A menudo se piensa en Praga como en una ciudad mágica, un lugar misterioso y atmosférico repleto de leyendas y mitos que inspiraron a literatos como Franz Kafka o Gustav Meyrink. Es una imagen de postal muy publicitada por las agencias de viaje y, en honor a la verdad hay que decir que no les falta razón. Durante muchos años, Praga fue uno de los centros de la cultura europea, cuna de escritores, artesanos y artistas, y esa es la época dorada en la que la capital de la moderna República Checa le gusta verse reflejada.
Sin embargo y durante décadas en el siglo XX, el ambiente de la histórica ciudad no sólo fue muy diferente a ese que mencionamos, sino opuesto al mismo. Los de la tiranía comunista no fueron años fáciles para nadie y poca gente hoy quiere recordarlos. Uno de ellos es el autor italiano Vittorio Giardino. Si con su personaje Max Fridman exploró los horrores de la guerra y el comienzo del nazismo, con la serie “Jonas Fink” nos ofrece la crónica de una joven Checoslovaquia antes de la caída del Muro de Berlín, crónica articulada bajo la forma de un drama costumbrista que narra el tránsito de la infancia a la madurez de un joven en una sociedad castigada por un gobierno totalitario.
En el primer álbum, “La Infancia”, conocemos a Jonás, un muchachito de trece años, curioso y

Es el comienzo de un larguísimo calvario para Jonás y su madre, Edith, que se prolongará años y durante el cual no sólo no tendrán noticias del paradero del padre y esposo, sino que, marcados con el estigma de “familia de un enemigo del estado” -por no hablar de sus antecedentes burgueses y su condición de judíos-, se verán excluidos de la sociedad. A la madre, abandonada por casi todas sus amistades, no se le permite trabajar ni por cuenta propia ni ajena y el joven Jonás es apartado obligatoriamente de sus estudios, viéndose obligado a aceptar pequeños empleos mal pagados. Dejados de lado por los amigos y vigilados y acosados por la policía secreta, forzados a vivir en una buhardilla miserable y malvivir con el poco dinero que consiguen obtener, Jonás y Edith viven en una continua incertidumbre sobre su futuro inmediato.

En las amargas circunstancias que ha de vivir, Jonás corre el riesgo de embrutecerse, acostumbrarse a la vida que le han impuesto y, en un futuro muy cercano, ver sofocada en alcohol la llama de curiosidad y rebeldía que anida en su espíritu. Pero tiene la fortuna de descubrir que entre las ovejas que se dejan plegar por el miedo al Partido se ocultan luchadores que se niegan a poner límites a sus ambiciones intelectuales y políticas: el librero que traduce a escondidas libros prohibidos; o los muchachos con los que entabla amistad y que a escondidas componen y

El primer álbum había servido de una suerte de prólogo en el que se presentaban los personajes centrales y se describía el entorno que iba a servir de escenario sobre el que discurrirían sus vidas y que compartían millones de personas en el mundo comunista europeo de mediados del siglo XX. Gracias a su amplia extensión, el segundo álbum, ya se mete de lleno en la trama. Por una parte, los acontecimientos se suceden a un ritmo más rápido: nuevos trabajos, nuevos amigos, el encuentro del amor y los primeros y torpes intentos de seducción o la complicación de su relación con una Edith cada vez más envejecida); y, por otra, la sustitución del coprotagonismo que Edith tenía en el primero se sustituye por el más coral de un amplio reparto de personajes.

Mientras que en el caso de las peripecias de Fridman la situación política venía dada, en Jonas Fink el lector la va descubriendo conforme lo hace el propio personaje en su camino a la madurez. Así, mientras que las peripecias de Fridman forman una suerte de episodios autoconclusivos –aunque insertos en una trayectoria vital- que pueden ser abordados de forma independiente, los álbumes de Jonas Fink no tienen sentido leídos de forma aislada. Cada uno desarrolla un momento de su tránsito a la vida adulta (la pérdida de la inocencia, el contacto con el mundo laboral y social desde el punto de vista de un marginado y el descubrimiento del amor y la asunción de compromisos intelectuales y políticos), pero todos ellos han de leerse en orden para poder entender plenamente la evolución del personaje.
Jonas y sus padres son judíos, una elección que para Giardino fue totalmente intencionada. Su

Porque “Jonas Fink” es también un manual de las insidiosas formas que tenían los regímenes comunistas tras el Telón de Acero de aplastar las vidas de aquellos que, por cualquier motivo, constituyeran un estorbo. Ello se hacía no necesariamente a través de la violencia directa, sino recurriendo a la exclusión y estigmatización sociales, convirtiendo sus existencias en algo precario, incierto, supervisado y miserable: prohibición de trabajar, prohibición de tener amigos, de aprender… Gente normal

Así, Jonás, que tenía la capacidad y la actitud necesarias para triunfar en todos los ámbitos de la vida, no solamente pierde su infancia, sino que se ve obligado a entrar en el mundo de los adultos demasiado pronto. Tiene que abandonar sus estudios y, por tanto, distanciarse de la gente de su edad. Gracias a espíritus más o menos libres pero generosos (Slavek, Pinkel) consigue trabajo, pero el fanatismo político le vuelve a arrebatar parte de su vida en la forma de Tatiana, con quien inicia una relación sentimental que los padres de ella, asustados por su condición de hijo de un preso político, deciden cortar. Las vidas de Jonás y su madre están continuamente al filo de ser aplastadas material y emocionalmente por la eficiente maquinaria represora del estado.
La descripción que de todo ello hace Giardino está basada en parte en relatos de primera mano


Otra de las ideas que el autor deseaba transmitir era el hecho de que nuestras vidas están influidas y condicionadas por nuestro marco histórico. Lo que podemos hacer en la vida no es siempre lo que queremos, sino lo que nos dejan. No se pretende tanto sugerir un sentimiento de amargura y hostilidad hacia las circunstancias históricas como mostrar la forma en que nos afectan. El que una persona nazca en otro momento y lugar puede significar, por ejemplo, que sufra una guerra en vez de vivir apaciblemente toda su existencia; venir al mundo en un régimen

Giardino refleja bien el ambiente opresivo que planea sobre la sociedad. En la taberna donde acuden tras el trabajo Jonas y su jefe Slavek para relajarse con unas cervezas, la actitud de los clientes es siempre cautelosa y desconfiada, dominados por el miedo de que cualquier comentario descuidado pueda llegar a oídos de un confidente y acarrear nefastas consecuencias. Los únicos momentos en los que se ve a los personajes relajados es en la intimidad de sus hogares o alejados de los lugares concurridos, como el parque donde se reúnen los muchachos a leerse unos a otros libros prohibidos por las autoridades. Esos muchachos son la chispa de esperanza que Giardino introduce en la historia, representantes y pioneros del movimiento que años más tarde, en 1968, trataría de reivindicar –sólo para ser aplastado ante el vergonzoso silencio de la izquierda occidental- un mayor grado de libertad. Hay también otras muestras de la rebeldía y la tenacidad del espíritu solidario incluso bajo regímenes totalitarios: la amiga de

Hay síntomas de rebeldía, de inconformismo, pero no creo que quepa hablar de heroísmo en esta historia. Lo que vemos en “Jonas Fink” es un reflejo fiel de la vida real y aquí no existe la figura del héroe puro, carismático, noble y capaz que lo arriesga todo por liberar al prójimo de la opresión; ni siquiera del antihéroe que, lastrado por sus defectos y muy a su pesar, se ve empujado a servir a los grandes ideales. No, los personajes de esta serie no aspiran más que a sobrevivir a su tiempo, amoldarse a las circunstancias y, quizá, poder expresar ocasionalmente algún ramalazo de individualismo o insubordinación que les permita reafirmarse y mantener cierta esperanza. No encontraremos aquí acción, suspense ni aventura, sino gente normal y corriente encorsetada por las circunstancias que les ha tocado vivir.
Después de la amarga historia de la familia Fink, la verdadera estrella de estos álbumes es la

Ello fue posible gracias al profundo trabajo de documentación que llevó a cabo Giardino, pero al mismo tiempo tuvo la modestia de no alardear de ello, integrando con naturalidad en la trama el resultado de su extensa investigación histórica. Hay, por ejemplo, múltiples referencias literarias, pero éstas no estorban ni parecen introducidas para presumir de los muchos libros que ha revisado el autor. Para Giardino, la oposición a los respectivos regímenes comunistas que se dio en los países de Europa del Este fue más literaria que política. Las figuras más contestatarias fueron a menudo escritores y filósofos. Fue a través de la cultura como la gente de esas naciones descubrió que, contrariamente a lo que les aseguraban sus gobiernos totalitarios, había otras formas de vivir dignamente. Para un ciudadano europeo acostumbrado ya entonces a tener a su disposición todo el legado cultural del planeta sin más que acudir a una buena biblioteca –o desde el propio ordenador de su casa-, es difícil imaginar la importancia que los libros tienen

Esa exhaustiva documentación, por supuesto, se cobra su precio. Giardino es un autor cuyo sistema de trabajo le impide mantener un ritmo de producción fluido. Como él mismo afirma, invirtió muchísimo tiempo buscando referencias de cosas minúsculas, la palabra precisa para cada personaje, el objeto que se ajustara a cada habitación o la prenda de vestir más adecuada.
Ese amor por el detalle, por dotar a sus comics de una verosimilitud a toda prueba, ha hecho que se le describa como “el más belga de los dibujantes italianos”. En ello ha influido también, por supuesto, la claridad de su línea, que le permite llenar sus viñetas de personajes, objetos o localizaciones impecablemente definidos y, aun así, no transmitir nunca una sensación de agolpamiento o exhibicionismo. Sus viñetas se comprenden perfectamente al primer vistazo, la acción transcurre con fluidez, de forma natural; y, además y al contrario que muchos dibujantes adscritos a la llamada línea clara, su dibujo desprende una sensualidad y elegancia claramente deudoras de su origen italiano.

Giardino ha declarado con cierta sorna en alguna ocasión que ve a las mujeres como seres

Como he comentado antes, Giardino es poseedor de un estilo de dibujo tremendamente sensual, pero aquí decide con inteligencia mantener las escenas eróticas dentro de un límite, tanto en número como en tono. Ello ayuda a no desequilibrar la historia y evitar un exhibicionismo innecesario que pueda sacar al lector de la narración. El autor, además, es perfectamente capaz de describir ese amor adolescente utilizando otros recursos que no sean cuerpos desnudos, como miradas, diálogos, gestos...

La narrativa de Giardino es de corte primordialmente clásico, pero sin resultar en absoluto


Por algún motivo, la publicación de la serie ha sido algo azarosa. En 1991 empezó a serializarse

A pesar de las largas demoras con las que Giardino castiga a sus seguidores, ya sea por motivos editoriales o a causa de su obsesivo perfeccionismo, la calidad de su trabajo siempre justifica la espera.
En resumen, “Jonas Fink” es una obra culta que no cultista, vital, humanista, bien documentada y que a pesar de reflexionar sobre algunos temas muy complejos (la libertad, el crecimiento personal, el amor, la relación con los padres, el poder de la literatura y las consecuencias que sobre todo ello tiene un sistema político perverso), lo hace de forma amena mediante las vivencias de unos personajes absolutamente verosímiles. Y todo ello plasmado en la página con una gran maestría gráfica. “Jonas Fink” es la prueba de que un gran autor puede construir una historia alrededor de cualquier tema y, sin depender de la acción, los giros argumentales sorpresa y los efectismos narrativos o gráficos, hacerlo de forma atractiva y profunda.
Excelsa esta novela. Lo mejor que he leído en cuanto a comics
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