(Viene de la entrada anterior)
El cuarto volumen de la colección, “La Galera Negra”, aparece en 1982. En él se nos cuenta cómo Thorgal y su embarazada esposa Aaricia se han asentado en una pequeña comunidad agrícola cerca del mar. Shaniah, la adolescente hija del líder de la aldea, se enamora de Thorgal, al que ve como su llave para escapar de una vida campesina que odia hacia el idealizado mundo exterior. Cuando una noche en la que Thorgal monta a caballo por la playa, ella se ofrece abiertamente, aquél la rechaza y Shaniah, despechada, le roba el rocín sólo para que, poco después, un extraño se lo quite a ella.
Al día siguiente, un contingente armado al mando del conde Ewing, de la corte de Shardar, rey

Pero su conspiración es descubierta por el príncipe y ambos están destinados a morir cuando un barco vikingo asoma por el horizonte con intención de saquear la galera. Los nórdicos resultan estar capitaneados por Jorund (al que ya habíamos visto en la “La Isla de los Mares Helados”), que libera a Thorgal para que pueda regresar a la aldea. Sin embargo, ésta ha sido arrasada y todos sus habitantes masacrados. Aaricia ha desaparecido y la única superviviente es Shaniah.

Rosinski no es solo un buen dibujante y narrador sino un excelente entintador que sabe cómo crear todo tipo de texturas, desde las nubes a la piedra de los muros de los castillos o los cascos de madera de los navíos. Su uso de la plumilla y el buen ojo en la aplicación de superficies negras es de una finura extraordinaria, lo que se evidencia en momentos en los que la iluminación es fundamental para resaltar la atmósfera o el dramatismo, como la escena

También hay que destacar en lo que a Rosinski se refiere la caracterización de personajes. Como sólo los grandes del comic saben hacer, insufla auténtica vida, personalidad y expresividad a hombres y mujeres sin caer en manierismos ni exageraciones. Siempre fiel a su estilo naturalista, sabe dotar de sensualidad a sus personajes dependiendo de su edad, carácter y papel en la trama; y hacerlo de forma más o menos directa o sutil. Es el caso de Thorgal, de Aaricia, de Ewing y también, claro, de Shaniah, una “lolita” que constituye uno de los personajes más perturbadores de esta primera etapa de la serie. Pero es que además y como se verá más adelante en otros álbumes, Rosinski se moverá con igual facilidad a la hora de dibujar seres mitológicos o grotescos.
Por su parte, Jean Van Hamme ofrece una historia más sólida y coherente que las anteriores, demostrando que conoce perfectamente

Donde sí se muestra más osado Van Hamme es en su tratamiento de los protagonistas en relación al tiempo. Como hicieron antes que él Hal Foster en “Príncipe Valiente”, Charlier en “Teniente Blueberry” o Derib en “Buddy Longway”, Van Hamme no congela a Thorgal y Aaricia en una especie de burbuja temporal, sino que ambos van envejeciendo paulatinamente y evolucionando en sus personalidades. En el curso de los cuatro primeros álbumes, por ejemplo,

A estas alturas y habiendo demostrado sus autores no sólo su capacidad para entretener sino su deseo de evolucionar, “Thorgal” se había convertido en un éxito de ventas. Ello a su vez permitió finalizar “La Galera Negra” en un cliffhanger: parece que Aaricia ha muerto, pero el lector sabe que no es así y espera que en siguientes entregas el héroe pase por las correspondientes pruebas y desafíos para reunirse con ella.
Efectivamente, la continuación vendría un año después, en 1983, con “Más Allá de las Sombras”. Traumatizado por la pérdida de su esposa, Thorgal se ha convertido en un derelicto humano, andrajoso, vagabundo y sin siquiera la capacidad de hablar. Sometido a humillaciones verbales y físicas, su único sostén es Shaniah, que aún le ama y vive atormentada por las consecuencias que derivaron de sus actos en el álbum anterior. Es ella la que cuida de Thorgal, mendiga comida para él y lo protege.

Con un compañero artístico tan sólido como Rosinski, Van Hamme bien podria haberse

Sin duda, el personaje de Shaniah es el que con diferencia más destaca en este álbum. De la joven adolescente enamorada y caprichosa que habíamos conocido en “La Galera Negra”, pasa a ser una muchacha que se ha visto obligada a crecer demasiado rápido, leal y aplastada por la carga de cuidar de un hombre al que ama pero del que no tiene ninguna esperanza de recibir el mismo sentimiento. Tan profundo es su amor, de hecho, que lo sigue al mismísimo reino de la Muerte y se sacrifica para que él pueda encontrar a su amada. A menos que se carezca totalmente de corazón, es imposible no sentirse tocado por esta trágica historia de amor doble: la de Thorgal por Aaricia y la de Shaniah por Thorgal.

Rosinski, por su parte, está ya en su mejor momento, perfecto en esta peripecia en la que se va saltando continuamente de escenario y atmósfera. Empieza en un pueblo sucio y lluvioso; sigue entre unos megalitos cuyo misterio viene enfatizado por las brumas que lo rodean; continúa en los interminables y grises pantanos y luego las selvas jurásicas; el falso paraíso y, por fin, ese vacío surcado por las líneas de la vida y atravesado por una suerte de ángeles ciegos con alas de cuchilla. No se puede poner ninguna pega a su dibujo, ya sea en la construcción de parajes,

Con “La Caída de Brek Zarith” (1984) se cierra de forma épica la historia que comenzó en “La Galera Negra” y concluye lo que puede considerarse el primer gran ciclo de la serie. Como ya se había dicho, Aaricia se encuentra prisionera del rey de Brek Zarith, Shardar, cuyos depravados cortesanos conspiran contra él. Gracias a los hechizos de su brujo Helgith y a los poderes del hijo de Aaricia y Thorgal, Jolan, el rey conoce tanto las intrigas de sus súbditos como el avance de los vikingos de Jorund y el ejército reunido por Galathorn. Las profecías, sin embargo, le señalan a un hombre distinto como principal amenaza: Thorgal. Rescatar a Aaricia y derrocar al rey no es tarea fácil habida cuenta del lugar donde se halla enclavada la fortaleza: un saliente rocoso y elevado sobre el mar.
Volveré a comenzar alabando el excelente trabajo de Rosinski, empezando desde la misma

Aunque es cierto que “La Caída de Brek Zarith no es una historia tan valiente como “Más Allá de las Sombras”, sí es puro entretenimiento, abundante en giros y sorpresas y con un uso inteligente de los clichés del género de fantasía

Contemplando la trilogía en su conjunto, pueden resaltarse algunas particularidades, como que los personajes secundarios sean los mismos durante los tres álbumes (“La Galera Negra”, “Más Allá de las Sombras” y “La Caída de Brek Zarith”), si bien no todos aparecen en cada una de las entregas por diversas consideraciones narrativas. Por ejemplo, Shardar es una presencia amenazadora en las dos primeras aventuras pero sólo lo vemos realmente en la última, descubriendo que, pese a la idea que uno podría haberse formado de él, se trata de un anciano decadente de aspecto bien poco impresionante. Pese a la degeneración que preside su corte (muy bien representada en unas escenas que parecen sacadas de un cuadro de El Bosco), Shardar es inteligente, meticuloso, despiadado y calculador, quizá el villano más peligroso de los que habían aparecido hasta el momento en la colección.

Más problemático va haciéndose, con el correr de los álbumes, encuadrar a esta colección en el género “histórico”, y no sólo por la inclusión de elementos fantásticos o de ciencia ficción. Inicialmente, se había presentado al personaje como integrado dentro de la cultura vikinga. Se menciona el año 1000, que más o menos coincide con el apogeo de los pueblos nórdicos en la Edad Media; y en el álbum que nos ocupa se utiliza un recurso, el de los espejos reflectores de luz solar para incendiar barcos a distancia, que se atribuye a los griegos en una batalla contra los romanos un milenio antes. Sin embargo, el “rigor” histórico empieza a desintegrarse en “Los Tres Ancianos del País de Arán”, cuya estética se asemeja ya más a la de un relato de fantasía heroica al uso: localización geográfica y temporal difusa y participación de personajes que por su atuendo pertenecen a momentos

Es la de Thorgal una Edad Media vaga y voluble a deseo de sus autores, que se permiten amoldarla a sus necesidades narrativas. Cuando la acción se circunscribe al mundo vikingo, se mantiene cierta fidelidad a la cultura y forma de vida de esos pueblos, pero cuando

Los tres álbumes que componen esta trilogía son, por otra parte, muy diferentes. La acción en espacios abiertos domina “La Galera Negra”, mientras que “Más Allá de las Sombras” está empapado de una atmósfera mística. “La Caída de Brek Zarith” regresa al género de la aventura, si bien ambientándose en espacios más claustrofóbicos y con un tono más desencantado (el breve discurso antimonárquico de Thorgal se antoja tan anacrónico como ingenuo). Esta última entrega ofrece

Van Hamme y Rosinski, con esta trilogía, consiguieron romper el molde hasta entonces seguido por la editorial Lombard y, con ello, aportar mayor profundidad, contenido y extension a las historias que deseaban contar. El límite de 46 páginas por álbum no había constituido un gran problema para autores de la generación anterior, como Charlier o Goscinny, en parte porque no tenían reparos a la hora de utilizar con profusion textos de apoyo, condensar escenas y sintetizar la acción. Pero ya desde los setenta, el comic europeo empezó a cederle al dibujante más protagonismo a la hora de narrar las historias. Ese carácter más, digamos, cinematográfico, significaba también que el artista requería de mayor número de viñetas para desarrollar las escenas. Si ese cambio de paradigma no venía acompañado de un aumento en el número de páginas de cada aventura, ésta forzosamente sufriría un recorte en su peso y ofrecería menos entretenimiento (al menos en el sentido clásico del término en el ámbito del comic, a saber, más tiempo de lectura).

Es por ello que las primeras entregas de Thorgal son historias autoconclusivas con poco recorrido, satisfactorias en el entretenimiento que proporcionan pero escasas en cuanto a contenido y proyección. Con esta trilogía, sin embargo, Van Hamme ensaya un nuevo format en el que, teniendo cada entrega su propia estructura interna, forman todas ellas una auténtica epopeya aventurera que, gracias al talento de sus autores, no requiere de abundantes textos de apoyo y, en cambio, utiliza de forma muy inteligente las elipsis. Será un planteamiento este que, tras un par de álbumes de transición, los autores volverán a utilizar en la que será la gran saga de la colección, “El País Qa”.
(Continúa en la siguiente entrada)
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