26 abr 2020

1991- POR AMOR AL ARTE: EL CASO VAN ROTTEN – Le Tendre-Rey, Behé


En 1991, la editorial Dargaud lanzó una nueva colección cuya premisa era la de álbumes autoconclusivos con intrigas detectivescas relacionadas con el mundo del arte y cuyo título genérico fue, precisamente, “Por Amor al Arte”. El primer álbum, “El Caso Van Rotten”, estuvo guionizado por Serge Le Tendre (veterano escritor que ya había tocado el comic de intriga en su serie “Jerome K.Jerome Bloche”) y la escritora Pascale Rey (que luego se especializaría en novela histórica).


El millonario De Mercier muere en un supuesto accidente de caza y cuando se examina su patrimonio sale a la luz un cuadro que se creía perdido de un apreciado pintor del siglo XVII, Van Rotten. Después de ser autentificado, sale a subasta en Ginebra y es adquirido por otro potentado, Schmidt, que ya poseía las otras dos partes de ese tríptico. Acto seguido, expone en una galería la obra, ya completa, a la espera de un comprador.

Y es entonces donde entran en juego Greg y Anthea, dos estudiantes suizos de arte que como parte de un trabajo de clase centrado en la figura de Van Rotten, visitan la exposición. Un comentario jocoso de Greg respecto a que el recién descubierto cuadro es falso, les pone en el punto de mira de una trama que cree que ellos saben más de lo que deberían. No tardan ambos en verse involucrados en una conspiración criminal de estafadores, falsificadores y asesinos.

El interés de “El Caso Van Rotten” se centra en su trama más que los personajes. Los dos protagonistas Greg y Anthea, descansan en tópicos bien conocidos: el primero es un vividor bohemio, caradura, mujeriego y holgazán; la segunda es la burguesa de clase alta, elegante, altanera y aplicada en todo lo que hace. Por supuesto, la dinámica entre los dos (como sucedía en tantas ficciones de este tipo, desde “Límite 48 Horas” y “Arma Letal” hasta “Luz de Luna” o “Remington Steele”) se basa en el continuo c
hoque de personalidades contrapuestas, conflictos en los que menudean el sarcasmo y el humor. Como suele ser el caso, las habilidades y peculiaridades de cada uno de ellos aportarán su parte en la resolución del misterio. Nada nuevo, por tanto, en este apartado. Sí es interesante que el guionista, por muy diferentes que los haya creado, les haya dado un campo de interés compartido más allá de salir del apuro en el que inadvertidamente se meten: su amor al arte, una pasión que cada uno expresa y aborda de manera distinta: mientras que Anthea es meticulosa y académica, Greg es espontáneo y desordenado.

La trama, que hasta cierto punto es previsible para el lector veterano en el género policiaco, sí cuenta con un buen ritmo y con final adecuado que tanto sirve para considerar el álbum como historia autoconclusiva como para dejar la puerta abierta a una posible continuación que profundice en los personajes y su relación. Es una lástima que la editorial que lo publicó en España, Grijalbo, se detuviera en la segunda entrega porque en Francia, Dargaud sacó dos volúmenes más, escritos también por Le Tendre y dibujados por Jean-Pierre Danard y François Pierre.

En cuanto al dibujo, corre a cargo de Joseph Griesmar, más conocido como Behé, y que tras iniciarse en el mundo gráfico en la ilustración infantil y la publicidad, comenzó su carrera en el cómic a finales de los ochenta. Este es, por tanto, uno de sus primeros trabajos y algo se nota. Pero aparte de algunas rigideces en las figuras y las expresiones faciales, se puede decir que es una obra sólida en términos generales y en la que no hay nada que chirríe demasiado. Como suele ser la norma en los autores franceses, presta una atención meticulosa a los fondos, ya sean interiores o exteriores, no sólo para que la acción quede perfectamente localizada y definida, sino para crear atmósfera. Por otra parte, Behé hace un muy acertado uso del color que en buena medida ayuda a disimular sus carencias.

“El Caso Van Rotten” no es un comic que vaya a cambiar la vida de nadie –tampoco lo pretende- pero sí una historia detectivesca muy entretenida con la que pasar un rato agradable y con los alicientes de estar ambientada en el siempre fascinante mundo del mercado del arte y en las calles de Ginebra, un agradable cambio respecto a la mayoría de los thrillers, que prefieren localizaciones a priori más sucias y conflictivas.

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