19 mar 2020
LOS CUATRO FANTÁSTICOS EN LOS SESENTA (21) -Stan Lee y Jack Kirby
(Viene de la entrada anterior)
Irónicamente y al tiempo que el entusiasmo de Jack Kirby por su trabajo iba disminuyendo, Marvel seguía creciendo. Su éxito la llevó a abandonar las oficinas de la casa madre, Magazine Management Corporation, y mudarse a un lugar más acorde a sus nuevas dimensiones. La nueva sede se encontró en el 635 de Madison Avenue, sólo un bloque más allá de las oficinas del 625, todavía ocupadas por Magazine Management. Curiosamente, la nueva dirección no se hizo constar en los comics en un intento de despistar a los fans que acudían a montones a las oficinas de Marvel y que desde hacía años se habían convertido en una molestia.
Mientras tanto, en la colección que nos ocupa, la espada de Damocles había estado colgando sobre la calva cabeza del Vigilante desde hacía tiempo porque la repetición temática anulaba el impacto de las historias. Dado que su juramento le impedía interferir en las acciones humanas (juramento que había roto ocasionalmente), su principal papel consistía en avisar a los Cuatro Fantásticos de algún peligro inminente, a menudo de carácter cósmico. Ahora bien ¿cuántas veces podía repetir el truco antes de que éste se quedara viejo? El nº 72 (marzo 1968) marcó la novena aparición del Vigilante en la colección de los Cuatro Fantásticos. Los lectores empezaban a cansarse del personaje y los autores lo sabían. Sería la última vez que Lee y Kirby lo mostraran en la serie.
A cambio, Silver Surfer regresa más espectacular incluso que en previas apariciones. Kirby lo dibuja con un aura de ser divino, rebosante de poder, que plasma a la perfección en la ilustración a página completa de la plancha nº 6. Es, probablemente, el Silver Surfer definitivo. En cuanto a la historia, se trata de uno de esos rutinarios enfrentamientos entre héroes por un malentendido y que acabará con una disminución en el inmenso poder cósmico del antiguo heraldo de Galactus, una estrategia de Lee necesaria para facilitarse a sí mismo su labor de guionista en la ya cercana colección que iba a inaugurarse con Silver Surfer de protagonista.
Por otra parte y como era norma en él, Stan utiliza su aportación a los diálogos para articular a mitad de camino entre el melodrama y la cursilería sus pensamientos y filosofía. En la última viñeta en la que el Vigilante aparecería en Los Cuatro Fantásticos de Lee y Kirby, una angustiada Sue Storm pregunta al sabio cósmico qué puede hacer Reed “frente al todopoderoso Silver Surfer”, a lo que aquél le responde: “¿Todopoderoso? Sólo hay alguien que merezca ese nombre. Y su única arma es el amor”.
El nº 73 (abril 1968) retrotraía a los ya viejos números entintados por Chic Stone en los que se ofrecían crossovers con otros personajes. En esta ocasión tenemos a Daredevil, Thor y Spiderman. Y aunque la historia no tiene demasiada sustancia, sí sirve recordarnos por qué Kirby hubiera sido el artista equivocado para Spiderman y Joe Sinnot el entintador menos apropiado para Thor.
El guion, si puede llamársele así, recupera esa convención del género en virtud de la cual cada cierto número de episodios, los héroes deben prescindir del sentido común y pelearse entre ellos por una equivocación o estupidez sin importancia. Pelea en la que, por supuesto, nadie sale herido y donde todos terminan tan amigos. Este episodios es, por tanto, otro ejemplo más de ese manido esquema que al menos aquí reviste más “plausibilidad” de lo habitual dado que viene de un desarrollo anterior en la colección de “Daredevil”, entre cuyos números 36 y 38, el Doctor Muerte utilizaba uno de sus artefactos para intercambiar su mente con la del héroe ciego. Éste, utilizando una ingeniosa táctica, obligaba luego a Muerte a revertir el proceso; pero el monarca de Latveria se tomaba a su vez la revancha convenciendo a los Cuatro Fantásticos de que seguía ocupando el cuerpo de Daredevil, lo que llevaba, ya en la colección del cuarteto, a un enfrentamiento de aquél con éstos en el que tomaban parte además los mencionados Thor y Spiderman.
Todas las sutilezas, complejidades y sofisticación que Lee y Kirby habían introducido dos años antes en la Trilogía de Galactus quedan ahora, en el segundo ciclo centrado en ese personaje, entre los números 74 y 77 (mayo-agosto 1968), desleídas a favor de una acción ininterrumpida narrada a base de grandes viñetas, puñetazos y efectos sonoros. En este segundo ciclo de Galactus. Reed, Ben y la Antorcha se pasan el rato batiéndose contra el Castigador (el robot de Galactus), los típicos androides genéricos y, por último, Psico-Man.
Las diferencias entre estos dos ciclos de Galactus son representativas del cambio que se había producido en el tono de la colección. Las escenas tranquilas del primero, como aquella en la que Sue aconseja a Reed que se afeite y baje a cenar mientras el destino de la Tierra pende de un hilo, son lo que convirtieron a la primera trilogía en una épica perdurable llena de tensión. Por desgracia, no encontramos el mismo dramatismo en esta especie de secuela en la que triunfa el estilo sobre la sustancia. Como premio de consolación encontramos las páginas-viñeta que a partir de 1968 Kirby empezó a ofrecer con asiduidad. Esos dibujos se cuentan entre los más elaborados y espectaculares que jamás firmó y en este ciclo encontramos dos fantásticos retratos de Galactus que sólo encuentran igual en los que Kirby incluyó en los números 134 (noviembre 66) y 160 (enero 69) de “Thor”. Esto es casi lo más destacable de este segundo ciclo de Galactus si consideramos la altura de la saga original.
Stan Lee estaba encantado con el inminente lanzamiento (en agosto de 1968) de la colección dedicada a Silver Surfer y de cuyos guiones se iba a encargar él. Es una serie que comentaré en otra entrada pero baste decir aquí que Lee se sirvió de una de sus innovaciones editoriales para promocionarla: cuando un superhéroe Marvel estaba a punto de protagonizar su propia colección, Lee lo incluía como estrella invitada en otro título puntero. Por ejemplo, el combate entre Capitán América e Iron Man en “Tales of Suspense” 58 (octubre 64) sirvió como introducción a la nueva serie del primero que iba a debutar en esa misma cabecera un número después.
Pues bien, Lee utilizó la saga que transcurrió entre los números 74 y 77 de “Los Cuatro Fantásticos” como trampolín para la colección de Silver Surfer que, como he dicho, iba a escribir él pero que no estaría dibujada por Kirby sino por John Buscema. Es más que probable que a Kirby no le hiciera ninguna gracia tener que ilustrar una historia sobre un personaje que iba a recibir título propio y sobre la que no le habían consultado ni ofrecido nada aun cuando él había sido su creador gráfico. Todavía peor, la serie pervertiría el concepto que él mismo tenía sobre su personaje. Donde Kirby había inventado un alienígena que gradualmente se transformaba en humano, Stan invirtió la idea para convertirlo en un humano que se transforma en alienígena. El Silver Surfer de Lee y Buscema era todo solemnidad y altisonancia. Con sus brazos siempre retorcidos en gestos de exagerada emoción se enredaba en monólogos melodramáticos a través de los cuales Lee lanzaba su filosofía de baratillo a las masas.
Las reacciones que despertó este Silver Surfer dependen de la perspectiva de cada cual. Algunos fans pensaron que la emotividad que irradiaba Norrin Rad y sus discursos santurrones sonaban muy reales y estaban repletos de sabiduría. Para ellos, Silver Surfer fue la cumbre de Lee como guionista. Otros vieron esa bondad impostada del personaje como algo atrofiante y repetitivo. Parece que éstos últimos ganaron, porque la serie fue cancelada tras solo dieciocho números por mucho que Lee opinara que había sido su mejor obra.
En cualquier caso, Kirby sentía que había sido despojado de su creación y después del número 77, ya no volvería a dibujar al héroe plateado en los Cuatro Fantásticos. Lo retomó una última vez en el nº 18 de su propia colección, “Silver Surfer” (septiembre de 1970), pero su descuidado dibujo no hizo sino reflejar el resentimiento con el que había aceptado el encargo.
Aunque, como ya he indicado, los signos de decadencia de la colección eran patentes, Lee y Kirby consiguieron tejer entre los números 76 y 77 una de las mejores historias de esta etapa crepuscular, influidos quizás por la película “Viaje Alucinante”, que había sido un éxito de taquilla en 1966 (o también del relato de 1932, escrito por Jack Williamson, “El Planeta Pigmeo”). Así, en el episodio 76, Reed, Johnny y Ben (recordemos que Sue seguía de baja maternal) reducían su tamaño más allá del nivel molecular para entrar en un extraño universo subatómico.
Aunque la idea de estos mundos infinitesimales no era ni mucho menos nueva en el ámbito de la ciencia ficción (e incluso los Cuatro Fantásticos habían llegado a uno de ellos en su número 16), sí puede afirmarse que se trata de uno de los grandes conceptos presentados por la colección junto a Galactus, la Zona Negativa o los Kree. Como había hecho con la Zona Negativa, Kirby consigue representar Subatómica como un lugar muy extraño que trata de ocultar sus similitudes con la clásica imaginería del “espacio exterior”. Por ejemplo, cuando Reed, Johnny y Ben viajan en el último vehículo ideado por el primero (una nave reductora que se “impulsa con la fuerza de su propia contracción. Del mismo modo que un globo se mueve velozmente cuando expulsa el aire”) y conforme van encogiéndose, penetran en una mancha de fluido sobre la placa de un microscopio para encontrarse atravesando un inexplicable túnel de moléculas (sólo Kirby podía esperar salirse con la suya representando ese modelo subatómico tan poco realista como los que se pueden encontrar en el laboratorio de cualquier escuela). Pudiendo respirar con normalidad en esta extraña y maravillosa realidad, el trío no tarda en verse atrapado en una serie de encuentros con amenazas tales como Psico-Man (al que se le había visto por última vez en el Anual 5) y sus androides.
Sea como fuere, ese número 76 volvía a adolecer de la misma paradoja que afectaba a todos los episodios de esta época: pobreza de tramas frente a espectaculares dibujos; el aburrimiento que despertaba el enésimo androide contra el que luchaban los héroes (en esta ocasión, mudo y bautizado simplemente como “El Indestructible”) frente el asombro suscitado por la imaginativa, surrealista y alucinatoria visión de Sub-Atómica
En el que quizá fue el último de los grandes episodios de “Los Cuatro Fantásticos” de Lee y Kirby, el nº 77 ofrecía un espectacular clímax tras casi siete años de continuada excelencia e imaginación desbordante. El dúo seguiría colaborando en la colección durante casi dos años más, pero a partir de este punto el declive artístico y argumental que ya se había apuntado desde hacía varios números se hizo todavía más evidente.
Aunque ya he apuntado las razones de esa decadencia en alguna ocasión, no estaría de más recordarla en este momento. El problema fue la relación creativa entre Stan Lee y Jack Kirby. Desde que ambos comenzaron “Los Cuatro Fantásticos” casi una década atrás, aquélla había evolucionado hacia algo poco definido pero que claramente dejaba al dibujante la responsabilidad no solo artística, sino de idear la trama, mientras que Lee se limitaba a escribir los textos sobre las páginas ya terminadas e indicar correcciones cuando lo estimaba adecuado. Una señal de ese cambiante equilibrio lo podemos encontrar en los créditos iniciales, que en este número en concreto se limitan a decir: “Otra Creación Cósmica de Stan (The Man) Lee y Jack (King) Kirby” en lugar de definir claramente las funciones de guionista y dibujante, como sí se había hecho en el pasado. Al tener menor ayuda editorial y argumental de Lee, Kirby empezó a perder las riendas y con la excepción del arco de los números 84-87 (que no dejaba de ser una copia de la serie británica de televisión “El Prisionero” que por entonces se emitía en Estados Unidos), la calidad de las historias fue en general mediocre.
Otra razón para el declive de la colección fue el creciente disgusto de Kirby con su posición en Marvel. Mientras que la popularidad de Lee iba en aumento y éste se relacionaba con celebridades de Hollywood, escritores y estrellas del rock and roll, Kirby sentía que su aportación era constantemente minimizada. Este resentimiento culminaría al cabo de unos meses con su salida de Marvel y su marcha a DC, tal y como narré con cierto detalle en la entrada dedicada a “El Cuarto Mundo”.
Simultáneamente al aumento de su control sobre “Los Cuatro Fantásticos” en lo que a historias se refiere, se produjo un empeoramiento en la calidad de su dibujo. Siendo justos, mucha de la responsabilidad en este apartado la tuvieron sus entintadores –Vince Colletta en “Thor” y Joe Sinnott en “Cuatro Fantásticos”-. Aunque este número 77 es un buen ejemplo del dinamismo y la inventiva visual que todavía desprendía el arte de Kirby, también es cierto que se detectan ciertas pautas y repeticiones. Demasiadas poses y composiciones resultan familiares y el nivel de detalle ya no es el de etapas pasadas. Excentricidades como los dedos y rodillas cuadrados se han convertido en molestos amaneramientos. Mientras que antes Sinnot complementaba las fortalezas del dibujo de Kirby, ahora parece acentuar sus debilidades.
Pero con todo, si la fructífera asociación de Lee y Kirby tenía que llegar a una conclusión, este número con el melodramático título “¿Sobrevivirá la Tierra?”, hubiera sido el ideal para ello. El clímax de la batalla de los Cuatro Fantásticos contra el siniestro Psicoman es el equivalente visual de una matrioska rusa, en la que la derrota de cada versión de su enemigo revela la existencia de otra adicional con una forma algo diferente. “Debemos recordar que es un maestro de las imágenes mentales y emocionales. Puede hacernos imaginar prácticamente cualquier cosa”, advierte Reed. Uno tras otro, los héroes vencen a una imagen de Psicoman inducida por el uso de un encéfalo-proyector; un robot gigante y, finalmente, una versión mejorada del propio villano. El enfrentamiento no termina con una victoria rotunda porque éste deja marchar a los Cuatro Fantásticos para que se enfrenten con Galactus, que constituye una amenaza incluso para la existencia de Subatómica (sin saber ninguna de ellos que el peligro ha sido ya conjurado por Silver Surfer).
(Continúa en la siguiente entrada)
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