(Viene de la entrada anterior)
En “La Guardiana de las Llaves” (1991), nos reencontramos con un viejo conocido, el malvado Nichor Volsung, que en el álbum “Los Tres Ancianos del País de Arán” había desaparecido engulido en otra dimensión y que ahora lo vemos despertar en un extraño mundo, aparentemente el hogar de la Guardiana de las Llaves. Ésta, sin embargo, resulta ser la forma humana de la Serpiente Nidhogg (a la que habíamos visto en “El Hijo de las Estrellas” enfrentádose a un infantil Thorgal) y le promete a Volsung grandes riquezas si consigue arrebatarle a la auténtica Guardiana su cinturón mágico y entregárselo a ella. Para triunfar en su misión, le da la apariencia de Thorgal, el único humano en quien la Guardiana confía.
En cuanto llega a nuestro mundo, Volsung neutraliza al auténtico Thorgal y toma su lugar

Jolan, gracias a sus poderes, huye y encuentra a su padre, que ha sido informado de todo por la auténtica Guardiana. Con la ayuda de su viejo amigo, el enano Tjahzi (también presentado en “El Hijo de las Estrellas”), se aprestan a desenmascarar a Volsung y salvar a Aaricia y Loba.
Como vemos, las frecuentes referencias a aventuras anteriores y personajes presentados en álbumes pasados van colocando a “Thorgal” en la categoría de folletín, dado que para comprender plenamente cada episodio es necesario haber leído los precedentes. Desde que arrancara la serie habían pasado ya trece años y diecisiete volúmenes agrupados en distintos ciclos (más informales que claramente delimitados) y el final de esta

El guión quizá esté algo por debajo del nivel establecido por el propio Van Hamme para la serie, pero así y todo es una muy sólida historia de aventuras con buenos momentos sobre todo contruidos alrededor de la confusión que provoca la usurpación de identidad de Volsung. Resulta chocante ver al intachable Thorgal –aunque sea falso- beber sin freno, asesinar, violar y tratar a los demás como esclavos.
Por lo demás, la trama sigue un desarrollo muy clásico, con el héroe viendo cómo su identidad es robada, denigrada y finalmente rehabilitada, mediando una sucesión de aventuras, tensión creciente, la ineludible confrontación final, algo de erotismo y una generosa dosis de fantasía. Es por eso que el desenlace sorprende tanto. El lector no espera que Thorgal tome la drástica decisión de abandonar a su familia, y tampoco que Aaricia acceda con resignación habida cuenta de que en ocasiones anteriores la habíamos visto más combativa a la hora de defender a los suyos y permanecer junto a su amado.
Rosinski sigue estando en plena forma, ofreciendo un gran trabajo desde la portada a la

Un álbum, en definitiva, entretenido y muy bien dibujado, que recupera algunos personajes entrañables al tiempo que dice adiós a una etapa y emprende un sendero impredecible.
Y, efectivamente, las dos siguientes aventuras de Thorgal en solitario, todavía perseguido por su fatal destino, le enfrentan a una serie de peripecias especialmente crueles y violentas, al término de las cuales la situación va a experimentar un nuevo y trágico giro.

Por la mañana, Thorgal, denunciado por su anfitrión, es cogido prisionero por los hombres de Orgoff y llevado a las obras de una fortaleza para que trabaje como esclavo. Pero cuando el líder llega al lugar, Thorgal lo desafía, le vence y huye con uno de sus camaradas esclavos, quien le guía hasta los rebeldes. El jefe de éstos resulta ser nada menos que Kriss de Valnor. Resulta que la joven quiere recuperar la Espada Sol, un arma que ella le robó a Ogotai en el País Qa y que le fue sustraída por Orgoff. Sin embargo, la alianza de Thorgal, el hijo del granjero que le traicionó (y que tiene más principios que su padre) y la niña que salvó del oso, dará un vuelco a toda la situación, al

Es esta una historia de transición entre etapas cuyo argumento no es particularmente original, recuperando el cliché del noble héroe enfrentándose al tirano usurpador que tiene subyugado a su pueblo. Pero no está ni mucho menos exenta de méritos: suceden muchas cosas, tiene muy buen ritmo y es absorbente dentro de su clasicismo formal, esto es, una narración lineal y sencilla cuyos giros van sucediéndose unos a otros sin dejar momentos muertos pero sin tampoco aportar grandes sorpresas ni personajes particularmente memorables (el villano en esta ocasión es casi un estereotipo). La pequeña historia de amor entre el joven campesino y la princesita, en absoluto ñoña, nos recuerda que incluso en las aventuras menos sobresalientes de Thorgal siempre hay espacio para alguna pequeña perla.
El auténtico plus de este entrega, por supuesto, es el regreso de Kriss de Valnor, la perversa y astuta guerrera que marcó a toda una generación de fans del personaje con su atractivo, fiereza,

“La Fortaleza Invisible” (1993) comienza cuando Thorgal y Kriss son atacados por dos hombres mientras acampan junto a un lago. La guerrera mata a uno de ellos pero el otro escapa y da la alarma en el cercano poblado. Mientras tanto, exasperado por Kriss, Thorgal decide abandonarla pero ella, en un arranque de ira y resentimiento, mata a su caballo obligándole a caminar y haciéndole vulnerable al asalto de los iracundos hombres del mencionado pueblo.
Al caer la noche, Thorgal encuentra a una anciana, Alayin, que parece conocerle muy bien. Le dice que podría levantar la maldición que pesa sobre él entrando en la Fortaleza Invisible de la valkiria Taimyr y borrando su nombre, que los dioses dejaron tallado allí. Alayin desaparece justo cuando los hombres del poblado atacan y capturan a Thorgal. Mientras lo torturan, la anciana reaparece y le ayuda a escapar.
En su huida, reencuentra a Kriss, herida en el tobillo a resultas de una caída del caballo, y tras

Y, efectivamente, Alayin, que resulta ser la valkiria Taimyr, le permite finalmente borrar su nombre de la losa de granito cósmica en la que están grabados los recuerdos de los dioses de Asgard. Éstos, por intercesión de la diosa Frigga, accedieron a liberar a Thorgal y olvidarlo, siempre que éste hiciera lo mismo con su propia memoria. Totalmente amnésico, regresa al mundo real, a los brazos de Kriss, que lo engaña respecto a su identidad y lo vincula a sus proyectos de conquista.

Este último álbum es más interesante que el precedente, adaptando el mito del Golem al mundo nórdico (la idea de que se puede engañar a los dioses y el Destino borrando el nombre), pero también el que contiene más referencias al pasado de Thorgal de toda la serie. De hecho, la aparición de multitud de amigos y enemigos de anteriores aventuras hace que el guión resulte incomprensible para quien no sea un veterano seguidor de la colección. Por supuesto, para los fans la experiencia es la contraria porque siempre es un placer reencontrarse con aquellos personajes que tan buen recuerdo dejaron en lecturas pasadas. Es una historia, en resumen, muy ágil con abundantes dosis de fantasía y un tono trágico que culmina en otro punto y aparte para el personaje.
Van Hamme introduce una interesante escena en la que cuestiona los motivos por los que

En cuanto a Rosinski y a pesar de que ha simplificado un tanto su dibujo y hay algún que otro atajo, sus páginas siguen siendo notables y su maestría a la hora de retratar ambientes y paisajes permanece intacta. No ha perdido tampoco el pulso a la hora de saltar del campo del realismo a la fantasía, como sucede en “La Fortaleza Invisible”.
Tras el álbum anterior de transición, esta entrega, claramente impregnada de atmósfera onírica, anuncia un giro de ciento ochenta grados para la serie que promete ser de gran interés.
(Continúa en la siguiente entrada)
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