3 abr 2020

2017- NO TE CANSES DE CAMINAR – Teresa Radice y Stefano Turconi


El origen de la frase que sirve de título a esta obra, “Nunca Te Canses de Caminar”, se explica prácticamente en la página final de la obra, pero su significado para los personajes y para el lector está presente aunque implícito en toda la historia: no abandonar nunca la esperanza, seguir moviéndose de un lugar a otro física, mental, espiritual y, en definitiva, vitalmente.



En el puerto de Génova, en 1933, una anciana acompaña a sus hijos y nieta para despedirlos en su viaje de emigración a Argentina. Sabe que no los volverá a ver. A continuación, toma el tren y regresa a su ahora solitaria casa en el pueblo de Vererzzi, en Liguria. Inmediatamente y vía una amplia elipsis, saltamos a 2013. A esa casa llegan para establecerse y comenzar una nueva vida la italiana Iris (tataranieta de aquella anciana) y su pareja, el sirio Ismail.

Iris se gana la vida como ilustradora de animales para revistas de Naturaleza. Ismail, por su parte, ha conseguido un puesto de profesor de árabe en la escuela de idiomas, pero antes debe regresar a Damasco unos días para ayudar a sus antiguos colegas a vaciar un museo. En su ausencia, Iris descubre que está embarazada y en ese punto sus historias se bifurcan en dos realidades muy distantes geográfica y vitalmente. En una Siria en descomposición y cada vez más sumida en el caos de la guerra civil, Ismail sobrevive apenas a un ataque terrorista y, sin documentos ni teléfono, inicia una ordalía de supervivencia que le llevará a atravesar su destrozado país y pasar como inmigrante ilegal a Egipto primero y Libia después para tratar desesperadamente de regresar a Italia y reunirse con Iris. Ésta, mientras tanto, sin forma de saber qué ha sido de Ismail o siquiera si aún está vivo,
vive su embarazo en solitario y sumida en la angustia, recurriendo a la ayuda de buenos amigos, descubriendo los secretos de la historia familiar y reconciliándose con su conflictiva madre, Maite. Ambos, Ismail e Iris, tendrán que seguir con sus vidas como pueden sin abandonar la esperanza de reencontrarse.

A lo largo de la peripecia vital de ambos, el lector tendrá que ir reuniendo y ordenando las piezas de otras historias del pasado: de Maite cuando era joven en Argentina e Italia; de Ismail de niño; del padre jesuita Saul antes de establecerse en Siria; del viaje de Iris en el que ella e Ismail se conocieron y cómo evolucionó su relación… La historia abarca un arco temporal de cuarenta años y serpentea entre lugares y tiempos, derivándose de la trama principal otras secundarias que hay que colocar en su debido segmento temporal y que obligan a retroceder a páginas anteriores para recuperar y repasar tal o cual detalle o conversación que nos ayudarán a completar el gran puzle familiar.

“No te Canses de Caminar” es una historia que se apoya más en sus personajes que su trama
sin que por ella esta última se haya descuidado. El amplio plantel de participantes, principales y secundarios está perfecta y verosímilmente caracterizado. Iris es una joven mujer, inteligente, curiosa y con sensibilidad artística. En su personal viaje hacia la maternidad irá realizando diferentes escalas, descubriendo unas cartas que le revelarán el turbulento pasado de su madre y experimentando la nueva sensación de tener una nueva vida en su interior. Quiere fundar una familia “tradicional”, pero carece de referentes puesto que ella misma no tuvo una. Sin embargo, no se amilana y está dispuesta a intentarlo a toda costa. Es, en resumen, una mujer fuerte, decidida y que expresa sus emociones sin dejarse llevar por ellas.

Ismail, por su parte, es un hombre de inclinación intelectual y artística que se ve obligado a someterse a un devastador desafío físico y emocional en el curso del cual descubrirá las peores y mejores facetas de sí mismo. Ama su tierra, su cultura y la belleza en todas sus formas y sabe transmitir ese amor a los demás. Su fortaleza es tanta como su fragilidad, rasgos que comparte con su país natal, una Siria cuyo espíritu y riqueza humana, cultural y material está siendo arrasada por sus propios habitantes.

Maite, la madre de Iris, es una mujer dura, gruñona y de carácter volcánico, pero cuya fachada de cinismo esconde tanto un corazón de oro como un buen puñado de secretos de los que se avergüenza. Tiene un punto excéntrico y mantiene las distancias con su hija, aunque las razones para ello quedan bien explicadas. El padre Saúl, mentor de Iris e Ismail, es un jesuita italiano que vive en Siria, en una comunidad multirreligiosa que ha fundado en las montañas y donde acoge a todo aquel que llegue de buena voluntad sin tratar de inculcarle su fe. Es un hombre generoso, modesto y sabio de carácter sensible y dulce pero indomable. De hecho, es un pilar fundamental de la historia y en buena medida la inspiración de la misma, puesto que los autores conocieron a quien les llevó a crear este comic en un lugar semejante durante un viaje a Siria en 2007.

Estos son los personajes principales, los que llegan al corazón del lector y soportan el peso de la trama. Pero hay muchos otros igualmente bien caracterizados aun cuando su intervención en la misma sea menor, como Tiz, la “tía” de Iris (en realidad, la mejor amiga de su madre desde la adolescencia), una mujer serena y conciliadora; o Ale, la gran amiga de Iris, a quien le debe haberse atrevido a seguir sus inclinaciones artísticas y que siempre está allí para apoyarla…

A menudo el comic moderno hace hincapié en las imágenes sobre el texto. El autor consumado es aquel capaz de transmitir mucho con la sola fuerza de sus dibujos sin requerir de palabras
adicionales. Ello ha hecho que muchas obras sean tan rápidas como fáciles de leer (lo que no quiere decir, ojo, que sean sencillas de realizar), comics que se terminan en un suspiro. “No Te Canses de Caminar” es el caso contrario. A veces para mejor, a veces no tanto. Es un tebeo absorbente por su trama, por sus personajes, por su estructura, por su dibujo y por lo bien que todo ello se combina en muchas escenas. Ello hace que uno se sienta impelido a engullirlo de una sentada, a continuar leyendo página tras página sin parar.

Sin embargo, hay dos cosas que conspiran contra esa inclinación. En primer lugar, su abultada extensión de 320 páginas; y en segundo lugar, por la abundancia de texto. No tanto en los diálogos como en páginas dedicadas exclusivamente a la prosa y en las que Iris va escribiendo sentidas cartas a su futuro hijo. En otras ocasiones, los textos dominan las planchas en forma de cartas, diarios de viaje, boletines de noticias, extractos de documentales o densas reflexiones de alguno de los protagonistas (en los que la caligrafía, por cierto, juega también un papel muy importante). Aunque el uno no pueda escuchar las palabras escritas o pensadas por el otro, son éstas las que mantienen unidos desde la distancia a Ismail e Iris. Son pasajes muy literarios y bien escritos, pero en mi opinión alargan y cargan en exceso la historia, entorpecen el ritmo y no siempre son necesarios para redondear el mensaje o los personajes más allá de la autosatisfacción que en ellos obtenga la guionista.

Dicho esto, no es que Radice y Turconi no sepan mantener las palabras a raya cuando ello es necesario y, de hecho, hay muchísimas escenas que carecen de ellas y cuyo impacto emocional, por llegar de forma más directa a nuestro cerebro, es mucho mayor.

Por las razones expuestas, “No Te Canses de Caminar” es un libro que por su estructura,
extensión y densidad pide al lector que se detenga de cuando en cuando a respirar (está dividido en diez cómodas partes); asimilar las palabras que ha leído, las imágenes que ha visto; las emociones que ha sentido y reflexionar sobre los temas que plantea.

Y es que Teresa Radice y Stefano Turconi han creado una historia de amor sencilla, directa y entrañable pero también caleidoscópica: amor sin reservas entre un hombre y una mujer; romántico entre dos mujeres, entre madre e hija y de la madre por el hijo aún no nacido; amor por la belleza de la Naturaleza y el arte del Hombre; por la diversidad cultural; por la sabiduría que nos puede brindar el pasado; por toda la especie humana; por la Vida, en definitiva.

Pero ojo, porque con todo su lirismo, la historia tampoco escatima en oscuridad y dureza.

Ismail e Iris son dos jóvenes con talento, muy diferentes pero al mismo tiempo compatibles, que sólo quieren amarse y compartir una vida en común cuando de repente se encuentran separados y engullidos por una realidad que les –nos- ha rodeado durante años en los boletines informativos, una realidad de
terrorismo y guerra civil, de pateras repletas de hombres y mujeres huyendo de la muerte o la miseria, de desaparición anónima en el mar sin que a nadie parezca importar. Es una historia sobre Siria, su belleza y las brutalidades que la están arruinando. Pero también de salvación, como sugiere su título. Porque si se sigue caminando, siempre se llegará a algún sitio.

La separación de Iris e Ismail, permite narrativamente a sus autores integrar muchísimos otros temas, tanto de actualidad como atemporales: el poder benéfico a veces y perverso otras de la religión; el origen y las consecuencias del odio; la capacidad sanadora del amor; la experiencia de la maternidad; la diversidad cultural; la guerra; la maternidad; los prejuicios; los traumas del pasado; las rencillas familiares; la resistencia del alma humana ante la adversidad; la evolución moderna de la institución familiar…

El fenómeno de la inmigración, en concreto, está examinado muy de cerca, mostrándonos las penalidades de aquellos que huyen de la violencia y la miseria arrostrando todo tipo de peligros (el desierto, la inanición, las mafias, el mar…). El cruce del Mediterráneo que lleva a cabo un física y emocionalmente exhausto Ismail a bordo de una sobrecargada patera es particularmente impactante, poniendo cara, pensamiento y sentimiento a quienes viajan con él en vez de
presentarlos como las meras cifras que se dan en los noticiarios. A estas alturas estamos tan saturados de información sobre la inmigración, que nos hemos insensibilizado; cerramos los ojos al indiscutible hecho de que hay guerra en Siria, que hay seres humanos sufriendo y muriendo ante la indiferencia de los acomodados europeos. Este comic nos presenta un punto de vista, el de las víctimas, primero de las atrocidades de sus compatriotas y luego de esa indiferencia occidental, que no podemos ni debemos ignorar. Sólo por el retrato que esta obra hace de la gran tragedia humana que está aconteciendo a las puertas de nuestro continente, ya merece la pena su lectura.

El debate público del multiculturalismo a menudo oscila entre la tesis del choque de
civilizaciones y la retórica facilona de la integración y la apertura absolutas. Uno podría, legítimamente, temerse al empezar el comic tras ver la portada y recorrer sus primeras páginas que se ha topado con una historia de ánimo edificante, otro potaje de buenos sentimientos que se esconde de los mil problemas de la inmigración tras una pantalla de corrección política. Y sí, en estas viñetas abundan los buenos sentimientos, pero no el sentimentalismo, las “soluciones” ramplonas o la prédica de enseñanzas políticas o existenciales. En este sentido, los autores consiguen la cuadratura del círculo al alejarse de los registros a los que nos han acostumbrados los medios de comunicación y, sin embargo y al mismo tiempo, ofrecer una historia impermeable al cinismo. Leer estas páginas desde el sarcasmo es como pisotear una flor hermosa.

Esquivando la tentación de aleccionar al lector, el registro del comic es enteramente subjetivo,
narrándose la historia exclusivamente a través de los ojos, pensamientos, recuerdos y sueños de los protagonistas. Esta subjetividad no es un ensimismamiento que distancie al lector del mundo real, ni mucho menos, sino una sucesión de experiencias de distintas personas en diferentes lugares y tiempos con las que podemos simpatizar y que transmiten valores sin imponerlos, que exponen un punto de vista sin fosilizarlo en manifiesto político o simple fórmula retórica. La forma en que los asuntos propios de nuestro tiempo se entrelazan con las vidas íntimas de los personajes, a veces en sintonía con ellos a veces contradiciendo sus instintos y sensibilidades, hace casi imposible extraer conclusiones fáciles ni simplificaciones de las situaciones que viven.

Por esta razón y conforme se avanza en la lectura del comic, se hace evidente que su historia no puede ser completamente ficticia, una impresión que queda confirmada por la nota que los autores incluyen al final. Algunas viñetas son demasiado vívidas, algunas dinámicas personales, diálogos, emociones… son demasiado complejas y detalladas como para ser el resultado de una “simple” invención poética. Es, por tanto, un difuso campo en el que se mezcla lo autobiográfico con lo ficticio para crear una especie de hiperrealismo emocional del que también beben obras como “Blankets” de Craig Thompson, “Píldoras Azules” de Frederik Peeters o “El Almanaque de Mi Padre” de Jiro Taniguchi.

Aparte de su innecesaria extensión y la sobreabundancia de texto, la obra tiene otros excesos, sobre todo algunos momentos –no muchos ni muy largos- en los que la historia se endulza en exceso y cae en el lirismo fácil. Pero concentrarse en esos detalles sería una estupidez dado que sus logros son con mucho más numerosos y de mayor peso.

Stefano Turconi hace un trabajo extraordinario en el apartado gráfico. El suyo es un estilo semicaricaturesco en el que se pueden encontrar trazas de Disney, del mundo del dibujo animado y de los comics infantiles por los que él y Teresa habían destacado desde que colaboraron por primera vez en 2003. Turconi tiene un trazo suelto, ligero pero que exhibe una elegancia muy italiana y rebosante de movimiento en su simplicidad. Simplicidad, por otra parte, sólo aparente porque los fondos, la ambientación y la narrativa están tremendamente elaborados. La plasticidad de las figuras y la capacidad para transmitir sentimientos gracias a las expresiones faciales, las miradas o los gestos y posturas del cuerpo, son asimismo magníficos y reminiscentes del arte del gran Will Eisner.

No puede dejar de mencionarse su dominio del color y la luz a la hora de recrear momentos,
atmósferas y sentimientos. Utiliza siempre tonos suaves y discretos pero bien matizados para transmitir la cálida intimidad de un momento doméstico, el agresivo calor del desierto, una fresca mañana en los Alpes italianos, un atardecer en la Liguria rural… Además, cambia el estilo gráfico cuando dibuja los flashbacks del pasado de Maite, aplicando directamente los lápices de colores, utilizando tonos más vivos (rojos, naranjas) y ejecutando las escenas de una forma aparentemente más descuidada, menos definida. Ello tiene un propósito narrativo (el de ayudar al lector a situar el momento en el que transcurre la escena) pero también representa el funcionamiento de nuestra propia memoria, que conserva menos los detalles de fondo que la huella emocional que nos dejan los recuerdos.

La lectura de “No Te Canses de Caminar” ofrecerá al lector una perspectiva poco usual de un gran problema global más allá de la cacofonía dispersa, cínica y distante que ofrece el debate público y la tendencia al espectáculo y el melodrama de los medios de comunicación. No es esta una lectura intelectual sino una experiencia de descubrimiento y comunión emocional que apela al corazón; una oportunidad para detenerse por un momento y recordar la sencillez y calidez del contacto humano, la importancia de tomar el pulso a las noticias más
allá de los clichés, reflexionar sobre nuestros hábitos y prejuicios, desafiar todo aquello que damos por sentado y pensar en lo que nos resulta incómodo. Y todo ello de la mano de unos personajes tan vivos y reales que será imposible no llorar y reír con ellos.

Un comic exigente por su densidad y longitud, que necesita de un lector adulto y sensible que esté dispuesto a invertir en él paciencia y complicidad, pero que a cambio le recompensará con una historia que le hará sentir y pensar dejándole un recuerdo imborrable.


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