24 jul 2020

1977-THORGAL - Van Hamme y Rosinski (y 7)


(Viene de la entrada anterior)

En el vigésimo volumen de la serie, "La Marca de los Desterrados" (1995) han pasado tres años desde que Thorgal abandonó a su familia. Aaricia está viviendo entre los vikingos de su pueblo cuando el único superviviente de una expedición regresa contando que todos sus compañeros fueron masacrados por piratas liderados por Shaigan el Despiadado y su consorte, Kriss de Valnor, los bandidos más temidos de todo el Mar del Norte. Aún peor y para trastorno de todos, afirma sin lugar a dudas que Shaigan es ni más ni menos que
Thorgal.



Esa revelación supone la inmediata caída en desgracia de Aaricia y sus hijos. Es marcada a fuego en la cara y exiliada con Jolan y Loba -que ya no es un bebé sino una niña de unos tres años-. Esa marca equivale a la muerte: nadie puede darles refugio o auxilio; aún peor, cualquiera que los encuentre puede libremente asesinarlos o tomarlos como esclavos. Y eso es lo que sucede. La intención de Aaricia era regresar a la isla en la que vivió con Thorgal, pero en el camino ella y Loba son aprisionadas por los hombres de un esclavista, el Bizantino, que además tiene tratos con Kriss de Valnor. Jolan y Darek (hijo de otro exiliado) unen fuerzas para entrar subrepticiamente en la fortaleza del traficante y rescatar a los esclavos. Su valentía casi se salda con éxito, porque aunque desarticulan el cruel negocio del Bizantino, Kriss consigue escapar a bordo de un barco con Aaricia y Luna.

La peripecia termina en “La Corona de Ogotai" (1996), álbum que se abre de una forma desconcertante: con la muerte de Thorgal y Kriss a manos de sus amotinados comandantes. A continuación vemos a Jolan, Darek y la hermana de éste, Lehla, navegando hacia la isla de la familia del primero cuando una terrible tormenta
hunde la embarcación. El único superviviente, Jolan, despierta en su cabaña para encontrarse con su salvador, Jaax, que le explica que procede del lejano futuro. Puede viajar a través del tiempo con un bastón electrónico y su misión es la de corregir sigilosamente anomalías históricas que podrían poner en peligro la línea temporal (una premisa directamente fusilada de la novela “Los Guardianes del Tiempo" (1960), de Poul Anderson). Su objetivo es recuperar la corona de Ogotäi, un artefacto potenciador de las capacidades mentales que se había dado por perdido en el álbum "Entre Tierra y Luz", perteneciente al ciclo del Pais Qa. Resulta que la corona será hallada treinta años en el futuro y utilizada por un individuo para convertirse en líder de los Xinjins (la tribu centroamericana que había aparecido en esa saga) y tiranizar a todo el continente.
Pero una vez cumplida la misión –en el pasado y en el lugar donde Jolan sabe que la corona fue arrojada al agua por su padre-, el muchacho se hace con el bastón con el fin de retroceder en el tiempo y salvar a Aaricia y Loba del cautiverio a que las tiene sometidas Kriss de Valnor. Para hacerlo, contacta con la versión adulta de sí mismo, que quince años más tarde sigue viviendo en total soledad en la isla. El Jolan adulto impide en el último momento el asesinato de
Thorgal/Shaigan por sus propios comandantes, ayuda a huir a su madre y hermana y las lleva a la isla. Los agentes temporales solucionan la paradoja que genera la presencia de dos Jolan en el mismo momento y lugar y a partir de ese punto, la familia, con excepción de Thorgal, se reúne y amplía (con Darek y Lehla).

Lo primero que llama la atención de "La Marca de los Desterrados" es la ausencia de Thorgal, algo no completamente nuevo (en "Alinoe" o "Aaricia" apenas tenía presencia) pero sí poco habitual. Y el caso es que la historia está tan bien narrada y Van Hamme, con el paso de los años, ha ido perfilando tan bien a los personajes secundarios que ahora éstos asumen el rol de protagonistas sin ningún problema. Su función aquí ya no es la de ayudar al héroe y resaltar su carisma, sino que soportan todo el peso dramático de la historia. Es más, ha pasado el tiempo y los vemos considerablemente cambiados.

En una serie en la que el transcurso del tiempo sobre los personajes siempre ha sido evidente e importante aunque no se hiciera referencia explícita al mismo, estos dos volúmenes son relevantes dado el considerable periodo pasado
desde la última vez que vimos a Thorgal: nada menos que tres años desde el final de "La Fortaleza Invisible", cuando el héroe perdió la memoria de su pasado e identidad. Ese intervalo ha marcado a su esposa e hijos. Loba ya no es un bebé sino una niña de ojos curiosos que también resulta tener poderes, los de comunicarse con los animales, que ella asume y maneja con naturalidad.

En cuanto a Aaricia, personaje muy querido por los seguidores de la serie, sorprende el cruel castigo al que Van Hamme la somete. Abandonada por su marido sin una buena razón, desfigurada por su propio pueblo y expulsada sin prácticamente nada más que la ropa que lleva puesta, capturada, separada de sus hijos y esclavizada por su peor enemiga que, además, controla y manipula al amnésico Thorgal, obligándola a servirla delante de él y, según se sugiere de pasada más adelante, presenciar sus encuentros sexuales o soportar que se la ofrezca como disfrute a extranjeros. Quizá resulte frustrante que deba ser, otra vez, rescatada por el varón de turno en lugar de ser ella la que pelee y salve a los suyos (incluso en “Alinoe", donde asumía un papel protagonista en una situación peligrosa, era Thorgal quien zanjaba la situación en el último momento). Pero también es cierto que en este punto se la ve claramente agotada, derrotada y resignada y el
lector no puede sino simpatizar con ella y comprender que ya no sea capaz de exhibir su antigua fiereza y determinación.

Pero lo que salta más a la vista en estos dos álbumes es que su auténtica función (especialmente en el segundo) no consiste en profundizar en Aaricia sino preparar el camino para el relevo de Thorgal por su hijo Jolan como protagonista de la serie, una transición que también realizó otro gran héroe del género de aventuras históricas, el Príncipe Valiente, que con los años fue sustituido por su hijo Arn. Van Hamme le da al jovencito de diez años una gran energía y astucia. Ciertamente, sus poderes mentales sobre la materia le otorgan una gran ventaja, pero su principal baza es la fuerza de su personalidad y determinación, rasgos que no deberían sorprendernos siendo hijo de Thorgal y Aaricia. Eso sí, no conviene ser demasiado exigente con el realismo de las situaciones que se plantean. Si se quiere disfrutar plenamente de la historia es necesario aumentar el grado de suspensión de la incredulidad no solo en lo que se refiere a los aspectos de ciencia ficción (como los poderes telequinéticos de Jolan o los viajes en el tiempo) sino en los desafíos físicos que acomete y que resultan a todas luces excesivos para un jovencito preadolescente.

Naturalmente, el que Thorgal no recuerde quién fue, sea manipulado por Kriss y deba responder por sus innobles actos (desde luego, resulta incómodo y desasosegante verle convertido en un despiadado villano) nos remite a la otra gran serie de Van Hamme, "XIII", que también bebía del concepto del héroe amnésico para impulsar la trama y construir drama y suspense. Sin embargo, podría decirse que en "Thorgal” ese extravagante y no muy original recurso está utilizado con más contención. Mientras que aquí no deja de ser un giro argumental que se prolonga algunos álbumes pero que se revertirá y que permite dar un salto temporal con el que presentar nuevos personajes y hacer evolucionar a los veteranos, en "XIII” se utiliza de premisa inicial, motor de toda la trama y, eventualmente, pretexto para alargar innecesariamente un culebrón progresivamente más indigesto.

"La Corona de Ogotai" es otra de las incursiones de la colección en el campo de la CF y, concretamente, en el subgénero de viajes en el tiempo. La diabólica sucesión de saltos espacio-temporales hacen de esta una historia bastante densa y complicada y, como suele pasar, es probable que el lector se pierda por el camino y
llegue un momento en el que no sepa dónde o cuándo se encuentra: el Jolan niño y el adulto se cruzan en el presente y el futuro, viajan al pasado, parecen morir pero son salvados antes de que ello suceda, el tiempo se modifica una y otra vez con cada salto temporal...

No puede evitarse el tener una impresión ambivalente con este tipo de historias. Por una parte, el viaje en el tiempo es una herramienta narrativa muy cómoda para atar cabos argumentales; por otra, sus principios, normalmente enunciados con solemnidad por quien tiene el poder de hacerlo (viajar solo cuando sea imprescindible y de forma discreta, intervenir muy localizadamente para no alterar todo el continuum, etc) son invariablemente quebrantados por uno u otro personaje. Es, por tanto, un tipo de narración que hay que utilizar con mesura. Van Hamme ya había jugado con ella en "El Señor de las Montañas" con mejores resultados que en este segundo intento, en el que, reconociendo que todos los cabos quedan bien atados, el viaje temporal parece sobre todo una excusa innecesariamente rebuscada para solucionar los problemas de los protagonistas y reunirlos en una especie de nuevo comienzo.

En cuanto al dibujo, Rosinski está menos inspirado que en entregas anteriores y sus figuras aquí se ven más descuidadas y sucias, menos detalladas. Eso sí, continúa siendo un narrador excelente que sabe imprimir ritmo a la historia y desarrollar con absoluta claridad todas las escenas. También conserva su buena mano para la plasmación de los paisajes y fenómenos naturales, que siguen exhibiendo tanta belleza y expresividad como siempre. En "La Marca de los Desterrados", tiene la oportunidad de dibujar situaciones con más acción en localizaciones exteriores. Menos posibilidades de sacar provecho de sus puntos fuertes tiene en "La Corona de Ogotäi", aunque las escenas de la tormenta en el mar o la huida del adulto Jolan con su madre y hermana en mitad de la noche de la fortaleza de Shaigan, son ejemplares. Y aunque sus rostros y figuras hayan perdido la exquisita definición de álbumes anteriores, no permite que el lector se pierda en los continuos saltos entre épocas y versiones de Jolan.

En definitiva, un binomio de álbumes que, sin encontrarse entre los mejores de la colección, sí aportan un elemento diferencial, un aire nuevo a la saga y un potencial camino a explorar: la ausencia de Thorgal y el ascenso a protagonistas de su esposa e hijos, que desempeñan perfectamente su papel y se convierten en héroes por derecho propio.

La etapa del Thorgal amnésico finaliza con otro ciclo de dos álbumes: "Gigantes" (1996) y "La
Jaula" (1997). El primero de ellos es, tras la incursión en la CF de "La "Corona de Ogotaï", un regreso a la fantasia. Nada más empezar, Thorgal/Shaigan se reencuentra con el principe de Brek Zarith (ver "La Caída de Brek Zarith"), Galathor, quien ha sido tomado prisionero por uno de sus comandantes piratas. Galathor le reconoce y se dirige a él por su auténtico nombre. Thorgal lleva tiempo atormentado, sintiéndose a disgusto con su vida criminal al lado de Kriss de Valnor y obsesionado por averiguar su pasado. Intrigado y enfrentándose a ésta, exige hablar en privado con el prisionero, que le cuenta quién era en realidad. Deciden escapar juntos pero Kriss vuelve a la guarnición en contra de él y lo persigue por las murallas. Entonces, Thorgal es alcanzado por un rayo.

Despierta en Asgard, en los jardines de Frigga, la esposa de Odín, quien le ofrece recobrar su memoria y su vida anterior así como el perdón de los dioses (irritados con Thorgal, recordemos, porque un simple mortal hubiera querido escapar a su destino) si lleva a cabo una misión para ellos: entrar en la tierra de los Gigantes, sus
enemigos ancestrales, y robar el anillo Draupnir, propiedad de Odín. Tras unas cuantas aventuras, Thorgal consigue su objetivo y, efectivamente y como se le había prometido, sus recuerdos vuelven a él -aunque la memoria de lo sucedido en Asgard se borrará inmediatamente. Regresa al mundo de los hombres con el propósito de redimirse en compañía de su esposa e hijos.

"La Jaula" se abre con Thorgal como huésped de Galathorn en Brek Zarith. Inquieto por reencontrarse con Aaricia, Jolan y Loba, rechaza la seducción de la hermana de aquél, Syrane y pone rumbo a su isla a bordo de una barca esperando, con bastante ingenuidad, que lo recibirán con los brazos abiertos y todo volverá a ser como antes. Ni mucho menos. Una vez allí, es emboscado y metido en una jaula por Darek, Lehla y Loba, ninguno de los cuales lo conoce más que de oídas, a la espera de que Aaricia y Jolan regresen. Éstos han viajado a una ciudad cercana para proponerle a un contrabandista, Sardaz el Despellejado, el saqueo de la fortaleza de Shaigan y Kriss de Valnor, cuyo paradero conocen ambos. Pero Sardaz pretende aprovecharse de ellos y tienen que salir a la fuerza de su guarida utilizando los poderes telequinéticos de Jolan.

De vuelta en la isla, Aaricia se niega a liberar a Thorgal; no porque, como argumenta ante sus
hijos, no sepa con seguridad si es realmente él sino porque no está preparada para perdonarle por abandonarla y hacerles sufrir todas las penurias por las que han pasado ella y sus hijos. Pero cuando Sardaz y algunos de sus asesinos desembarcan en la isla para vengarse de Aaricia y Jolan, Thorgal tiene la oportunidad de redimirse.

Por fin, Jean Van Hamme decide reunir a Thorgal con su familia tras cuatro álbumes ricos en sucesos, tragedias y aventuras. Ahora bien, después de la ordalía por la que había hecho pasar a los personajes, el guionista no iba a poder conseguir esa reconciliación sin forzar las cosas y dejar la sutileza por el camino. Así, hace que caiga un rayo sobre el héroe que lleva el nombre del dios del Trueno y luego se saca de la chistera una providencial necesidad de los dioses asgardianos que ellos mismos no pueden satisfacer y que requieran de un humano. Thorgal pasaba por allí y, encima, goza de la simpatía de Frigga (ni siquiera las diosas son inmunes a los encantos de Thorgal). Desde luego, hace falta cierto grado de indulgencia para aceptar esta concatenación de casualidades, pero en cualquier caso el conjunto es divertido y ágil.

"Gigantes" tiene momentos visualmente llamativos que se aprovechan del contraste de escalas cuando Thorgal está en los dominios de los gigantes, pero en el fondo, es una historia muy básica y en absoluto original (recuerda tanto a "Los Viajes de Gulliver" como a "Jack y las Habichuelas Mágicas” o “El Hombre Menguante"), carece de la épica que podría esperarse de una aventura en tierras mitológicas y se resuelve de forma bastante predecible. De hecho, resulta más intensa la primera parte, en la que Thorgal descubre la verdad sobre su pasado y trata de escapar de las garras de Kriss, cuya violenta reacción, merced a la excelente caracterización que hace Van Hamme, demuestra en el fondo el profundo amor que la pirata siente por aquél y su incapacidad para reconocer su propia vulnerabilidad.

Más interesante resulta el reencuentro de Thorgal y Aaricia, en el cual los niños juegan un papel importante. Van Hamme aborda temas profundos como el perdón, el rencor, la redención o el poder del amor; y lo hace con sobriedad y excelente pulso narrativo, mezclando la acción (sobresaliente la secuencia de la emboscada en el bosque bajo una intensa lluvia) y los momentos intimos (el sufrimiento de ambos cónyuges ante la brecha
que se ha abierto entre ellos, la impotencia de Thorgal y las dudas de Aaricia respecto a si será capaz de perdonar, ahogar su orgullo y volver a amarlo). El trabajo de Van Hamme con Aaricia a lo largo de los años ha sido magnífico, transformándola del personaje blando y genérico que era en sus inicios como joven princesa enamorada a una mujer madura, segura de sí misma y cabeza de la familia. Puede que siga queriendo a Thorgal, pero ahora no se va a rendir tan fácil e incondicionalmente a sus pies.

Thorgal, sin saber qué hacer ni decir, tendrá que esperar la -una vez más- providencial llegada de los bandidos para recuperar su papel de marido, padre y, sobre todo, héroe. Lo cual casa bien con los primeros álbumes de la colección, en los que Thorgal siempre aparecía como el salvador de sus seres queridos, pero no tanto a estas alturas de la saga, con una Aaricia y Jolan que ya habían demostrado ser capaces de vencer dificultades semejantes y que ahora retroceden a su rol de víctimas necesitadas de protector. Pero aparte de eso y que la reconciliación se produce demasiado rápidamente (el proceso de curación emocional podría haberse alargado quizá un álbum más para justificarlo mejor), estamos ante
un álbum interesante y bien escrito que, además, contenia una metáfora. Porque la jaula del título no es sólo física sino simbólica: tras saborear la libertad, física, sentimental y moral junto a Kriss de Valnor, Thorgal decide regresar a la “jaula" que suponen sus obligaciones familiares y la rutina de una vida sin grandes aventuras.

El final de "La Jaula" bien podría haber sido la conclusión definitiva de la colección, el cierre del círculo, la restauración del statu quo y un momento en el que dejar descansar a los personajes y permitirles vivir en paz. De hecho, este fue el punto en el que yo decidí dejar la colección, percibiendo que ciertas fórmulas de Van Hamme tendían a repetirse y el dibujo de Rosinski estaba en declive.

Pero a estas alturas Thorgal se había convertido en un fenómeno editorial de gran éxito cuyos álbumes se vendían por cientos de miles todos los años. ¿Poner voluntariamente punto final a un éxito semejante? Imposible. Ya fuera por las presiones de la editorial o porque en realidad Van Hamme y Rosinski nunca tuvieron en el fondo intenciones de matar a la gallina de los huevos de oro, la última página de “La Jaula” muestra a
la familia -ahora ampliada con Darek y Lehna- abandonar la isla y surcar los mares hacia el horizonte y nuevas aventuras. Van Hamme abandonaría por fin su creación con el álbum 29, dando la alternativa ya definitiva a Jolan como héroe principal. Rosinski, por su parte, aguantaría hasta el nº 35, en 2018. Otros equipos creativos se harían cargo de la colección y se derivaría el spin off "Los Mundos de Thorgal", con álbumes dedicados a Kriss de Valnor, Loba y otros personajes de ese universo.

"Thorgal” ha sido y sigue siendo una de las más importantes y originales series de aventuras del moderno comic europeo. Desde hace más de cuarenta años, es una de las colecciones más vendidas del continente, fascinando a millones de lectores. Como hemos ido viendo, esta hazaña ha sido posible gracias tanto a los sólidos guiones de Van Hamme como al talento artístico y narrativo de Rosinski. Por derecho propio, “Thorgal” es ya un clásico de la historieta cuyos primeros quince o dieciséis álbumes debería conocer todo amante del género de aventuras.

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