25 abr 2019
1987- LISÍSTRATA – Ralf König
La activa militancia gay del autor alemán Ralf König nunca ha sido un inconveniente para que sus comics hayan sido disfrutados por lectores de cualquier orientación sexual. Y ello ha sido así gracias a su hábil mezcla de costumbrismo y sátira -cuando no corrosiva burla- dirigida principalmente a los círculos homosexuales, pero también al océano heterosexual que los rodea.
Sus comics más cargados de sexo y centrados exclusivamente en lo gay pueden resultar algo indigestos si no se comparte su sensibilidad, pero en aquellos en los que no carga en exceso las tintas, como el que nos ocupa, son obras no sólo muy divertidas sino certeras reflexiones acerca de los prejuicios y las relaciones entre los diferentes mundos sexuales –el femenino y el masculino, el homosexual y el heterosexual-. Eso sí, como suele ser también el caso de “Lisistrata”, nunca acaba de desprenderse del todo de ciertos tics –a los que, por otra parte, sabe sacarles partido cómico- como el retrato de las mujeres como seres histéricos y dominantes o que el estado ideal para el macho sea el de la homosexualidad siempre y cuando sepa aceptar su innata condición oculta bajo capas de asfixiante tradición y coerción social.
“Lisístrata” es una adaptación muy sui generis de la inmortal comedia de Aristófanes, una obra que König vio en el colegio y de la que ya entonces pensó que faltaba algo: si las mujeres se negaban a practicar el sexo con sus esposos, ¿por qué éstos no lo practicaban entre ellos?, una solución que a su adolescente mentalidad homosexual le pareció de lo más natural. Así, una vez asentada su carrera gracias al éxito de “El Condón Asesino” y “El Hombre Deseado”, Kónig se lanza a dibujar su “Lisístrata” a toda velocidad conforme las ideas afluían a su mente. En tan solo un mes y guiado únicamente por la diversión que estaba obteniendo con este trabajo, lo terminó.
König respeta la estructura argumental y los principales personajes de la obra teatral y se mantiene razonablemente fiel a su espíritu original hasta más o menos la mitad de la obra. Así, tenemos a las mujeres atenienses que inician una huelga de sexo y se atrincheran en la Acrópolis para obligar a sus militares maridos a alcanzar la paz con los espartanos. En ese punto, el autor introduce lo que verdaderamente le interesa: la revisitación del mundo clásico desde el punto de vista gay utilizando a unos manipuladores homosexuales representados por el travesti Hepatitos que sacan provecho de la situación convenciendo a los agobiados atenienses para que practiquen el sexo con sus compañeros de armas. Lisístrata ya no es aquí una valiente líder sino una lesbiana varonil y activista, una agitadora política más interesada en propagar su opción sexual que en que los hombres dejen de matarse entre ellos. Su plan lésbico es contrarrestado por tanto por el plan homo y la burladora se convierte en burlada. Tanto, de hecho, que cuando se ve obligada ante su clara derrota a poner fin a la huelga de sexo, sus seguidoras se encuentran al regresar a sus hogares con que los maridos prefieren a sus nuevos amantes antes que a ellas.
König, como un moderno y teutón Aristófanes, se burla de todo y de todos, pero especialmente de las normas establecidas, asumidas como ley no escrita y respetadas debido a una mezcla de costumbre y aburrimiento. Hombres y mujeres, sea cual sea su orientación sexual, son sometidos a escarnio y caricatura; se ríe también de la propia escena gay alemana de los 80 en la forma del club gay Adonis, sus parroquianos centrados en su propio y reducido círculo, las “locazas”, la intolerancia militante… La mofa se extiende también al propio marco en el que König sitúa su obra, ya que ésta se narra, efectivamente, como una representación teatral que es contemplada y comentada por un típico matrimonio de mediana edad absolutamente estereotipado en cuanto a los roles y comportamientos masculino y femenino.
Poco nuevo puedo añadir en cuanto al dibujo que no haya dicho ya en las anteriores entradas que le he dedicado a König. El suyo es un trazo caricaturesco, underground, suelto y feísta y su puesta en escena es sobria y minimalista. No puedo decir que König sea un buen dibujante pero sí un excelente narrador que sabe hacer amena una historia que consta casi exclusivamente de figuras dialogando entre ellas. En “Lisístrata” su dibujo tiene una factura algo más descuidada de lo habitual, probablemente debido a las mencionadas prisas con las que realizó estas páginas. Ello, no obstante, no afecta negativamente al resultado final ya que el atractivo de sus obras reside en la chispa y mordacidad de sus diálogos y en la comicidad con la que sabe escenificar situaciones cotidianas.
Un comic, en resumen, que puede disfrutar cualquier lector con la mente mínimamente abierta y no necesariamente homosexual, dispuesto a reírse con una visión ácida y poco complaciente de las relaciones entre sexos.
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