Aunque 1978 fue el último año que Jack Kirby pasaría en Marvel, su creatividad seguía bullendo, tal y como demuestra que estrenara dos nuevas series y realizara un proyecto muy especial. Empezó el año con la última portada que realizaría para el nº 190 de la serie que fue quizá la mejor creación de toda su carrera, “Los Cuatro Fantásticos”, una ilustración no particularmente inspirada pero sí de gran carga simbólica al aparecer el equipo rodeado de los rostros de sus principales enemigos. También y sin salir de esos personajes, escribió y dibujó el “What If?” nº 11, una parodia en la que los cuatro superhéroes eran sustituidos por el personal de la primera oficina de Marvel: Stan Lee, Flo Steinberg, Sol Brodsky y el propio Kirby como La Cosa.
También finalizó dos de las series de las que se venía ocupando
como autor completo, “Los Eternos” y “Pantera Negra” (en este último caso dando
el relevo a otro equipo creativo); y, no dispuesto a dormirse en los laureles,
creó las colecciones “Dinosaurio Diabólico” y “El Hombre Máquina”, esta última
derivada y sustituta de “2001: Una Odisea del Espacio”.
Pero cuando el año llegó a su final, Kirby no tuvo otro remedio que asumir que su tiempo había pasado y que su futuro profesional ya no estaba en los comics. Sus tebeos no se vendían bien y ni los aficionados ni sus propios compañeros de profesión tenían ya en gran consideración su trabajo más moderno. En el momento de renovar su contrato en exclusiva con Marvel, no quiso aceptar la sugerencia de Lee de centrarse únicamente en el dibujo y dejar el guion en otras manos. Tras cuarenta años dedicado al mundo de los comic-books, decidió buscar nuevos horizontes profesionales y fue recibido con los brazos abiertos en el mundo de la animación, donde –en la compañía DePatie-Freleng- pudo seguir diseñando personajes únicos… e, irónicamente, storyboards para la serie de animación de Los Cuatro Fantásticos que debutó en septiembre de aquel mismo año en la NBC.
Pero antes de marcharse definitivamente, Kirby vio también
publicado el proyecto especial del que hablaba al comienzo. Se trataba nada más
y nada menos que lo que hoy conocemos como novela gráfica. Y, por si fuera poca
su extensión de 132 páginas, el protagonista era una de las creaciones más
icónicas de la etapa dorada del dúo Lee-Kirby: Silver Surfer. De hecho, y como
en los viejos tiempos, Stan Lee escribía el guion, Kirby lo dibujaba y Joe
Sinnott lo entintaba.
A diferencia de otras creaciones de la Marvel de los 60,
Silver Surfer tiene un padre indiscutible: Jack Kirby. El propio Stan Lee
reconoció que no figuraba en el guion de “Los Cuatro Fantásticos” nº 48 (marzo
66) que le entregó a su colaborador para que lo dibujara. Fue Kirby quien,
siguiendo su propio instinto, lo incluyó en la última viñeta imaginando que un
ser del poder de Galactus dispondría de una especie de explorador, alguien que
localizara para él planetas ricos en vida que consumir. Kirby veía en Silver
Surfer a un alienígena de pura energía que sentía curiosidad por emociones
humanas como el amor o el odio. Pero conforme dibujaba más apariciones del
mismo para “Los Cuatro Fantásticos”, Stan Lee acabó enamorándose también del
personaje y creó para él un trasfondo completamente diferente, el de un “hombre”
que aceptó el sacrificio definitivo para salvar a la mujer que amaba.
De hecho, Lee terminó por apropiarse de Silver Surfer, convirtiéndolo en protagonista de su propia cabecera (agosto 68), escrita por él mismo y dibujada por John Buscema. El personaje que aparecía allí tenía poco que ver con la esencia de lo que había imaginado Kirby, quien no sólo no fue nunca consultado al respecto sino al que tampoco se le ofreció el arte de aquella nueva serie. Sintió que le habían arrebatado su creación y el disgusto que ello le provocó fue uno de los factores que le llevarían a abandonar Marvel en 1970 para marcharse a DC. No tardó en descubrir que allí tampoco ataban perros con longanizas y cinco años después estaba de vuelta.
Mientras tanto, Lee había explorado otros mercados con una
serie de volúmenes en rústica vendidos en librerías y editados por la editorial
Simon & Shuster dentro de su línea Fireside. Se trataba de compilaciones de
comics Marvel con una importancia especial, acompañados de artículos
introductorios de Lee en los que contaba curiosidades diversas relacionadas con
la creación de diversos personajes: “Origins of Marvel Comics”, “Sons of
Origins”, “Bring on the Bad Guys”, “The Superhero Women”, “The Best of Spidey
Super Stories” y “The Incredible Hulk”. Teniendo de vuelta a quien había sido
su más valioso colaborador, Lee le sugirió a Kirby que la séptima entrega de
esa colección podía ser un comic completamente nuevo. ¿Y qué mejor protagonista
que el carismático Silver Surfer? Al fin y al cabo, ambos, por diferentes
razones, sentían una especial conexión con el personaje.
Así que Lee, Kirby y Sinnott volvieron a narrar la primera
aparición de Silver Surfer, pero esta vez para un nuevo público lector y prescindiendo
del resto del Universo Marvel. Esto es, los Cuatro Fantásticos ni siquiera
existen en el contexto de esta historia, aunque las bases originales se
mantienen en el origen y desarrollo del personaje: Norrin Rad, en un acto
heroico para salvar su mundo natal, accede a transformarse en el heraldo de
Galactus. Dotado de inmensos poderes cósmicos y desplazándose sobre su
inconfundible tabla de surf, recorre el espacio en una interminable búsqueda de
mundos aptos para saciar el apetito de su amo. Hasta que llega a la Tierra.
En la historia que Lee y Kirby nos contaron entre los
números 48 y 50 de “Los Cuatro Fantásticos”, éstos, el Vigilante y Alicia
Masters desempeñaban la función de catalizadores en la transformación de
Surfer, haciendo que se volviera contra Galactus. Éste, amenazado por un arma
facilitada a Reed Richards por el Vigilante, se veía obligado a marchar, pero
no sin antes castigar a su traidor heraldo, estableciendo una barrera invisible
alrededor del planeta que le condenaba a permanecer eternamente en la Tierra
privado de las glorias del Universo. En esta novela gráfica, Silver Surfer
descubre nada más llegar el potencial de la especie humana y, sin intervención
de terceros, decide enfrentarse contra Galactus, despertando, claro, las iras
de éste. La batalla subsiguiente despliega un nivel de violencia y destrucción
muy superior al que podía verse o siquiera imaginarse en los comics originales.
Pero Galactus, cuyo poder excede con mucho al de su sirviente, decide
inexplicablemente que ese “duelo inútil” le cansa, le borra a todo el planeta
el recuerdo de lo sucedido, aprisiona a Surfer en la Tierra y se marcha de
vuelta al espacio a encontrar otro mundo que le cueste menos esfuerzo devorar.
Mientras Surfer trata de habituarse a la vida de civil en la Tierra y toma contacto con nuestra cara más violenta, Galactus se da cuenta de que necesita a su antiguo heraldo e intenta tentarlo para que vuelva a su lado sirviéndose de una seductora mujer creada por él y sometida a su voluntad: Ardina (que recuerda mucho en su aspecto a Nova, el heraldo que crearía John Byrne en 1982 a partir de un personaje anterior, Frankie Raye). Y, efectivamente, Surfer se enamora de ella, pero se niega a seguirla para volver a someterse a los mandados de Galactus. Por su parte, Ardina también se enamora de Surfer, pero se ve incapaz de separar su voluntad de la de su amo…
Parece evidente que, con este comic, Marvel aspiraba a
llegar a un público más adulto que el del comic book. Tenía más extensión, un
formato más lujoso y la distribución de Simon & Shuster les permitía llegar
a unos puntos de venta más prestigiosos que los tradicionales colmados,
quioscos y supermercados: las librerías, lugares a los que los fans regulares
no acudían a comprar su ración mensual de comic-books. Por otra parte, la
eliminación de cualquier traza del Universo Marvel, la secuencia de
presentación del personaje hasta su llegada a la Tierra y la sustitución del
sabor superheroico por otro más cercano a la CF, facilitaba el acceso a la historia
de lectores no familiarizados con la trayectoria de aquél en los comics
regulares de la casa.
Se ha apuntado también que, con el inminente estreno de la
muy esperada película de “Superman” (1978), Lee pensó que podría interesar a
algún estudio en llevar la historia de Silver Surfer a la gran pantalla,
utilizando esta novela gráfica como una suerte de borrador que sirviera de
presentación. La idea le había sido propuesta en 1976 por el productor Lee
Kramer, que soñaba con una ópera rock en forma de película protagonizada por Olivia
Newton-John y el culturista Frank Zane. Aquel sueño –probablemente para fortuna
de todos los implicados- no llegó a cuajar, como tampoco el siguiente esbozo de
guion, realizado unos años más tarde y que, ante la imposibilidad económica de
transformarlo en una película, terminó siendo dibujado por John Byrne y Tom
Palmer. De ese comic hablaremos en otra entrada.
El problema, claro, es que la novela gráfica quedó fuera del conocimiento y el alcance de gran parte de los potenciales compradores. Aquellos que sí tuvieron oportunidad de verlo, pensaron que, tratándose de una entrega de la línea Fireside, debían ser reediciones de material antiguo y lo dejaron pasar. Y los que sí se dieron cuenta de su novedad y lo adquirieron, no reaccionaron según lo esperado. Lee y Kirby querían sorprender –favorablemente, claro- con sus nuevas interpretaciones de Silver Surfer y Galactus. Pero lo que consiguieron fue confusión y decepción entre los fans que disfrutaban de la continuidad propia del Universo Marvel. ¿Dónde estaban los Cuatro Fantásticos? ¿Y el Vigilante? ¿Quién es esa Ardina? ¿Es una historia romántica?
Lo que no supieron apreciar aquellos críticos es que “The
Silver Surfer” era una síntesis perfecta de las respectivas visiones que Kirby
y Lee siempre habían tenido del personaje: la búsqueda de las emociones humanas
del primero y la idea del sacrificio definitivo por amor del segundo. En este
sentido, se puede decir que el comic fue un éxito. Una historia no necesita ser
esclava de una continuidad ajena a ella para funcionar (el único otro comic que
transcurriría en esta realidad alternativa sería “Parábola”, 1988, de Stan Lee
y Moebius).
El auténtico problema que tiene esta novela gráfica es que
parece realizada diez años antes. En 1978, los comics de superhéroes habían
evolucionado mucho gracias a la llegada, a comienzos de la década, de toda una
pléyade de jóvenes guionistas y dibujantes dispuestos a revolucionar tanto el
género como el medio. Pero Lee seguía utilizando su conocido estilo
melodramático y pomposo, algo desfasado ya por entonces, con el que alternaba
lo espectacular y lo introspectivo y exploraba temas seudorreligiosos como la
tentación, el deber, el juicio y el sacrificio, todo ello muy unido a la
versión original del personaje tal y como la entendió Lee en “Los Cuatro
Fantásticos” y la serie regular de “Silver Surfer”. Esta historia no supone
ninguna evolución para el personaje, al que volvemos a ver sumido en su
nostalgia por el espacio y su amada Shalla-Bal, quejándose de la crueldad y
brutalidad del hombre y, aún así, sintiendo simultáneamente una enfermiza obligación
de protegerlo.
Ardina, por el contrario, considera a la especie humana primitiva y más allá de toda redención. Pero su papel de mujer fatal finalmente redimida por el amor, se antoja demasiado forzado, poco verosímil, y su presencia obedece probablemente a asegurar un papel femenino en la posible versión cinematográfica con la que soñaba Lee. Por otra parte, el final es terrible. ¿Para qué urde Galactus todo ese retorcido plan con Ardina cuando, a la postre, todo lo que necesitaba para obligar a Surfer a volver con él era amenazar con destruir la Tierra? Y así sucede. Nuestro planeta se salva de la aniquilación y Surfer recupera su puesto de heraldo de Galactus. ¿Dónde queda entonces su espíritu de sacrificio? A fin de cuentas, se ha salido con la suya: salva a la Tierra y recupera su ansiada vida en el espacio.
El arte de Kirby, aun con el apoyo del siempre sólido
Sinnott, no brilla tanto como hubiera podido esperarse habida cuenta de la
importancia e individualidad del proyecto. El trabajo que hizo Kirby para
Marvel en los 70, ya lo he dicho, no fue bien recibido y hubo de pasar tiempo
para que fuera reevaluado como algo original, emocionante, enérgico y muy
personal. Por desgracia, esas virtudes no están particularmente presentes en
“The Silver Surfer”, cuyo dibujo sólo de vez en cuando sorprende al lector y
cobra auténtica vida. Disponiendo de mayor extensión, Kirby se permite incluir
nueve páginas viñeta (dos de ellas dobles) y jugar aquí y allá con la
composición de página de formas que los comic-books tradicionales no admitían.
Pero la mayoría de las páginas tienen un formato muy clásico y cuadriculado,
con composiciones de viñeta y figuras que Kirby había utilizado tantas veces
que seguramente era capaz de hacer hasta con los ojos cerrados. En resumen, un
dibujo eficaz, ocasionalmente notable pero no tan espectacular como hubiera
sido deseable.
“The Silver Surfer” está considerada por muchos historiadores del comic-book como la primera novela gráfica (aquel mismo año se publicó también “Contrato con Dios”, de Will Eisner, que le disputa tal título). Más allá de su posible relevancia histórica, es un comic razonablemente disfrutable, aunque el tiempo no le ha tratado bien. De hecho, la Trilogía de Galactus original es una historia mucho más sólida y actual. Pero para los fans de Kirby y siendo éste su canto del cisne para Marvel y la visión más personal de Silver Surfer que pudo ofrecer, es casi una lectura obligada. También es un ejercicio interesante ver cómo podría haber funcionado un personaje tan icónico en un universo diferente, completamente separado del mundo Marvel; y de la importancia que tuvieron para la historia original personajes secundarios como Alicia Masters, que le aportaron a aquélla un carisma que sólo se aprecia cuando se les retira de la ecuación.
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