El fenómeno del envejecimiento de la población en los países desarrollados y en Europa en particular viene siendo motivo de preocupación desde hace décadas. Tener a un importante segmento de los ciudadanos en una edad considerada económicamente no productiva, con necesidades asistenciales y afectada negativamente por las actuales dinámicas sociales y familiares y un progreso tecnológico que los ha dejado atrás, ha dado lugar no sólo a estudios académicos, protestas sociales y artículos de prensa sino que ha tenido el correspondiente reflejo en la ficción, incluso en géneros en los que a priori no esperaríamos encontrar ancianos: ahí tenemos, por ejemplo, esa actual moda de películas protagonizadas por actores entrados en años encarnando a héroes de acción crepusculares, desde Liam Neeson a Denzel Washington pasando por Jeff Bridges.
El comic, por supuesto, también se ha hecho eco de este peso creciente de la población jubilada, con autores de primera fila adoptando todo tipo de enfoques y estilos y abordando problemáticas muy diversas desde Paco Roca (“Arrugas”) a Miguelanxo Prado (“Presas Fáciles”), de Duhamel (“ElViaje de Abel”, “Jamás”) a Antonio Altarriba y Kim (“El Arte de Volar”, “El Ala Rota”), Lupano y Panaccione (“Un Océano de Amor”), Zidrou y Aimée de Jongh (“La Obsolescencia Programada de nuestros sentimientos”), Posy Simmonds (“Cassandra Darke”), Ed Brubaker y Sean Phillips (“Pulp”)…
¿Estamos ante el nacimiento de un nuevo nicho editorial? ¿Quizá los editores desean ofrecer material en sintonía con unos lectores que se hallan en pleno proceso de envejecimiento? Sea como sea, está claro que es un tema que interesa al público y que atrae la atención y el favor de la crítica.
Es en este contexto donde puede encuadrarse “Monsieur Vadim”, del guionista belga Gihef (Jean François Baudot) y el dibujante francés Morgann Tanco, un thriller con toques de humor negro, desarrollado en dos álbumes y en cuya trama se integran muchos elementos relacionados con la temática de la tercera edad, como la ineficacia o impotencia de la asistencia social, la progresiva parálisis física y mental, el distanciamiento de la familia, la condescendencia que han de soportar en base a su edad, el respeto, la autoestima y la dignidad.
Vadim Koczinsky pasa sus últimos días en una residencia para ancianos de la Costa Azul francesa, en Niza concretamente, una ciudad en la que se concentra una gran población de avanzada edad gracias a su agradable clima. Vadim entró en la Legión Extranjera en 1958, huyendo del régimen comunista de su Polonia natal. Allí aprendió a combatir, matar y utilizar armas y aunque hoy no es más que una sombra de lo que fue y la artrosis le juega malas pasadas, las circunstancias demostrarán que sigue manteniendo unas habilidades fuera de lo común. Por el momento, se conforma con ver todos los días un culebrón televisivo, “Las Conchas del Amor”, por los recuerdos que le evoca de su hija Aleksandra, fallecida tres años atrás. Lo único que le interesa es dejar su patrimonio en herencia a su nieto, Sasha, todavía un niño, que ha quedado bajo la custodia de su yerno, un siniestro individuo involucrado en negocios turbios que consiguió una orden de alejamiento contra Vadim después de que éste, ebrio y en un arranque de rabia, le golpeara públicamente.
Mientras tanto, en las afueras de la ciudad, el propietario de un café playero, el belga Bart van Coppens trafica con droga utilizando los camiones de reparto de su negocio. El problema es que quiere hacerlo sin rendir cuentas al trio de gangsters que controla el negocio de la droga a nivel local. Como las amenazas e intimidaciones no han dado resultado, éstos han endurecido sus tácticas, robando los cargamentos y asesinando a los conductores.
Un par de agentes de policía y la trabajadora social Stéphanie Mayer, llegan a la residencia para comunicarle a Vadim que el gestor que le administraba sus asuntos, un tal Canesta, ha huido al extranjero con todos los fondos. Para colmo, hasta que no se aclare el asunto, el pago de su pensión será paralizado. Como consecuencia, el veterano soldado carece de recursos para seguir pagando la residencia. Resignado, mete todo lo que tiene en una maleta y se marcha a la calle. La casualidad hace que unos atracadores irrumpan en el establecimiento donde se ha detenido a tomar un café y no le cuesta mucho reducirlos pese a su edad y achaques.
Su hazaña no sólo sorprende a la policía sino que llama la atención del mencionado van Coppens, que le hace una oferta para que le ayude a zanjar su guerra contra la mafia local. Vadim sabe que va a meterse en un terreno muy resbaladizo, pero acepta de él un apartamento donde vivir y una importante gratificación porque necesita dinero con el que contratar a un abogado y defender sus derechos respecto a su nieto y frente a su padre, al que considera responsable directo de la muerte de Aleksandra. La misión que va a realizar a cambio le presentará no pocos problemas, y no sólo debido a la artritis que suele paralizar sus manos en los momentos más inoportunos y la peligrosidad de sus adversarios, sino al doble juego del que va a ser víctima. Un juego cuyas reglas le cuesta un poco entender, pero que en cuanto lo hace, empieza a utilizar a su favor
Este primer episodio de 54 páginas, con el título “Artrosis, Crimen y Marisco”, ofrece una lectura dinámica y muy entretenida gracias al quizá no muy original pero sí bien construido guion de Gihef, que capta la atención del lector desde el primer momento y va dosificando paulatinamente y en los momentos precisos la información necesaria para ir completando el panorama general. Igualmente bien medido está el ritmo, impulsado por unos diálogos verosímiles al tiempo que chispeantes, la inclusión bien medida de escenas de acción y el aumento progresivo del suspense hasta culminar en un clímax que hace imprescindible abordar la siguiente y última entrega, “Extra de Patatas y Metralleta” (afortunadamente, en español disponemos de la edición integral gracias a Ponent Mont).
De entre toda la galería de pintorescos personajes, especialmente entrañable es el protagonista, un individualista con un pasado que podemos adivinar convulso. Convertirse en soldado fue para él una salida profesional y una escapatoria del régimen comunista, no una convicción ideológica. Está claro que no ha sido ningún monaguillo, pero tampoco ha caído en el cinismo más absoluto. Sus aspiraciones son las mismas que las de la mayoría de la gente y a pesar de los reveses que ha sufrido en la vida, sigue fiel a sus valores, la familia en particular, por la que está dispuesto a utilizar sus conocimientos, refrescar sus habilidades y asumir riesgos a priori ridículos. Aunque al principio aparece retratado como un anciano gruñón y antipático, poco a poco su coraza va agrietándose y dejando entrever sus sentimientos.
Por otra parte, guion y dibujo diferencian muy bien a los mafiosos belgas, una banda de vividores poco aseados y extrovertidos como el joven Mayo o su jefe, van Coppens; y sus rivales franceses, que lucen aspecto de limpios ejecutivos de alto nivel pero que son mucho más taimados, crueles y despiadados.
Además de la personalidad de Vadim y el embrollo al que se ve empujado por sus peculiares circunstancias, otro atractivo de este comic reside en la región donde transcurre la historia, el sur de Francia, que tiene una arquitectura, luz y ambiente muy particulares y que el dibujante sabe captar bien. La forma en que se desarrolla la historia es muy diferente -y menos convencional- que si se hubiera optado por ambientarla en, por ejemplo, una gran urbe como París.
Y es que otro de los puntos fuertes de este álbum es precisamente el dibujo de Morgann Tanco -coloreado con acierto por Cerise-, a cuya mezcla de realismo y caricatura propia de la escuela francobelga no se le puede poner ninguna pega. El diseño de los personajes permite identificarlos inmediatamente en la escena; la expresividad está un punto sobreactuada pero no desentona con el estilo y tono de la historia; todas las viñetas cuentan con una escenografía muy cuidada que evita las imágenes de postal idílica; la narrativa es ágil y la coreografía de los momentos de acción física está bien representado.
El segundo volumen mantiene la calidad gráfica y el pulso narrativo del primero, profundizando en la intriga y complicándole mucho las cosas al pobre Vadim tras haberse involucrado en la guerra de bandas por el tráfico de droga en la Costa Azul. Tratan de jugársela los dos bandos implicados y un policía corrupto que, para colmo, ha empezado una relación sentimental-sexual con Stéphanie, su asistente social. La galería de personajes mantiene su solidez, la trama encadena varios giros, sorpresas y momentos explosivos con un grado creciente de violencia hasta desembocar en una conclusión satisfactoria. El único punto que algunos lectores/as pueden encontrar mejorable es la práctica ausencia de personajes femeninos con un papel relevante (Stéphanie, que al principio se presenta como una mujer resuelta y comprometida, acaba limitándose a ser la amante -además, sin demasiada justificación- del inspector corrupto de la policía).
“Monsieur Vadim” es un comic autoconclusivo que bajo la brillante luz del Mediterráneo mezcla la comedia negra, el drama criminal y la crítica social para lanzar un mensaje optimista sobre la etapa que muchos consideran, parafraseando a uno de los personajes, “el naufragio de la vida”. Un tebeo muy entretenido, de narrativa clara, que equilibra la violencia con los buenos sentimientos, apto para cualquier lector adulto y del que fácilmente podría extraerse una película o miniserie televisiva.
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