22 feb 2020

2001- DAREDEVIL - Brian Michael Bendis y Alex Maalev (y 7)


(Viene de la entrada anterior)

El arco argumental “Decálogo” (nº 71-75) es un flashback que nos devuelve al momento en que Daredevil destronó a Wilson Fisk para convertirse en el nuevo Rey de la Cocina del Infierno. Este momento crucial y lo que ello significó para algunas personas es lo que ponen en común un grupo de vecinos que se ha reunido en una iglesia en el seno de un grupo de ayuda organizado por un sacerdote. En cada episodio, uno de ellos irá desvelando algún hecho personal y significativo que le ha cambiado la vida, inspirado en alguno de los Diez Mandamientos y relacionado con Daredevil. Pero hay otra conexión entre esas personas más allá de su contacto, directo o indirecto, con el héroe: han sido tocadas por una fuerza maléfica como no han visto o sentido antes pero que está relacionada con uno de los presentes…



El talento como dialoguista de Bendis es aquí más patente que de costumbre dado que los cinco números, con la excepción de la pelea contra el Bufón en el número 75, se asemeja más a una obra de teatro que a un comic de superhéroes, estando la trama dominada por las confesiones y conversaciones de los participantes en la reunión, eso sí, sin que en ningún momento el lector caiga en el aburrimiento ni tenga la sensación de que los diálogos han caído en el melodrama o la grandilocuencia. Hacia el final de “Decálogo”, el drama costumbrista se desliza hacia un terreno más oscuro cuando Bendis introduce una inquietante amenaza mística en la forma de un demonio asesino invocado por un ninja renegado de La Mano que toma posesión de sus víctimas. El clímax es, acorde con el tono del resto de la historia, tranquilo. Ya desde las primeras páginas puede imaginarse que no se está ante una aventura convencional de superhéroes que culminará con una gran pelea. Hay momentos de acción en algunos de los flashbacks, pero claramente no es en ella en la que se apoya el argumento sino en las relaciones humanas y los dramas psicológicos de una serie de personajes.

Dadas las restricciones narrativas del formato, Bendis no desarrolla en su totalidad el subtexto religioso implícito en el título y se limita a tan solo cinco de los Diez Mandamientos, una decisión que impide que este arco narrativo se alargue
más de lo debido y pierda el foco sobre la premisa inicial. De hecho, el título de la saga puede dar lugar a engaño y no sólo porque no se aborden todos los Mandamientos bíblicos sino porque a pesar de que los cinco episodios explicitan uno de ellos en sus respectivas portadas con grandes letras, algunos de los que supuestamente se tocan no tienen demasiado que ver con la historia salvo haciendo conexiones un tanto forzadas. No es que ello tenga impacto sobre la calidad de la historia, pero sí parece una forma tan melodramática como inadecuada de titular esta saga.

Y es que, en el fondo, “Decálogo” es un ejercicio de evocación, de memoria y de creación de mitos. Porque Daredevil, a través de los recuerdos e interpretaciones de estas “víctimas”, aparece en sus mentes tanto como un hombre de carne y hueso como una leyenda urbana. ¿Están verdaderamente hablando sobre un humano disfrazado de rojo? ¿Sobre un diablo benefactor? ¿O se limitan a fantasear con un demonio protector, una silueta borrosa que es al tiempo monstruosa y tranquilizadora?

El truco narrativo –tan sobado como siempre eficaz- consiste en no mostrar apenas al héroe,
subrayando de esta forma su importancia y permaneciendo fiel al propio mandamiento autoimpuesto por Bendis en su etapa, a saber, difuminar a Daredevil para concentrarse en Murdock. Al llevar al personaje a un plano icónico, establece un puente entre el héroe descrito por Frank Miller en “Born Again”, con su enfoque religioso; y el de Ann Nocenti, más fantástico.

El Daredevil de Bendis es, en último término, un héroe enfrentado a su propia moralidad. El guionista reformula la clásica dualidad Matt Murdock-Daredevil, abogado y defensor de la ley por el día, vigilante y defensor de la justicia por la noche. Los Mandamientos son, de hecho, una ampliación del marco legal, los límites del vigilante. Daredevil lucha contra ladrones, asesinos y todos aquellos que profanan las reglas sagradas de la moral. Pero al convertirse en el nuevo Rey de la Cocina del Infierno, ¿no rompió su propio código al resolver los problemas de una forma tan cuestionable como lo hacen sus enemigos? Bendis parece responder a estas preguntas afirmativamente y sabiendo que se aproxima el momento de la Caída. Es además interesante leer este arco sabiendo que, con la aprobación del sucesor de Bendis en la colección, Ed Brubaker, el guionista optará efectivamente por castigar al héroe, llevándole quizá a su punto más bajo y oscuro.

En cuanto al dibujo y ayudado por los suaves y matizados colores de Dave Stewart, Alex Maleev realiza un trabajo excelente en su sobriedad –con sus conocidos “tics”, eso sí-, demostrando lo bien que se le da la caracterización de personajes y la construcción de atmósferas tenebrosas y opresivas. En esta ocasión y como ya había hecho en “La Edad de Oro”, Maleev amplía su repertorio gráfico en la dirección del terror y lo grotesco, retratando de forma adecuadamente desagradable las posesiones del demonio y la sensación de peligro letal que emana del infiltrado en el grupo de apoyo. Y como también venía siendo la norma en su trabajo para “Daredevil”, la única escena de acción del arco, la pelea en el banco entre el héroe y el Bufón, no está resuelta con el dinamismo y energía que podría esperarse.

Aunque “Decálogo” forma parte de una historia-rio que empezó con la entrada de Bendis en la colección muchos números atrás, funciona bien como aportación independiente. Cuenta todo lo que es necesario saber, presenta y desarrolla a unos personajes totalmente nuevos que cumplen su arco y de los que no tendremos necesidad en el futuro y termina de forma adecuada sin dejar cabos sueltos, aunque sí habiendo aportado algún matiz suplementario al drama del protagonista, que va a finalizar –en lo que a Bendis se refiere- con el siguiente arco argumental.

Y así es. En 2005, entre los números 76 y 81, con el arco “El Dossier Murdock”, finaliza esta
larga etapa de cinco años en la que Brian Michael Bendis y Alex Maleev cambiarían para siempre y de forma profunda al veterano personaje, con su énfasis en los temas de la identidad y la moralidad. Cincuenta episodios divididos en dos grandes bloques: la revelación de la identidad secreta de Daredevil y las consecuencias que ello tiene su sobre su vida privada y superheroica. En esta etapa, Bendis se puso como misión desmantelar algunas de las convenciones del género que los lectores asumían como inmutables, como una red de seguridad para el statu quo. Así, una de las primeras cosas que hizo y que marcó toda su trayectoria en el personaje, fue hacer pública su identidad secreta y, poco después, destronar a Kingpin (esta vez, de forma “definitiva” y rotunda).

Tras muchas penalidades, Matt Murdock casi había conseguido librarse definitivamente de todos sus problemas: envió a la cárcel a Wilson Fisk, limpió su barrio, se ganó el perdón de sus amigos superhéroes, encontró –aunque temporalmente- el amor, se quitó de en medio al FBI… Pero al igual que Ben Urich, no había previsto la alianza de Kingpin con las autoridades federales que, en último término, va a provocar su derrota.

La identidad secreta de Daredevil había sido revelada en los números 32-37 (“A La Vista”) filtrándose a la prensa, pero poco a poco parecía que la gente había ido olvidándose del asunto conforme el periódico responsable se echaba atrás y el FBI llegaba a callejones sin salida en su investigación. Pero he aquí que la cuestión se reactiva cuando Fisk revela al FBI la existencia del Dossier Murdock, documentos reunidos durante años por él y en los que se demuestra que el abogado ciego es la misma persona que el vigilante de la Cocina del Infierno. A cambio de estas pruebas, Fisk consigue que el director del FBI le prometa amnistía por sus crímenes. Se desata así una cacería del hombre…y de los papeles. Los federales tratarán de atrapar a Murdock mientras éste, con la ayuda de Elektra y la Viuda Negra, trata de encontrar los papeles del dossier antes que la otra persona que conoce su paradero: Bullseye.

Después de tres arcos argumentales en los que Bendis se desviaba del hilo central que había cohesionado toda su etapa, ahora no desaprovecha la ocasión para crear un thriller repleto de suspense y acción gracias a las diabólicas maquinaciones de Kingpin para manipular a Murdock y Ben Urich, vengándose de ellos, engañándolos tanto como al lector para que sean incapaces de predecir lo que va a ocurrir a continuación. De todas formas y a excepción de su final, se trata de una conclusión más
convencional que algunas de sus sagas anteriores y tiene cierto tufillo a último episodio de una larga teleserie: personajes ausentes desde hacía tiempo que regresan y una larga y dramática pelea con el peor archienemigo.

Efectivamente, como parte del “fin de fiesta”, Bendis recupera a multitud de secundarios cuya intervención queda justificada por la intensidad y complejidad de la trama: Foggy Nelson, Ben Urich, Elektra, la Viuda Negra, Bullseye, Maria Hill (la sucesora de Nick Furia al frente de SHIELD), Milla Donovan –ésta es, quizá la intervención menos lógica y más absurda de la historia-, Ángela del Toro (la nueva Tigre Blanco), la Enfermera de Noche, Luke Cage, Puño de Hierro y el Búho.

Bendis ha aprendido a conocer a todos esos personajes de forma muy íntima y todos ellos están muy bien tratados, destacando en esta ocasión un Kingpin especialmente perverso y un Ben Urich superado por las circunstancias. Aparece también un ambicioso director del FBI que tras intervenir en segundo plano en sagas anteriores, aquí pasa a tomar parte preminente en la trama, sirviendo de portavoz de muchos agentes de la ley en lo que se refiere a su opinión sobre los vigilantes: “Obstruye la
Justicia. Nuestra Justicia. Mi Justicia. Y lo único que evita que lo paremos son pruebas…Pruebas físicas…de que él es el hombre tras la máscara”.

El ciego empecinamiento de este agente del FBI y la forma absurda en que se pone en manos de Kingpin, recurriendo incluso a mercenarios para abatir a distancia a Daredevil, es uno de los puntos más resbaladizos del guion de Bendis. Lo mismo se puede decir de (ATENCIÓN: SPOILER) la revelación de que el Dossier Murdock no es más que una patraña inventada por Fisk para implicar a su adversario. Su razonamiento es flojo y toda esa escena parece colocada para dar un nuevo giro dramático que no era necesario (FIN SPOILER).

En el último episodio, Bendis despista al lector con un rápido paréntesis final en clave onírica, falsamente optimista, que subraya todavía más la inevitabilidad de la derrota de Murdock y su llegada a un punto de no retorno. La historia termina de forma oscura y pesimista, dejando al siguiente guionista, Ed Brubaker, que continúe narrando el particular descenso a los infiernos carcelarios de Murdock. Otro escritor más convencional hubiera tratado de cerrar su etapa “arreglando” la vida de Matt Murdock dejándolo listo para un nuevo periodo a cargo del autor que vendrá después. Sin embargo, las ficciones serializadas como los comic-books no
pueden avanzar y crecer si cada saga o etapa queda bien cerrada y sin cabos sueltos. Para que un personaje tan antiguo como Daredevil siga siendo viable, debe afrontar cambios. Bendis lo entiende perfectamente; tanto, de hecho, que va más allá de la “ilusión de cambio” –o mantenimiento del statu quo- cultivada por tantos guionistas. Se va de la colección habiendo dejado en su protagonista una huella indeleble que sus sucesores no podrán ignorar, quizá más indeleble incluso que la de Frank Miller (al fin y al cabo, éste hizo que Kingpin averiguara la identidad secreta de Daredevil en “Born Again” pero luego dejó que el héroe recuperara una cierta normalidad).

Alex Maleev decepciona un tanto en esta explosión final. Su estilo ha ido evolucionando progresivamente hacia un mayor clasicismo y las escenas de acción puramente superheroicas siguen sin funcionarle bien del todo. Y aquí eso es un problema porque Bendis modifica su estilo habitualmente cargado de diálogos para introducir abundantes peleas. Las coreografías de los combates están muy conseguidas pero hay viñetas que resultan en exceso estáticas, como si los personajes estuvieran posando para una foto. Por otra parte, desenvolviéndose la historia enteramente a plena luz del día, Maleev no puede sacar provecho de lo que mejor se le da: la creación de atmósferas crepusculares o nocturnas propias del género negro. A pesar de todo, son las suyas páginas por las que la vista se desliza con fluidez y que tienen momentos –como esa noche de amor nostálgico entre Murdock y Elektra- sobresalientes.

Y aquí termina la andadura de Bendis y Maleev en Daredevil, una etapa larga y, como no podía ser de otra manera, irregular que resultó novedosa, emocionante, personal y también y en ocasiones frustrante. Ambos autores empezaron en la colección siendo básicamente unos desconocidos y la dejaron habiendo creado uno de los periodos históricos del personaje junto a los de Frank Miller, Klaus Janson y David Mazzuchelli, o Ann Nocenti y John Romita Jr y ganando un Premio Eisner por el camino. Sus sucesores, Ed Brubaker y Michael Lark, optaron por una versión más clásica, también muy efectiva e igualmente radical en cuanto a sus consecuencias. Pero eso es materia para otro artículo…




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