25 feb 2020

2012- DAREDEVIL – EL FIN DE LOS DÍAS – Brian Michael Bendis, David Mack, Klaus Janson y Bill Sienkiewicz


Desde su publicación original en 1986, “El Regreso del Caballero Oscuro” ha venido proyectando su influencia sobre el género de superhéroes. En muchos aspectos, este trabajo seminal del guionista y dibujante Frank Miller –junto con “Watchmen” de Alan Moore y Dave Gibbons, del mismo año- definió la senda por la que transitarían otros autores a la hora de imaginar versiones crepusculares de este o aquel superhéroe. Es el caso de “El Fin de los Días”, maxiserie de 8 números escrita y dibujada por autores que moldearon dos de las etapas más importantes de Daredevil y que está en la senda de otras series limitadas y números especiales que habían ido apareciendo años atrás narrando el final de la carrera de diversos personajes (X-Men, Iron Man, Hulk…). Esta en concreto tuvo un periodo de gestación bastante largo y desde que se anunciara en 2007 necesitó de varios años para que el equipo creativo se reuniera y la produjera.



Pero veamos algunos de los paralelismos entre la obra de Miller y la que nos ocupa. “El Regreso del Caballero Oscuro” nos presenta a un Bruce Wayne retirado que vuelve a enfundarse traje y capucha para luchar contra un índice de criminalidad descontrolado. “El Fin de los Días” recurre a una premisa similar. Tras la muerte de Daredevil a manos de su archienemigo, Bullseye, el obstinado periodista Ben Urich comienza a investigar el significado de la última palabra pronunciada por el héroe: “Mapone”, una palabra que ha aterrorizado a su propio asesino. Mientras contacta con personas relevantes del pasado de Matt (Nick Furia, Milla, Elektra, María Tifoidea, Echo, El Castigador, El Hombre Púrpura, Melvin Potter, el Búho…hasta los ninjas de La Mano), aparece en escena otro Daredevil que apalea salvajemente e incluso asesina a antiguos villanos del héroe de la Cocina del Infierno.

Nada de lo que se cuenta em esta miniserie deriva de la continuidad que seguía Daredevil en ese momento, tratándose más bien de una extensión de la etapa de Bendis/Maleev, eso sí, sin su característico estilo “descomprimido”. Es cierto que la historia arranca de una forma tremendamente violenta, pero luego, mientras Urich va yendo de aquí para allá con sus pesquisas, no hay apenas acción. Estos episodios centrales son particularmente tristes porque se nos muestra los pocos amigos que en el fondo tenía Matt. Ya en el sexto capítulo, el ritmo empieza a animarse con la aparición del nuevo Daredevil y la revelación de su identidad, su origen y el significado de la misteriosa palabra “Mapone”.

En muchos aspectos, las similitudes entre este comic y “El Regreso del Caballero Oscuro”
parecen obvios. Antes de que Frank Miller escribiera esa obra definitoria de Batman, había firmado quizá la más importante etapa de Daredevil hasta ese momento y, de hecho, hay ciertas conexiones temáticas entre ambos trabajos, sobre todo su visión deconstruccionista y algo cínica de la figura del superhéroe así como el proceso de caída, purgatorio y redención. Ese epílogo a su etapa en Daredevil que fue la también sobresaliente “Born Again”, fue publicada en las mismas fechas que “Caballero Oscuro”. Aunque ésta es una obra más conocida que aquélla, ambas influyeron sobremanera en la trayectoria futura de Daredevil, hasta el punto de que la larga etapa de Brian Michael Bendis al frente de esta colección puede leerse como una continuación directa de “Born Again”, retomando temas e ideas a una escala mayor y más ambiciosa aprovechando la mayor libertad de que gozaban los autores ya en esas fechas.

Hay quien ha sugerido que Daredevil es el mejor análogo marvelita al Batman de DC. Es un hombre (relativamente) normal que suele actuar a una escala local para mantener su zona libre de crímenes. Tiene un aspecto intimidante (en lugar de simbología vampírica la tiene demoniaca) y desde finales de los años setenta sus autores han solido ceñirse a una estética “sucia” y nocturna. A menudo se le
retrata como un individuo obsesivo hasta rozar la autodestrucción. Es, en resumen, un superhéroe que tiende a protagonizar historias más cínicas, psicológicas y moralmente ambiguas en las que se cuestiona su labor como vigilante.

Así que, aunque los guionistas Brian Michael Bendis y David Mack no forzaran la mano para hacer explícitas las comparaciones con “El Regreso del Caballero Oscuro”, cualquier historia que aborde el final de la carrera de Daredevil inevitablemente evocará esa aventura crepuscular de Batman. Pero es que en este caso, los guionistas no sólo asumen las comparaciones sino que parecen buscarlas deliberadamente. “El Fin de los Días” abunda en referencias y reconocimientos a la icónica obra de Frank Miller.

En el comienzo de la historia se nos dice que Daredevil llevaba cinco años retirado –tras haber asesinado a golpes a Kingpin- y que Matt Murdock había desaparecido. Los superhéroes –no sabemos si todos o la mayor parte- se han retirado o han ido muriendo, los políticos hacen inquietantes declaraciones por televisión y el propio mundo de Ben Urich parece estar derrumbándose a su alrededor: ni siquiera el arrollador carácter de J.Jonah Jameson ha conseguido mantener a flote el Daily Bugle que, arrollado por los blogueros, está a una semana de cerrar su edición en papel.

Más allá de este panorama de abierta y general decadencia hay otros detalles que remiten a
“Caballero Oscuro”. Así, la nueva generación de jóvenes habla en su propio lenguaje, como demuestra Suki, la joven fotógrafa ayudante de Urich, cuyo dialecto evoca al que utilizaban los mutantes en la obra de Batman. Y cuando el periodista visita al Castigador en la cárcel buscando desesperadamente una pista o una idea sobre lo que Matt Murdock hizo durante los años en los que estuvo desaparecido, el polémico vigilante le propone una posibilidad: quizá, como el avejentado Bruce Wayne de “Caballero Oscuro”, ha estado entrenando a “un nuevo Daredevil. Un pequeño ejército”.

Bendis y Mack copian de Miller elementos de la trama que dan a esta última aventura de Daredevil un cierto aire de familiaridad. Astutamente, los relegan a un segundo plano, esperando quizá que los lectores interpreten estas referencias como homenajes, guiños. Ahí tenemos por ejemplo esas prostitutas que se disfrazan de superheroinas para satisfacer los oscuros deseos de sus clientes; la reaparición de Daredevil provoca la activación de uno de sus viejos rivales. Como reconocen los noticiarios tras la inesperada huida del Castigador de una prisión de máxima seguridad: “La auténtica pregunta es ¿qué llevó a Castle a escapar ahora, después de tantos años?” Puede que Frank Castle nunca susurre la palabra “Querido”, pero la interpretación que sugieren los medios de las razones de su vuelta (el regreso de Daredevil) apuntan –otra vez- a “Caballero Oscuro”.

Comparar al Castigador con el Joker sirve también como efectivo recurso para subrayar su carácter de fuerza antagonista. El Castigador aquí no es ni de lejos un héroe sino un elemento siniestro que actúa como advertencia de lo que puede sucederle a un vigilante disfrazado. Es la antítesis de lo que debería ser un superhéroe, pero también algo más. Aunque fue un personaje creado mucho antes que “El Caballero Oscuro”, su auge y popularidad es un resultado de esa obra, así como la corriente de escepticismo y ambigüedad moral que generó y
el espejismo de que los comics necesitan ser oscuros y radicales para parecer adultos, que “violento” y “brutal” son sinónimos de “sofisticado”. Resulta muy significativo que El Castigador fuera presentado inicialmente como un villano en las páginas de “Amazing Spider-Man” en los años setenta, y que al final de los ochenta ya protagonizara dos series regulares y su modus operandi fuera el favorito de muchos lectores.

El ascenso del Castigador como protagonista de unos tebeos con gran éxito de ventas fue claramente uno de los síntomas más obvios del cambio de paradigma que se produjo en los comic-books del género superheroico. En “El Fin de los Días” se nos presenta en prisión y encadenado a una silla en una celda de máxima seguridad. Y, aún así, se jacta ante Urich de la influencia que ha tenido sobre Daredevil: “No podría estar más orgulloso de él si fuera mi hijo”, como si estuviera posicionándose como “padre” espiritual de esta corriente en los comics del género.

Y es que, más allá de los homenajes y reconocimientos a “El Regreso del Caballero Oscuro”, lo más interesante de “El Fin de los Días” es que ésta representa una clara inversión de aquélla, una especie de reprimenda y sereno rechazo a la
atmósfera y valores que el tebeo de Batman imprimió en los comic-books. Después de todo, Daredevil parece el personaje ideal para tal misión.

Esto se hace patente en la estructura de la historia, una inversión de la de la obra de Miller. “Caballero Oscuro” se abría con Bruce volviendo a vestir su uniforme azul y amarillo brillante para degenerar rápidamente al negro y gris y al cinismo y la oscuridad en el argumento (gráficamente, Batman comenzaba con proporciones más o menos naturalistas para evolucionar hacia una mole grotesca). El climax era una confrontación épica entre Batman y otros dos iconos, el Joker y Superman, antes de mostrarnos cómo Bruce desaparecía en la noche con su propio ejército de futuros justicieros.

Pues bien, “El Fin de los Días” es, como he dicho, una inversión de eso. Se abre con una
confrontación legendaria entre Daredevil y Bullseye –y, en un flashback, el Kingpin- en lugar de reservar esas peleas para el final. Se nos da a entender que Daredevil se había retirado años atrás para vivir clandestinamente antes de volver a escena y morir en un fogonazo de gloria. Y la miniserie termina con Daredevil –aunque no Matt Murdock- en su uniforme clásico, iniciando el adiestramiento para lo que va a ser una nueva carrera como vigilante.

También conviene resaltar que Miller ambientaba la historia en un futuro distópico extrapolado a partir de 1986, esto es, cogiendo las corrientes entonces vigentes y exagerándolas hasta niveles absurdos. Por el contrario, “El Fin de los Días” transcurre en una distopía que resulta muy familiar. La sátira no está recargada y, de hecho, es posible leer la historia sin siquiera notar el enfoque que ésta da de los medios de comunicación y las políticas gubernamentales. Es más, ni siquiera parece un mundo futuro o alternativo y bien podría ser la actualidad. Las cosas no pintan bien, pero permanecen ancladas en un entorno reconocible. “Para el viernes ya no habrá Daily Bugle. Y no tengo periódico para el que informar”, nos informa Ben Urich nada más empezar el primer número. Es un giro bastante siniestro respecto a lo establecido tradicionalmente en el Universo Marvel, pero bien fundamentado en el actual devenir económico.

El presidente de Estados Unidos, un afroamericano apellidado Wilson (y que uno puede sospechar es nada menos que Sam Wilson, el antiguo Halcón, compañero de El Capitán América), aparece en televisión para asegurar a sus compatriotas: “No hay un complejo militar-industrial empleando armamento para la protección de suministros energéticos”. No es una intervención tan absurda como las respuestas que un decrépito Ronald Reagan daba a las preguntas que le lanzaban sobre la utilización de armamento nuclear en “Caballero Oscuro”. Bendis y Mack no pretenden aquí elaborar una sátira sobre algún indeseable futuro sino un comentario –cínico, eso sí- sobre la política exterior norteamericana del momento-.

Por otra parte, el auténtico protagonista de “El Fin de los Días” no es Daredevil sino Ben Urich, un periodista de investigación y cronista de la vida de la ciudad atrapado en un mundo oscuro y desesperanzador. Que esto es así lo deja claro el arranque: una página-viñeta con un primer plano de Daredevil siendo brutalmente apaleado por Bullseye. Bendis y Mack no sienten la necesidad de aportar un contexto para esta cruel escena. Unas pocas páginas después, Matt Murdock es sangrientamente asesinado con su propia arma. Es difícil empezar una historia sobre el fin de Daredevil de manera tan deprimente e inequívoca.

Urich es un perfecto sustituto para Daredevil como protagonista. Como Bendis y Mack, se ha
pasado muchos años escribiendo sobre el Diablo de la Cocina del Infierno y su trabajo es muy respetado en su profesión, por no decir que es un personaje entrañable para los lectores veteranos de la serie. Hay otros momentos de metaficción en la serie, como la presentación de Maya López dando una clase en la universidad sobre “un texto que tenía dibujos junto a él” (el propio Bendis da clases de narrativa gráfica en la Universidad de Portland).

Urich se siente aplastado por la angustia existencial de verse obligado por su editor a escribir una historia que le consume el alma. Al comienzo, lo vemos mirar con indiferencia las pantallas de televisión que retransmiten en directo la última confrontación entre Daredevil y Bullseye. Y cuando Jameson le presiona para que se encargue
de la noticia, responde: “No hay noticia. Ganó el malo”. Es como si sintiera que nada merece ya la pena, que el mundo a su alrededor se está viniendo abajo. Después de todo, los comic books no tienen final, como sus personajes no tienen una muerte aguardándoles. “¿Es así como acaba?” –piensa Urich en voz alta-, “Bullseye no se muere sin más”, protesta cuando la policía encuentra su cuerpo en un entorno chusco. Para el periodista hay algo deprimente en la idea de que todo pueda terminar tan súbitamente, de forma tan mezquina y amarga.

“El Fin de los Días” comienza como un comic sobre la muerte, pero no sólo la de Daredevil. Puede interpretarse también como una reflexión sobre el declive de un género cada vez más obsesionado por lo grotesco y lo macabro. Se habla continuamente acerca de la muerte de los comic books, de su lentitud a la hora de adaptarse a un mercado cambiante. A pesar de todos sus esfuerzos, las cifras de ventas son inferiores hoy a las de los sesenta y ochenta; la edad de los lectores está aumentando rápidamente y los puntos de venta son mucho menos numerosos que hace treinta años. Se crea o no que el comic-book de superhéroes se aproxima al umbral de su defunción, es difícil negar que sí experimenta una crisis existencial.

Pues bien, “El Fin de los Días” interpreta este colapso del superhéroe como una aberración, un hecho anormal por no decir imposible. Daredevil y Bullseye no mueren; y menos de forma
patética y carente de sentido. Esta perspectiva es desasosegante, perturbadora; porque los lectores hemos llegado a pensar que los superhéroes siempre van a tener un segundo acto, y un tercero, y un cuarto… Es nada menos que el Castigador el que tranquiliza a Urich -y al lector-: “Un boxeador…Cualquier boxeador…tiene fecha de caducidad. Luchan más allá de su mejor momento. Todos prácticamente se aseguran de agotarse. Y un ninja entrena. Se entrentan toda su vida…y luego entrenan a su reemplazo. Una tradición tan vieja como la Tierra”.

Entonces, ¿por qué debería inquietarnos la idea de que Daredevil muera? Quizá sea por algo que Frank Castle, con su corazón muerto y ahogado en cinismo, no puede entender. Daredevil no es sólo un boxeador o un ninja. Tampoco, como Urich aventura, un soldado o un guerrero. Daredevil es un héroe. Y un héroe tiene que ser más grande que un hombre que pueda ser apaleado y asesinado a sangre fría. A pesar de su propio escepticismo, a Urich le convence el argumento de Castle y por ello se queda aturtido cuando el nuevo Daredevil asesina a Bala. Cuando su hijo defiende tal acto por justificable, Urich lo corrige rápidamente: “Un héroe no actúa así. Los héroes no matan (…) Te salvó y te trajo conmigo. Con nosotros. Curó a nuestra familia. (…) Que estés vivo, y bien y…Eso es lo que hace un héroe”.

Y aquí es donde Bendis y Mack se distancian de “Caballero Oscuro”. A pesar del ominoso título de la miniserie y la impactante escena de apertura, “El Fin de los Días” no es en realidad la historia del asesinato de Matt Murdock a manos de uno de sus viejos enemigos. Tampoco es una desalentadora deconstrucción del género al estilo de la obra de Miller. No va a rascar ni retorcer la psique de Matt para argumentar que en el fondo es tan peligroso o violento como los psicópatas contra los que luchaba. No, “El Fin de los Días” es una celebración del heroísmo.

No es lo que a primera vista pueda parecer. Quizá más que cualquier otro superhéroe, Daredevil ha quedado definido por sus fracasos. Es el personaje con el que los guionistas pueden hacer cosas que jamás se atreverían con otros superhéroes. Dos de sus novias resultaron cruelmente asesinadas; otra se suicidó; Kingpin descubrió su identidad y ésta más tarde pasó a ser de dominio público; fue a prisión; lideró un grupo de villanos… Matt Murdock es el único que puede meter la pata hasta el fondo, que se equivoca, que se aparta del ideal convencional de lo que debe ser un héroe.

El propio Urich lo reconoce en el primer episodio. Pensando en la última vez que Daredevil fue
visto en público, admite: “Su legado para otros héroes parecía ser que la regla de no matar al malo era cierta”. Maya López le confiesa al periodista al respecto de el impacto que dejó en su propia vida: “Me puso los pies en la tierra. Se diría que morir y que te resucite La Mano lo habría hecho también. Pero no. Sólo Matt. Siendo Matt. (…) Es curioso. Él es el motivo por el que quise luchar contra el crimen y el motivo por el que lo dejé”.

Esta reflexión, sin embargo, pasa por alto una de las características fundamentales de Daredevil como personaje: que a menudo se le ha utilizado para reforzar las convenciones del género por medio de su deconstrucción. Así, en su etapa al frente de la colección, el propio Bendis demostró por qué tener una identidad secreta es tan importante; aquí, el asesinato de Fisk muestra por qué la
regla de “no matar” es necesaria. Mack y Bendis aplican esta lógica a la oscuridad y pesimismo que venían lastrando a los comics de superhéroes de aquella época: “El Fin de los Días” es una advertencia, pero también una historia optimista. Matt implora repetidamente a su designado sucesor que lo haga mejor de lo que lo ha hecho él.

Y en el giro final es donde está la clave. La auténtica historia de “El Fin de los Días” no es el declive y la muerte de Daredevil, sino su renacimiento. Es tanto una conclusión como un origen. Todo el capítulo final está dedicado a cerrar el círculo. No sólo descubrimos que, a pesar de su horrible fin, Matt Murdock encontró la felicidad (junto a uno de sus viejos amores, por no hablar de los hijos que dejó también a Elektra, María y Milla) sino que siempre habrá un Daredevil. La idea de que los héroes del comic puedan existir para siempre en un presente perpetuo, nos dicen los guionistas, es algo que celebrar y aplaudir, una característica fundamental y reconfortante del género más que un hándicap debilitante.

Dicho lo cual, el argumento no es perfecto y deja demasiadas cosas sin explicar. Por ejemplo, el por qué la palabra “Mapone” causaría un impacto tan profundo en Bullseye como para terminar suicidándose. No se explica tampoco cómo el nuevo Daredevil –un personaje de la
miniserie que no voy a revelar aquí aunque cualquier lector medianamente atento enseguida lo descubrirá- consiguió engañar a todo el mundo y encontrar además tiempo para adiestrarse intensivamente. Ni por qué todos los antiguos de Matt Murdock parecen odiarlo. Foggy Nelson ha seguido en solitario su carrera de abogado y le ha ido mucho mejor que en asociación con su antiguo compañero de estudios. Mila, su exmujer, se ha vuelto a casar y no tiene interés en hablar sobre sus recuerdos. La Viuda Negra, a decir de Nick Furia, ha muerto. Elektra ha reconstruido su vida fuera de La Mano… De hecho, ninguno de aquellos viejos “amigos” siente deseo alguno de recordar a Matt y un cada vez más deprimido Urich es recibido con malas caras, rechazos e incluso amenazas.

Tampoco se explica (ATENCIÓN: SPOILER) el origen de las habilidades de Mapone. Aunque nunca se ha llegado a explicar del todo, se asume que los poderes de Daredevil se despertaron a raíz de un accidente radioactivo y que por tanto no son genéticos ni transmisibles por herencia. La Viuda Negra no tiene mutaciones y sus habilidades son el resultado de un largo e intensivo adiestramiento. Además, su propia continuidad reveló que había sido esterilizada en ese proceso, así que, en principio, no debería haber podido tener hijos… Bendis
no explica si utiliza una versión diferente de la Viuda o si, por el contrario, la canónica encontró alguna forma de revertir su infertilidad. (FIN SPOILER).

El dibujo corre a cargo de Klaus Janson entintado por Bill Sienkiewicz y con insertos de este último y David Mack en forma de ilustraciones. Tengo que decir que personalmente nunca me ha gustado demasiado ese estilo sucio y descuidado de Janson, pero he de admitir que aquí resulta muy adecuado para la atmósfera y tono de la historia. Su línea sin duda mejora con las tintas de Sienkiewicz y lo que demuestra sin lugar a dudas y más allá de que su estilo convenza más o menos, es su dominio del lenguaje narrativo. Varía continuamente la composición de página y los planos, siempre está claro lo que ocurre en cada viñeta y le da el tempo necesario a cada escena, ya sean conversaciones, suspense o acción física.

“El Fin de los Días” no será probablemente recordado como uno de los grandes comics de superhéroes de todos los tiempos, pero sí merece un lugar entre las mejores historias jamás contadas de Daredevil.


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