El espía francés retirado Max Fridman nació en las páginas del primer número de la revista italiana “Orient Express” allá por 1982, con la aventura “Rapsodia Húngara”, de la que ya hablé en su respectiva entrada. Habría que esperar hasta 1985 para leer la segunda, entre los números 6 y 12 de la cabecera mensual “Corto Maltés”, con una extensión algo menor (60 páginas) pero mucho más pulida argumental, gráfica y narrativamente.
Se trata de una peripecia que conecta directamente con el final de la anterior, aunque

En ese contexto, Max Fridman llega a la ciudad en un viaje de negocios para su empresa de importación de tabaco, pero su reputación le ha precedido y los espías rusos le creen en misión para los servicios de inteligencia franceses y con el propósito de hacerse con Stern. En el barco en el que viajó hasta Estambul, conoce a la atractiva Martha Witnitz quien flirtea con él y se convierte, a su vez, en objetivo. Por otra parte, Max recibe la ayuda de su amigo y antiguo colega Guy Varand que, aún en contacto con la inteligencia francesa, no quiere involucrarse del todo en un asunto para el que no ha recibido órdenes. Otra pieza del rompecabezas es un tal Slatek, antiguo bolchevique y que también y por algún motivo parece interesado en ayudar a Fridman.

Una de las características que distinguen “La Puerta de Oriente” de la anterior “Rapsodia Húngara” es que ahora el antihéroe protagonista se ve involucrado accidentalmente en una intriga a la que nadie le había enviado. Se puede leer y entender lo que ocurre sin conocer el episodio precedente y aun cuando la identidad de Besucov resulta ser la de un personaje ya presentado en aquél.
Giardino aprovecha al máximo el exótico entorno que brinda Estambul, una ciudad que, como sucedió con Budapest en aquellos años previos al estallido de la Segunda Guerra Mundial, fue un hervidero de espías, un refugio para exiliados y fugitivos y un puerto seguro para contrabandistas de mercancías y personas. Fridman se pasa

Giardino consigue que el lector no se pierda por entre los callejones de la ciudad o las intrigas de occidentales y orientales, rusos, turcos o franceses de diferentes filiaciones políticas. Intrigas siempre cambiantes en función de los intereses de los jerarcas y en las que, a las puertas de una nueva guerra que todos los participantes dan por segura, nunca anda lejos el doble juego, el engaño pragmático, las falsas

Max Fridman no ha experimentado ninguna evolución desde “Rapsodia Húngara”, lo cual tiene cierto sentido. Al fin y al cabo, es ya un hombre maduro, con una amplia y a menudo traumática experiencia vital a sus espaldas y es difícil que lo vivido en Budapest haya contribuido a cambiar ni su opinión sobre la naturaleza humana ni sus aspiraciones vitales, que se reducen a pasar el tiempo tranquilamente en Ginebra dedicado a su hija y a su pequeño negocio. Trasunto físico del propio Giardino, sigue siendo un antihéroe, alguien que se ve obligado a actuar por presiones externas pero que preferiría quedarse al margen. Es introvertido, amante de la comodidad y admirador de la belleza, consciente de su vulnerabilidad y asustadizo ante las explosiones de cualquier tipo (un trauma derivado de su participación en la Guerra Civil Española); pero también y contra lo que podría esperarse, es

Como en toda buena historia que tenga una guerra de fondo –aunque en este caso no se esté librando todavía con cañones y bombarderos-, no falta la tragedia y el romance. La primera está representada por Stern, un judío inofensivo e indefenso que sólo busca escapar de la tiranía, sea la de los rusos de Stalin o la de los nazis de Hitler. El segundo surge entre Max Fridman y Martha Witniz. En realidad, Giardino insiste en presentar a los personajes como peones en una partida que les supera ampliamente y sobre la que tienen poco

El comic, a mi parecer, no está exento de algunos defectos. Giardino no consigue toda la sutileza

Gráficamente, “La Puerta de Oriente” ha envejecido mejor que su predecesora, en parte gracias a un coloreado más cuidadoso –aunque a mucha distancia de los matices y profundidad que se alcanzan hoy en día- que enfatiza la mezcla de atmósferas que impregna la parte vieja de Estambul, entonces menos una atracción turística que un lugar vivo de auténtico colorido local. Giardino refina todavía más su elegante línea, tanto en las fisonomías como en los detallados

Con poco que envidiar a una novela de John Le Carre o una película de Alfred Hitchcock, “La Puerta de Oriente” es un comic de gran calidad y una innegable clase, tanto en su historia como en su dibujo. Imprescindible para los amantes del comic de corte más clásico y los del género de espías.
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