15 may 2020

1977-THORGAL - Van Hamme y Rosinski (5)


(Viene de la entrada anterior )

Tras cerrar el excepcional Ciclo del País Qâ con “Entre Tierra y Luz” y antes de embarcarse en nuevas aventuras encabezadas por Thorgal, Jean Van Hamme decidió darse a sí mismo y a sus lectores un respiro en la misma línea de “El Hijo de las Estrellas”, esto es, una antología de cuentos que nos revela más sobre el pasado y carácter de Thorgal. Fue aquél un álbum singular pero de gran interés por la excelente calidad de sus tres historias y la información que contenían sobre su origen extraterrestre y sus conexiones con el mundo mitológico nórdico. Así que dedicar un álbum similar a Aaricia parecía justificado dado que, como se había ido viendo a lo largo de la saga, ésta se encontraba unida a Thorgal tanto por el destino como por los dioses. El resultado, no obstante, aunque ofrece variedad y talento narrativo por parte tanto de su guionista como de su dibujante, está algo por debajo de “El Hijo de las Estrellas”.


En la primera de las historias, “La Montaña de Odín” (10 páginas), una Aaricia niña se niega a aceptar la muerte de su madre y huye del poblado. Se encuentra con una pareja de falsos elfos que la guían hasta la cima de una montaña mágica prometiéndole que allí se reencontrará con ella. Thorgal, que acompaña a una partida de hombres en su busca, la rescata de lo que resulta ser una trampa mortal. Es una historia emotiva que nos muestra perfectamente el vínculo sentimental que unía a ambos desde su infancia.

En “Primeras Nieves” (10 páginas), tras la muerte del caudillo Leif Haraldson, Thorgal, todavía un adolescente, decide abandonar el pueblo en el convencimiento de que Gandalf el Loco se apropiará de todo el patrimonio de su padre adoptivo y se las arreglará para matarlo. Aaricia, para salvarlo, le dice a su padre que Thorgal conoce el lugar donde Leif escondió un tesoro. Y en “Holmganga” (10 páginas), Hierulf, el sabio enviado por el Althing para vigilar a Gandalf, sirve de árbitro de un combate a muerte entre Thorgal y el hijo de aquél, Bjorn. Cuando Aaricia averigua que padre e hijo se proponen hacer trampas y asesinar a su amado, recurre a su astucia y valentía para salvarlo.

Son dos historias que, estando muy bien realizadas, resultan menos satisfactorias de lo esperable por cuanto están más centradas en Thorgal y su difícil adolescencia que en Aaricia, a cuyo trasfondo se añade poco. De hecho, aquí la vemos asumir ya el rol que la va a caracterizar el resto de su vida y que era el típico de las heroínas de los setenta y ochenta del pasado siglo: compañera fiel del héroe masculino del que depende enteramente. Cuando él no está, se lamenta y lo añora; y cuando se encuentra en peligro, le ayuda a afrontarlo o incluso lo rescata. No es de extrañar que Kriss de Valnor fuera el personaje femenino que acabara ganándose su propia serie derivada.

En este sentido resulta más afortunada la cuarta y última historia del álbum, “Las Lágrimas de Tjahzi” (20 páginas), en la que Aaricia conoce a Vigrid, un dios menor, poeta y soñador, que viaja a la Tierra para tratar de acometer una hazaña que le asegure la gloria inmortal. Pero tras perder la vista, el joven dios pasa a depender totalmente de Aaricia para que le guíe hasta el Bifrost, la puerta de regreso a Asgard. Thorgal está casi ausente de esta aventura de la que Aaricia es la auténtica protagonista de una aventura claramente inserta en el mundo de la fantasía.

En resumen, un álbum algo irregular que quizá no sea lo que Aaricia merecía pero que es, sin
duda, una lectura muy agradable y con un dibujo de Rosinski en lo alto de su carrera.

El decimoquinto álbum de la serie es “El Señor de las Montañas” (1989), una entrega que puede leerse tanto como una algo trillada alegoría sobre el determinismo o como el nuevo capítulo de una saga cuyo autor gusta de jugar con los códigos de la fantasía heroica mezclándolos con los de la ciencia ficción.

Como Aaricia quiere dar a luz a su nuevo hijo en su hogar nativo en el Norte y dado que la caminata hasta allí puede afectar su embarazo, Thorgal decide atravesar las nevadas montañas para conseguir un barco y regresar por mar a recogerla. Tras evitar por poco una avalancha, se refugia en una cabaña en ruinas, donde conoce a un esclavo fugado, Torric. Pero a la mañana siguiente y sin previo aviso, ambos se encuentran transportados al mismo lugar pero décadas en el pasado, cuando la cabaña no había sido devorada por el fuego y en ella vivía una hermosa y valiente joven llamada Vlana. Es la primera de una serie de paradojas que irán
modificando la corriente temporal conforme Thorgal viaja del pasado al presente y viceversa, modificando el presente con cada uno de sus actos mientras trata de desentrañar una turbia intriga relacionada con un tirano local, Saxegaard, más conocido como el Señor de las Montañas. Para resolver el bucle y recuperar su libertad, Thorgal recurre al anillo Ouroboros que el abuelo de Vlana, un sabio cretense, le legó al morir y que Saxegaard ambiciona.

El guión de Van Hamme es sólido aunque quizá alargado un poco más de lo necesario, especialmente en el último tercio, donde se suceden con rapidez nuevos giros y sorpresas. “El Señor de las Montañas” es en el fondo una historia clásica sobre viajes en el tiempo y paradojas temporales que ofrece una aproximación original al transcurrir enteramente en el mismo punto geográfico pero en diferentes momentos del tiempo y estar protagonizado tan solo por tres personajes: Thorgal, Torric y Vlana, esta última una de las mujeres más sensuales que han aparecido en la colección (aunque ya empieza a ser demasiado recurrente la idea de la fémina que cae rendida ante Thorgal a la primera de cambio).

Es este un álbum que, por alguna razón, gráficamente no está a la altura de los últimos de la
saga. Quizá se debiera a la sobrecarga de trabajo de Rosinski, que en un solo año tuvo que encargarse tanto de esta entrega como de la anterior, “Aaricia”, esta sí con una excelente factura. No obstante, incluso un trabajo menor de Rosinski tiene puntos de interés. Aunque el dibujo está menos acabado, sigue teniendo un envidiable pulso narrativo. Prueba de ello es que, pese a las limitaciones espaciales con las que tiene que trabajar (un solo lugar, tres únicos personajes), el ritmo en ningún momento decae ni la presentación se hace monótona. Como en álbumes anteriores, vuelve a llamar la atención el acierto con el que están dibujados los paisajes naturales, un aspecto en el que nada tiene que envidiar Rosinski a otro grande del comic europeo que destaca en ello: Hermann. No se trata solamente de representar un entorno exótico sino de ofrecer al lector una auténtica inmersión. En esta ocasión, tras las selvas y desiertos americanos que dominaron el Ciclo del País Qâ, retornamos a las agrestes montañas escandinavas y sus bosques invernales.

Puede que “El Señor de las Montañas” no sea uno de los mejores álbumes de la colección, pero sí constituye una muy recomendable lectura que, además, no requiere del conocimiento previo de los anteriores ya que cuenta una historia autónoma. Su original peripecia (no apta, eso sí,
para quienes se líen fácilmente con los viajes y paradojas temporales) contiene abundantes giros y sorpresas, una tensión bien dosificada y una mezcla equilibrada de ciencia ficción, aventura, misterio y fantasía.

En “Loba” (1990), encontramos a Thorgal, Jolan y la embarazada Aaricia viajando por fin hacia las tierras norteñas, pero su barco se cruza con el de Wor el Magnífico, aspirante al trono de rey de los vikingos. Éste, un individuo intrigante y lleno de arrogancia, pretende que Thorgal se una a él en una nueva expedición, pero cuando se niega, requisa su embarcación y deja al trío en tierra para que cubran a pie el camino que les resta. Dado el estado de Aaricia, Thorgal decide dejarlos acampados un par de días en el bosque mientras él se adelanta hasta el poblado y se hace con una carreta.

Sin embargo, cuando por la noche y discretamente llega a su destino y se encuentra con Solveig, antigua amiga de Aaricia, y Hierulf, el anciano consejero del fallecido rey Gandalf, se entera de que en realidad Wor es un disidente que ha tomado el pueblo por la fuerza y pretende asesinar a cualquiera que pueda reclamar derechos legítimos sobre la jefatura vikinga, en concreto los herederos de Leif Haraldson y
Gandalf el Loco. Y eso incluye, por supuesto, a Aaricia (hija del segundo) y Thorgal (hijo adoptivo del primero).

Efectivamente, con Thorgal ausente, Wor captura a Jolan y persigue a Aaricia, que se escabulle a duras penas y se prepara para dar a luz en una madriguera que ha de compartir con una loba en su misma situación. Mientras tanto, en el exterior, un jorobado al que Wor mutiló cruelmente, empieza a vengarse asesinando uno a uno a sus hombres.

“Loba” es un álbum excelente que prescinde de los elementos fantásticos y de CF para narrar en paralelo dos historias rebosantes de suspense y violencia. Por una parte, los esfuerzos de Thorgal por recuperar a su familia de las garras del brutal Wor; por otra, el trance por el que pasa Aaricia para dar a luz a su hija, a la que bautizará, precisamente, Loba.

De nuevo, Van Hamme aborda la cuestión del transcurso del tiempo en la serie. Por una parte, está el asunto del liderazgo de los vikingos, una cuestión sobre la que se volverá en el siguiente álbum, “La Guardiana de las Llaves” y que
subraya una situación de vacío de poder tras los sucesivos reinados de Leif Haraldson y Gandalf el Loco. Puede que el lector crea que Van Hamme está preparando la coronación del protagonista, cuyo valor ha quedado ya sobradamente demostrado. Y ciertamente hubiera sido una dirección interesante para la serie, pero no es eso lo que el guionista tenía en mente, tal y como veremos en siguientes entregas.

El paso del tiempo queda implícito también en el hecho de la ampliación de la familia de Thorgal con una nueva hija. Desde que comenzó la serie, el protagonista pasó de ser un héroe solitario a tener una esposa, luego ambos se convirtieron en padres de un niño y, cuando éste ya ha crecido, de una niña. Esta evolución y las nuevas responsabilidades que conlleva no han hecho sino acentuar cada vez más lo que ya era un rasgo de la personalidad de Thorgal: su aversión a la violencia (en todo caso, la utiliza sólo para administrar justicia o protegerse a sí mismo y a los suyos) y, en consecuencia, su alejamiento de los hombres. En una escena de este álbum lo vemos explicando su postura a Jolan cuando éste, tras ver cómo Wor les arrebata su barco, le pregunta a su padre por qué no quiere pelear: “Porque no quiero matar a nadie sin razón, Jolan. Yo peleo sólo cuando me veo obligado a ello”. Y a continuación, hace una
reflexión sobre la cultura vikinga de la que tan alienado se siente: “No se puede ser un hombre sin tener que estar pensando constantemente en romperle la cabeza al vecino. Los vikingos no llegarán a ser un gran pueblo mientras se contenten con robar y masacrar”.

Sin embargo y como para su desgracia comprueban los hombres de Wor, cuando se ve obligado por las circunstancias, Thorgal demuestra ser un guerrero feroz, diestro y decidido. La originalidad básica de este héroe es, precisamente, que a pesar de ser un excelente luchador detesta la violencia; una filosofía pacifista que permea discretamente toda la saga. Aun cuando Van Hamme escribe un tipo de historias muy clásicas, con narraciones lineales, personajes arquetípicos, giros propios del género y uso de clichés (el héroe varonil, noble y valiente; los villanos repulsivos; las mujeres hermosas…), consigue hacer de Thorgal un héroe de carne y hueso con el que resulta fácil simpatizar.

Los villanos de la historia están también mejor construidos que en otras ocasiones. No sólo Wor tiene carisma y astucia sino que cuenta con algunos subordinados que no carecen de peso. De hecho, resulta perfectamente verosímil que a punto estén de conseguir su objetivo, fracasando sólo por la intervención providencial de cierto personaje.

Y, de nuevo, hay que resaltar al personaje de Aaricia, que en esta ocasión recibe un tratamiento particularmente bueno –mejor, incluso, que el que habíamos visto en su propio álbum, dos entregas antes-. Aquí demuestra una valentía y fortaleza dignas de su herencia vikinga. De hecho, el título no sólo hace referencia a la hija que aquí alumbra o al animal salvaje con el que comparte el trance del parto, sino a la esencia, no siempre evidente, de su propio carácter y que aquí aflora a la superficie.

El trabajo de Rosinski vuelve a ser extraordinario, desde la espectacular portada hasta el juego de sombras (el bosque por la noche, los relámpagos de la tormenta, el fuego de un hogar) así como el acierto a la hora de utilizar el entorno natural para acentuar el dramatismo y el suspense, construyendo una perfecta atmósfera grisácea en la que pueden sentirse el frío y la humedad
que envuelven a los personajes. La composición de página es muy clásica y aunque no encontramos aquí montajes tan atrevidos como en otras ocasiones, ello probablemente responda a que Rosinski prefiere la narrativa más clara posible por encima de cualquier exhibición gráfica que no sirva a la misma. Rosinski dibuja momentos de acción creíbles y demuestra una sensibilidad cinematográfica a la hora de imprimir tensión en una escena, ya sea utilizando los planos, la secuencia de viñetas o la expresividad de sus personajes. El diseño de éstos, por otra parte, está tan logrado como de costumbre; y, también como de costumbre, es difícil encontrar algún fallo en sus páginas.

“Loba” puede contarse entre los mejores álbumes de la colección, lo cual es decir mucho tratándose de Thorgal. Es una historia realista, un thriller violento e intenso que, además, culmina en un momento de gran emotividad e importancia en la vida de los protagonistas.


(Continúa en la siguiente entrada)

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