19 oct 2019
2001- DAREDEVIL - Brian Michael Bendis, David Mack y Alex Maalev (5)
(Viene de la entrada anterior)
Tras el intenso arco “Implacable” (46-50) de Bendis y Maleev, la colección entra en un hiato para ofrecer una historia, “La Búsqueda de la Visión” (nº 51-55) que no trata en absoluto de Daredevil, sino de un personaje secundario presentado años atrás en la historia “Partes de un Hueco” (nº 16-19): Maya López, también conocida por su alias, Eco. Y como en aquella ocasión, estos números vienen firmados por el ecléctico David Mack, padre de la criatura.
Maya/Eco era una chica sorda y superdotada de ascendencia nativa americana, que era capaz de imitar cualquier movimiento ajeno, ya fueran las acrobacias de la gimnasia, los golpes de las artes marciales o la interpretación de una pieza de piano. Como ya empezaba a ser la norma en el mito de Daredevil, comienza una difícil y ambivalente relación con éste: se enamora de Matt Murdock mientras que, manipulada por su tutor, Kingpin, trata de asesinar a su alter ego en la errónea creencia de que fue el responsable de la muerte de su padre. Para cuando averigua la doble verdad –la identidad secreta de Matt y el engaño de Kingpin-, Maya no se encuentra ya anímicamente preparada para salvar su relación con Matt Murdock y se marcha de Nueva York para “encontrarse a sí misma”. Pues bien, en este arco argumental se nos cuenta ese proceso de autodescubrimiento.
Cuando Maya regresa a la ciudad, ha pasado tiempo desde que vio por última vez a Matt y la vida de éste, como se fue viendo en la colección, había experimentado profundos y traumáticos cambios, incluyendo el inicio de una nueva relación sentimental. Eco desconoce todo esto cuando se reencuentra con su antiguo amante. Es un momento tenso e incómodo en el que Maya, decepcionada, no duda en agredir verbalmente a Matt: “¿Pasas de una sorda a una ciega? ¿De qué vas? ¿Te das cuenta de que estás pirado?”
Tratando de encontrar la paz interior, viaja a la reserva lakota que visitó con su padre de niña al encuentro del viejo Hombre Medicina, que la anima a que se marche al bosque, ayune y se prive de sueño para obtener su propia visión en forma de hombre, mujer, animal o pájaro: “Si se lograba la visión o la comunión con la sabiduría superior, el espíritu le daría el poder sobrenatural que mejor conviniese a las necesidades y misión vital del buscador”. Maya así lo hace… y su visión resulta ser nada menos que Lobezno, que pasaba por allí y le da un par de consejos certeros… o quizás no. Porque nunca queda claro si ese encuentro es real o producto de las alucinaciones de Maya a causa de las privaciones de agua, alimento y sueño. En cualquier caso, al final de ese proceso, la joven india ha renacido y encontrado su camino en la vida.
Lo primero que llama la atención de este arco es, por supuesto, su arte. Sobre la aproximación gráfica que aquí adopta David Mack, tengo la opinión dividida. En primer lugar, hay que decir que no estamos ante un comic convencional, entendido este como planchas con una rejilla de viñetas y una continuidad clara entre ellas. Lo que hace el artista, en su mayor parte, es componer una serie de ilustraciones que ocupan la página entera, con o sin viñetas formando parte de ellas, y en las que integra los más diversos elementos, técnicas, estilos y texturas. Hay dibujo tradicional a lápiz y/o a tinta, collages, pintura con diferentes materiales, inclusión de fotografías de objetos y textos rotulados y situados de formas nada ortodoxas. Hay imágenes caricaturescas, expresionistas, impresionistas, realistas, pictogramas indios, lenguaje de signos … Visualmente, cada página es un festín de formas, colores y detalles que absorbe la mirada, llama a la contemplación y transmite mensajes emocionales a diferentes niveles.
Ahí tenemos, por ejemplo, los dos últimos números en los que –de una forma un tanto forzada- aparece Lobezno con un aspecto claramente basado en el de Hugh Jackman en las películas de los X-Men. En este excesivamente largo pasaje, de nuevo, hay buenas ideas gráficas orientadas a poner al lector en el lugar de la sorda Maya. Así, por ejemplo, el característico sonido “Snikt” con el que emergen de sus manos las garras de Lobezno, no está representado por una rotunda onomatopeya en el propio recuadro principal (no me atrevo a llamarlo con propiedad viñeta), sino que Mack la sitúa fuera de éste y lo acompaña con un efecto gráfico puntiagudo.
El problema –al menos para mí- es que este enfoque gráfico de incuestionable plasticidad y centrado de forma casi absoluta en lo visual, es no sólo adecuado sino ideal para reflejar el subconsciente, la visión subjetiva o las alucinaciones de un personaje, pero no tanto para narrar una historia de forma clara. Dado que el mundo sensorial de Maya es eminentemente visual y táctil dada su sordera y que un gran interés durante toda su vida ha sido el mundo de la pintura, resulta coherente que Mack incluya bastantes estilos y referentes artísticos (Klimt, Picasso, Van Gogh, Frida Kahlo…) que nos dan una idea de la forma en la que ella interpreta lo que ve y procesa lo que piensa. La narración desfragmentada, a base de desparramar textos por la página y colocar “desordenadamente” cuadros-viñeta y líneas de texto, refleja el pensamiento humano, que no suele ser lineal o secuencial, sino cataratas de imágenes y sonidos incluso aleatorios.
Pero toda esa colección de collages y montajes, por muy bonitos, personales y sutiles que sean, resultan algo cargantes cuando se prolongan más de ciento veinte páginas. Dado que la profusión de detalles, colores, formas y textos en los rincones más extraños de cada página absorbe inevitablemente la mirada, el ritmo de lectura se ralentiza hasta el punto de correr el riesgo de perder el hilo general y el interés por los recovecos de la memoria de Maya. Hay también cierta incoherencia en el tratamiento gráfico de la protagonista, pasando sin solución de continuidad de un aspecto a otro e incluso cambiando el peinado sin que nada lo justifique.
En su forma, en su fondo y en los temas que aborda “La Búsqueda de la Visión” es un comic adulto dirigido a un tipo de lector que no se ajusta a la media de los que leen los superhéroes convencionales. No hay peleas para salvar al mundo o la chica de la amenaza del supervillano o alienígena de turno, sino un viaje interior y personal por el que se exploran cuestiones como la forma en que un sordo tiene que enfrentarse a una sociedad que no entiende ni termina de aceptar a quien padece una minusvalía; o como superar la ira y la decepción con la propia vida sin culpar a nadie más que a uno mismo.
Sin embargo, la extensión de esta historia, cinco números, es excesiva para lo que cuenta. Tenemos aquí muchos recuerdos –algunos de ellos innecesarios dado que corresponden a hechos ya narrados en la propia colección- y autoexamen, dos breves encuentros con Daredevil compuestos solo de diálogos (ocho páginas en total), uno con Kingpin (cinco páginas), otro con el chamán indio y la larga secuencia de dos números (con pelea y conversación) con Lobezno (que no solamente pasaba casualmente por allí sino que encima conocía al chamán y gracias a él tuvo su propia visión).
Por tanto, la historia carece casi totalmente de argumento, al menos de uno convencional. Hay muchas explicaciones y mucha caracterización de la protagonista (porque Lobezno está completamente fuera de su perfil canónico y su inclusión parece obedecer sólo a introducir algo llamativo que mejorara las ventas), pero pasan pocas cosas. Da la impresión que el único interés de Mack era convencer desesperadamente al lector de que Eco es un personaje atractivo y con muchos matices y niveles, pero el formato elegido y su alargada extensión a punto están de conseguir lo contrario: cansancio ante tantas páginas de Maya autoexaminándose. Sinceramente, para ese viaje no hacían falta estas alforjas.
“La Búsqueda de la Visión”, dejando aparte su trabajo de caracterización y su derroche visual, es un arco que bien puede obviarse dentro de la trama general de la colección y que, de hecho, habría funcionado bastante mejor como miniserie. Es más, originalmente, fue planteada a Marvel como una serie limitada pero la editorial decidió en ese punto no sacar más comics en tal formato y lo incluyó en cambio dentro de la colección. Un movimiento del que tuvieron que retractarse cuando los lectores empezaron a desertar. El número 49 de la colección regular tuvo unas ventas de poco más de 60 mil ejemplares; el siguiente, el número 50, 65 mil. Para cuando terminó “La Búsqueda de la Visión”, esas cifras habían caído a 53 mil, recuperándose notablemente en cuanto Mack se marchó. ¿Por qué? Probablemente porque este comic no es Daredevil, ni en cuanto a su presencia (unas ocho páginas) ni en cuanto a su formato, tono místico de la historia o abstracción de su arte. Si se hubiera vendido como una miniserie independiente, las ventas nunca habrían llegado a las de la colección regular pero al menos sus compradores habrían tenido unas expectativas más razonables sobre lo que iban a encontrar en ella.
Tras este particular hiato en la colección regular, Bendis retoma su puesto como guionista acompañado de David Mack a los lápices y tinta, en esta ocasión en el arco argumental titulado “El Rey de la Cocina del Infierno” (nº 56-60). Se nos dice, nada más comenzar, que ha pasado nada menos que un año de lo narrado en la saga anterior, que finalizó con Kingpin derrotado y Daredevil desenmascarándose y proclamando ante los representantes de los bajos fondos que él era el nuevo dueño del barrio. Inmediatamente después, inició una violenta campaña contra el crimen que limpió las calles de forma tan completa que la zona empezó a prosperar. Ese proceso de higienización de la delincuencia le costó poco. Acto seguido, él y Foggy Nelson utilizaron las indemnizaciones ganadas en los pleitos legales por difamación para reconstruir la Cocina del Infierno mejorándola aún más. Tanto fue su éxito que llegan a ofrecerle presentarse a la alcaldía de Nueva York. Su doble identidad continúa siendo un rumor de fondo que nadie ha podido o querido confirmar.
Pero no todo el mundo está satisfecho. Matt recibe la llamada de cuatro de sus amigos del gremio superheroico: Peter Parker alias Spiderman; Luke Cage alias Powerman; Reed Richards, de los Cuatro Fantásticos; y Stephen Strange, alias Doctor Extraño… que, incomprensiblemente para él –y,por qué no decirlo, también para mí- le echan en cara lo que ha hecho y cómo lo ha hecho, argumentando que está atrayendo la atención sobre los superhéroes por sus supuestos tratos con la comunidad criminal (como si los Cuatro Fantásticos o los Vengadores pasaran desapercibidos normalmente); o que al concentrarse en una sola y reducida zona de la ciudad, en lugar de acabar con el problema, lo ha expulsado hacia otros lugares. En resumen, que lo atacan por adoptar una lucha decidida, proactiva y eficiente contra el crimen en un barrio especialmente castigado por éste. Es una conversación sin demasiado sentido que quizá pretende dejar a Matt como inflexible, errático e insolidario, pero que a mi parecer lo único que consigue es subrayar la hipocresía y envidia de sus colegas.
El narrador de todo esto en los dos primeros capítulos del arco es Ben Urich, que mantendrá un papel central en la trama dado que es a él a quien Milla, preocupada, le pide que averigüe el paradero de Matt después de resultar herido tras su enfrentamiento con un nutrido grupo de yakuzas. Y es que habiendo ahuyentado a las mafias locales y los supervillanos de la Cocina del Infierno, Matt ha dejado el campo libre para quien sea lo suficientemente osado –o estúpido- como para tratar de ocuparlo…enfrentándose a él. Y estos son los nuevos miembros del crimen organizado japonés localizados en la costa Oeste.
Matt –que, recordemos, lleva casi un año sin vestir el uniforme rojo- sobrevive a la paliza y busca refugio en una clínica semiclandestina, donde lo encuentra Urich. Y ahí tiene lugar el punto de inflexión de esta historia: una charla en la que la el periodista recrimina a Matt su comportamiento de los últimos meses: “Yo te digo: ¿Qué aspecto tiene un hombre que se disfraza de diablo y padece una crisis nerviosa? ¿Qué aspecto tiene? Si tuviera que cerrar los ojos e imaginármelo, se parecería mucho a esto. Se parecería mucho a ti tomando el papel de tu mayor enemigo. Casándote a espaldas de todos. Ignorando a los tuyos…mosqueando a los federales…Castigando a tu mejor amigo haciéndole limpiar tu basura”
Es otro momento este en el que me parece que Bendis cae en el psicoanálisis de baratillo porque, utilizando a Urich como portavoz, explica el comportamiento de Matt como un trauma derivado de la muerte de Karen Page. Pues bien, esto basta para que Matt cambie de opinión, se vuelva a enfundar el disfraz, pida perdón a sus amigos y se vaya a zurrar a los gangsters japoneses en compañía de Luke Cage, Spiderman y Puño de Hierro. Aún peor, Urich siembra la duda en Foggy Nelson y éste corre a poner en guardia a Milla. Cuando le pregunta a Matt si se casó con ella para olvidar a Karen, no sabe qué responder, lo cual provoca la inmediata ruptura de la pareja.
Y de esta forma tan absurda es como Milla sale de la vida del protagonista, habiéndose casado en secreto y sin que los lectores hubieran podido asistir al evento, sin siquiera haberse presentado adecuadamente y disfrutar de un arco lo suficientemente amplio como para que los fans se encariñasen con ella. Podría haberse contabilizado como un affaire más del fracasado en amores Matt Murdock, un romance efímero del que todos nos olvidaríamos pronto de no haber sido por el “detalle” del matrimonio. Hubiera sido interesante ver cómo el guionista manejaba esa relación en firme en el contexto de las peculiares actividades superheroicas de uno de sus miembros, pero Bendis ni se molesta en darnos un atisbo de ello. Quizá las expectativas que tenía en el personaje de Milla resultaron exageradas y luego no supo qué hacer con ella, viendo más atractivo recuperar la relación de Daredevil con la viuda Negra tal y como hizo en el siguiente arco argumental.
Algo parecido ocurre con el agente Driver del FBI, que venía haciéndose un lugar dentro de la galería de secundarios recurrentes de la colección. Los yakuza acaban con él como represalia al arresto de su líder. Su compañera, Del Toro, sobrevive. Dado el pausado ritmo con el que Bendis cuenta sus historias, Driver no había tenido todavía ocasión de desarrollarse lo suficiente como para ganar peso en el corazoncito de los lectores y matarlo de forma tan abrupta no despierta realmente ninguna respuesta emocional.
Este arco, por tanto, tiene un sabor a cierre de etapa y a reinicio de lo de siempre: se finiquita la trama del caso legal por difamación y los problemas derivados de la revelación de la identidad secreta de Matt, la relación con Milla, la carrera policial y vida del agente Driver e incluso la trayectoria que venía siguiendo el propio protagonista en los últimos años de la serie. Como suele ser habitual en Bendis, tiene tantos aciertos como errores pero, en cualquier caso, se trata de comics de ágil lectura, que desafían los tópicos ya muy gastados del género superheroico y que abordan tramas extensas y temas maduros articulando su discurso en diálogos bien conseguidos.
Poco que añadir a lo ya expuesto en otras entradas anteriores respecto al trabajo de Maleev. Sigue abusando de la repetición de imágenes y del retoque fotográfico, pero aquí consigue darle a sus viñetas un granulado y una luz muy acordes con la atmósfera de la historia. También mejora en las escenas de acción, tanto en la gran pelea con los yakuza como en el enfrentamiento final con los mafiosos.
(Continúa en la entrada siguiente)
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