23 sept 2019

1996- STORYTELLER – Barry Windsor-Smith


En los diez años que siguieron a su regreso a los comics en 1984, BWS firmó una amplia variedad de tebeos más o menos fugaces para distintas editoriales (DC, Aardvark Vanaheim, Atomeka Press, Malibu, Valiant, Image, Marvel), a veces con personajes propios y a veces ajenos. Tras convertirse en uno de los pilares de los títulos de Valiant y rumiar durante años varias ideas sobre diferentes series de creación propia, a finales de 1995, el autor decide reunirlas para explorar un nuevo camino dentro de la industria del comic americano: una revista mensual a todo color, de formato más grande que el comic-book normal y cuyas 32 páginas –en las que no se incluía publicidad- serializarían tres series de diferentes temáticas, todas guionizadas y dibujadas por él. El ambicioso tebeo llevaría el poco humilde título “Barry Windsor-Smith-Storyteller”, y sería editado por Dark Horse.



Su propósito declarado para este proyecto era crear comics destinados a un lector adulto y sofisticado, alejados de las tendencias mayoritarias y cuya narración y dibujo se fusionaran orgánicamente reflejando todo lo que BWS había ido aprendido en el transcurso de su carrera. El mayor formato y la lujosa calidad del papel e impresión estaban destinados no sólo a prestar un soporte más adecuado al arte del autor sino también a destacar de forma prominente de entre el resto de publicaciones de quioscos y librerías especializadas. Por último y para distanciarse un paso más allá del mercado mainstream, no tocó el tema de los superhéroes, optando en cambio por la fantasía y la ciencia ficción.

“The Freebooters” fue la serie que más tiempo aguardó para salir de la cabeza de Smith, puesto que la doble página viñeta de apertura fue dibujada por él en 1980, quince años antes de que apareciera “Storyteller”.Se trata de una historia coral de aventuras y humor que tiene lugar en un marco de espada y brujería. El personaje principal es Axus el Grande, un antiguo héroe bárbaro y legendario guerrero que hace tiempo que dejó atrás su era dorada y que ahora se ha visto reducido a ejercer de obeso propietario de una pintoresca posada en la exótica ciudad de Shahariza. Convertido en atracción turística
local, vive de su fama, narrando sus aventuras en la posada y, de vez en cuando, dejando salir al bárbaro que todavía anida en su interior para cometer algún robo o tropelía con el que sentirse más joven. Un día, llama a su puerta un ingenuo y sensible joven, Aran, que ha peregrinado hasta allí en su busca para avisarle de sus visiones, en las que el siniestro sacerdote Ammon Gra resucita a la némesis de Axus, el terrible demonio de fuego Uta-Prime.

Esta serie es probablemente la mejor de las tres que componen cada número de “Storyteller”, respetuosa con sus referentes del género de espada y brujería (particularmente Conan el Bárbaro) y, al mismo, tiempo dispuesta a desmitificarlos recurriendo incluso al humor escatológico (en una divertida escena, Axus utiliza sus flatulencias para someter a un adversario). Como suele ser el caso de las parodias de género, los lectores
necesitan conocer las claves y personajes icónicos de éste para poder apreciar ese humor. No deja de tener su gracia que quien fuera principal impulsor del género de espada y brujería en los comics, BWS, sea también quien bromee sobre su propia y legendaria etapa de los setenta en la colección de “Conan el Bárbaro”.

“Young Gods” es un homenaje a uno de los ídolos de BWS, Jack Kirby. El panteón de dioses que pueblan esta historia derivan claramente de los personajes con los que Kirby pobló las páginas de Thor, los Eternos o El Cuarto Mundo. La trama, ambientada en un lugar etéreo y poco definido, tiene que ver con dos dinastías intergalácticas enfrentadas, una masculina y otra femenina, cuya enemistad pretende zanjarse con el matrimonio concertado de los vástagos de cada una de ellas: Heros, Príncipe de Todos los Mundos, y la Princesa Celestra de Orgasma. Pero la noche anterior a la ceremonia, Heros es persuadido por su primo Strangehands y la hermana mayor de su prometida, la fiera Adastra, para correr una última aventura antes de la inevitable e inminente asunción de responsabilidades.

A diferencia de los dioses de Kirby, que se pasaban la mayor parte del tiempo inmersos en batallas entre el Bien y el Mal, los de Smith no parecen hacer otra cosa que hablar y hablar en una especie de guerra de sexos dialéctica entre los relamidos y soberbios varones y la grosera e impulsiva Adastra. Por otra parte, Smith aprovecha también aquí para reírse de ciertos estereotipos del género fantástico, como el lenguaje florido y arcaico y las mujeres escasamente vestidas. BWS no solamente socava continuamente –sobre todo utilizando la figura de Adastra- la pomposidad frecuentemente asociada con esos mundos de fantasía sino que atenta contra la propia base de ese mundo al introducirse él mismo como personaje conversando con los “actores-personajes” y cambiando la dirección de la historia.

La tercera y última serie, “Paradoxman”, es un thriller de ciencia ficción que incluye el viaje en el tiempo, los escenarios postapocalípticos, alienígenas y un juego de paranoias y realidades falsas. Se trata de una historia que carece del tono humorístico de las otras dos –al menos hasta que el propio BWS se incluye en la historia para dar algún que otro consejo a su héroe-. La odisea de Tristan Caine para reunirse con su esposa desaparecida lo lleva a viajar por el tiempo, desde
las épocas prehistóricas a los futuros arrasados por la guerra nuclear, mientras su mente es manipulada por unos alienígenas metamorfos que parecen tenerle cautivo.

En su momento, BWS vio esta serie como la culminación de su trayectoria artística en el comic: “Storyteller es el principal acontecimiento de mi carrera. He estado haciendo este tipo de material durante un cuarto de siglo y siempre he querido narrarlo de la forma en que deseaba, sin interferencias. Es la primera vez en mi carrera que estoy haciendo algo por lo que no tengo que disculparme. Si el guión es una birria, es mi culpa. Si algo no funciona, que me echen la culpa a mí”. Sin embargo, cuando efectivamente aparecieron las dificultades, no fue él quien se responsabilizó de ellas.

Aunque el comic obtuvo buenas críticas de aficionados y comentaristas, se encontró con problemas que nada tenían que ver con su calidad artística. Su tamaño lo hacía incómodo de transportar por los distribuidores y muchos vendedores se quejaban de que carecían de un lugar adecuado en sus establecimientos donde
exhibirlo. Los coleccionistas no estaban conformes al no encontrar bolsas del tamaño idóneo ni tener estanterías donde guardarlos. Fueron esos sin duda factores que afectaron las ventas y Dark Horse (a pesar de que BWS había conseguido la hazaña –para un artista tan lento como él- de terminar nueve números en un periodo de diez meses), canceló la serie en 1997 en su noveno número y sin finalizar la publicación de los doce previstos, por lo que las historias quedaron inconclusas.

Pero lo cierto es que, independientemente de sus problemas con la cadena de edición, distribución y venta, “Storyteller” funciona solo a medias. El número uno es impresionante, un despliegue gráfico de gran belleza que prometía grandes cosas. Pero BWS no tarda en quedarse estancado en esa ambiciosa mezcla de lo dramático, lo cómico, lo aventurero, lo épico y lo pueril. Las historias no avanzan, en buena medida porque su pretensión de concentrarse en la caracterización lo lleva a enfrascar a sus personajes en larguísimos e innecesarios diálogos de prosa florida que empantanan las tramas (especialmente en “Young Gods”). Aún peor, llega un punto en el que el autor no parece saber bien hacia donde quiere dirigir los argumentos y se le ocurre, como he
mencionado, introducirse a sí mismo (en “Young Gods” y “Paradoxman”) para interactuar con los personajes. No es que fuera una idea original pero podría haber funcionado si sólo lo hubiera utilizado en una de las series y si no hubiera roto con ello la cohesión del propio mundo que había creado (¿estamos entonces ante una especie de película en la que los personajes son conscientes de la irrealidad de la misma?).

Tras llegar al noveno y último número, no sabemos todavía el lío en el que se ha metido Tristán en su viaje temporal (¿o no es tal?) y el batiburrillo que mezcla el autor en esta serie deriva hacia lo incomprensible. En “Young Gods”, los personajes se pasan páginas y páginas intercambiando pullas sin hacer gran cosa y luego se separan de la forma más absurda, olvidando la subtrama de la intriga del visir y dando entrada a otros personajes (una especie de dioses burocratizados y un señor de los dragones calentorro) que salen de la nada y que parecen desconectados de lo que se nos estaba narrando hasta ese momento. Y en cuanto a “The Freebooters”, quizá la más conseguida de las tres a todos los niveles, todo parece ir dirigido a un clímax (el reencuentro de Axus con su némesis) que tras casi cien páginas no termina sentirse próximo.

Por otra parte, el recorrido del tipo de humor paródico que BWS pretendía en “The
Freebooters” y “Young Gods” se agota al cabo de unos números. Una vez que hemos identificado a Axus con un Conan crepuscular y Shahariza con la ciudad hyboria de Shadizar o al brujo villano con Thoth Amon, el guiño está hecho y no tiene mayor recorrido. En “Young Gods” pasa algo similar. Adastra, que ha pasado cierto tiempo exiliada en la Tierra, tiene continuos malentendidos con sus nuevos amigos debido a las diferencias de su vocabulario, lenguaje y actitud. Es gracioso al principio, pero cuando esos momentos de humor no vienen acompañados de un avance efectivo y coherente en la acción, la serie se resiente.

En definitiva y pese a sus pretensiones, BWS no es tan buen guionista como dibujante. Antes de enfrentarse a “Storyteller” sus créditos como escritor eran tan escasos como poco destacables: algunas historias cortas para “Epic Illustrated”, “Arma X” y “Archer and Amstrong”. Cuando colaboraba con otros guionistas, siempre se consideró el auténtico “narrador” de la historia, introduciendo sus propios cambios en el guión y sintiéndose frustrado por no recibir el crédito que él pensaba merecer. Así que en esta ocasión y decidiendo que domina sobradamente el arte de escribir (algo que manifiesta, por ejemplo, en
una larga entrevista en “The Comics Journal”), se responsabiliza de este apartado…con resultados, como he mencionado, discutibles. Él mismo reconoció que no tenía un guión cerrado sino que iba pensando lo que iba a pasar sobre la marcha, desviándose continuamente de lo que inicialmente había pensado (por ejemplo, tenía que incluir una caza de dragones en el número 2 de la serie “Young Gods” y, distraído mientras buscaba referencias gráficas, éstos no aparecieron hasta el número 6 y fuera del contexto para el que los había pensado).

En cuanto al dibujo, hay una de cal y otra de arena. BWS es uno de los grandes del comic, qué
duda cabe. A mediados de los setenta y conforme su estilo iba perfeccionándose más y más, se retiró del medio al ser incapaz de amoldarse a una industria que le exigía entregas mensuales. Sencillamente, el grado de autoexigencia para con su obra era incompatible con el compromiso de realizar dos docenas de páginas al mes. Cuando regresó a los comics diez años después, tuvo que llegar a una solución de compromiso. Hubo trabajos puntuales en los que su dibujo brillaba de forma especial, como “El Hombre Máquina”, “Muerte Viva” o “Arma X”; pero en otros sacrificaba su detallismo y carisma en aras de satisfacer los plazos con los que se movía el mercado editorial.

En “Storyteller” encontramos un poco de las dos vertientes. Es evidente que aquí BWS volcó un cariño y dedicación especiales. El diseño general y algunas escenas plasmadas en páginas viñeta o dobles páginas son de una belleza rara vez presente en los comic-books mainstream. Hay viñetas realmente preciosas en las que ofrece composiciones complejas con multitud de figuras y donde no se descuidan los fondos y detalles decorativos. BWS demuestra su capacidad para crear atmósferas distintas según la serie y utilizando tanto la línea y las formas como el color:
fantasía oriental en “The Freebooters”, pesadilla paranoide en “Paradoxman” y una especie de indefinición onírico-espacial en “Young Gods”. Al mismo tiempo, es de agradecer el cuidado que pone a la hora de dibujar las figuras humanas, clásicas y elegantes, muy alejadas de las horribles exageraciones que por entonces menudeaban en el comic mainstream.

Pero, al mismo tiempo y conforme avanza la serie, encontramos muchas viñetas, digamos de enlace, que apenas son bocetos entintados apresuradamente. Dado su talento innato, la elegancia y estilización de su línea y la fluidez de su narrativa, no se puede decir que arruinen por completo el comic, pero sí que chocan dolorosamente con las páginas más elaboradas.

Por otra parte, BWS siempre ha sido un autor muy lento que no ha podido comprometerse a ningún proyecto de cadencia regular y extensa duración…como era el caso de “Storyteller”. Organizó un estudio con colaboradores que le echaran una mano en el aspecto gráfico y ello se hace evidente en la terminación y entintado de bastantes viñetas secundarias. No sólo tenía que escribir los guiones, dibujar, entintar y colorear, sino ocuparse del aspecto mercantil del estudio. Inevitablemente, se cumple ese viejo proverbio de “Quien mucho abarca, poco aprieta”. Pese a sus ambiciones, no estamos aquí ante historias de la altura gráfica de sus
últimos números para “Conan el Bárbaro” o “Arma X”. El llamativo color reproducido en un papel de gran calidad, atenuaba en parte los defectos de bastantes escenas. Y ni siquiera así pudo mantener la cadencia comprometida, empezando a sufrir retrasos en el número 7. Con todo, BWS es un artista con un talento tan grande que “Storyteller” ofrece un nivel gráfico general superior a lo que podía verse por aquella época en el panorama editorial.

Todas estas consideraciones no fueron reconocidas por BWS en su momento, El cierre de “Storyteller” fue un duro varapalo para él empujándolo a una depresión y paralizando otra obra en curso, “The Prometheus Project”, lo que supuso de facto la cancelación de la actividad del estudio que había formado. El autor cargó toda la culpa sobre la editorial sin reconocer que Dark Horse sí había puesto en “Storyteller” toda la carne en el asador. No solamente en lo que se refiere al formato, el contenido y la calidad de impresión sino también al personal asignado. Los reputados Diana Schutz y Mike Richardson actuaron como enlace editorial y responsable de la colección respectivamente. Windsor-Smith acusó a Richardson de incompetente a la hora de gestionar las dificultades que surgían y a la editorial de negligente en lo que se refiere a la promoción del título, prestando mayor atención a sus mediocres adaptaciones de franquicias cinematográficas.

Pero lo cierto es que todo ese veneno, más que de unas razones debidamente fundadas, parece
producto de la frustración de un autor pagado de sí mismo que no ha triunfado con lo que él consideraba su obra cumbre y que se niega a reconocer su responsabilidad. Ya fuera por los problemas logísticos, narrativos o artísticos mencionados –o por todos ellos juntos-, las listas de pedidos menguaban cada mes pese a que Dark Horse había invertido mucho dinero en la serie y accedido a las exigencias del autor (como que su nombre figurara en el título de forma prominente y que ni siquiera apareciera en ella el logo de la editorial). Una forma de rentabilizar el producto hubiera sido lanzar recopilaciones en tomos unitarios de los arcos argumentales de cada serie, pero la forma que había elegido BWS para narrar aquéllas impedía esa opción. Sea como fuere e independientemente del cariño que se puso en el producto y lo mucho que les duela reconocerlo a los implicados, a los lectores no les satisfizo.

“Storyteller” es, en general, un comic de lectura agradable, aunque en el fondo no aporte demasiado más allá de momentos de indiscutible belleza. Y dado que se trata de un trabajo inacabado, sería recomendable sólo para aquellos lectores seguidores del trabajo de Smith.





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