En 1970 y tras seguir una formación académica en Bellas Artes, Tardi se decantó por el comic como forma creativa, ilustrando para la revista “Pilote” guiones de Jean Giraud primero y de Pierre Christin después. Su estilo suelto y algo tosco, muy alejado de la línea clara tradicional del comic francobelga, no supuso ningún problema en un panorama editorial que, tras los cambios experimentados a finales de la década anterior, estaba más que dispuesto a dar oportunidades a artistas jóvenes que se alejaran de lo establecido.
Antes de hacerse un nombre como autor completo y versátil, capaz de abordar géneros tan dispares como el folletín de aventuras (“Adele Blanc-Sec”), el policiaco (“Niebla sobre el Puente Tolbiac”) o el bélico (“La Guerra de las Trincheras”), Tardi hizo un primer intento en solitario con la adaptación de una novela propia que no pudo publicar, “Adiós Brindavoine”, una historia larga retorcidamente inspirada tanto en el comic de aventuras francobelga más clásico como en los folletines de aventuras de finales del cambio de siglo.
A comienzos del siglo XX, un misterioso anciano de negro llega a un caserón parisiense y se

Incluso en este punto temprano de su carrera, las páginas de Tardi están meticulosamente dibujadas con una línea suelta, casi espontánea. Las planchas tienen menos viñetas de las que luego incluirían las de, por ejemplo, “Adele Blanc-Sec”, por lo que el ritmo de lectura es más dinámico. Cuando Lucien llega a Estambul, Tardi utiliza casi dos páginas para ralentizar un poco la trama a base de viñetas destinadas a marcar el cambio de ambiente y localizar el nuevo escenario, mientras el lector sigue al

La paleta de colores en rojos y marrones es idónea para el tema y la ambientación elegidos y el estilo de Tardi ya está muy cerca de su madurez, dibujando con efectividad los diferentes tipos humanos, la detallada arquitectura, el equipo con el que viajan los personajes, los vehículos y las armas -convincentemente peligrosas pese a su aspecto de reliquias-. A pesar de que 44 páginas son más

Y es que la continua presentación y mezcla de personajes y elementos de lo más diverso no acaba de estar bien equilibrada, como si Tardi hubiera ido elaborando el argumento sobre la marcha al estilo de los viejos folletines decimonónicos. Así, por ejemplo, Oswald Carpleasure, compañero de Lucien en su viaje hacia tierras afganas para descubrir el fabuloso destino que, según les han dicho, aguarda a ambos, es poco más que un relleno cómico, una caricatura del típico inglés expatriado y aburrido. Es evidente que el autor contaba con espacio más que suficiente para desarrollar mejor al personaje, pero opta por centrarse más en la ambigüedad moral de Brindavoine en detrimento del resto del reparto, especialmente el catálogo de grotescos criminales que encuentran al llegar a su meta, Iron City, una especie de barroco palacio de hierro levantado sobre pilotes en mitad del desierto.

Más allá de las técnicas narrativas que conectan “Adios Brindavoine” con la escuela de Hergé, hay otros elementos más básicos que insertan a esta obra en el marco conceptual del comic de aventuras franco belga clásico, sobre todo en la figura del joven que viaja a un país exótico en busca de aventuras y que debe sortear todo tipo de peligros antes de encontrarse con el villano supremo. Eso sí, los personajes de Tardi hablan de una manera más natural y su aventura oriental es más directa y con menos desvíos que las que vivían Tintín y Haddock.
Al ambientar la acción primordialmente en remotos desiertos, Tardi siempre cuenta con la

Tratándose de una obra con pretensiones comerciales, esta estructura de un par de secuencias de acción bastante largas encadenadas a otras más cortas, es muy extraña. Por otra parte, detectamos en el cínico pacifismo de Lucien algunos de los temas que el autor elaborará con mayor profundidad en futuras obras, empezando por el complemento del álbum, “La Flor en el Fusil”, del que hablaré a continuación.


Es difícil de justificar la presencia de simios inteligentes y villanos horriblemente desfigurados en lo que por otra parte parece que aspira a ser una historia relativamente realista. Y es igualmente complicado asegurar que Tardi consigue lo que pretende con ello. En este aspecto, su posterior serie de “Adele Blanc-Sec” obtiene mejores resultados, ya que el reparto de científicos locos y esoterismos variados está relacionado con una serie de fenómenos extraños, mientras que “Adiós Brindavoine” llega a su clímax de forma apresurada, encajando un personaje nuevo tras otro, cada uno más exagerado que el anterior y todos conspirando contra los demás. Esta premura y su efecto acumulativo casan mal con el tono realista y ritmo pausado del comic hasta ese momento, solo regresando al mismo en la última escena de la historia, cuando Lucien es rescatado por un navío ruso en el Mar Negro.
Desgraciadamente y a pesar de la intensa secuencia final que llevaba a un ya desengañado

Quizá fue por eso por lo que las aventuras de Brindavoine no tuvieron continuidad. Serializada

Entretanto, Tardi se dedicaría, entre otros proyectos, a desarrollar su serie “Las Aventuras de Adele Blanc-Sec” que, en su cuarto álbum, “Momias Enloquecidas” (1978), dejaba a la protagonista criogenizada. Cuando en 1979, Casterman reedita “Adios Brindavoine”, decide incluir como complemento de once páginas aquel episodio inconcluso con Lucien en la guerra. Aunque Tardi consideraba esa obra temprana un error de juventud, sí le sirvió para conectar ambos personajes y hacer que aquél resucitara a Adele en “El Secreto de la Salamandra” (1981). El autor pensaba que la Gran Guerra no era un ambiente adecuado para un personaje femenino así que decidió ambientar sus aventuras en los años inmediatamente anteriores y posteriores, donde ella podría unir fuerzas con el ahora mutilado y espiritualmente deshecho Lucien, cuya pintoresca juventud fue abruptamente segada por el conflicto. Así, “Adiós Brindavoine/La Flor en el Fusil” puede ser leído como una precuela o spin-off de la popular “Las Aventuras de Adele Blanc-Sec”.

En la primera plancha, de seis viñetas, un conocido de Lucien hace un resumen de lo ocurrido entre el final de “Adiós Brindavoine” y el episodio al que se va a referir, menciona su conexión con la saga de Adele Blanc-Sec y narra las tristes circunstancias en las que años después se produjo su muerte. Es más, intentando –de forma algo artificial- conectar las dos historias, Tardi pone en voz de este anciano narrador sus propias opiniones, acusándose de joven e inexperto en la ejecución de la aventura precedente: “La verdad, no estoy muy satisfecho de esta historieta. Es un resumen bastante torpe de las confesiones que Brindavoine me hizo poco antes de morir en la sala comunitaria de un sórdido hospital. Pero el tipo me ocultó bastantes cosas. No era tan puro como yo creía cuando dibujé esta historia…Sólo supe toda la verdad cuando murió”.
Lo que sí deja claro Tardi es que lo que viene a continuación no es una historia de aventuras

La vivencia que de la guerra tiene Lucien bebe directamente de Celine o Remarque, pero también del propio abuelo de Tardi. Encontramos al protagonista varios meses después de su aventura en tierras afganas, pero éste es un personaje completamente diferente, empezando por su aspecto: pelo corto, rostro sin afeitar, demacrado, enfermo, aterrorizado ante la perspectiva de sufrir una muerte súbita entre el barro y los cadáveres de sus compañeros, como le sucede al camarada con el que lo vemos al principio. Esta corta secuencia de apertura, de tan solo cuatro viñetas, ya marca una distancia total respecto al tono ligero, a

“La Flor en el Fusil” muestra una visión del mundo más compleja y matizada que la de “Adiós

Brindavoine descubre de primera mano los horrores y absurdos de la guerra, la cobardía, estupidez y crueldad humanas. La forma que encuentra de escapar a la carnicería será la de inocularse gangrena en una herida, lo que le hará perder el brazo y ser declarado inútil para el servicio. Todo esto es lo que acabará convirtiéndole en el sujeto desengañado, alcohólico, sarcástico, cínico y espiritualmente roto que conocerá más adelante Adele Blanc-Sec.
“Adiós Brindavoine y La Flor en el Fusil” es, por todo lo comentado, un álbum mixto, extraño, desigual y difícil de recomendar sin reservas. No es la mejor introducción para empezar a leer a Tardi, pero sí uno de los importantes dentro de su evolución como creador dado que aquí aparecen por primera vez sus preocupaciones temáticas, la obsesión por los comienzos del siglo XX, el modernismo y la Primera Guerra Mundial, su agria visión del hombre y los gobiernos y la limpieza narrativa y gráfica que le ha caracterizado desde entonces. La primera y más extensa parte del álbum es una peripecia alocada, rápida, llena de giros y sin demasiado sentido o cohesión, poblada por personajes estrafalarios en la mejor tradición del folletín de aventuras. La segunda es un pesimista cuento bélico mucho más en la línea del Tardi maduro, que denuncia las bajezas a las que puede llegar el hombre, como colectivo y como individuo, en esa trituradora física, ética y espiritual que es la guerra; temas estos sobre los que volverá una y otra vez en su carrera en tonos progresivamente más oscuros y descarnados.
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