1 may 2019

1999- DAREDEVIL – David Mack, Joe Quesada y Jimmy Palmiotti


El sello Marvel Knights, ya lo comenté en una entrada anterior, supuso el renacimiento de la mejor faceta de la editorial a finales de los años ochenta. Dirigido por Joe Quesada y Jimmy Palmiotti, ofreció a los cada vez más crecidos lectores de comics de superhéroes lo que demandaban en ese momento: comics más adultos, que tocaran temas más serios, un tono más oscuro e historias más ambiciosas de lo común en el género. Daredevil fue uno de los personajes elegidos para encabezar este relanzamiento y el primer arco de su nueva colección, a cargo de Kevin Smith y Joe Quesada, ya fue comentado en este blog.



Los siguientes meses fueron complicados para la colección y durante cinco meses no volvió a aparecer en las tiendas, ausencia que muchos interpretaron como el preludio a la cancelación. Lo más probable es que Joe Quesada y Jimmy Palmiotti se vieran desbordados por el crecimiento del sello que dirigían y la carga de trabajo correspondiente. Por fin, en mayo de 1999, aparece el número nueve, cuyos guiones venían firmados –a la espera del retorno de Kevin Smith mientras terminaba su siguiente película, retorno que nunca tuvo lugar- por otro creador ajeno al mundo de los superhéroes: David Mack. Este guionista y dibujante se había ganado una sólida reputación gracias a su obra “Kabuki” (1994) para Caliber Press, una mezcla algo surrealista y muy personal de ciencia ficción y género policiaco muy influida por la cultura y la estética japonesas y dibujada con una plétora de técnicas y estilos distintos. Quesada había pensado en Mack desde el principio cuando creó el sello Marvel Knights pero el compromiso de éste con su comic y su posterior fichaje por Image retrasaron su incorporación. Mack supo mejorar el nivel establecido por su predecesor con ayuda a los lápices de un Quesada inspirado como nunca.

Parece que todas las grandes historias de Daredevil tienen que incluir a Kingpin y esta no es una excepción. De hecho, se trata de una historia en la que ambos personajes casi tienen el mismo peso. Inicialmente puede sorprender su intervención aquí dado que tras la muerte de Karen Page se diría que la atención iba a centrarse sobre todo en cómo Matt Murdock y Foggy Nelson reconstruyen su bufete al tiempo que aparece una misteriosa mujer en la vida sentimental del primero. Pero además de todo eso, uno de los aciertos de Mack fue aportar más información sobre el pasado de Kingpin, un villano del que se sabía muy poco a pesar del gran peso que había tenido en la colección desde que Frank Miller lo renovara en los años ochenta. Un puñado de escenas nos muestran su infancia infeliz dentro y fuera del hogar y los motivos por los que acabó entrando en el crimen organizado, cómo se las arregló para eludir siempre las condenas y por qué, a pesar de su aspecto brutal, es uno de los adversarios más inteligentes y astutos del Universo Marvel. Son momentos muy bien escritos que nos introducen en la cabeza de Kingpin y hacen de su psicopatía algo interesante y plausible. No creo que el guionista trate con esta caracterización hacer simpático al lector un individuo tan reprobable como Kingpin sino de aportar un método y una razón a su comportamiento.

Menos original me parece el planteamiento romántico que impulsa toda la trama. A estas
alturas cualquier aficionado a Daredevil sabe perfectamente que una de sus debilidades son las mujeres fatales (Viuda Negra, Elektra, María Tifoidea), luchadoras hermosas, letales y de fuerte y compleja personalidad que le atraen y repelen a partes iguales. Kingpin conoce ese punto débil y lo aprovecha manipulando a su pupila y protegida, la inocente Maya López, para que enamore a Matt Murdock y, al mismo tiempo y en su identidad de Eco, destruya a Daredevil (ella ignora que ambos son la misma persona). ¿Por qué accede esta joven de raza india a someterse a tal plan? Porque Kingpin la convence de que fue Daredevil quien asesinó a su padre cuando era niña.

Aunque desgraciadamente resulta muy predecible que el auténtico asesino sea el propio Kingpin, al menos sí es un acierto el por qué Daredevil/Murdock no puede sacarla de su error sino muy hasta el final. Y es que Maya es completamente sorda –aunque una extraordinaria luchadora dado que su poder es el de mimetizar perfectamente todo lo que ve, ya sea una ejecución musical o una técnica de combate- y en el fragor de la batalla, no es capaz, evidentemente, de escuchar a Daredevil, pero tampoco de leer sus labios. Esta circunstancia no sólo da lugar a
batallas especialmente emocionantes sino que demuestra lo astuto que es Wilson Fisk. Por otra parte, resulta impactante e irónico que el final de su arco en esta saga sea la ceguera (al menos de momento. Ya sabemos que pocas cosas en los comics de superhéroes son permanentes).

La dinámica ciego/sorda proporciona no sólo buenos momentos de acción (aunque también algo repetitivos), sino también un excelente trabajo de caracterización y la descripción de cómo funciona una relación distinta a lo convencional: dos amantes que se entienden a pesar de lo que dicta el sentido común. Esto queda magistralmente descrito, tanto en el guión como en el dibujo, en la secuencia de su primera cita: Maya y Murdock congenian de una forma que los autores saben reflejar gráficamente como sólo el comic puede hacerlo, destacando aquellas partes que cada cual aprecia filtradas por sus respectivas y únicas formas de “ver” el mundo.

En cierto modo, resulta curioso que Daredevil no se hubiera enfrentado antes a alguien con discapacidad sensorial. Éste es un héroe ciego que se apoya para vivir, tanto como abogado como superhéroe, en sus otros sentidos maravillosamente aguzados así como en su radar. Sin embargo, nunca se había explorado realmente cómo esa carencia podía definir su relación con el mundo. Maya, por su parte, es sorda, pero lo compensa con
otras habilidades –como sentir las vibraciones sonoras en su cuerpo-. Y a diferencia de Daredevil, sus poderes sobrehumanos no están relacionados con su sordera. Es una mujer inteligente, creativa, decidida, cariñosa y también y como Daredevil, marcada por la muerte de su padre. Si en aquél la pérdida de su progenitor le había convertido en un luchador contra el crimen, en ésta lo único que ha generado es ansia de venganza. Aunque algo simplista, tanto sus diferencias como sus similitudes crean un lazo entre ambos personajes sobre el que desarrollan una atracción mutua, creciente y, como de costumbre en Daredevil, condenada al fracaso.

Hay varias tramas secundarias que rodean a la principal y que aunque nunca llegan a destacar demasiado sobre la trágica relación de Matt y Maya, tampoco son en absoluto mero relleno. La Viuda Negra participa en la historia pero no deja de ser una nota al pie, un recordatorio de lo sucedido en los números anteriores. El procesamiento de Kingpin por parte de Foggy y Matt, su aparente asesinato y la caída en desgracia de sus secuaces añade más peso a todo el arco argumental, pero tampoco margina su núcleo emocional construido alrededor de los dos amantes malditos.

Mack (que probablemente intervino también en el dibujo) y Quesada ofrecen una experiencia gráfica muy esteticista en la que los diálogos se insertan en objetos, los textos se liberan de los bocadillos para bailar por la viñeta, se rompen las composiciones tradicionales y se adoptan soluciones gráficas barrocas, variadas y originales, por ejemplo, para ofrecer las diferentes perspectivas que Murdock o Maya tienen de su entorno o de quienes les rodean. Hay muchos momentos brillantes, como ese comienzo en el que se ve a Matt tocando el piano sobre un fondo de partituras y que además de mostrarnos su habilidad como intérprete simboliza su relación con la música; o el uso de motivos recurrentes como fondo de páginas: laberintos para representar las intrigas y manipulaciones de Kingpin; piezas de puzle que van encajando conforme sus planes toman forma; o motivos tribales que aluden a la etnia de Maya. Es cierto que a veces Quesada sobrecarga en exceso las planchas y que la claridad se resiente en términos narrativos, pero en general son más los aciertos que los fallos. Probablemente este sea el mejor trabajo de Quesada en aquellos años.

Es esta, en resumen, una etapa breve y no particularmente original en lo que se refiere a las
claves del guión (mujer fatal, Daredevil torturado emocionalmente, Kingpin moviendo los hilos) pero aún así recomendable. Aquellos que no estén particularmente familiarizados con el personaje no tendrán ningún problema para entenderla o disfrutarla. Todo lo que hay que saber es que la novia de Matt/Daredevil, Karen Page, murió en los números anteriores dejándole una cuantiosa herencia. Por lo demás, es una historia autocontenida que no requiere de lecturas previas o posteriores para entenderla en su totalidad, que ofrece una interesante y bien llevada mezcla de acción, drama criminal, venganza y romance, con un buen trabajo de caracterización, un gran villano, intensidad emocional, páginas de gran belleza y potencia visual


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