la normalidad mientras se enfrentan a problemas y desafíos extraordinarios, esta es tu serie. En cualquier caso, puedes salir de dudas rápidamente leyendo el primer volumen de su edición integral (que consta de cuatro tomos, editados magníficamente por Astiberri). Ello te permitirá hacerte una idea ya muy sólida acerca del devenir de la colección.
Omaha no es una obra maestra, pero sí una con buena factura que algún crítico ha calificado como “basura de la buena”: un culebrón realizado con la máxima atención, el mayor cariño por sus personajes y un entorno cuidadosamente ejecutado.
Hola Manuel, te escribo para agradecerte esta exhaustiva entrada sobre Omaha the Cat Dancer. Soy traductora y acabo de hacer un curso de traducción de literatura erótica. Una de las unidades (mi favorita) trataba el cómic erótico, al que siempre he sido bastante aficionada. Me pedían hacer un trabajo de investigación sobre alguno que no se mencionara en el temario y, después de pedir recomendaciones por ahí, me topé con este que me llamó mucho la atención por ser de funny animals (que también me han gustado mucho siempre). Ya que mi trabajo al final está muy basado en esta entrada de tu blog quería escribirte y darte las gracias por haberme descubierto el universo de Waller y Worley. Tanto me prendé de la historia y sus personajes que decidí comprarme los volúmenes recopilatorios de Astiberri y debo decir que es incluso mejor de lo que esperaba. Mi enhorabuena por este blog, sospecho que volveré porque tiene muy muy buena pinta. Un saludo xx
ResponderEliminarHola Manuel, te escribo para agradecerte esta exhaustiva entrada sobre Omaha the Cat Dancer. Soy traductora y acabo de hacer un curso de traducción de literatura erótica. Una de las unidades (mi favorita) trataba el cómic erótico, al que siempre he sido bastante aficionada. Me pedían hacer un trabajo de investigación sobre alguno que no se mencionara en el temario y, después de pedir recomendaciones por ahí, me topé con este que me llamó mucho la atención por ser de funny animals (que también me han gustado mucho siempre). Ya que mi trabajo al final está muy basado en esta entrada de tu blog quería escribirte y darte las gracias por haberme descubierto el universo de Waller y Worley. Tanto me prendé de la historia y sus personajes que decidí comprarme los volúmenes recopilatorios de Astiberri y debo decir que es incluso mejor de lo que esperaba. Mi enhorabuena por este blog, sospecho que volveré porque tiene muy muy buena pinta. Un saludo xx
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras Lane. Me alegro que mi texto te haya ayudado en tu trabajo, pues precisamente esa es su intención: dar a conocer obras que yo creo merecedoras de atención. Y, por supuesto, espero que te vayas pasando por aquí cuando quieras. Seguro que acabas encontrando alguna otra cosa que pueda interesarte. Un saludo!
ResponderEliminarUno de mis comics favoritos, y uno de esos que siempre sentí que debería haber sido más conocido por el gran público. Supongo que tanto la temática como el estilo no lo hacía posible. En un tiempo de penurias económicas, en cuanto supe que Astiberri publicaba por fin los integrales, los fui comprando a medida que salían. Así pude, por fin, despedirme de Chuck y Omaha, unos personajes que el buen hacer de los autores logra que los queramos, sin olvidar a todos los secundarios, que se sienten de carne y hueso. Recuerdo, por ejemplo, cuando el fotógrafo gay explica que su pareja murió hace poco, le preguntan si fue por SIDA y él responde que no, que fue un accidente de coche y los gays también mueren por razones "normales". Realmente un comic muy refrescante a muchos niveles.
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