21 may 2020

1973-CAPITÁN MARVEL – Jim Starlin (1)


Fue en 1967, todavía durante la construcción del Universo Marvel que estaban llevando a cabo Stan Lee y Jack Kirby, que ambos crearon a la raza alienígena Kree para la colección de los Cuatro Fantásticos. Por la misma época, el propietario de la casa, Martin Goodman, se dio cuenta de que podía hacerse con los derechos del nombre Capitán Marvel –ostentado anteriormente por otros dos héroes del comic, como ya conté en la correspondiente entrada-, así que le encargó a Lee que creara un personaje que obedeciera a tal denominación. A Lee aquello le sonaba a militar, así que se inventó un soldado Kree enviado a la Tierra para espiar nuestras debilidades de cara a una posible invasión de su especie.


Mar-Vell –su nombre Kree- debutó en el nº 12 de “Marvel Super-Heroes” pero no empezó a tomar auténtica forma hasta que, ya en el 17 de su propia colección, cayó en las manos de Roy Thomas y Gil Kane, que le cambiaron su atuendo de soldado espacial por uno más en la línea del superhéroe tradicional y que le permitía exhibir su llamativa cabellera plateada. Pero un cambio aún más profundo fue el que efectuaron sobre el propio concepto del personaje, acercándolo a lo que había sido uno de los rasgos característicos del Capitán Marvel de Fawcett en los años cuarenta: de la misma manera que el niño Billy Batson gritaba una palabra mágica para transformarse en Marvel, Rick Jones (antiguo compañero de Hulk y el Capitán América) entrechocaba las negabandas de sus muñecas intercambiando lugar con el Capitán Marvel, a la deriva mientras tanto en una dimensión paralela.

Pero el dúo acabó abandonando la colección en el nº 21 (agosto 72) y, sobre todo en el caso de Kane, su ausencia se dejó notar. La colección volvió a caer en la deriva aburrida sin que los siguientes guionistas (Gerry Conway, Marv Wolfman) supieran encontrar una dirección, limitándose a encadenar un villano aburrido tras otro, dibujados además por Wayne Boring, cuyo estilo ya no atraía a los lectores. Y entonces, pisando fuerte, llegó a Marvel la siguiente generación de artistas. A ella pertenecía Jim Starlin.

El fenómeno de fans de los comics convertidos en profesionales de la industria había comenzado con Roy Thomas en 1965 y no hizo sino acelerar y aumentar desde entonces. Uno de los más relevantes fue Jim Starlin, que no tardó en despuntar como uno de los mejores y más originales autores de Marvel. Y digo autor porque, efectivamente, él ideaba personajes y
conceptos, escribía sus guiones y los dibujaba, algo nada habitual por aquel entonces. De hecho, el éxito cosechado en tres colecciones le hicieron merecedor en 1973 del Shazam Award para el Mejor Artista Novel (un galardón que compartió con otro aficionado ascendido a profesional, Walter Simonson).

Nacido y criado en Detroit, Jim Starlin había sido un introvertido alumno de colegio católico y macarra adolescente de tupé grasiento además de ávido lector de comics durante la gloriosa Edad de Plata. Sobre todo, adoraba los tebeos de monstruos de la Marvel. Un día, su padre, que trababaja en la planta de Chrysler, llevó a casa papel de calcar y lapiceros de la sala de diseño de la compañía. Aquello era todo lo que Starlin necesitaba. Desde ese momento, empezó a dibujar y crear, al principio calcando páginas de comics de Superman y Batman.

Para cuando entró en la Armada a finales de los sesenta y marchó a Vietnam para pilotar helicópteros, ya dibujaba comics para fanzines como “Star Studded Comics” o creaba otros propios, como “Doctor Weird”. Su estilo gráfico estaba muy influenciado por sus cuatro favoritos: Jack Kirby, Steve Ditko, Joe Kubert y Carmine Infantino. Durante su estancia en el ejército, dedicaba su tiempo libre a seguir dibujando y, cuando se licenció en 1972, se mudó a
Nueva York, a un apartamento compartido con el guionista Mike Friedrich y otros dibujantes (Steve Skeates, Bill Dubay y, más adelante, Al Milgrom), para tratar de abrirse paso en la industria del comic-book.

Consiguió trabajo en Marvel gracias a un pequeño encargo: una historia romántica de seis páginas escrita por Friedrich. Por aquel entonces, la editorial estaba experimentando una gran expansión, pasando de publicar 16 títulos al mes a 56. Necesitaban desesperadamente personal y, además de llamar a viejos veteranos que hacía años que se habían retirado (como el mencionado Wayne Boring) contrataban a cualquiera que pudiera sostener un lapicero. Esa es la razón por la que, a pesar de su inexperiencia e ignorancia técnica, Starlin se encontrara de repente ejerciendo de
director artístico, retocando planchas de “Amazing Spiderman” o diseñando portadas a 10 dólares por página. Sin embargo, su estilo no era del gusto de Stan Lee, que pensaba que el joven no era muy bueno (una opinión con la que el propio Starlin no estaba en desacuerdo) y rechazaba la mayoría de sus portadas argumentando que carecían de dinamismo.

Starlin, que veía sus expectativas insatisfechas y poco futuro en Marvel, iba a llamar a la puerta de DC en busca de trabajo cuando recibió una llamada de Roy Thomas. A éste, por entonces editor de Marvel, no se le había pasado por alto el potencial del impetuoso joven y le propuso a él y a Friedrich ocuparse de “Capitán Marvel”, una de esas colecciones que, estando al borde de la cancelación, podía permitirse el lujo de probar algo diferente. Si funcionaba, magnífico; si no, seguiría el camino previsto al cierre.

Y así, Mike Friedrich y Jim Starlin, gozando de un amplio grado de libertad debido a la poca relevancia de la tambaleante colección, se hicieron cargo de ella en el nº 25 (marzo 73) e inmediatamente la llevaron por una dirección distinta, reinventándola como una épica espacial que mezclaba el talento para el diseño de Steve Ditko
con el dinamismo de Jack Kirby. Gracias a ellos, el personaje recibió una bocanada de aire fresco que le daría aliento para sobrevivir toda una década.

Por entonces, Friedrich llevaba seis meses escribiendo “Iron Man” y Starlin se las arregló para presentar allí la que iba a ser su proyectada némesis del Capitán Marvel: Thanos. Aprovechando una ausencia del dibujante regular y la necesidad de un fill-in, Friedrich llamó a Starlin para coguionizar y dibujar el número 55 (febrero 73). Fue aquél un número muy relevante para el Universo Marvel puesto que, además de presentar a Thanos, se pudo ver por primera vez a Drax el Destructor y los titanes Eros y Mentor. Sin embargo, el siguiente episodio, dibujado por Starlin sobre guiones de Steve Gerber, disgustó lo suficiente a Stan Lee como para que el joven aspirante a autor fuera relevado de sus funciones y se esfumaran las posibilidades de convertirse en el dibujante regular de la serie (por no hablar de la gamberrada de dibujo que él y Alan Weiss entregaron para el cuarto y último número de “The Cat” (junio 73) y que motivó las protestas de la guionista, Linda Fite, ante Stan Lee).

Pero ya daba igual, porque tan solo un mes después llegaba su primer número de “Capitán Marvel”, el mencionado 25. El primer enemigo que iba a combatir el héroe kree fue el Super Skrull en una aventura plagiada de un episodio de la serie televisiva de “Los Vengadores” y que todavía no auguraba nada especial. Pero ese arranque había sido tan solo un calentamiento y ya en la página 3 del siguiente número, el 26 (marzo 73), hilaban la historia en curso de Mar-Vell heredada del equipo artístico anterior con lo ya presentado en el episodio de “Iron Man”. Aunque el entintado de un también novato Dave Cockrum no mejoraba demasiado sus lápices, Starlin ya destacaba en la composición, la elección de los planos y las secuencias de acción. La pelea entre Marvel y la Cosa sin duda habría hecho sentirse orgulloso a Jack Kirby. Además, el lector recibía más información de Thanos, que seguía oculto en las sombras hasta su dramática primera aparición en la página 26.

Tras conquistar su propio hogar –la luna de Saturno, Titán- y masacrar a casi todos sus habitantes, Thanos no había quedado satisfecho y, tal y como revela a los héroes, su siguiente objetivo es la Tierra, a la que espera aplastar gracias a algún tipo de conocimiento secreto que tiene previsto arrancarle a Marvel. Tras su imponente figura, se distingue otra, encapuchada y cubierta por
una túnica oscura, que acompañará siempre a Thanos allá donde vaya. Su identidad seguirá siendo un misterio hasta que, números después, se revele que es nada menos que la personificación de la Muerte. De hecho, Thanos la venera y ama locamente; y es para satisfacerla que planea ofrecerle la destrucción de todo el universo. Semejante motivación, alejada de las tradicionales venganza, acumulación de poder o conquista de todo lo conocido, convirtió a Thanos en uno de los villanos más originales de la historia de los comics, un ser más allá de la moral tal y como ésta se entiende habitualmente.

La saga empezó a tomar forma apoyándose en otras colecciones, como una aventura conjunta de la Cosa e Iron Man para “Marvel Feature” 12 (noviembre 73) escrita y dibujada por Friedrich y Starlin; o, aquel mismo mes, “Daredevil” 105, del guionista Steve Gerber, en el que se incluía un flashback de cinco páginas dibujadas por Starlin protagonizado por Dragón Lunar, la hija de Drax el Destructor.

Ahora bien, Starlin no se conformaba con aportar ideas al guión y dibujar. Quería escribir la colección y pidió permiso para ello a Mike Friedrich y Roy Thomas. Éste le permitió que probara a escribir parte de uno de los números y, si los
resultados eran positivos, podría hacerse cargo de la autoría completa dado que Friedrich tenía que encargarse de otros cinco títulos. Y así fue. En el número 29 (noviembre 73), Jim Starlin ya aparece acreditado como único guionista (en posteriores episodios y presionado por las fechas de entrega o su inseguridad en los diálogos, contaría con la ayuda ocasional de Friedrich y Steve Englehart), dibujante e incluso colorista –el entintando correría a cargo de Al Milgrom, Dan Green o Klaus Janson-. Starlin se convirtió de esta forma en el primer autor completo de Marvel desde que Jim Steranko se marchara unos años antes de “Nick Furia, Agente de S.H.I.E.L.D.”

Cierto, habían existido antes casos de artistas que dibujaban sus propias historias, como Neal Adams o el mencionado Steranko, pero siempre fueron más la excepción a la regla, un fenómeno inusual e intermitente en la larga historia de los comics. Starlin fue el heraldo de una nueva era en la que los creadores se encargaban de todo lo que hacían. Es más, lo que diferenciaba a Starlin de Steranko fue la naturaleza tan personal de su trabajo. Mientras que el estilo de Steranko era una fusión de influencias externas (revistas pulp, cultura popular, cine, publicidad y otros artistas legendarios del comic), lo que creó y dibujó Starlin procedía enteramente del fondo de su imaginación.
Además y en contra lo que había sido el caso de muchos de sus colegas, Starlin no entró en el mundo profesional a través de algún tipo de taller o siendo ayudante de algún otro artista bien asentado, sino por los fanzines a los que aportaba ilustraciones. De ahí, saltó directamente a Marvel.

Hay que reconocerle al editor Roy Thomas su acierto al permitirle a Starlin una libertad casi total. El autor se le presentaba en el despacho proponiéndole un argumento resumido en dos o tres vagas frases y Thomas, sin necesidad de más pormenores, le daba el visto bueno confiando en que el joven iba a acertar hiciese lo que hiciese. Sin mencionar el caos en el que vivía sumida la editorial por entonces y que los autores de los títulos eran en la práctica sus propios editores ante la imposibilidad de Thomas de supervisar absolutamente todo el material que se publicaba cada mes, éste comentó al respecto: “En ese punto, “Capitán Marvel” iba a triunfar o fracasar de acuerdo con la visión de Jim. Aparte de tener un ojo puesto en la colección para meterle en vereda si iba demasiado lejos o hacía algo que pudiera causarnos problemas con el Comics Code, yo me limité a ser mayormente fan y admirador”. Un sentimiento que compartía con muchos lectores, que poco a poco fueron levantando las ventas del título cautivados por las ideas de Starlin; lectores que, convertidos en fieles fans, ya siempre seguirian al autor en cada uno de los proyectos que creó en los años siguientes.



(Continúa en la entrada siguiente)

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