26 sept 2019

2001- DAREDEVIL - Brian Michael Bendis y otros (4)



(Viene de la entrada anterior)

El siguiente arco argumental, “Bajos Fondos”, se desarrolla entre los números 41 y 45 y, continuando lo ya expuesto en “Lugarteniente”, nos narra las luchas de poder entre el mundo criminal de Nueva York para llenar el vacío dejado por la desaparición de Kingpin.


La H.C.M., Hormona de Crecimiento Mutante, es una droga que empieza a pegar fuerte en las calles, una sustancia que despierta poderes mutantes durante el tiempo que dura su efecto. La fabrica y distribuye el Búho, que está intentando hacerse un sitio en el panorama criminal neoyorquino tras la desaparición de Kingpin y la renuncia de su esposa Vanessa a continuar con las actividades ilegales de su marido. Hacía tiempo que el Búho no tenía credibilidad alguna como enemigo de Daredevil y aquí Bendis le rescata de su estatus de personaje ingenuo de los primeros tiempos de la colección respetando sus orígenes como financiero sin escrúpulos que invertía su dinero en obtener superpoderes para acabar obteniendo una capacidad de vuelo limitada. Así, aquí le vemos trastear con la Hormona de Crecimiento Mutante y lucrarse distribuyéndola como droga. Bendis reconoce las limitaciones del Búho como personaje y plantea una forma fresca de incluirlo en la historia: Daredevil no se lo toma en serio nunca y a pesar de sus estallidos de violencia y el miedo que instila en sus subordinados, en un enfrentamiento directo con el superhéroe de rojo jamás llega a constituir un auténtico peligro.

Por otra parte, el propietario del Daily Globe, el responsable de publicar la noticia que desvelaba la identidad secreta de Daredevil y que por
ello había sido demandado por Matt Murdock, aparece asesinado de forma brutal. El FBI investiga el caso y no tarda en llamar a la puerta del abogado ciego. Y, a la postre, resulta que Kingpin no sólo ha regresado para recuperar su lugar como jefe supremo del crimen neoyorquino, sino que su vista ha quedado restaurada y está haciendo limpieza de quienes considera traidores.

Desde que la identidad de Daredevil quedó expuesta públicamente en el arco “A la Vista”, han pasado muchas cosas. Algunos han creído la noticia pero otros muchos permanecen dubitativos o incluso descartan por ridícula la idea de que ambas personas puedan ser la misma. Bendis intenta responder aquí de una forma un tanto novelesca a una de las cuestiones que planteaba aquel giro radical de guión: si la identidad civil de Daredevil es ahora conocida, ¿por qué sus enemigos jurados no han ido a por él en su despacho o su domicilio? Su vida ha cambiado, normalmente para peor. Además de tener en marcha su demanda, ha de proveerse de guardaespaldas en su identidad de Murdock, concretamente Luke Cage y Jessica Jones. Pero también es cierto que la exposición pública de su secreto es lo que permite que Milla, una muchacha ciega a la que salva de un atropello como Daredevil, lo encuentre fácilmente y ambos inicien una relación amorosa.

“Bajos Fondos” es, como ya es la norma en la etapa de Bendis, un arco entretenido aunque no
termina de despegar del todo. Para empezar, se trata de una puesta en escena demasiado alargada que hace poco más que presentar personajes y plantear tramas. Aunque Bendis y Maleev nos presentan una versión considerablemente más oscura y amenazadora del Búho, la subtrama que le enfrenta a Daredevil tiene poco recorrido e interés, como todo lo que se refiere a la nueva droga H.C.M, de la cual se habla mucho en un par de escenas pero que a la hora de la verdad ni la vemos en acción ni juega un papel crucial en la historia.

Tampoco es que resulte apasionante la relación que Matt establece con su nuevo amor, Milla. Bien, ella es ciega, pero este no es un giro particularmente rompedor y la muchacha no desprende el carisma de Elektra o la Viuda Negra ni tiene la faceta atormentada de Karen Page. Y, por último, otro problema de “Bajos Fondos” es su predictibilidad en lo que se refiere a la identidad del brutal asesino y el regreso de Kingpin. Hay tantas y tan interesantes situaciones que explorar en el mundo del hampa neoyorquina una vez ha desaparecido su líder, que hacerlo regresar tan pronto resulta apresurado e innecesario. De hecho, Daredevil siente por Kingping un respeto, casi un afecto melancólico, que bordea lo absurdo si se considera lo que el segundo le ha hecho el primero en el curso de los años. En una escena, Matt le dice a Foggy: “Con Wilson sabía de qué iba. Conocía las reglas”.

Es esta una historia, una vez más, con demasiados diálogos y el número de páginas ocupadas por cabezas parlantes es excesiva. Ello tiene como consecuencia ese “estilo descomprimido” de narración que tanto caracteriza a Bendis y que normalmente se traduce en una ralentización de la historia. Pasan las páginas y la acción no termina de avanzar, entretenidos como están guionista y dibujante en tener a sus personajes conversando al estilo Tarantino. Ello no quiere decir que esos diálogos sean malos. Todo lo contrario. Hay algunos incluso brillantes, como el que mantienen Matt Murdock y Luke Cage y éste le echa en cara su cobardía por no asumir públicamente su papel de justiciero. Y también están mejor integrados en la narrativa que en arcos anteriores. Tras demasiados años en los que Marvel había prestado poca atención a la calidad del texto de sus comics, se diría que Bendis es el representante del movimiento pendular hacia el otro extremo.

El que Bendis utilice los profusos textos para reivindicar su papel del guionista, se cobra su precio en el dibujo. Y es que Alex Maleev se ve reducido a dibujar páginas y páginas de viñetas con cabezas en la parte inferior y abultados globos de diálogo flotando sobre ellas, una tarea que no debe resultar muy gratificante desde el punto de vista creativo. Quizá sea esa la razón por la que aquí, a pesar de que el dibujante, sin abandonar del todo esas imágenes granulosas que remiten al cine negro, perfecciona y limpia su estilo áspero y fotorrealista (incluyendo algunas secuencias
bastante conseguidas, como la del asesinato –sin palabras- del director del Daily Globe en la piscina de su casa; o el final de Silke en prisión), también se muestra más perezoso en la manipulación digital, como cuando utiliza una y otra vez la misma imagen dentro de una secuencia. Además, el dibujo empeora en la segunda parte, especialmente en la pelea entre Daredevil y el Búho. Aunque Maalev hace un buen trabajo redefiniendo el aspecto del villano, ese enfrentamiento resulta plano y poco emocionante, probablemente debido a que las cinco páginas de que consta están compuestas de viñetas que apenas varían el punto de vista y anulan el efecto del montaje roto con el que el dibujante pretendía transmitir la sensación de violencia, rapidez y rabia.

Al final, “Bajos Fondos” es un arco centrado esencialmente en la caracterización, el diálogo y la angustia que el protagonista ha venido acumulando en los últimos doce episodios. Amigos y enemigos se han enfrentado a Murdock cuestionando su moralidad, su ética, su buen juicio y su identidad: desde Foggy al FBI, del Búho a los medios de comunicación pasando por Luke Cage. Es un personaje sumido en un caldero emocional que acabará estallando en el siguiente arco, cuando se enfrente a Kingpin.

Pero lo cierto es que en su número final, el 45, casi todo lo que se ha planteado queda sin resolver. La naciente relación entre Matt y Milla no cuaja; la droga HCM sigue en las calles pero no se dice quién la creó; el problema legal con su demanda o la exposición pública de su identidad quedan aparcados…

Con el arco “Hardcore” (46-50), Bendis cierra los primeros cincuenta números de esta nueva etapa de la colección y la línea argumental que él mismo había iniciado con “Lugarteniente”. En esta ocasión, la historia versa principalmente en cómo Kingpin restablece el control sobre su antiguo imperio, ajustando cuentas, atando cabos, mandando mensajes, haciendo ofertas y tanteando posibles aliados. Matt Murdock hace lo mismo para enfrentarse a sus propios problemas. Por una parte y públicamente, aparece siempre acompañado de Jessica Jones y Luke Cage (los cuales todavía no parecen compartir la relación sentimental que el propio Bendis había apuntado en la serie “Alias”); por otra, profundiza en su relación con Milla Donovan, que parece sentirse peligrosamente atraída por el aura de nobleza y peligro que rodea a Matt-Daredevil. El agente del FBI Harold Driver, que se había presentado en el arco “A la Vista” y que desde entonces había entrado a formar parte del reparto más o menos fijo de secundarios de la colección, recibe aquí un mayor papel, estorbando con su celo profesional y sardónicos comentarios tanto a Kingpin como a Daredevil.

María Tifoidea, la asesina de múltiples personalidades creada por Ann Nocenti para la
colección en los ochenta, había permanecido bastante tiempo en el limbo y Bendis la recupera…para desaprovecharla poco después. Aquí encontramos a María forjándose una carrera en el mundo de los culebrones televisivos, antes de que Kingpin reaparezca, haga emerger su personalidad asesina y la utilice para distraer a Matt Murdock mientras él se ocupa de reconstruir su red criminal. Tratándose de un personaje tan potente, es una lástima que el guionista la desaproveche en un único y fugaz enfrentamiento con Matt Murdock, que, además, acaba siendo rematado por Luke Cage y Jessica Jones.

Algo parecido aunque algo mejor llevado sucede con la reaparición de Bullseye, quizá la némesis definitiva de Daredevil si atendemos al sufrimiento emocional que le ha causado como asesino de dos de sus amantes. Aquí lo volvemos a encontrar con un aspecto algo distinto (intentando aproximarle al de Colin Farrell en la película del personaje, si bien el resultado se parece curiosamente a Grant Morrison) pero tan siniestro y amenazador como siempre. Eso sí, una vez más, actúa como peón de Kingpin para mantener distraída la atención de Daredevil. Su introducción en la última página del número 48 hacía pensar en algo intenso, pero a la hora de la verdad, todo se reduce a una tensa escena en la que el asesino amenaza a Milla y un combate cuerpo a cuerpo con Daredevil resuelto gráficamente de forma tan plana e insatisfactoria como el del Búho en “Bajos Fondos”.

La verdad es que esta sucesión de duelos individuales con viejos enemigos, por mucho que éstos luzcan más modernos y plausibles, no aporta nada verdaderamente nuevo y deja claro el error que supone encajar a tantos personajes clásicos en un solo arco argumental. Donde Bendis sí quiso dar el do de pecho y dejar su huella fue con el combate final, que abarca nada menos que diez páginas del último número, entre Daredevil y Kingpin. Es una pelea brutal, callejera y desesperada que aspira a ser el enfrentamiento definitivo entre ambos adversarios. Bendis coreografía la contienda de tal forma que Maleev no pueda recurrir al truco de reciclar imágenes. Lo cual, a su vez, pone de manifiesto algo que ya había apuntado anteriormente en escenas dominadas por la acción: el dibujante se encuentra más cómodo dibujando cabezas parlantes que figuras en movimiento. Sus poses son rígidas y estáticas y sus planos poco imaginativos. Fueran esas limitaciones o el deseo de recuperar a artistas señeros de antiguas etapas de la colección para que participaran en el “Gran Combate” con el que Bendis esperaba dar otro giro radical a la colección, se invitó a otros dibujantes a aportar sus viñetas en este clímax. Así, tenemos aquí a Gene Colan, John Romita, Lee Weeks, Joe Quesada, David Mack y Mike Avon Oeming. Se trata más de una curiosidad nostálgica que de una aportación consistente, especialmente en lo que se refiere a unos Colan y Romita ya claramente crepusculares.

Resulta decepcionante aunque comprensible, que Bendis decidiera terminar este largo arco del
personaje trayendo de vuelta a Wilson Fisk, que había sido destronado como rey del hampa neoyorquina tan solo unos pocos números atrás. A Bendis se le había alabado su osadía a la hora de minar el status quo de la colección, haciendo caer a Kingpin o revelando públicamente la identidad de Daredevil (esto último no era nuevo en los comics de superhéroes pero ningún otro guionista antes había examinado las consecuencias tan detalladamente). Así que el regreso de Kingpin, uno de los principales enemigos del héroe titular no puede sino verse como una suerte de decepción, una excusa para regresar al mismo status quo que tanto se había afanado por cambiar.

Ahora bien, nos guste o no, los comics de superhéroes necesitan de una cierta estabilidad; más importante aún: necesitan villanos. Por tanto, era inevitable que Fisk regresara algún día y recuperara su puesto como ilustre némesis de Daredevil. ¿O no?

Y es que si bien traer de vuelta a una figura relevante para el universo de Daredevil supone una claudicación al continuismo y la naturaleza estática de los comics de superhéroes, Bendis ofrece al menos un final que no se burla de los pasos que había ido dando previamente para cambiar las cosas. Esto es, en el desenlace de “Hardcore”, la situación no revierte exactamente al mismo punto de equilibrio que
Miller introdujo en los ochenta, con Kingpin y Daredevil perpetuamente enfrentados pero sin que la balanza se decante por uno u otro. De hecho, Bendis introduce un nuevo giro en esa larga enemistad, porque cuando “Hardcore” se cierra y remata –al menos por el momento- la guerra entre bandas que comenzó en “Lugarteniente”, se invierte la relación entre los dos personajes tras el seminal “Born Again” (1986): ahora, es Matt Murdock-Daredevil quien tiene la sartén por el mango, quien domina a su enemigo.

Es más, ilustrando el deteriorado estado mental de Matt Murdock, éste se enfrenta a su oponente con una fiereza, rabia y violencia equivalente a la que había utilizado contra el Búho en “Bajos Fondos”. Ahora bien, una cosa era abatir a un eterno perdedor como el Búho, y otra aplastar al formidable Kingpin aun cuando éste ya se halle lejos de sus mejores días. Y es que Wilson Fisk es un hombre cambiado. No aparece de vuelta en Nueva York como si nada hubiera sucedido. Está más delgado, se muestra más ansioso (su mujer ha desaparecido junto a la mayor parte de su fortuna) y dispuesto a ensuciarse las manos. Muchos de sus antiguos lugartenientes ya no confían en él ni le respetan. No encontramos en esta ocasión a ese hombre enorme, sofisticado, con pañuelo al cuello y cigarro con boquilla que habíamos visto en la etapa clásica de Marvel. No se
distancia mucho de un acosado Tony Soprano (aunque Alex Maleev lo asemeja más al Michael Chiklis de “The Shield”) que trata de reconstruir trabajosamente su organización.

Daredevil detiene a Kingping, sí, pero Bendis le hace pagar –de manera poco justificada, a mi parecer- un alto precio: presentarse ante los jefes de las bandas arrojando a sus pies el maltrecho cuerpo de su abatido adversario, desenmascararse y proclamar que él es el auténtico “rey” de la Cocina del Infierno, amenazando a cualquiera que delinca en su territorio. Y digo que está poco justificado porque parece estúpido haber invertido tanto esfuerzo en negar públicamente su identidad de Daredevil para luego mostrarse abiertamente como tal ante unos individuos muy peligrosos que podrían atacarle a través de sus seres más próximos. Personalmente, creo que esta historia se le va a Bendis de las manos al final. Es cuestión de cada cual que ese remate diluya lo que por otra parte es una historia entretenida de ritmo cinematográfico.

A pesar de las desaprovechadas intervenciones de María Tifoidea y Bullseye, la ausencia de chispa en el romance con Milla, la marginación de las tramas con los agentes del FBI y la droga HCM y el forzado dramatismo de su confrontación final con Kinping, “Hardcore” es una historia de Daredevil que, como suele ser el caso con Bendis, resulta ligera y agradable de leer pese al abundante texto que incluye. Además, no pretende cerrar limpiamente todos los cabos sueltos. Cuando termina, aún tenemos a un Matt Murdock bordeando la locura, con su identidad menos secreta todavía que antes y con sus relaciones personales y públicas en un estado tan frágil como al principio. Después de todo y a pesar de las apariencias, Bendis no ha recuperado el statu quo y hace bueno ese proverbio que reza “cuanto más permanecen igual las cosas, más cambian”. 



(Continúa en la siguiente entrada)


1 comentario:

  1. Status Quo es una banda de rock. La expresión latina es statu quo. Es una pena que un articulo de este calibre quede empañado por una pequeñez tal.

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