Tras su regreso a Marvel Comics en 1975 una vez terminada su decepcionante etapa en DC, Jack Kirby recibió un encargo cuando menos peculiar: adaptar al comic “2001: Una Odisea del Espacio”, una película dirigida por Stanley Kubrick nada menos que ocho años antes. De esta obra ya hablé en una entrada anterior, por lo que no me explayaré mucho más allá de hacer un pequeño comentario introductorio. El comic en cuestión apareció a mediados de 1976 como un número especial de tamaño superior y mayor número de páginas que los comic-books habituales. Aunque no cabe duda de que Kirby compartía con Kubrick el interés por ciertos temas de la ciencia ficción más trascendente, su interpretación no puede ser más opuesta al espíritu que la película quería transmitir.
Aunque cualquiera que haya visto la película se habrá dado cuenta de lo complicado que

Así, en los últimos tres números de la colección (8-10), se presenta un proyecto militar secreto que está desarrollando “computadoras inteligentes con forma de hombre”. Estos androides, conocidos colectivamente como “Serie X”, son criaturas

Pero de toda la serie, el conocido como X-51 es diferente. Se le permitió a un científico del proyecto, Abel Stack, llevárselo a su casa y éste acabó cogiéndole tanto cariño que le dio un nombre, Aaron, y comenzó a tratarlo como si de un hijo adoptivo se tratase. Aaron lleva una máscara y una peluca que ocultan sus rasgos robóticos y le permiten interactuar socialmente con cierta facilidad. Pero cuando Stack es informado de la inminente destrucción de todos los androides, se niega a aceptarlo. Retira el mecanismo explosivo del interior de Aaron y le ordena que salga al mundo exterior y viva entre los humanos. Emocionado, el robot accede y se marcha antes de que el chip explote y mate a Stack.
Ignorante del fatal destino de su “padre”, el todavía inocene Aaron explora el mundo, pero pronto atrae la atención de la policía, que envía un equipo SWAT para atraparlo siendo finalmente capturado por una unidad del ejército que le ataca con armamento sónico, el único que puede al parecer dejarlo fuera de combate. Es

Aaron escapa de su cautiverio más seguro que nunca de su propia humanidad y el doctor Broadhurst prepara su salida de la base sin darse cuenta de que le han colocado un aparato localizador. Al marcharse, el androide les dice a los soldados que la próxima vez que se vean quiere que le llamen “…Mister!, Mister Máquina!”. El Monolito aparece otra vez, imparte nuevo conocimiento y desaparece ya para siempre, dejando a MM solo con un niño, Jerry

Aaron recibe miedo y prejuicios por parte de prácticamente todo el mundo que encuentra en su camino. La familia Fields, no obstante, le procura una cálida bienvenida en su hogar, especialmente el joven Jerry, que idolatra a MM creyendo que es un “superhéroe de Marvel Comics” (claramente, Kirby pretendía que esta historia transcurriera fuera de la continuidad oficial de la casa). Hotline y Kringe vuelven al ataque y MM se entrega para evitar que sus nuevos amigos sufran daño. Es desmantelado y su cerebro sondado por parte de una supercomputadora inteligente que pretende privar a los humanos de la libre voluntad y esclavizar el planeta. Por supuesto, el androide se libera y destruye toda la base.
Esos tres números finales de “2001” narran una historia interesante y con menos acción de lo

Con Mister Máquina, Kirby exploró temas como la alienación, la dificultad de encontrar aceptación en la sociedad, los derechos del individuo y la naturaleza de lo artificial, esto es: si una máquina que parece un hombre, actúa como un hombre y piensa como un hombre, debería ser considerado tal. No era ni mucho menos algo nuevo en la CF. Earl y Otto Binder ya habían utilizado a su robot literario, Adam Link, para reflexionar sobre esas cuestiones a finales de los años treinta y principios de los cuarenta. Casi con total seguridad, Kirby conocía esos trabajos. Además, Adam Link había recibido no sólo una adaptación

El espíritu de la serie tiene otro referente más cercano a Kirby. Y es que la angustia existencial en la que vive sumido Aaron Stack, la continua persecución que sufre por parte de unos humanos a los que no parece importar la ayuda que les presta, es en el fondo una continuación de lo que Kirby y Lee ya habían planteado en Silver Surfer (y sobre las que volvería en una de sus últimas obras, “Silver Star”).
El diseño gráfico del personaje no es ni de lejos uno de los más inspirados de Kirby. Su cuerpo es una especie de armadura púrpura con junturas plateadas y una suerte de casco con forma de pasamontañas. Su rasgo más distintivo son sus grandes y robóticos ojos amarillos. Entre sus capacidades está la de vuelo (o, como Kirby puntualiza, “anular la gravedad”) y un aparente sinfín de gadgets ocultos en su mano y que van desde un lanzallamas a varias modalidades de rayos. Conforme fue avanzando la serie, la excentricidad de esas

El origen de Míster Máquina concluía con el cierre de la colección “2001” en su nº 10, en el que, de paso, se anunciaba que sus aventuras continuarían en su propio título. Cuando éste apareció seis meses más tarde, el robot había cambiado su nombre por el de Hombre Máquina. La serie no vendía lo suficiente como para justificar su continuación y, además, dado el giro que Kirby había impreso en la misma prescindiendo de los elementos tomados de la película, no tenía sentido seguir pagando por la licencia de la misma.

En el primer número vemos a los militares declarando al Hombre Máquina una amenaza

A pesar de haber sido dañado por el armamento sónico que utiliza el ejército contra él, el Hombre Máquina consigue escapar y llegar a la casa de Spalding, que le ofrece refugio (en el nº 2). A través de un paciente de éste, el Hombre Máquina acaba involucrándose en los planes de invasión de Diez-Cuatro (nº 3), un malvado ser mecánico de origen alienígena que pretende subyugar a la especie

Al final, no obstante, el Hombre Mäquina combate contra Diez-Cuatro, máquina contra máquina humana, y lo destruye (nº 6). Su entrega y victoria le consiguen un indulto temporal a la espera de que un Comité del Congreso decida su destino (nº 7). El coronel Kragg, impresionado por el valor del Hombre Máquina en su batalla contra el alienígena, es ahora un defensor de su antigua némesis. Pero también en la maquinaria política el androide resulta tener poderosos enemigos: el senador Brickman empieza una campaña propagandística para poner al pueblo americano contra el Hombre Máquina y que el comité dictamine finalmente su destrucción.
En este punto, expiró el contrato de Jack Kirby con Marvel y ninguna de las dos partes estaba ya interesada en continuar la relación. Los problemas y quejas por ambas partes eran

Que Kirby nunca fue un dialoguista con talento no es ningún secreto hoy ni lo fue entonces, pero algunos de los jóvenes guionistas y editores marvelitas que tenían un gran concepto de sí mismos, no podían soportarlo. Muchos de sus “colegas” -y también muchos lectores, hay que decirlo- pensaban que su trabajo no se ajustaba a la dirección que Marvel había tomado en los últimos años; otros creían que sus guiones y sus textos eran torpes o que su dibujo había perdido atractivo. Cuando las páginas de Kirby llegaban a las oficinas de Marvel, empezaban a alterarlas. Su contrato le

Stan Lee aún tenía cierto peso en la empresa, pero se había desvinculado mayormente de los comics para atender otras facetas del negocio. Cuando Kirby descubrió que habían estado manipulándole los textos, apeló a su antiguo colega para que interviniera. Lee accedió y revisó el “antes” y el “después” de una de las historias de su compañero, reconociendo que, efectivamente, los cambios introducidos habían sido arbitrarios y no para mejorar el resultado. Poco después y quizá como represalia, Kirby empezó a sufrir lo que hoy llamaríamos acoso laboral. En las páginas de correo de los lectores de sus colecciones, las cartas negativas empezaron a superar a las positivas, lo que podría haber sido aceptable excepto por el hecho de que aquello parecía obedecer a una intencionalidad concreta. Algunas de esas cartas críticas no eran auténticas, sino escritas por el propio personal de

Por entonces, además, empezó a recibir correo amenazante remitido internamente desde la propia Marvel; incluso llamadas telefónicas que se burlaban de él diciendo que alguien debería escribirle los guiones. Testimonios de empleados de la editorial por aquella época recuerdan ver copias de sus páginas expuestas en las paredes con comentarios insultantes escritos sobre ellas.
Podemos imaginar lo mucho que le dolió todo esto a Kirby, especialmente porque seguía trabajando mucho y muy duro a pesar de las molestias que sufría en un ojo tras tantísimos años inclinado sobre su tablero de dibujo. A estas alturas, dibujar era para él una experiencia dolorosa que, además, provocaba distorsiones en las perspectivas y la anatomía. Los entintadores hacían lo que podían para compensar esos fallos, pero estaba claro que la cosa no podía continuar así.

Tras tres años en Marvel, tuvo suficiente. Tenía sesenta años y estaba quemado, con la editorial y con el mundo del comic. Sentía que había hecho todo lo que había sabido y podido hacer y decidió apartarse del medio. Tras haber hecho en su último año en Marvel algunos escarceos en el mundo de la animación (en la serie de los Cuatro Fantásticos que se realizó por entonces), Kirby se dedicó a esa industria a tiempo completo. La paga era mucho mejor y el seguro medico resultaría de gran valor a la hora de hacer frente a los problemas médicos de su esposa en los años venideros –seguro que no habría tenido de haber permanecido en la industria del comic-. Encontró su


Como ya he dicho antes, Kirby nunca tuvo buena mano para los diálogos y sus personajes tienden a hablar todos de la misma forma, utilizando modismos altisonantes y poco verosímiles y frases estúpidamente dramáticas. Y todo eso es cierto también en el Hombre Máquina. Ahora bien, si el lector puede soslayar esos fallos, encontrará también aquí cosas muy rescatables. Su dibujo y narrativa son tan potentes como siempre, especialmente en las secuencias de acción. Cada batalla, cada combate, está dibujado de una forma tal que transmite toda la fuerza, energía y presencia física de seres con un poder sobrehumano.
Con la partida de Kirby, la colección de “El Hombre Mäquina” fue cancelada. Pero Marvel tenía planes para el personaje. Aunque la licencia para utilizar el nombre y conceptos de “2001: Una Odisea del Espacio” caducaría, la editorial pudo seguir utilizando al androide púrpura dado que este personaje era totalmente nuevo y nada tenía que ver con la película. Y así, tras la marcha de su creador, no pasó mucho tiempo antes de sufrir el destino de todas sus creaciones

De hecho, en el último número de “El Hombre Mäquina”, ya se anunciaba que el personaje aparecería próximamente en las páginas de “El Increíble Hulk”. Y así fue: entre los números 234 y 237 de esa colección, (abril-julio 79), Roger Stern narró una historia que incorporaba la trama de la comisión del Congreso y asentaba de esta forma al robot en el Universo Marvel. Al término de este arco argumental, el Hombre Máquina quedaba severamente dañado y su destino pasó a desvelarse en el nº 10 de su reabierta colección (agosto 79). El título estaba ahora en las manos del guionista y editor Marv Wolfman y el dibujante Steve Ditko.

Wolfman también cambió la dirección y el tono de la serie. Mientras que Kirby había puesto el énfasis en la humanidad del protagonista, Wolfman tendía a poner en su boca soliloquios en los que se quejaba de lo difícil que era ser una máquina en un mundo de hombres. Peter Spaulding (sí, su apellido pasa a incorporar una “u”) se mantiene a su lado como amigo y aliado y soluciona parte de sus problemas consiguiéndole un trabajo –bajo la identidad de Aaron Stack- como investigador de una compañía de seguros. Allí, aunque pasa por ser un individuo callado y poco sociable, no escapa de la atención sentimental de una mujer Maggie Jones –quizá en un intento de remedar el humor situacional que a menudo acompañaba la relación Clark Kent-Lois Lane en “Superman”-.
Tras solo cinco números, Woflman se marcha y en el nº 15 le sustituye Tom DeFalco en su

Como Kirby, Steve Ditko fue una de las figuras claves en una de los momentos de mayor creatividad en el comic norteamericano, pero para cuando Marvel publicó el Hombre Máquina, el segundo (también Kirby, aunque a mi entender no de forma tan evidente) había dejado muy atrás sus mejores años. Pero no era lo único que ambos tenían en común: al igual que había ocurrido con

Así, los entintadores que acababan las portadas de Kirby trataban de acercar su dibujo a la línea gráfica de Marvel en ese momento (Mike Royer, quien entintaba sus lápices interiores, era mucho más respetuoso con su trabajo, sus manchas negras y contornos limpios). A la hora de dibujar gente corriente, ni Kirby ni Ditko parecían haberse dado cuenta de que la moda había cambiado mucho en los últimos veinte años (lo cual es especialmente chocante en el caso del primero, que pocos años antes había creado para DC los Forever People, ejemplos del movimiento hippie contemporáneo). Esa desconexión de los autores tanto con los gustos gráficos del momento como por la realidad cotidiana en la que se desenvolvían los lectores, fue sin duda uno de los motivos por los que la colección acabó cancelándose en el número 19 (febrero 81).
Pero el trabajo de Ditko para “El Hombre Mäquina” es, con diferencia, mucho peor que el de

A pesar de este maltrato, el personaje consiguió sobrevivir. DeFalco lo recuperó para varias historias en “Marvel Team-Up” y “Marvel Two-In-One” y ya en 1984 lo convirtió en protagonista de una miniserie futurista –ya comentada en otra entrada- destacable sobre todo porque supuso la reentrada por la puerta grande al mundo del comic de Barry Windsor-Smith.
“El Hombre Màquina” fue una de esas rarezas de la Marvel de los setenta, un comic –en su etapa de Kirby, la única rescatable- que discurría al margen de la continuidad superheroica de la casa y en el que Kirby se distanciaba de la épica dominante en sus obras más emblemáticas (“Thor”, “Cuarto Mundo”, “Eternos”) para recoger la tradición existencialista de personajes alienados, como Silver Surfer o la Visión, en un entorno urbano y

No hay comentarios:
Publicar un comentario