11 dic 2019

2001- DAREDEVIL - Brian Michael Bendis y Alex Maalev (6)


(Viene de la entrada anterior)

En este punto de la colección, el nº 61 (agosto 2004), muchas cosas han cambiado en la vida de Daredevil desde que Brian Michael Bendis empezara a escribir sus historias. En este nuevo arco, “La Viuda” (nº 61-64), el guionista echa un vistazo al pasado, a los viejos tiempos en los que Daredevil y Natasha Romanova, alias la Viuda Negra, eran pareja sentimental y socios justicieros, si bien en esta ocasión los uniformes rojo y negro son menos evidentes que en aquellos años setenta.


Madame Hydra, la villana y terrorista líder de HYDRA, es capturada por los Vengadores en Bulgaria pero el gobierno de esa nación se niega a entregarla al estadounidense, que la reclama para juzgarla por crímenes cometidos en su territorio. A menos, claro está, que los americanos paguen un precio: intercambiarla por la Viuda Negra, con quien los búlgaros tienen sus propias cuentas pendientes. Dado que Natasha trabaja como agente de SHIELD, es a Nick Furia a quien le corresponde la sucia misión de entregarla, pero en cambio avisa a su subordinada para que se esconda. Y ésta lo hace a plena vista, reuniéndose con Daredevil para volver a formar equipo. Una exposición pública que espera la proteja. Pero los tiempos han cambiado para todos. Matt Murdock acarrea su propia diana y Natasha no estará a salvo cuando el gobierno, prescindiendo de SHIELD, decida mandar operativos especializados a capturarla. Murdock, mientras tanto, es atacado por un viejo conocido, Puzzle, viéndose en la tesitura de renunciar a la lucha para mantener su identidad lo más en secreto posible.

Estos cuatro episodios no tienen un impacto real sobre los temas y líneas argumentales que había venido desarrollando la colección y, de hecho, coloca a Daredevil en la periferia de una historia que es más de espionaje que de género policiaco, en la que se ve envuelto a su pesar y sin que sus actos resulten fundamentales para su resolución. Las
auténticas estrellas son Natasha Romanova y su jefe, Nick Furia. Murdock aparece poco vestido con su uniforme rojo, ocupado como está en la demanda de divorcio que le ha presentado Milla y la incómoda situación emocional que le supone el regreso de su antigua amante, la Viuda Negra. Tras ayudarla a eliminar al asesino que la acechaba y desenmascarar a quien se hallaba tras el plan, Matt se da cuenta de que, si verdaderamente ama a Milla, debe dejarla marcha y no seguir poniendo en riesgo su seguridad. Sin embargo, se mantiene firme en su decisión de no retomar la relación con la Viuda.

Además de los personajes veteranos (la Viuda, Nick Furia, Puzzle), nos encontramos con un nuevo e interesante villano sin poderes, el mencionado asesino que va tras Natasha, un individuo pagado de sí mismo que graba continuamente sus pensamientos para la posteridad mientras entra en acción.

Este arco argumental tiene cierto sabor a fábula en su brevedad y ánimo moralizante. Bendis retrata a Daredevil como un vigilante que renuncia a utilizar sus recursos físicos y legales aun cuando sabe que tendría la batalla ganada. Y no sólo en lo que se refiere a la intrusión de Puzzle en su apartamento, sino en lo tocante a Milla, a la que renuncia muy a su pesar. Al mismo tiempo, es un hombre de nuevo al borde del abismo tras haber creído que, por fin, había conseguido tomar el control
de su vida. Es, en cierto modo, la misma trayectoria que siguió su némesis destronada, Kingpin. Como él, logró reconducir una situación comprometida (la traición de sus allegados / la revelación de su identidad secreta), pierde a la mujer amada (Vanessa / Milla), su reino (el crimen organizado / el control sobre la Cocina del Infierno) y hasta su libertad tras cruzar una línea roja (el regreso a Nueva York / la autocoronación como nuevo Kingpin).

Pero esta visión de conjunto se revela sólo al final, porque Bendis nos ha estado distrayendo con las peripecias de la Viuda Negra. Esta forma de presentar indirectamente los hechos de la historia es la firma característica del guionista desde su comienzo en la colección, una firma que va volviéndose menos efectiva cuanto más la repite a medida que avanza la serie.

El dibujante Alex Maleev continúa en su línea, un estilo que alterna lo brillante con lo aburrido y que tanto irrita como fascina. Sus viñetas sombrías y granulosas son ideales para los mundos en los que se mueven tanto Daredevil (el de los bajos fondos) como la Viuda Negra (los recovecos del espionaje internacional). Su retrato de esta última es asimismo sobresaliente. Por desgracia, su costumbre de reciclar continuamente imágenes de cabezas parlantes, muchas veces en la misma página,
agrieta el resultado final. Hay otras muestras de pereza, como esas planchas dobles que enfatizan innecesariamente dos momentos de acción de lo más convencionales.

En el aspecto gráfico hay que mencionar también el trabajo excelente del colorista, Matt Hollingsworth, cuya sutileza sirve de perfecto complemento al dibujo de Maleev. Elige sus tonos cuidadosamente, limitando el rango de los mismos en cada página y, en esta ocasión, dando especial protagonismo a la llamativa cabellera rojizo-anaranjada de la Viuda Negra, consiguiendo algunos momentos sobresalientes.

En general y como suele ser la norma en la etapa de Bendis en Daredevil, “La Viuda” es una lectura entretenida, bien escrita y con un ritmo firme. El problema es que se diría que a estas alturas Bendis y Maleev han superado su capacidad de innovación. El rumor público sobre la doble vida de Matt Murdock resulta ya muy sobado y la trama principal carece de auténtico suspense. Y es que, ¿quién puede dudar que el dúo de héroes acabará derrotando al asesino genérico de turno y a un segundón como Puzzle?

El número 65 (noviembre 2004), pomposamente titulado “El Universo”, fue concebido como un
episodio independiente para celebrar el cuadragésimo aniversario del personaje y su planteamiento era el de dar entrada a grandes dibujantes que nunca antes habían tenido la oportunidad de dar su versión de Daredevil.

El guión de Bendis no aporta realmente nada nuevo: se limita a “llenar huecos” y ampliar momentos de los números anteriores, mostrando desde el punto de vista de otros personajes cuándo y de qué forma podría Daredevil haber variado el rumbo de los acontecimientos. Así, tenemos a Nick Furia ofreciéndole a Murdock un trabajo como agente de SHIELD; a Peter Parker preocupado por su amigo y la posibilidad de ser él mismo desenmascarado; el Capitán América le propone unirse a Los Vengadores (en ese momento aún no existían los Nuevos Vengadores, de los que formaría parte Daredevil y que escribiría también Bendis); el Punisher desafía el plan del héroe de sustituir a Fisk como Kingpin de la Cocina del Infierno; y, finalmente, Matt le pide al Doctor Extraño que resucite a Karen Page, algo que roza el ridículo para un héroe cuyas creencias católicas ya habían sido bien establecidas y exploradas.

Independientemente de que este tipo de pastiches no suelen funcionar bien, el resultado es mayormente decepcionante. Apenas se reconoce en las páginas de Michael Golden al artista cuyo trabajo impresionó tanto en los años ochenta; le siguen las ilustraciones fotorrealistas de Greg Land, bonitas de contemplar pero cuya combinación con el profuso texto de Bendis resulta indigesta; Phil Hester y Ande Parks ofrecen un estilo caricaturesco y feísta que no destaca demasiado. Las páginas de P.Craig Russell funcionan mejor en una escena de conversación entre Daredevil y el Capitán América; y la secuencia final con el Doctor Extraño es interesante aun cuando su contribución quede algo estropeada por la innecesaria imitación del “corta-pega” de caras de Maalev.

Es, en resumen, un número innecesario ninguna de cuyas escenas desemboca en parte alguna y que, además, resultan repetitivas por tratarse de momentos ya vistos en la serie.

“La Edad Dorada” (nº 66-70) presenta al personaje de Alexander Bont, el primer padrino del crimen antes de Kingpin. En 1946, asesinó a un justiciero disfrazado y desde ese momento empezó su reinado sobre los bajos fondos neoyorquinos. En 1966, fue detenido por Daredevil y encarcelado. Además, Matt Murdock se negó a defenderle ante los
tribunales. Tras su encierro, el hueco de poder fue ocupado por Wilson Fisk. Una vez cumplida su larga condena y habiendo leído en la prensa que Matt Murdock es Daredevil, un nonagenario Bont está dispuesto a vengarse del doble agravio que sufrió por parte de aquél. Compra la droga HCM (Hormona de Crecimiento Mutante), que había diseñado y distribuido el Búho en “Bajos Fondos”, y obliga al Gladiador a raptar a Murdock.

Entretanto, la agente del FBI Ángela Del Toro, al frente de la investigación contra Matt Murdock, resulta ser la sobrina del fallecido Tigre Blanco y se acerca al abogado ciego para buscar respuestas. Ha heredado de su tío el collar místico que otorga poderes a su portador y quiere saber por qué los justicieros actúan como lo hacen. Cuando Murdock desaparece, secuestrado para ser sometido a tortura por Bont y el Gladiador, la agente federal empieza a buscarlo…

En esta saga, Bendis enriquece significativamente la mitología de Daredevil rebuscando en su pasado y jugando a la retrocontinuidad, pero al hacerlo se topa con el problema del paso del tiempo en los comics de superhéroes. Y es que éstos no sólo viven en un mundo distinto al nuestro, sino que evolucionan a un ritmo diferente. Es como si todos vivieran en un eterno presente en el que acontecimientos
descritos por guionistas hace cinco décadas, ocurrieron en el tiempo del comic tan solo unos cuantos años atrás.

Así, Bendis nos confirma que Daredevil empezó a actuar en la década de los sesenta del siglo pasado, pero ello le lleva a absurdos imposibles de salvar relacionados con el paso del tiempo y el momento en el que transcurre cada acción que se muestra. Si Daredevil arrestó a Bont en los años sesenta (cuando aún llevaba su traje amarillo y rojo) y el tiempo transcurre a un ritmo real, el gangster tendría unos noventa años y el héroe al menos sesenta, lo cual a todas luces no es el caso. De hecho, el villano ha envejecido bastante más que Daredevil, lo cual es a todas luces incoherente.

Sin embargo y pese a esas dificultades con la lógica, la física y la biología, estos episodios son, otra vez, muy entretenidos. Sirviéndose del personaje de Ángela Del Toro, Bendis sigue evocando las recientes tribulaciones de Murdock: la muerte del Tigre Blanco y la investigación del FBI sobre su doble vida abogado/justiciero. La agente Del Toro, no obstante, parece haber sido incluida por Bendis como una especie de disculpa por haber asesinado al Tigre Blanco, el único superhéroe portorriqueño del Universo Marvel, inventado por Bill Mantlo y George Pérez a mediados de los setenta. En una colección como Daredevil, tan bien
surtida de mujeres que han dejado huella en el protagonista y los lectores (Elektra, la Viuda Negra, Karen Page, María Tifoidea), Ángela Del Toro adolece de falta de carisma y quizá consciente de ello Bendis decide aparcarla y no volver a utilizarla más.

Pero seguramente el auténtico atractivo de este arco argumental reside sobre todo en el dibujo de Alex Maleev, que realiza un interesante ejercicio de estilo, modificando su dibujo de acuerdo con las épocas en que transcurre cada escena: blanco y negro para los cuarenta, puntos de color en las de los sesenta e infografía para la actualidad. También evoluciona su estilo hacia uno más pictórico para las secuencias “modernas”, un nuevo look adoptado de forma consciente y que mantendrá en lo sucesivo. Por otra parte, en este punto de la colección, Matt Hollingsworth se había marchado para trabajar en el cine y su puesto como colorista es sustituido por Dave Stewart, quien completará el dibujo de Maleev hasta el final de la etapa Bendis, utilizando una paleta cromática diferente pero igualmente adecuada.


(Finaliza en la próxima entrada)

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