18 jul 2020
2003- SUPREME POWER – J.M.Straczynski y Gary Frank (y 2)
(Viene de la entrada anterior)
A pesar de la restricción de lectores según edad que conllevaba el sello MAX, “Supreme Powers” obtuvo cierto éxito que decidió capitalizarse en forma de varios spin offs. El primero de ellos fue una miniserie de seis números protagonizada por el Doctor Spectrum (octubre 2004-marzo 2005), escrita por Sara Barnes y dibujada por Travel Foreman. En ella se exploraba lo ocurrido en la mente de Joe Ledger durante el tiempo en el que, tras fundirse con el cristal alienígena, estuvo en coma. Se narran episodios de su pasado que conformaron su personalidad mientras lucha y luego trata de aceptar la entidad extraterrestre que mora en el citado cristal y que quiere servirse de él como un arma.
Se trata de una historia bastante predecible que carece de escenas o ideas que la eleven por encima del nivel de la más absoluta normalidad. Lo mismo puede decirse del dibujo, que aparte de algunos toques humorísticos (como caracterizar a los abusones del colegio de Ledger como versiones realistas de los de los Simpson), no es capaz de dar peso a unas viñetas en las que demasiado a menudo los personajes actúan en espacios vacíos. En resumen, una historia innecesariamente alargada de hechos ya narrados en “Supreme Power”. Lo expuesto en esta última era suficiente para entender al personaje y lo que Sara Barnes añade en la miniserie no tiene el interés suficiente como para sostenerla. Que ni siquiera se explique la procedencia del estúpido nombre del personaje ya nos da una idea del objetivo último de aquélla: hacer dinero a la sombra del comic de Straczynski.
“Supreme Power” terminaba con Hyperion renegando del gobierno americano y provocando un gran seísmo como advertencia para que le dejen en paz. Por supuesto, la reacción de los políticos y militares es la opuesta ya que no están dispuestos a renunciar a un arma tan poderosa como él. Por tanto, el presidente George Bush autoriza el reclutamiento –más o menos forzoso- de todo aquel que haya sido identificado como poseedor de superpoderes para formar un equipo que pueda doblegar a Hyperion. Así, se presentan las nuevas versiones de otros miembros del Escuadrón clásico, como Emil Burbank (una suerte de Lex Luthor), Molde (no tiene contrapartida en la DC), Nuke (Firestorm), Arcanna (Zatanna), Tom Thumb (Atom) e Inercia (sin versión DC). En este mundo, todos ellos (a excepción de Burbank, inteligente de por sí; y Zarda, probable congénere extraterrestre de Hyperion) han conseguido superpoderes a raíz de la llegada de la nave de Hyperion años atrás, que al entrar en la atmósfera dispersó una especie de virus o espora que infectó aleatoriamente a ciertos individuos y les dotó de habilidades especiales.
Así, la saga tenía su continuación directa en la siguiente miniserie, “Hyperion”, de cinco números (noviembre 2005-marzo 2006), escrita por Straczynski pero dibujada en esta ocasión por Dan Jurgens y Klaus Janson. Se trata de una aventura en la que Burbank, Arcanna, Nuke y Molde tratan de capturar a Hyperion, pero el poder desatado en la batalla los envía a una realidad alternativa en la que aquél gobierna el mundo junto a varios de sus compañeros mientras que otros, liderados por Nighthawk, se oponen a él en una guerra que ha destrozado el planeta.
No sólo presenta esta historia nuevas versiones de los miembros del Escuadrón, sino que es una referencia directa al viejo “Proyecto Utopía” de la miniserie de los ochenta. También actualiza de forma inteligente los poderes “mágicos” de la Arcanna original, apoyándolos ahora en su manipulación de la física cuántica y haciéndolos más peligrosos e impredecibles. Al final, todos regresan a su propia realidad, pero Burbank ahora sabe la verdad: no han visitado una Tierra alternativa sino el futuro. Por tanto, el genio del grupo debe ingeniárselas para evitar que termine ocurriendo lo que ha presenciado, inventando medios con los que neutralizar a todos sus superpoderosos colegas.
Straczynski disfruta obviamente escribiendo los diálogos de Emil Burbank, tan inteligente como arrogante y sarcástico, que convierte a Molde en constante víctima de sus pullas y desplantes. El reactor nuclear humano Nuke, deprimido por la maldición que suponen sus poderes y capaz de medirse de tú a tú con Hyperion, es el menos desarrollado de todos. La presentación de los nuevos personajes, en la que se describen sus poderes, motivaciones y pasado de los mismos, está al nivel de lo mejor de “Supreme Powers”, pero el resto de la historia, siendo entretenida y teniendo un buen pulso narrativo, es un comic de superhéroes mucho más convencional preocupado sobre todo por introducir un nuevo elemento de suspense a la saga en su conjunto: presentar el probable futuro apocalíptico al que se abocan todos.
Dan Jurgens es un dibujante de superhéroes competente, nada más. Su estilo garantiza que las escenas de acción y las composiciones de página y viñeta sean claras y adecuadas, pero carece de la sutileza y detallismo de Gary Frank y si no fuera por algunos cuadros de texto no habría forma de saber, sólo con mirar sus figuras y rostros, el estado de ánimo o la emoción que tienen los personajes en esos momentos. Tampoco es de ayuda el poco adecuado entintado de Klaus Janson, que diluye los puntos fuertes de ambos artistas por separado.
En 2005 se publica otro spinoff, esta vez de seis episodios y dedicado a Nighthawk, escrito por Daniel Way y dibujado por Steve Dillon. En esta ocasión, la historia se centra enteramente en el personaje titular, evitando toda referencia al resto del Escuadrón. Dado que se trata de una trasposición de Batman, no podía faltar la presentación de su Joker, aquí llamado Cara Blanca, un asesino en serie totalmente ido e incluso más desasosegante que la mayoría de las versiones que ha tenido su referente directo en DC.
Tras la miniserie de Hyperión, apareció una nueva colección regular, también firmada por Straczynski y Frank, titulada, ahora sí, “Escuadrón Supremo”. En ella, el gobierno reunía un grupo compuesto por Hyperion, Zarda, Borrón, Spectrum, Amphibian, Burbank, Arcanna, Nuke, Molde, Inercia y Tom Thumb. Nighthawk se niega a someterse a la supervisión oficial y prefiere mantenerse al margen. Una serie, por tanto, con un reparto de doce personajes. Demasiados. Y el resultado es que, aunque interesante y de lectura entretenida, ya no era tan intrigante ni provocativo como “Supreme Power”.
En este punto y a diferencia de “Supreme Power”, ya estaba claro que la intención era las de plantear una serie indefinida, pero tampoco acaba de funcionar como tal. Lo más probable es que, viniendo de “Supreme Powers”, el lector siga abordando cada número no tanto en sí mismo (como debería ser en el caso de una colección regular) sino como eslabón de una cadena que se espera conduzca hacia algún clímax épico. Los personajes no son tan complejos e interesantes como los de la serie anterior y en lugar de evolucionar parecen más bien reiterar una y otra vez las mismas ideas. Los argumentos que se plantean y resuelven son quizá demasiado ligeros mientras que las subtramas –que son las que, como digo, apuntan una dirección hacia algo tremendamente dramático- divagan sin avanzar sensiblemente respecto al comienzo.
“Escuadrón Supremo” arranca tras los eventos narrados en “Supreme Powers” y la miniserie de Hyperion, con el grupo ya formado, como he dicho, bajo la autoridad del gobierno norteamericano. La idea de Straczynski (inspirada por la serie original de los ochenta) siempre fue la de no limitarse a contar una historia de superhéroes ordinaria sino integrar y explorar con ella temas sociopolíticos poco edificantes. Y así, en esta ocasión, el Escuadrón es enviado a luchar por América (aunque utilizando la bandera de las Naciones Unidas) al corazón de África y a Oriente Medio en lo que pretende ser una alegoría de la Guerra de Irak.
A pesar del cambio de nombre y que es la primera vez que el Escuadrón actúa oficialmente como equipo, su historia viene de atrás por lo que, a pesar de que probablemente se pretendió que la colección sirviera como plataforma de inicio para nuevos lectores, hay demasiados detalles y momentos que confundirán a quien no hubiera leído “Supreme Powers”, especialmente lo relativo a la influencia alienígena sobre algunos de los personajes. Y es por eso que el cambio a un tono menos maduro resulta chocante. Claramente, Marvel quería aumentar las ventas pero esa decisión parece poco honesta, incluso engañosa, dado que cualquiera que lea y le guste “Escuadrón Supremo” querrá hacerse con el más explícito y crudo “Supreme Powers” para comprender mejor lo que está sucediendo.
Además, al suavizar parte de su anterior filo, la propia colección pierde parte de su razón de ser. Por mucho que Straczynski pensara que estaba haciendo una serie radical y vanguardista, lo cierto es que muchos de los temas e ideas que presentaba, por muy bien que estuviera narrado el comic, ya se habían explorado antes en otras obras; así que lo que “Escuadrón Supremo” podía ofrecer como factor diferenciador era la violencia y el sexo explícitos, algo de lo que solían huir casi todos los demás tebeos mainstream del género. Al rebajar el tono, esa característica especial también perdía peso. Tal cambio, en cualquier caso, no provino de Straczynski –y, de hecho, fue uno de los motivos que adujo para marcharse- sino de Marvel. Probablemente, “Supreme Powers” no se vendía tan bien como esperaban y pensaron que acercarlo más al mainstream mejoraría su desempeño comercial.
El Escuadrón Supremo que reúne Straczynski no resulta particularmente interesante ni está muy bien perfilado. Como parte del deseado tono adulto y oscuro, varios de sus integrantes distan de ser héroes y caen en el terreno de la sociopatía o la psicosis. Pero más allá de demostrarnos este hecho una y otra vez, ni evolucionan ni hacen que la colección adquiera un rumbo determinado. Por ejemplo, el guionista dedica una secuencia bastante extensa a contar la traumática infancia de Inercia, pero todo resulta muy directo y predecible, poco sutil y carente de giros o sorpresas. Hay también una patente falta de calor humano. Incluso Borrón, que había sido el personaje más simpático de “Supreme Powers”, le espeta a Hyperion que “No somos tan amigos”. Así que lo que tenemos es un comic de equipo con poca camaradería o relaciones entre sus miembros, que es lo que, en último término, mantiene el interés de los lectores a largo plazo cuando se trata de una serie regular.
Esta etapa está más claramente dividida en arcos argumentales –dado que ya nació con vocación de serie regular e indefinida-, pero éstos no están tan bien planteados ni resultan tan absorbentes como en “Supreme Power”. Stracynski parece dividido entre la obligación de contar una aventura superheroica al uso y el deseo de tocar temas sociopolíticos. Esa indecisión da lugar a escenas innecesariamente alargadas y verbosas pero que no ofrecen demasiado en términos de caracterización o trama.
Por otra parte, el insertar problemas del mundo real en una narrativa fantástica como esta no quiere decir que se exploren adecuadamente. Y este es el caso en “Escuadrón Supremo”. Que las escenas sean brutalmente violentas no significa que el autor se haya documentado abundantemente sobre la materia antes de llegar a una conclusión superficial y moralizante. Cuando un grupo de africanos superpoderosos le da al Escuadrón una “lección” sobre el imperialismo occidental en el continente, cualquier lector maduro y mínimamente informado se dará cuenta de lo simplón que resulta ese discurso. Después de tragedias como el genocidio de Ruanda en 1990, las críticas que muchos (incluidos países africanos) lanzaron contra las Naciones Unidas tenían que ver con su cautelosa e inefectiva intervención y no por haberse involucrado. Además, África no es un solo estado monolítico sino un enorme continente poblado por multitud de culturas y naciones cuya historia se remonta muchísimos siglos. Hacer que un puñado de iluminados de tez negra se erijan en portavoces de toda África es tan imperialista como que lo haga un blanco occidental. No es que Straczynski hubiera debido evitar el mundo real en “Escuadrón Supremo” sino que podía haberlo hecho de forma más provocadora, presentándolo como sólo un punto de vista en un debate mucho más amplio. O, al menos, elaborar una argumentación más compleja.
La conclusión de estos primeros episodios culminaba en un enfrentamiento apocalíptico contra Redstone, el asesino en serie con superfuerza que había aparecido en “Supreme Power”. Por desgracia, aparte de lo impactante que resultaba ver morir a multitud de civiles inocentes en un brutal despliegue de poder y violencia, esta trama tiene poca enjundia. Y entonces, en el séptimo número (noviembre 2006), tras una batalla sangrienta en la que Zarda también parecía perder la vida, la última página mostraba al villano aún en pie y listo para continuar la pelea, a la que ahora se unían Nighthawk y Borrón. Y luego…nada. Otra vez, la serie se canceló a mitad de la historia y sin haber concluido las subtramas en marcha.
Como dibujante nos reencontramos con Gary Frank (con la excepción de un número firmado por Juan Barranco). Como ya comenté anteriormente, Frank tiene un estilo realista y detallado que encaja bien con una serie como esta, más enraizada en el mundo real que otras. Dejando aparte la rigidez de algunas figuras, podría criticársele que sus diseños de trajes para las mujeres del Escuadrón resulten poco realistas. No solamente es difícil de creer que el gobierno norteamericano aprobara una estética tan sexista y escasamente práctica para sus operativos sino que las conversaciones sobre temas geopolíticos sonarían más convincentes si no hubiera alrededor exuberantes féminas de grandes pechos, minifaldas y escotes hasta el ombligo.
Al final, esta segunda etapa deja un sabor agridulce. JMS es demasiado buen guionista como para hacer un mal comic, pero sin duda la serie resulta frustrante en tanto en cuanta no ofrece ninguna conclusión y recuerda por qué a veces se critica tanto –con razón- a los comics cuyos creadores piden lealtad a sus lectores, tentándolos con promesas de algo grande que justificará todo lo anterior… para luego dejarlos colgados. A veces es culpa de la editorial, pero no siempre. Aunque “Supreme Powers/Escuadrón Supremo” se cancelara antes de que Straczynski pudiera finalizarla –si es que tenía un final en mente para su historia-, veinticinco números deberían haber sido suficientes para alcanzar su potencial. Y eso no sucedió.
JMS se ha hecho una reputación por sus súbitos abandonos de las colecciones en las que trabaja y esta fue una de las más notorias de su carrera. Más tarde, explicó que traspasar “Escuadrón Supremo” a la línea regular de Marvel en lugar de mantenerla en el sello MAX había implicado una pérdida del control y la libertad creativos que no estaba dispuesto a asumir. Aunque ya he dicho que sí se nota una disminución en la crudeza del tono, también es cierto que esa pérdida de libertad no parece tan evidente dado que los últimos números eran tanto o más violentos que nunca. A menos, claro, que el guionista pensara que no poder enseñar el pubis de Zarda ni encajar un montón de palabras malsonantes suponía una merma creativa brutal.
Pero el abandono de JMS, por supuesto, no evitó que Marvel aparcara a esos personajes, aunque ya no iban a tener su propia colección. Una miniserie más, en 2007, vino protagonizada al alimón por Hyperion y Nighthawk, escrita por Marc Guggenheim y dibujada por Paul Gulacy. Los dos héroes (si es que puede llamárseles así) se ven obligados a colaborar para tratar de detener la limpieza étnica de Darfur, en Sudán. Es un comic interesante por el momento en que apareció dentro de la continuidad de la saga, un punto en el espacio y el tiempo en el que los arcos de ambos personajes se cruzan. Hyperion había empezado como un joven esperanzado que quería ser un héroe sirviendo a su país y hacer lo correcto. La experiencia, sin embargo, lo convierte en un individuo cínico y siniestro. Por el contrario, Nighthawk arranca su carrera como justiciero con serios desequilibrios psicológicos y una actitud abiertamente racista, pero con el tiempo, reconoce sus errores y va evolucionando hacia un modelo más inspirador. Pues bien, esta miniserie parece transcurrir justo cuando ambos están en mitad de ese viaje espiritual.
Finalmente, se decidió integrar al Escuadrón en el universo Ultimate a través de una miniserie, “Ultimate Power”, de nueve episodios, que irían apareciendo de forma muy espaciada entre diciembre de 2006 y febrero de 2008. El dibujo corrió a cargo del efectista Greg Land mientras que el guion lo realizarían de forma sucesiva Brian Michael Bendis (tres números), J.M.Straczynski (los tres siguientes) y Jeph Loeb (los tres últimos).
“Ultimate Power” es un ejemplo perfecto del tipo de dibujo que hace Greg Land, a base de copiar fotos de muchachas pin-ups o actrices porno y luchadores de wrestling, todos posando de forma harto evidente y mezclados en composiciones de grupo absurdas, forzadas e incoherentes. Todo muy espectacular, eso sí.
Y en cuanto a la historia, pues tampoco es ninguna maravilla, dejando de lado cualquier pretensión “realista” y limitándose a contar una larguísima batalla en la que se mezclan los Cuatro Fantásticos, los Ultimates, los Ultimate X-Men, Spiderman, SHIELD y dos versiones diferentes del Escuadrón Supremo. La excusa de arranque es cómo Reed Richards, frustrado por no poder curar a su amigo Ben Grimm del monstruoso aspecto que luce como La Cosa, envía a través de la Zona Negativa una serie de sondas a diferentes dimensiones. Una de ellas acaba provocando la aparición de un ser ameboide que destruye buena parte de la Tierra de Supreme Power. Éstos, siguen el rastro de la sonda hasta el mundo Ultimate y se llevan cautivo a un consternado Richards para que responda por sus crímenes. Por supuesto, les siguen los grupos y héroes mencionados para enzarzarse en una enorme trifulca y sólo para terminar averiguando que todo ha respondido a una gran conspiración tejida por Nick Furia, el Doctor Muerte y Emil Burbank. Al final, con Muerte desaparecido, Furia es puesto bajo custodia del Escuadrón y Zarda –de manera incomprensible- abandona a Hyperion para acompañar a los Ultimates de vuelta a su universo y tenerlos vigilados.
El mundo de Hyperion tendría otra oportunidad en forma de serie regular, titulada “Escuadrón Supremo” y firmada por Howard Chaykin, Marco Turini y Marco Checchetto. Chaykin optó por una dirección muy diferente que podría haber funcionado, pero tardó demasiado en encarrilar el título. En el primer arco, por ejemplo, casi todos los héroes del Escuadrón están ausentes excepto Arcana, Furia y Burbank. Los dos últimos habían conseguido liberarse del grupo y ascender a cargos políticos. Nighthawk y Borrón tienen un rápido cameo ya entrada la serie y Spectrum e Hyperion aparecen al término del sexto episodio.
Así que, si los primeros seis números no tratan sobre el Escuadrón Supremo, ¿de qué van? Cuatro astronautas regresan a la Tierra y traen accidentalmente con ellos otra infección de esporas, una premisa semejante a la de “Ultimate Power”. Y aparecen más superhéroes, pero éstos no basados en los de DC sino de Marvel, por lo que el resultado es una especie de Ultimate-Ultimate: una adolescente que puede transformarse en una criatura arácnida; y un joven veinteañero que domina la nanotecnología y se ha fabricado una armadura con ella. Y en cuanto a los cuatro astronautas, durante su viaje han adquirido “fantásticas” habilidades. Encontramos también un altruista soldado del pasado vestido con los colores de la bandera americana; un bestial ser azul poseído por la furia y con el que solo puede medirse un autoproclamado dios del viento. Y, para remate, Emil Burbank empieza a llevar una máscara en la cara para ocultar cicatrices que sólo él puede ver.
El segundo arco se centra en el regreso del Escuadrón Supremo y sirve de excusa para enfrentar a estos pseudopersonajes DC contra los pseudopersonajes Marvel, metiendo de canto versiones de Dientes de Sable y Venom. Pero al final, el problema de la serie consistió sobre todo en esa gran losa que pesa sobre muchos comics modernos: se toma con demasiada calma el arranque y para cuando el argumento coge ritmo meses después de haber empezado, los lectores hace tiempo que desertaron. Probablemente, esta etapa del Escuadrón Supremo jamás tuvo opción de durar mucho, pero si al menos el primer arco hubiera durado tres episodios, aún podrían haber tenido una oportunidad.
La serie terminó con un giro que eliminaba los poderes de la mayoría de los personajes pseudoMarvel. Burbank perdía los suyos (recordemos, su superinteligencia) y se transformaba en un lunático. Quizá siempre fue un egomaniaco que arruinaba su propia vida; o quizá su locura proviene de saberse el único capaz de impedir el mundo futuro dominado por Hyperion y haber fracasado. Nunca llegaremos a saberlo porque la colección se canceló en su número doce.
En cuanto a Zarda, durante un tiempo apareció por varios títulos Ultimate: “Ultimate Hulk Annual, “Ultimatum” y “New Ultimates”, todos ellos escritos por Jeph Loeb, quien nunca llegó a comprender bien al personaje. En vez de retratarla como una mujer trastornada, errática y en general tranquila hasta que le daban arranques de violencia gratuita de los que obtenía gran placer, hizo de ella una Wonder Woman perpetuamente iracunda. “Ultimatum” trajo de vuelta a Nick Furia a su universo y al final de “New Ultimates” Zarda regresaba a su Tierra. Su estancia en el universo Ultimate no había servido absolutamente para nada. Aparte de atizarle a Hulk en sus gónadas, fue un personaje totalmente prescindible.
Pero pese al maltrato recibido, la línea Supreme se resistía a morir y en 2011, Kyle Higgins y Manuel García firmaron una miniserie de cuatro números, “Supreme Power”, bajo el sello Max. La historia ignora buena parte de lo narrado en su universo y solo incluye a Hyperion, el Doctor Spectrum y su antagonista, el general Alexander. Tras destruir la Casa Blanca y matar al Presidente, Hyperion desapareció y Spectrum asumió el rol de superhéroe inspirador que necesitaba la nación. Pero existen dos problemas: él sabe que está siguiendo una senda similar a la de Hyperion; y la gema que le da su poder está poco a poco apoderándose de su mente. Mientras tanto, Hyperion trata de comenzar una nueva vida en plena naturaleza, encontrando su lugar junto a una ermitaña núbil que desconoce quién es. Unos periodistas averiguan que está vivo y el gobierno duda de si convencerlo para que regrese a su antiguo puesto o matarlo. La historia culminaba con una abrupta batalla entre Hyperion y Spectrum, la cautividad del primero y la revelación de que su pueblo alienígena se dirigía a la Tierra para conquistarla. No hubo continuación a esta miniserie porque nadie la leyó. Pasó tan desapercibida que ni siquiera la entrada de Wikipedia dedicada al Escuadrón Supremo la menciona. Está claro que en este punto, el grupo era tóxico y nadie tenía interés en recuperarlo ni leerlo.
Tengo entendido que en la –para mi- absoluta confusión que es la continuidad Marvel actual, han sido recuperados pero sospecho que su integración en el universo canónico no les va a hacer ningún favor. En los años setenta que les vieron nacer, fueron un agradable sucedáneo de la Liga que permitía hacer aquellos crossovers con los que los fans soñaban pero que las editoriales se negaban a negociar. En los ochenta, Gruenwald aprovechó su aislamiento de la continuidad general para dar una versión subversiva y novedosa de la figura del héroe. Y en 2003, cuando JMS los reformuló como “Supreme Power”, la idea de leer lo que era un espejo cínico, oscuro y realista del Universo DC, tenía más sentido que ahora, cuando muchos personajes ya hace años que están asentados en esa forma de interpretar el mito superheroico y no suponen novedad alguna.
Aunque, pensémoslo bien: quizá el haber destruido con tan pocos escrúpulos una línea de comics tan pesimista como fue Supreme Power sin que nadie protestara o siquiera prestara atención, fue el final más coherente que pudo haber tenido.
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