Aunque a menudo se le ha querido menospreciar calificándolo como la versión Marvel de Batman, lo cierto es que el Caballero Luna es uno de los personajes más fascinantes del catálogo de esa editorial, un superhéroe al borde de la locura gracias a su equívoca relación tanto con la propia identidad (deformada por un trastorno esquizofrénico y su dependencia del espíritu del dios egipcio Khonshu, sea éste real o no) como con la justicia (utiliza métodos expeditivos pero no llega a ser un asesino como el Castigador).
Cada uno de los guionistas que ha ido encargándose del personaje desde su creación en 1975, ha optado por enfatizar en mayor o menor medida tal o cual aspecto del mismo: sus múltiples personalidades, la posesión mística por parte de Khonshu, etc. Hasta 2009, Doug Moench, Alan Zelenetz, Chuck Dixon, Terry Kavanagh, Charlie Huston, Mike Benson, Peter Milligan o Greg Hurwitz entraron y salieron del Caballero Luna sin que éste encontrara la forma de calar verdaderamente entre los lectores. En 2011, se recurrió a un equipo que ya había demostrado su valía en “Daredevil”, el guionista Brian Michael Bendis y el dibujante Alex Maleev, quienes reformularon al Caballero Luna exiliándolo en Los Ángeles y agravando sus desórdenes mentales hasta el punto de creerse Spiderman, Lobezno o el Capitán América. Aquella ocurrencia no tuvo buena aceptación y la serie se canceló al cumplir un año.
A la vista de aquel fracaso pero aún con fe en las posibilidades del personaje, Marvel recurre a otro guionista estrella, Warren Ellis, que desde hacía más de dos décadas se había consolidado como uno de los autores más aclamados del comic norteamericano. “Transmetropolitan” (1997-2002), “Planetary” (1999-2009) y “The Authority” (1999-2000) se cuentan entre las series más celebradas del cambio de siglo y otras de sus historias incluso han sido llevadas al cine en “Iron Man 3” o “Red”. El desarrollo de su faceta de novelista a partir de 2007 limitó su producción en el ámbito de los comics aunque mantuvo su presencia en Marvel con guiones para una corta etapa de seis números de “Secret Avengers” en 2011; cuatro números de “Avengers Assemble” en 2014 en colaboración con Kelly Sue DeConnick o la novela gráfica “Avengers: Endless Wartime” (2013).
En 2014, Marvel anunció que Ellis, junto al dibujante Declan Shalvey, iba a encargarse de una nueva colección del Caballero Luna. Esta colaboración, sin embargo, finalizó tras tan sólo seis números. Normalmente, cuando los creadores deciden abandonar un título muy poco después de haber empezado en él, es una clara señal de problemas entre bambalinas y la calidad del resultado acusa esa circunstancia. Pero en este caso, el abandono de Ellis y Shalvey supuso una auténtica lástima porque su trabajo supuso una revolución para un personaje en general maltratado por la editorial en sus casi cincuenta años de historia.
Y también inusual fue que ambos autores no dejaran su etapa inconclusa. Estos seis números, que hoy pueden leerse recopilados en un volumen, se leen perfectamente de forma autónoma. No hay cliffhanger final, tramas sin cerrar, personajes abandonados… La razón para esto es que Ellis no escribió el comic como el habitual serial superheroico sino que abordó cada uno de los episodios como una historia independiente y completa. Es una forma atractiva de estructurar una serie –o miniserie, como acabó siendo este caso- porque satisface la máxima semiapócrifa de Stan Lee según la cual cada comic book es el primero que lee alguien. El Caballero Luna de Ellis y Shalvey es básicamente una recopilación de seis números uno.
El primer número, titulado “Cortador”, nos presenta a un Caballero Luna llevando su máscara con una luna en la frente y vistiendo un traje tres piezas de blanco inmaculado que le da cierto aire a los antiguos justicieros de la era pulp. Atendiendo a la llamada del detective Flint, llega a la escena de un crimen a bordo de una limusina que se conduce autónomamente y deduce que han de vérselas con un asesino en serie que mata a hombres fuertes y saludables. El responsable debe ser capaz de retirarse de forma rápida y sencilla, por lo que el sistema más probable son las alcantarillas. Así, el Caballero Luna desciende a las entrañas de Nueva York para descubrir la guarida de un ex agente de SHIELD mutilado por una mina, que descuartiza a sus víctimas para “reparar” su propio cuerpo. Utilizando sólo su velocidad, carisma y verborrea, el Caballero derrota a su psicótico adversario.
Ese número inaugural contiene un epílogo de cinco páginas en el que Ellis se encarga de anular y ridiculizar simultáneamente la etapa de Bendis. Una psiquiatra a la que consulta Spector le confirma: “La buena noticia es que no tiene un trastorno de identidad disociativa. No estoy seguro de a qué barberos y faquires ha consultado previamente, pero no se “coge” el T.I.D sólo por fingir ser otra gente durante un tiempo. Si eso fuese cierto, tendríamos una epidemia de actores de telenovelas poniéndose bolsas en la cabeza y cortándole la cara a la gente, ¿no?”. Es aquí también donde se presenta la premisa de la serie tal y como la concibió Ellis. La doctora le dice que “He encontrado particularmente relevante que se diga que Khonsu –que, recordemos, es la deidad que otorga a Spector sus poderes y misión justiciera- tiene cuatro aspectos: explorador, acogedor, defensor y vigilante de viajeros nocturnos (…) Rota a través de esos cuatro aspectos y su cerebro lucha por definir qué le ha pasado, busca aplicarles identidades”.
En el segundo episodio, “Francotirador”, vemos al Caballero Luna con un nuevo traje, este más cercano a su tradicional uniforme superheroico aunque con un diseño más moderno. Se diría que Ellis quiere aquí recuperar esa vieja discusión antes mencionada sobre los paralelismos entre el Caballero y Batman, haciendo que su héroe se desenvuelva como el justiciero de DC, exhibiendo una llamativa capa y capucha y sirviéndose de gadgets tecnológicos para enfrentarse a los criminales, en este caso un francotirador que se dedica a acechar y disparar a ocho víctimas sin relación aparente aunque tras el choque entre ambos, salen a la luz los motivos del asesino.
Se trata un capítulo con una narrativa muy original en la que priman los silencios (y las imágenes) sobre los textos y que se abre con una página de ocho viñetas representando a los objetivos del asesino. En cada una de las siguientes siete planchas, cae abatido uno de ellos, desapareciendo su correspondiente viñeta de la composición y siendo sustituido su lugar por un espacio vacío hasta que en la última ya sólo queda una viñeta sobre un fondo blanco.
Nuevo diseño de traje para el tercer episodio, “Caja”. Cuatro espectros con apariencia de punks de los años 70, atacan aleatoriamente a civiles en el centro de Manhattan. Tras tres de estas manifestaciones, el detective Flint llama al Caballero Luna para que intervenga, pero sus esfuerzos son inútiles y es derribado. Malherido, de vuelta en casa escucha el consejo de Khonsu (que nunca llega a discernirse si es una manifestación auténtica o mero delirio de su cerebro enfermo) que le recomienda que recurra a las reliquias que ha almacenado con el paso de los años. Así, ataviado con una grotesca mezcla de vendajes de momia, armadura samurái y pico cadavérico de una gran ave, se reviste del poder místico que necesita para enfrentarse a los fantasmas, derrotarlos y averiguar su origen.
En el cuarto, “Sueño”, el doctor Skelton, a recomendación de su colega Peter Alraune (un personaje de la primera etapa del Caballero Luna), pide ayuda al vigilante después de que unos experimentos sobre el sueño acaben con los pacientes padeciendo la misma pesadilla y deslizándose hacia la locura. El Caballero se instala en la única sala vacía del decrépito laboratorio y se queda dormido, sumergiéndose en una especie de limbo onírico donde descubre que uno de los pacientes, Craiglist, no sabe si todavía está dormido o despierto. Al despertar, el Caballero arrastra a la fuerza a Skelton a la estancia, donde desentierra el cadáver de Craiglist, cuyo cerebro está contaminado con un hongo venenoso que ha infectado a los otros pacientes. Se trata de un capítulo que hace uso de un grafismo psicodélico que recuerda a los estilos e imágenes conjurados por la imaginación de los dibujantes franceses Caza o Druillet.
El quinto episodio, “Scarlet”, parece una revisitación de películas de acción entonces aún recientes como “Redada Asesina” (2011) o “Juez Dredd” (2012): para rescatar a una niña secuestrada en el quinto piso de un edificio decrépito, el Caballero Luna debe ir ascendiendo planta tras planta y liquidando –de formas particularmente violentas- a todos los matones que tratan de detenerlo.
El sexto número viene a ser una historia de origen de una nueva némesis del héroe, una versión opuesta estética y moralmente al Caballero Luna nacida de la frustración, los celos y el deseo de reconocimiento. El justiciero de blanco atribuye su victoria final a una razón muy poco heroica, una actitud vital que lo acerca peligrosamente a la psicopatía: “Deja que te cuente una cosa sobre mí. La gente que me quiere sufre y muere. Yo nunca quise que me quisieran. Por eso gano siempre”. Es el único episodio de los seis que recupera partes importantes del pasado del personaje, en especial a Marlene y Frenchie (ambos han seguido con sus vidas y no quieren tener nada que ver con Marc Spector/Steven Grant/Caballero Luna), aunque de manera accesible para que lectores no familiarizados con ellos no vean entorpecida su comprensión de la trama.
Ellis encuentra en Declan Shalvey un socio creativo que comparte su gusto por las extravagancias visuales. El artista, que hasta ese momento se había limitado a series de Marvel sin mucho relumbrón, no se contenta con desarrollar gráficamente los guiones del célebre guionista con la máxima eficacia posible, sino que utiliza su estilo moderno con un toque clásico para experimentar. Su primera contribución importante es un cambio de imagen del protagonista. En cuatro de los seis episodios, el Caballero Luna no viste el habitual disfraz de spandex sino un elegante traje de blanco inmaculado resaltado por la decisión de la colorista Jordie Bellaire de no aplicar ningún color sobre el personaje, lo que no sólo crea un efecto de contraste sorprendente sobre los otros figurantes y los fondos, sino que le rodea de un halo casi sobrenatural y, paradójicamente, intimidante pese a la luz que irradia. Además y a pesar de que el héroe lleva su cabeza completamente cubierta por una máscara, Shalvey se las arregla para dotarle de expresividad. En los dos capítulos restantes, como he mencionado, el Caballero adopta otro atuendo acorde con las circunstancias que tiene que afrontar: una especie de armadura mística en “Caja” y otra tecnológica en “Francotirador”.
Shalvey también tuvo que enfrentarse a desafíos narrativos generados por el ecléctico estilo de Ellis, en particular el episodio “Scarlett”, parco en diálogos e intenso en acción. Ellis ya había hecho algo similar en “Global Frequency” nº 10 (sept.2003) y “Vengadores Secretos” nº 18 (dic.2011). Dado que la trama es escasa, todo el peso de la historia recae en el apartado visual y requiere del artista fluidez en el montaje, talento para transmitir el impacto y violencia de los golpes e imaginación para que cada pelea tenga un desarrollo diferente, en todo lo cual sale airoso Shalvey.
Por último, el dibujante supo ver el tipo de movimiento sutil que Ellis imprime en sus historias y que se transmite de unos capítulos a otros. Así, en el primer episodio, “Cortador”, el Caballero Luna desciende al subsuelo para derrotar al asesino, como también hace en el nº 4, “Sueño”; en cambio, en el nº 5, “Scarlet”, debe ascender por el edificio en el que se halla secuestrada la niña. En el capítulo 2, “Francotirador”, toda la acción es lateral y los movimientos fluyen de izquierda a derecha. Los episodios 1 y 6 completan un efecto espejo y un bucle narrativo: el Caballero sólo aparece en las últimas páginas del capítulo final de una historia que habla sobre el progresivo enloquecimiento de su enemigo, mientras que en la segunda página del primer capítulo se afirmaba que era el Caballero quien estaba loco.
Ellis y Shalvey hacen un trabajo sobresaliente en este corto arco por varias razones. Primero, por plantear diferentes premisas, temáticas, tonos y narrativas para cada uno de los episodios. Segundo, por hacer borrón y cuenta nueva con el personaje y darle una nueva misión que acomete utilizando diferentes métodos y equipo: la de detective de lo extraño, que compagina con la de vigilante nocturno de las calles de Nueva York. Ellis consigue un equilibrio entre el misticismo inherente al origen y naturaleza del personaje y los casos policiacos ordinarios que tan bien han funcionado siempre para este héroe urbano y que le alejan del tipo de historias que a base de exhibir grandes poderes y supervillanos exóticos acaban cayendo en lo abstracto y escasamente emocional.
En tercer lugar y relacionado con lo anterior, por aislar al Caballero Luna del resto del Universo Marvel y demostrar que no se necesita incluir a otros superhéroes que actúen de muleta argumental –y comercial- de aquél. Otro acierto fue convertir cada número en una historia independiente que permitía la entrada de lectores nuevos sin necesidad de asimilar una larga continuidad o universo de secundarios e historias relacionadas y, aún así, obtener una experiencia completa con cada episodio. Un planteamiento que iba contracorriente en una industria que ha acostumbrado al lector de superhéroes a esperar extensos arcos argumentales.
Y, por último, por ofrecer una visión distante del protagonista. Los lectores no tienen acceso aquí a los pensamientos íntimos o la perspectiva del Caballero Luna. Esto no es un drama superheroico protagonizado por Marc Spector sino una serie de historias independientes que hibridan de forma muy imaginativa el género de justicieros, el terror fantástico y lo criminal.
Fue una auténtica lástima que el tándem creativo cortara con el proyecto tan pronto porque, habida cuenta de la imaginación que había desplegado Ellis y la pericia gráfica con la que le había acompañado Shalvey, este nuevo Caballero Luna prometía un gran recorrido. El comic obtuvo un buen lanzamiento, situándose entre los 20 mejores de la distribuidora Diamond y cosechando favorables críticas tanto en relación tanto a los guiones como al dibujo. Ellis y Shalvey consiguieron reactivar al personaje y convertirlo en una propiedad rentable para Marvel. La decisión de Ellis de marcharse al cabo de tan sólo seis números, obligó a Shalvey a decidir si quería continuar con otro guionista, prefiriendo finalmente retirarse también y darse un descanso del exigente trabajo de las series mensuales.
En tan solo seis episodios, Ellis y Shalvey reformularon magistralmente al Caballero Luna como concepto, personaje y serie, sacando el máximo provecho de sus rasgos ya establecidos desde hacía años para destilar una síntesis moderna y clásica al mismo tiempo. Marvel extendería la colección más allá para profundizar en este nuevo planteamiento, primero con el equipo Brian Wood-Greg Smallwood y luego con Cullen Bunn-Ron Ackins antes de darle carta blanca a Jeff Lemire y Greg Smallwood.
“Caballero Luna”, de Warren Ellis y Declan Shalvey es, por supuesto, una lectura recomendada para quienes habitualmente disfruten con los guiones del primero, pero también para aquellos que quieran bucear un poco en la vertiente místico-criminal de los comics de superhéroes y/o probar suerte con un superhéroe original pero a menudo alejado de los focos principales de atención.
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