2 nov 2022

LOS VENGADORES EN LOS AÑOS 60 (6)


(Viene de la entrada anterior)

El año 1965 fue muy importante para el Universo Marvel. Plegándose a lo inevitable, Reed Richards se casó con su prometida Sue Storm en el Anual nº 3 de “Los Cuatro Fantásticos”, una boda a la que fue invitado todo el que era alguien en el mundo de los superhéroes Marvel. En “Journey into Mystery” nº 113, Donald Blake confesaba a Jane Foster que era Thor (aunque ella no le creía). En el nº 11 de los “X-Men”, los que habían sido sus villanos recurrentes hasta ese momento, Magneto, Mente Maestra y el Sapo, eran retirados de la colección tras ser exiliados al espacio por el Extraño. Pero el movimiento más audaz de Stan Lee fue retirar a todos menos uno de los miembros de los Vengadores para reemplazarlos por criminales reformados.

 

“Los Vengadores” nº 16 (mayo 1965) fue, en muchos aspectos, una desviación radical de la forma en que los comics se concebían y realizaban hasta aquel momento. Se asumía que los lectores eran un colectivo quisquilloso que se enfadaría fácilmente si su colección favorita se alejaba demasiado de lo que esperaban de antemano. Por lo tanto, los editores tendían a mantener sus series en una línea bien definida e inmutable. ¿A quién se le ocurriría retirar a Flash de la Liga de la Justicia? En su determinación por hacer del Universo Marvel una ficción coherente y más verosímil, Lee asumió tal riesgo retirando a Thor, Iron Man, el Hombre Gigante y la Avispa de los Vengadores, sustituyéndolos por tres nuevos miembros.

 

La historia, titulada muy apropiadamente “El Viejo Orden Cambió”, comenzaba resolviendo el climax con el que había concluido el número anterior. Thor, Iron Man, el Hombre Gigante y la Avispa se enfrentan en las calles de Nueva York a los Amos del Mal en lo que puede ser una batalla que se cobre multitud de víctimas inocentes. Para impedirlo, Thor utiliza su martillo para abrir una brecha dimensional que engulle a héroes y villanos y los envía a un mundo desolado donde nadie ajeno al combate pueda sufrir daño. El Verdugo y la Encantadora, sin embargo, se escabullen antes de que eso suceda y consiguen quedarse en la Tierra, así que los únicos adversarios que tienen los Vengadores son el Fundidor y el Caballero Negro. Naturalmente, la victoria es rápida y, tras volver a su realidad, los dos son entregados a las autoridades.

 

Mientras tanto, en el Amazonas, el Capitán América y Rick Jones acaban de derrotar al Barón Zemo, quien, como se vio en el número anterior, terminó sepultado por una avalancha. Tras darle sepultura se disponen a subirse a bordo del avión de Zemo cuando les atacan los mercenarios de éste, desesperados por utilizar la aeronave para escapar del lugar. Durante la lucha, la explosión de una granada alcanza el depósito de combustible del reactor. Viéndose sin posibilidades de una huida rápida, los mercenarios huyen a la selva. Más adelante, en el nº 21 de la colección, uno de ellos será transformado por la Encantadora en el primer Power Man y, mucho más tarde aún, se convertiría en Atlas, de los Thunderbolts. Un largo camino para unos orígenes tan humildes.

 

De vuelta en la Mansión de los Vengadores, Iron Man, el Hombre Gigante y la Avispa hacen balance tras la batalla. El Verdugo y la Encantadora siguen libres. Thor ha solicitado un permiso para marchar a Asgard (lo ocurrido allí, el Juicio de los Dioses, se contó en “Journey into Mystery” 116, marzo 65). El Capitán América está desaparecido desde que partió al rescate de Rick Jones. Entonces, la Avispa admite que el estrés ha hecho mella en su ánimo y sugiere que todos se tomen un tiempo para descansar.

 

Antes de que puedan ponerse de acuerdo, un intruso irrumpe en la mansión, atando y amordazando al mayordomo de Stark, Jarvis. Se trata de Ojo de Halcón, que no quiere pelea sino solicitar su ingreso en los Vengadores. Explica que su carrera como aventurero enmascarado se torció desde su mismo comienzo (había debutado en “Tales of Suspense” 57, junio 64, como adversario de Iron Man) y que necesita enmendar sus errores.

 

Habida cuenta de lo que habían estado hablando solo unos minutos antes, la aparición de Ojo de Halcón parece caída del cielo y acceden a su petición. Poco después, Iron Man da una conferencia de prensa para presentar a su nuevo miembro. Luego tratan de reclutar a Namor, pero rechaza la oferta puesto que no tiene interés en aliarse con humanos. Las noticias de la ampliación del grupo viajan rápido y lejos y los hermanos mutantes Mercurio y la Bruja Escarlata leen sobre ello en Suiza. Ellos también desean compensar el mal que hicieron durante su asociación con Magneto así que envían una carta a los Vengadores esperando ser aceptados.  

 

El Capitán América y Rick, entretanto, consiguen llegar a la civilización. Salvan al trabajador de una plantación de ser devorado por un leopardo y éste, a cambio, les lleva en jeep hasta el puerto más cercano donde encontrar transporte a Estados Unidos.

 

Algunos días después, Mercurio y la Bruja Escarlata llegan a Nueva York y son recibidos por Tony Stark y un grupo de periodistas ansiosos saber sin serán los nuevos reclutas de los Vengadores. Y, efectivamente, una vez todos en la Mansión, son aceptados poco antes de que el Capitán y Rick se presenten allí para descubrir que unos desconocidos van a reemplazar a sus amigos. Comprensiblemente, al Capitán no le tranquilizan demasiado estas noticias y Iron Man le explica que será sólo una situación temporal. Pero al mismo tiempo, expresa su opinión de que la renovación generacional es necesaria: “Ahora el escenario es vuestro. El manto ha pasado a un grupo nuevo y más joven”. Resulta hasta gracioso leer esas palabras de un personaje que apenas tenía tres años de vida y del que nadie podía sospechar que seguiría vivo y coleando sesenta años después.  

 

Antes de marcharse y dejar que la nueva alineación de los Vengadores, liderada por el Capitán América, se presente públicamente ante la prensa, Iron Man les recomienda que busquen a Hulk para intentar convencerle de que se les una.

 

En no poca medida, este episodio es consecuencia de las propias dificultades que tenía Lee con la colección. Y es que él mismo se había convertido en su peor enemigo. Había mimado a los fans con cruces continuos entre las colecciones de superhéroes y salpicado las historias con notas al pie referentes a los eventos de otras series. “Los Vengadores” eran un auténtico desafío en este sentido ya que sus miembros aparecían también en sus propias colecciones, donde iban evolucionando como personajes y corriendo aventuras diversas. En el correo de los lectores del nº 15, un tal Gary Thorne preguntaba cómo podía decirse que Iron Man estaba muerto en “Tales of Suspense” nº 61 y, sin embargo, verlo vivo y coleando en el número de ese mismo mes de “Los Vengadores”? Puede que Stan Lee sorteara la espinosa cuestión con su característico humor (“Probablemente sabes a estas alturas que el viejo Cabeza de Lata no está muerto… así que, ¿qué importa?”), pero en el fondo comprendía la queja.

 

Así que, en interés de no pisarse a sí mismo el suspense que construía en las colecciones individuales de los personajes (“Tales of Suspense”, “Tales to Astonish” y “Journey into Mystery”) y aliviarse el dolor de cabeza que le suponía coordinar las apariciones de aquéllos en “Los Vengadores”, decidió tomar un camino inédito: dejar al Capitán América –por el que sin duda sentía un afecto especial- como líder veterano de un trío de recién llegados que no sólo eran jóvenes y desconocidos sino que, además y hasta hacía poco, habían sido criminales.

 

En cuanto al Capitán América, él y Jack Kirby eliminaron la necesidad de coordinar sus aventuras con “Tales of Suspense” –colección que, recordemos, compartía con Iron Man- haciendo que la acción de éstas se trasladara a la Segunda Guerra Mundial, actualizando viejas historias del personaje. Matando dos pájaros de un tiro, evitaban también que el Capitán se viera involucrado en la Guerra de Vietnam que entonces libraba Estados Unidos (conflicto que, de todas maneras, visitó el personaje en “Tales of Suspense” 61, octubre 65).

 

Fue un movimiento audaz que bien podría haber salido mal. “Los Vengadores” había sido concebida en sus inicios como un escaparate para los pesos pesados del Universo Marvel y ahora esa premisa era anulada por completo. Sin embargo, a diferencia del título equivalente de DC, “La Liga de la Justicia”, los comics de Marvel se apoyaban en los conflictos personales y esta nueva alineación de Vengadores, jóvenes, inexpertos, arrogantes y con un pasado poco ejemplar que tenían que ser dirigidos y mantenidos a raya por un viejo soldado como el Capitán, ofrecía múltiples posibilidades para introducir problemas, enfrentamientos y riñas entre los propios héroes. El bocazas de Ojo de Halcón, sobre todo, se convirtió en la nueva estrella del título, cuestionando continuamente la autoridad de la “reliquia” de su líder. Contra todo pronóstico, “Los Vengadores” mejoró sus ventas a pesar de los horrendos villanos que, como veremos, fueron desfilado por estos primeros números de la nueva etapa.

 

Por cierto, si alguien piensa que Stan Lee no hizo sino plagiar el concepto del Escuadrón Suicida, hay que aclararar que, aunque, efectivamente, DC presentó en 1959 un grupo bajo ese nombre dentro de la colección “The Brave and The Bold”, éste no estaba formado por supervillanos sino por científicos que afrontaban misiones peligrosas. No sería hasta 1986 que en la miniserie “Legends” debutó la encarnación moderna del grupo, ahora sí, formada por un conjunto de supervillanos liderados por un estricto militar.

 

Seis décadas después de su publicación, la historia de Lee aún tiene la fuerza y la vitalidad propias de los tiempos de grandes cambios. Aunque, por supuesto, hay que pasar por alto los “detalles” de costumbre. Por ejemplo, ¿a quién le puede parecer buena idea reclutar a Namor o a Hulk, que eran considerados peligrosos supervillanos por la opinión pública? Tampoco parece haber demasiada preocupación por la posibilidad de que los nuevos reclutas pudieran volver al crimen. Los lectores sabían que Mercurio y la Bruja Escarlata siempre habían sido representados bajo una luz favorable en los comics de los X-Men, pero la opinión pública no tenía por qué saberlo. En cuanto a los hermanos mutantes, quien se pregunte por qué en vez de a Los Vengadores no se unian a los X-Men, que más parecían su entorno natural y donde sin duda los habrían acogido de buen grado, es porque, tal y como habían expresado en “X-Men” nº 11 (mayo 65), estaban hastiados de mutantes y pensaban que en Los Vengadores, un equipo variopinto de superhéroes, no les recordarían continuamente su condición.   

 

Stan Lee vuelve a demostrar lo mal que se le daba escribir sobre mujeres: las quejas de la estresada Avispa parecen ser la causa de la desbandada de los miembros originales. Es lógico que el Hombre Gigante la secunde, pero Iron Man no tiene razones de peso para marcharse y a Thor y al Capitán América, ambos ausentes, nadie les pregunta. Además, no parece el mejor momento para renunciar. La Encantadora y el Verdugo siguen libres (de hecho, nunca parecen hacer nada realmente importante en ninguna aventura y casi podría decirse que están en Midgard de turismo); Namor sigue rumiando sus planes de conquista de la superficie; Hulk continúa causando al ejército múltiples problemas…

 

En cualquier caso y dejando al margen estas incoherencias propias de los comics de la época, los cambios de miembros serían desde entonces una tradición del grupo, como también las portadas como las de este número, que muestran un amplio grupo de personajes sobre el que los personajes tendrían que adivinar quiénes pasarían a formar parte de la nueva alineación. Portada, por cierto, en la que se ve por primera vez al Capitán América gritar “¡Vengadores Reuníos!”, que ya pasó a ser el eslogan oficial del grupo.

 

Aunque Heck llevaba encargándose del dibujo de la colección desde hacía seis meses, Stan Lee seguía confiando más en Jack Kirby cuando consideraba que tal o cual historia requería bien de su especial dinamismo gráfico bien de un empujón promocional. Y así, en ese número de los Vengadores, Heck se hace un lado para que entre Kirby, cuyos bocetos en esta ocasión lucen con un mejor acabado a cargo de Dick Ayers. No obstante, hay algunas figuras que parecen haber sido redibujadas con un estilo diferente al de Kirby y que, según algunos expertos, podrían ser obra de Carl Hubell, un dibujante que, sin figurar en plantilla, colaboraba con Marvel desde hacía bastantes años en labores de entintador sin acreditar. Esto pudo deberse a ciertas discrepancias cometidas por Kirby y Ayers con los uniformes, algunos de los cuales, como el del Hombre Gigante, habían cambiado recientemente.  

 

Tras su explosión de creatividad sin paralelos durante 1964, Stan Lee fue perdiendo fuelle conforme 1965 avanzaba. Su trabajo en los X-Men era menos original y Los Vengadores se sumieron en la mediocridad. A partir de este momento, entramos en una etapa de episodios que oscilan entre el aprobado ramplón y lo abiertamente risible, empezando por el nº 17 (junio 65), “Cuatro Contra el Minotauro”.

 

Con los miembros veteranos y más poderosos retirados temporalmente, el Capitán América se encuentra en la poco envidiable situación de tener que adiestrar y liderar en combate a un grupo de novatos con ínfulas. Siguiendo el consejo de Iron Man, deciden buscar a Hulk para tratar de que se una al equipo. Ya dije antes que esta era una idea peregrina como pocas. Aunque la justificación es conseguir un mayor nivel de poder físico tras la marcha de Thor, Iron Man y el Hombre Gigante, es absurdo que consideren tal opción habida cuenta de los dolores de cabeza que les había causado Hulk en el pasado, por no hablar de su volubilidad, inclinación a la furia descontrolada y nefasto estatus ante las autoridades y la opinión pública. Quiero pensar que a Stan Lee, que todavía no contaba con un universo de personajes lo suficientemente amplio, no se le ocurrió una solución mejor.

 

De esta forma y sin saber que el gigante verde está prisionero del Líder, inician una campaña en los medios de comunicación pidiendo a la población que si ven a Hulk avisen inmediatamente a Los Vengadores explicando que pretenden darle el estatus de miembro de pleno derecho. Para más inri, acompañan esa petición de una foto de un Hulk rabioso. Entretanto, aprovechan para entrenarse en una especie de “sala de peligro” en la Mansión, viéndose interrumpidos por la irrupción de un robot gigante enviado por el Topo, sediento de venganza tras su derrota en el número 12, y que pretende atraerlos a una trampa en el desierto con el cebo de encontrar allí a Hulk. Y, efectivamente, caen en la emboscada. Resulta que el Topo tiene un Minotauro gigante que envía contra los Vengadores junto a un escuadrón de sus topoides.

 

Es una historia sosa, predecible y aburrida donde lo único rescatable es la dinámica interpersonal, aunque no compense el flojo balance global. Es probable que ello fuera debido a la dispersión y carga de trabajo que por entonces ya sufría Stan Lee y que le llevaba a proporcionarle a sus dibujantes meras notas muy generales sobre la apertura de la historia, quién debía ser el villano y cómo debían cerrar el argumento, dejando que aquéllos desarrollaran enteramente la trama. Lee luego escribiría los textos, que es donde se nota más su intervención. A la hora de la verdad, que la historia quedara mejor o peor dependía del talento y las ganas del dibujante más que de Lee y está claro que Heck, como mínimo y en este punto, no tenía mucho de lo primero. Al menos, aquí vemos a los Vengadores actuar como un auténtico equipo, mientras que en la etapa anterior, siendo todos los miembros protagonistas de sus propias series, los argumentos tendían a separarlos para así exhibir mejor sus poderes y habilidades en solitario.  

 

Como digo, es en los diálogos más que en la acción donde Lee dejaba su huella. La historia se abre con las fricciones entre el Capitán América y sus dos nuevos machos alfa. Mercurio cree que su supervelocidad hace de él el miembro más poderoso del equipo y su líder por derecho; y Ojo de Halcón ve al Capitán como una reliquia de la Segunda Guerra Mundial. El Capitán América es consciente de ello, pero se las arregla para ponerlos en su lugar primero y hacerlos trabajar como un equipo después. ¿Y la Bruja Escarlata? Pues primero se muestra coqueta con el Capitán (“¡El Capitán América no es ningún enclenque! Disfrutaré siendo Vengadora”) y luego protectora con su hermano (“¡Ve con cuidado, hermano! ¡No corras riesgos imprudentes!”) e incluso inapropiadamente cariñosa con éste cuando lo rescatan de manos del Topo (no es de extrañar que muchos años más tarde algunos guionistas con ánimo provocador quisieran ver en su relación un punto incestuoso). En cualquier caso y como le había pasado a la Avispa, la Bruja Escarlata todavía parece más un adorno que un miembro verdaderamente activo y a la altura de sus compañeros varones.

 

Al que vamos a perder de vista con este episodio es a Rick Jones. El joven hacía ya tiempo que venía rumiando su descontento por no poder acompañar al Capitán como su nuevo Bucky ni ser miembro de los Vengadores, limitándose al papel de “mascota” útil cuando la situación requería de la intervención de la Brigada Juvenil. En la primera viñeta, mientras el Capitán da instrucciones a los nuevos reclutas, piensa: “No es justo. Esos tres recién llegados ya son miembros oficiales… Y el Capi aún no me deja ser Vengador de pleno derecho”. Jones se había convertido a estas alturas en una molestia, un callejón sin salida narrativo, un elemento discordante en un equipo compuesto ahora en su mayoría por jóvenes no mucho mayores que él.

 

Así que Lee optó por quitárselo de en medio. Esta sería la última vez que lo veríamos aparecer en bastante tiempo por los Vengadores y su ausencia se justificó en “Tales to Astonish” 69 (julio 65), que salió en las mismas fechas y donde se resolvía el conflicto entre Hulk y el Líder (flashes de esta lucha aparecieron intercalados en este número 17 de Los Vengadores, algo innecesario y confuso dado que ni el uno ni los otros llegaban a encontrarse en absoluto). Sea como sea, al final de este número Rick Jones se había ido (sin que nadie lo echara de menos ni mencionara su ausencia) y, habiendo demostrado su capacidad, se desechaba implícitamente la idea de incorporar a Hulk como miembro. 

 

(Continúa en la siguiente entrada)

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario