(Viene de la entrada anterior)
Ese número 29 fue, por tanto, el auténtico florecimiento de Starlin y del propio Capitán Marvel. Tras haberse asentado con unos cuantos episodios dominados por la acción y las peleas con los típicos villanos, Starlin se sentía ya seguro para adentrarse en territorios más arriesgados. Así, el personaje iba a tomar una orientación nueva a partir de este punto, un rumbo original que, curiosamente, vino inspirado por un programa de televisión que vió por pura casualidad.
Un sábado por la noche, Starlin estaba pasando el tiempo con algunos colegas, entre ellos Steve

Y es que esas primeras 19 páginas que realizó como autor completo no contenían las típicas escenas de acción y peleas de un comic Marvel al uso, sino una especie de psicodrama al término del cual (además de ver modificado su uniforme y cambiado el color de su pelo de plateado a rubio), el protagonista adquiría la “Conciencia Cósmica”, en virtud de la cual podía percibir lo que ocurría en el tejido mismo del universo y alcanzar una mejor comprensión del mismo. Fue este un movimiento totalmente inesperado por parte de Starlin: hacer que su héroe fuera apartado de la acción en mitad de una saga, yendo a parar a un alucinógeno plano dimensional para someterse a una experiencia que alteraría su percepción de la realidad.

En ese episodio, el antiguo militar kree libraba una pelea contra la versión más oscura de sí

A partir de aquí y dejando atrás la tosquedad gráfica que había lastrado hasta cierto punto sus viñetas, Starlin desarrolló una intensa saga que giraba alrededor de los planes de Thanos para hacerse con el Cubo Cósmico (una invención de Stan Lee para la colección del Capitán América en los 60), destruir el Universo y así satisfacer al obsesivo amor de su vida: la Muerte. El Capitán Marvel se opondría a ese formidable enemigo ayudado por la Cosa de los Cuatro Fantásticos, los Vengadores, Eros y Mentor (hermano y padre respectivamente de Thanos) y el misterioso Drax el Destructor en una aventura que saltaba entre planetas y planos de la realidad, en ocasiones trascendiendo incluso el mundo tangible, y que redefinió la épica cósmica inventada

Starlin pobló la colección de personajes sombríos que había ideado mezclando el resentimiento que sentía tanto hacia su educación católica como a su periodo de servicio militar en Vietnam -por el que recibió tratamiento psicológico a su vuelta en Detroit-. Entre sus creaciones más extrañas para el panteón cósmico de la editorial se cuenta el ser llamado Eon, El Que Espera, que vive fuera del espacio y el tiempo y que somete al Capitán Marvel a un proceso de metamorfosis tras el cual alcanzará una profunda paz emocional y espiritual incluso mientras lucha contra Thanos. No es de extrañar que aquél número incluyera una burbuja de texto en su portada que anunciara: “El Superhéroe Más Cósmico de Todos”.
Esta estimulante y osada actitud fue específica de la generación de Starlin. Como otros

Muchos aficionados no sólo entendían sino que adoraban esa especie de narrativa alucinógena. La quinta de Stan Lee o Roy Thomas nunca pudo haber contado una historia tal y como lo hacía la generación que les sucedió. Dos años después de que el Green Lantern y Green Arrow de Denny O´Neil y Neal Adams advirtieran contundentemente sobre el consumo de drogas y mientras Gerry Conway en “Amazing Spiderman” presentaba a Harry Osborne como un colgado de las pastillas al borde de la psicosis y el suicidio, el Capitán Marvel alcanzaba la “consciencia cósmica” y, de manera oblicua, animaba a sus lectores postadolescentes a “colocarse” con sus páginas gracias al trasvase que Starlin hizo de las visiones lisérgicas de una de sus principales influencias, Steve Ditko, en historias que meditaban sobre la muerte y la iluminación.

Aunque el espíritu de la extraña cosmología de la Saga de Thanos le debe mucho al trabajo de Steve Ditko, también es patente la influencia del otro pilar de los inicios de Marvel, Jack Kirby. Y no sólo en la ambientación y personajes cósmicos que Kirby había iniciado y desarrollado en “Thor” y “Los Cuatro Fantásticos” sino de la tetralogía del Cuarto Mundo que hacía aún poco tiempo había creado para DC. De hecho, Thanos es un trasunto de Darkseid (inicialmente más parecido a un humano de talla normal, pero conforme la saga avanzó y a sugerencia de Roy Thomas, Starlin lo fue agrandando hasta el tamaño y corpulencia intimidantes por los que ahora todo el mundo lo conoce); Mar-Vell (al menos hasta que alcanza la Conciencia Cósmica) es el volátil Orión; Mentor es el Alto Padre; Eros es Lightray, etc.
Además de los personajes, algunos de los temas e ideas de esta saga recuerdan a los del Cuarto

Visualmente, Starlin también aportó un alejamiento de los cánones Marvel, adoptando formas y composiciones heredadas de Will Eisner, Harvey Kurtzman o Bernie Krigstein pasadas por el filtro de Steve Ditko (influencias que también adoptarían, por cierto, Rich Buckler, George Perez o Frank Miller). Esto le dio a Starlin un estilo particular e inmediatamente reconocible que se distanciaba de la línea gráfica oficial de la casa, centrada sobre todo en imitar a Jack Kirby con el detallismo de un Neal Adams o un Bernie Wrightson. Sus figuras le debían también mucho a Gil Kane, del que adoptó las distorsiones anatómicas, las posturas forzadas y el dinamismo.

Parecía mentira que en tan solo nueve números hubiera cambiado de forma tan radical una colección moribunda y su personaje protagonista, catapultándolo de trifulcas ordinarias junto a compañeros superhéroes como Iron Man o la Cosa a las profundidades del espacio, donde adquirió nuevos poderes haciendo del sistema solar su campo de batalla. Tras cumplir su misión y derrotar –temporalmente- a Thanos, parecía el momento indicado para tomar aire, darse un respiro. En aquél último episodio Marvel intercambiaba cuerpo con Rick Jones, que ataba un cabo suelto más rompiendo su relación con Lou Ann. Por supuesto, la nueva amenaza no andaba lejos, en esta ocasión bajo el nombre de Nitro, un individuo capaz de hacerse explotar y recomponerse a continuación. Jones convoca a Marvel, que es una y otra vez derribado por el villano.
La portada de aquel número llevaba una de esas melodramáticas leyendas características de

También es cierto que esta breve etapa adolece de algunos problemas. Estamos ante el primer trabajo de Starlin y su dibujo, aunque mejora de forma impresionante durante su estancia en la colección, todavía está por debajo de lo que podría verse en obras posteriores. Algunos de los diálogos son cursis y relamidos. Ciertamente, no está al mismo nivel artístico, intelectual y metafísico que su trabajo posterior en Adam Warlock, pero también ello lo hace un comic de superhéroes más puro y sencillo de leer.

Sin embargo, los años setenta, cuando llegó a la industria una nueva ola de creadores que antes que profesionales habían sido rendidos aficionados, fue una época maravillosa para el comic de superhéroes y todas las síntesis de ese género con otros como la ciencia ficción, el terror, la fantasía o las artes marciales. Gente como Starlin, Englehart, Moench y otros escribían desde el corazón y dieron lugar a obras desconcertantes, desinhibidas y caleidoscópicas que reunían sin complejos

Cuando el lector salta de ver las preocupaciones de Rick Jones sobre el futuro de su carrera musical a percatarse de que la mujer encapuchada que siempre acompaña a Thanos es, literalmente, la encarnación de la Muerte, recuerda de golpe que está leyendo un comic de superhéroes. Ningún otro medio o género se atreve a mezclar de forma tan despreocupada y ecléctica ingredientes tan surrealistas. Hay una viñeta en el nº 27 que yuxtapone a Mentor, el líder de Titán, y el Super Skrull, ambos concluyendo sus monólogos con la misma frase, “¡Nuestro poder será nuestro derecho!”, tratando deliberadamente de despistar al lector con un ramalazo de ambigüedad moral. Sí, es un recurso obvio y poco sutil, pero se agradece que Starlin –que, recordemos, acababa de empezar a escribir comics- lo intentara.

En cualquier caso, Starlin había conseguido levantar las ventas de la colección y podría haberse quedado en ella hasta que su propio cansancio las hubiera hecho bajar de nuevo, pero quería probar cosas nuevas. Tras dejar Marvel y mudarse a California, se reunió con su amigo Mike Friedrich en su recién estrenado sello Star Reach Publications, que llevó el modelo empresarial de las grandes editoriales al mundo del comic underground pero permitiendo que los autores conservaran los derechos sobre su trabajo. Sin embargo, no

En poco tiempo, Starlin alcanzó el estatus suficiente como para negociar con Marvel sus royalties a cambio de colaborar para su sello Epic con “La Odisea de la Metamorfosis” y la colección de novelas gráficas, para la que además de la entrega de “Dreadstar” aportaría el primer lanzamiento de esa línea, el mencionado “La Muerte del Capitán Marvel”.
Nadie podría haber supuesto al leer “Iron Man” 55, que aquel humilde episodio sería el comienzo de una de las sagas más intensas y originales de Marvel que, además, vería su final años después nada más y nada menos que con la muerte del héroe que la protagonizó. Y ello fue gracias a que los conceptos presentados en ese número fueron hijos exclusivos de Jim Starlin, quien impuso un sello tan personal en ellos que hizo imposible que cualquier otro tras él hiciera nada destacable con esas ideas y personajes. En poco tiempo y prácticamente en solitario, rescató de la cancelación un título que había nacido con la aspiración de ser –debido a su nombre- colección bandera del Universo Marvel pero que no había hecho sino sumirse en una larga monotonía, y le aportó una escala épica cuyo eco ha llegado hasta el mismísimo Universo Cinematográfico Marvel, muchos años después.
(Finaliza en la siguiente entrada)
Te felicito por lo bien manejado e informativo de tu blog y que al día de hoy lo mantengas.
ResponderEliminar