19 may 2019

1981- SPIROU Y FANTASIO - Tome y Janry (3)


(Viene de la entrada anterior)

La trayectoria tan notablemente apuntada por “Spirou en Nueva York” queda confirmada por la siguiente aventura, un díptico formado por dos álbumes, “Con el Agua al Cuello” (1988) y “El Valle de los Proscritos” (1989), que en la mejor tradición de la serie devuelve a Spirou a un paraje remoto y exótico siguiendo los esquemas de las novelas de aventuras de Mundos Perdidos de finales del siglo XIX y principios del XX: un grupo de occidentales que entran en posesión de un alguna pista o indicio que les lleva a iniciar una expedición por tierras recónditas donde deberán enfrentarse a los peligros naturales y las amenazas de los nativos hasta llegar, a través de un laberinto de cuevas, un angosto valle brumoso o el ascenso de un acantilado casi inexpugnable, a un mundo olvidado por el tiempo, con extrañas criaturas y restos de antiguas civilizaciones, antes de descubrir la solución al enigma planteado al comienzo de la peripecia. Siguiendo el espíritu modernizador que animaba la colección, Tome y Janry superponen ese esquema clásico a un contexto moderno convenientemente deformado para evitar polémicas estériles: el de la invasión china del Tíbet mezclado con las continuas guerras civiles que asolan el territorio afgano.


Al comienzo de “Con el Agua al Cuello” volvemos a encontrarnos a Spirou y Fantasio en esa situación tan anómala para los aventureros del comic: las dificultades económicas. Quieren financiar una expedición a la asiática nación de Khadad-Osp-Ortres, invadida por una potencia extranjera, para investigar el paradero de dos viajeros que en los años treinta desaparecieron mientras trataban de descubrir la localización de un valle del que se dice fue hogar de un pueblo exiliado por los mongoles en el siglo XIII. Las conferencias que Spirou da sobre sus aventuras pasadas para recaudar fondos no tienen éxito y a punto están de abandonar su proyecto cuando se presenta un estrafalario doctor que les propone pagar los gastos de la expedición si ellos acceden a que les acompañen varios de sus pacientes aquejados de un hipo crónico. La teoría, les explica, es que vivir unas emociones extremas les sanará de su dolencia. Pese a lo disparatado de la propuesta, Spirou y Fantasio acceden y tras ese arranque la historia nos narra las dificultades que tienen para infiltrarse en un territorio en guerra, evitar la persecución de ejército ocupante y hacerlo cargando con unos estrafalarios individuos en absoluto hechos para el peligro y la aventura.

Las primeras páginas de este álbum son absolutamente brillantes y aunque el inicio
propiamente dicho es un tanto endeble (la aparición del doctor y su inverosímil propuesta), el guión de Tome ofrece gags muy divertidos del mal avenido grupo tratando de abrirse paso en un territorio sometido a una férrea dictadura. Una muestra de lo bueno que es el guión es que podrías eliminar todos esos momentos cómicos y aún así tener un emocionante argumento de acción y aventuras. El tema del hipo es recurrente, pero Tomé sabe sacarle partido en diversas situaciones e introduce sorpresas, giros argumentales, juegos de palabras y detalles magníficos, como el que el guía que ayuda a Spirou y Fantasio, Gorpah, es el mismo que utilizó Tintín en su aventura en el Tíbet y constantemente maldice y grita imitando al Capitán Haddock.

El dibujo de Janry vuelve a ser espectacular. Su capacidad para mostrar la acción, ya sea puramente física o de diferentes vehículos, es tal que no necesita textos de apoyo de ningún tipo. No sólo su estilo narrativo es cinematográfico sino que su talento como caricaturista es insuperable; la vivacidad de su línea y sus composiciones enérgicas son dignas del gran Franquin. Cabe destacar que en esta ocasión ya no cae en la caricatura racial como había sido el caso de la aventura anterior en Nueva York. Y a esto hay que añadir la belleza de sus fondos, en los que crea la atmósfera precisa para sumergir al lector en la historia, ya sean urbanos o naturales. A la altura de este álbum, el octavo en su haber junto a Tome, ya es un maestro en todas las disciplinas del comic, combinando y fusionando a la
perfección lo realista con lo burlesco. Una nueva mención destacada para el colorista Stuf, que baña las escenas en el Himalaya con un tono sepia que recuerda a las viejas fotografías, recordándonos que estamos ante una aventura que recupera el estilo clásico del pulp.

En “El Valle de los Proscritos”, los dos protagonistas, dados por muertos por sus compañeros de viaje en el álbum anterior, han llegado accidentalmente al inaccesible valle del título, un lugar aislado repleto de una fauna tan insólita como peligrosa. El álbum tiene una peculiaridad notable: no hay enemigo concreto propiamente dicho. A lo que se deben enfrentar los dos amigos es, primero, a la hostil naturaleza del lugar y, segundo, a sus propios instintos reprimidos. Y es que la picadura de un mosquito local provoca la locura vía la exacerbación de las envidias y resentimientos más profundos, lo que impulsa al enajenado enfermo a agredir a sus semejantes. Fantasio es la primera víctima y su frustración más profunda, estar a la sombra de Spirou y que éste sea titular de una revista cuando ni siquiera es periodista, se convierte en envidia e ira asesinas contra su amigo, que además de impedir que lo mate debe encontrar una forma de que ambos puedan salir de esa prisión natural. Resulta muy chocante el cariz psicológico que Janry introduce en esta aventura y que
implica ver a dos personajes cuya idealizada amistad había sobrevivido inquebrantable e incondicional durante décadas, discutir, recriminarse y agredirse mutuamente.

Las aventuras en entornos exóticos habían sido siempre una de las especialidades de Spirou y dieron origen a algunos de sus momentos más memorables. Eran ocasiones para encadenar gags humorísticos y demostrar el poder de la amistad entre los dos personajes. Tome y Janry se inspiran en dos películas, “Infierno en el Pacífico” (1968) y “Enemigo Mío” (1985) para subvertir ese cliché adoptando un tono pesimista, oscuro, claustrofóbico, en el que la situación de Spirou se va tornando más y más desesperada y la tensión va en aumento sólo aliviada aquí y allá por la introducción de ridículas criaturas que parecen sacadas de una mente febril.

Dado que se trata de un entretenimiento ligero, puede esperarse que los terrores a los que hayan de enfrentarse los protagonistas estén más en la línea de Indiana Jones que de Lovecraft, pero aún así el argumento es, como digo, mucho más oscuro de lo que había sido la norma hasta ese momento. A ello contribuye esa sensación de maldición que planea sobre ellos. No sólo descubre Spirou que los exploradores que les precedieron en el valle murieron probablemente matándose
mutuamente, sino que encuentra unos bajorrelieves en los que se narra que el pueblo oriental exiliado aquí siglos atrás tuvo un fin similar y más apocalíptico (un recurso que recuerda poderosamente a “Las Montañas de la Locura”, de H.P.Lovecraft). Todo indica, por tanto, que los dos amigos están condenados a sufrir el mismo destino aciago y que los clichés del género de aventuras, los típicos trucos para sobrevivir sacados de la chistera o las afortunadas casualidades, no les van a ayudar. Incluso el final, que después de todo no puede sino ser feliz -al fin y al cabo estamos hablando de Spirou- tiene un toque macabro y humorísticamente perverso.

Poco nuevo se puede decir de Janry sin correr el riesgo de repetirme. En esta ocasión no tiene oportunidad de ofrecer mucha variedad de fondos ya que toda la acción transcurre en la jungla, pero aún así vuelve a sorprender lo meticulosamente que representa el entorno salvaje, la inventiva con la que diseña esas ridículas pero peligrosas criaturas y el talento con el que mueve y dota de expresión a los personajes, especialmente y en este caso al enajenado Fantasio. Su línea suelta y alegre atempera hasta cierto punto el tono deprimente del guión. Hay también escenas narrativamente muy bien resueltas, como cuando Spirou explora las cuevas cuyas paredes muestran la historia de los pobladores originales del valle. El héroe porta una antorcha que crea bellos e inquietantes efectos de iluminación.

En resumen, una obra impecable a la que no se le puede sacar ningún “pero” y que constituye
una de las mejores entregas de toda la colección hasta la fecha y una de las cimas del equipo Tome y Janry.

Tras las aventuras exóticas del díptico “Con el Agua al Cuello” y “El Valle de los Proscritos”, Tome y Janry regresan a la intriga policiaca netamente urbana en su siguiente álbum. Si Tintín, setenta años atrás, había visitado el País de los Soviets y poco después Estados Unidos, ¿Por qué no repetir la jugada, aunque a la inversa, con Spirou? Al fin y al cabo sería muy interesante presentar las dos caras del sistema de superpotencias vigente entonces ya a finales del siglo XX. De este modo, los autores prepararon otro viaje de documentación y, con una idea acerca del argumento, se presentaron en Moscú a comienzos del invierno de 1989 dispuestos a tomar notas y empaparse del ambiente, tal y como habían hecho años atrás en Nueva York. Pero he aquí que mientras están en la capital rusa, se enteran de la caída del Muro de Berlín y, por tanto, del comienzo de la descomposición del “imperio comunista ruso”.

Desconcertados y conscientes de que han sido testigos de un acontecimiento histórico que no tiene marcha atrás, regresan a casa sabiendo que la historia que tenían en mente, muy en la línea de las intrigas de espionaje de la Guerra Fría, ya no sirve. Hay que encontrar otro pretexto argumental para la aventura. Y he aquí que Janry propone articular la trama alrededor del robo de la momia de Lenin expuesta entonces y hoy en un mausoleo de la Plaza Roja. En un destello de presciencia, los autores incluyeron en la historia el auge de las mafias sobre la estructura decadente del antiguo régimen y las nuevas tensiones que generaban los nostálgicos de la época zarista.

Cuando están a punto de embarcar en un vuelo rumbo a Tahití para disfrutar de unas vacaciones tropicales, Spirou y Fantasio son secuestrados por los servicios secretos franceses, quienes les obligan a colaborar con la policía secreta rusa en la lucha contra las nuevas mafias y, en concreto, un grupo liderado por un tal Tanaziof. Los rusos, poco duchos a la hora de enfrentarse con este tipo de criminales que no tienen miedo de atentar contra la antaño temida KGB, confían en ellos por ser personas irreprochables y con recursos, valores muy apreciados en una sociedad en la que ya nadie sabe quién es de fiar dado que los mafiosos se han infiltrado en los organismos
responsables de la seguridad del Estado. Tanaziof afirma ser descendiente de la familia real ejecutada durante la Revolución de Octubre y, por tanto, aspirante legítimo al trono de la nación. En torno a sí ha organizado un grupo terrorista que pretende derrocar al gobierno y restaurar la monarquía. Sin embargo, Spirou y Fantasio –nombrados ipso facto agentes de la KGB- enseguida lo reconocen como Zantafio, el primo del segundo y némesis recurrente de la pareja en la etapa de Franquin. Su plan para chantajear al gobierno pasa por robar la momia de Lenin, una especie de icono sagrado para los rusos. Lo que sigue es una peripecia con todos los elementos propios de la serie: huidas, atentados, peleas, fugas en el último momento, gags y personajes hilarantes…Spirou y Fantasio tienen que recurrir a todo su ingenio para sobrevivir tanto a Zantafio y sus secuaces como a los ineptos burócratas y agentes secretos que supuestamente están de su parte.

Tome siempre ha disfrutado maltratando a Spirou y Fantasio, enviándolos a lugares lejanos, hostiles…o las dos cosas al mismo tiempo. Eran, además, parajes reales como la Antártida, Nepal, Australia o Nueva York y haciendo referencia a conflictos o problemas de actualidad: el
desarrollo de armas de destrucción masiva, las invasiones para instaurar regímenes opresivos, los derechos de las poblaciones indígenas o las luchas entre facciones del crimen organizado. En esta ocasión, ese referente de actualidad tiene un peso especial por cuanto la historia aparece serializada en “Spirou” pocos años después de que Gorbachov anunciara la perestroika y el glasnost y justo después de la mencionada caída del Muro de Berlín. Como ya había hecho en la aventura de Nueva York, el guionista se permite utilizar cierto espacio narrativo para hacer un rápido repaso a la historia y espíritu rusos, quizá cayendo, eso sí, en ciertos lugares comunes. Como suele ser habitual en esta etapa, la trama discurre a un ritmo frenético: continuamente pasan cosas y se van sucediendo las vicisitudes sin solución de continuidad. Y, aún así, Tome consigue insertar de forma natural y nada cargante no pocos diálogos explicativos con sus característicos juegos de palabras, sarcasmos y agilidad verbal.

En cuanto al villano escogido para la ocasión, Zantafio, supone la recuperación de otro gran personaje de la etapa Franquin y, por tanto, de un nuevo lazo que une la tradición con la modernidad. Aunque siempre es difícil manejar los personajes salidos de la imaginación de
Franquin sin caer en el plano reciclaje de las mismas recetas que tan bien le funcionaron a él, este caso es un ejemplo de lo bien que supieron hacerlo Tome y Janry. Zantafio equivale ahora para Spirou lo que Rastapopoulos es para Tintín u Olrik para Blake y Mortimer, un oponente mucho más directo y peligroso que Zorglub, cuya maldad quedaba diluida por cierto patetismo. Y otro detalle que muestra la dirección realista que estaba tomando la serie: Spip, la ardilla mascota del protagonista, deja de dar el contrapunto sarcástico con sus pensamientos y calla durante prácticamente toda la aventura. Un animal parlante o, como mínimo, inteligente ya no tiene lugar en este nuevo mundo de Spirou.

El trabajo de Janry vuelve a ser magnífico en todos los aspectos, destacando tanto su sentido narrativo en escenas de acción como el meticuloso dibujo de fondos, para el que utiliza abundante documentación de lugares icónicos, desde el Kremlin a la Lubyanka, del Bolshoi a la piscina Moskva. Como la aventura transcurre en invierno, Stuf aporta con sus colores un aspecto limpio que atempera algo el deprimente gris cemento de los colosales edificios moscovitas. Un trabajo gráfico, en fin, de auténtico virtuoso.

Tras la aventura urbana y abundante en personajes de “Spirou y Fantasio en Moscú”, en el siguiente álbum, “Vito el Cenizo” (1991), Tome y Janry envían de nuevo a la pareja a un entorno natural exótico, lejano y con un reparto muy reducido. Spirou y Fantasio navegan en un velero por el Océano Pacífico regresando de Tahití, donde el segundo conoció y se enamoró de una muchacha sin ver sus sentimientos correspondidos. Así que, al mismo tiempo que Spirou tiene que hacer frente a una terrible tormenta, ha de intentar animar a su amigo, sumido en una profunda depresión.

Al día siguiente, ya con el mar en calma, divisan un atolón en cuya laguna deciden recalar para efectuar algunas reparaciones en el barco. Con los prismáticos divisan a un náufrago que resulta ser nada más y nada menos que Vito Cortizone, el mafioso americano al que habían conocido en la aventura de Nueva York. Éste lleva allí varios meses tras estrellarse el avión en el que viajaba transportando una misteriosa e ilegal carga (en realidad asesinó al piloto en pleno vuelo). Dado su deplorable estado físico, los dos amigos no lo reconocen inicialmente y Vito consigue convencerlos para que le ayuden a recuperar la carga del avión sumergido en la laguna. Sus verdaderas intenciones pasan por matarlos en cuanto tenga las cajas a bordo y salir de allí en el velero.

Es esta una mezcla de aventura, comedia y thriller claustrofóbico perfectamente medida y,
como es habitual, tremendamente entretenida, narrada a un ritmo dinámico y rebosante de gags visuales. Por su parte, Vito Cortizone es un adversario que da la talla para ser uno de los villanos recurrentes de la serie, ridículo y patético debido a su sempiterna mala suerte pero también peligroso y decididamente malvado.

Pero aquí, además de la aventura propiamente dicha, se introducen temas más adultos y nuevos en la serie. El mal de amores que sufre Fantasio implica que los protagonistas tienen, efectivamente, una vida sentimental y heterosexual (personalmente, no creo en la necesidad y/o conveniencia de psicoanalizar este tipo de comics de puro y clásico entretenimiento, pero si a alguien le quedaban dudas sobre si ambos amigos eran además pareja sentimental, aquí se despejan). Al menos por ahora, Tome no se atreve a introducir personajes femeninos fijos y/o relevantes, así que el interés amoroso de Fantasio no podía perdurar más allá de esta entrega. Había que resolverlo al final y Tome opta porque su depresión, a la postre, resulta ser una crisis de autoestima. Este problema psicológico de Fantasio se había manifestado ya en “El Valle de los Proscritos”, aunque en esa ocasión relacionado con su competencia profesional.
Ahora, una vez él confirma que todavía es capaz de atraer a las mujeres, no le importa demasiado abandonar a la chica objeto de sus desvelos al comprender la imposibilidad de la relación. Por otra parte, el estado anímico de Fantasio durante toda la peripecia en el atolón sirve bien a un propósito narrativo, ya que explica el por qué, ensimismado en su tristeza, no es capaz de detectar las mentiras y manipulaciones de Vito.

También resulta chocante ver a Spirou ebrio y buscando camorra para ayudar a su amigo a que tenga algo de tiempo a solas con la muchacha tahitiana; o los esfuerzos que hace por animar al abatido Fantasio, normalmente animoso e incluso volcánico, recordándole sus hazañas. Es, por tanto, una historia que, sin descuidar la aventura, presta más atención a la caracterización y, además, de una forma más adulta. Es una muestra de la inquietud que sentían los autores tras diez años ocupándose de los personajes por hacer algo diferente, más personal e innovador después de haber rendido cumplido homenaje a la etapa clásica

A estas alturas, Tome y Janry se habían convertido en una máquina narrativa perfectamente engrasada. Apoyándose en el estilo gráfico de André Franquin, han desarrollado su propio
estilo y Janry continúa mejorando. Vemos aquí más frecuentemente primeros planos de las caras de los personajes, éstos han modernizado su aspecto general y su caracterización es excelente (aunque vuelve a caer en el tópico racial cuando dibuja a los piratas chinos con esos dientes sobredimensionados). Desde luego, el dibujante tiene un sólido apoyo en el asimismo extraordinario trabajo que realiza el colorista regular de la colección, Stéphane De Becker “Stuf”, que captura los matices cromáticos del trópico, como los colores pastel del amanecer o las intensas aguas celestes de la laguna (ambos habían estado ya en Tahití, lo cual sin duda ayudó al brillante resultado final)


(Continúa en la próxima entrada)

No hay comentarios:

Publicar un comentario