5 jul 2019

2001- DAREDEVIL – Brian Michael Bendis y varios (1)



La etapa de Brian Michael Bendis Bendis en Daredevil no sólo fue el primer trabajo de ese guionista para Marvel (aunque se publicara posteriormente a su arranque de “Ultimate Spiderman” en 2000) sino que puede sin duda contarse entre las mejores de la larga historia del personaje. No es posmoderna ni nostálgica, no trata de ser llamativa o innovadora. Es “tan sólo” una colección de buenas historias, inteligentes y bien narradas. Algunas de ellas reflejan el estatus del superhéroe en la cultura popular; otras exploran el papel de los medios de comunicación como juez y jurado; pero la mayoría son, simplemente, absorbentes historias de género negro, thrillers urbanos con un componente superheroico. Como resumen y examinando con perspectiva toda su estancia en la colección, podemos resaltar el poco peso de Daredevil en relación a Matt Murdock. De hecho, en los dos primeros arcos argumentales, “Despierta” y “Underboss”, éste no es más que una presencia tangencial. Bendis no tiene miedo de aparcar el uniforme rojo para examinar más de cerca a Matt Murdock y el universo de personajes que le rodean.


Es lo que ocurre en la primera de sus sagas, “Despierta”, que es, sobre todo, una historia humana, no de superhéroes. De hecho, Daredevil no es más que una presencia lejana, un catalizador del drama que después se mantiene al margen del mismo hasta el mismo desenlace. Y es que el verdadero protagonista de este arco argumental es Ben Urich, el periodista del Daily Bugle al que Frank Miller, en los años ochenta, dio un papel de relevancia en la colección convirtiéndolo en un secundario de enorme interés. Tal y como vimos en aquella etapa y especialmente en “Born Again”, Urich es un hombre corriente pero fundamentalmente bueno. Su gran virtud, lo que hace de él un superhéroe a su modesta manera, es el poder sobreponerse a sus miedos y a su propio interés (económico, familiar, profesional), para hacer lo correcto. Bendis lo recupera por la puerta grande en esta su carta presentación para lo que va a ser una larga etapa al frente del destino del universo de Daredevil.

Bendis se había hecho un nombre como creador de interesantes comics policiacos en el mercado editorial independiente como “Goldfish” (1994-95), “Torso” (1998) o “Jinx” (1996-98). Ya en esta etapa inicial de su carrera ganó un premio Eisner en 1998 como autor revelación, lo cual le hizo merecedor de la invitación de Todd McFarlane a unirse a la escudería Image, donde escribiría series como “Spawn”, “Sam & Twitch” o “Powers”. Era inevitable que
terminara seducido por el tirón de Joe Quesada en Marvel, donde enseguida se convirtió en pilar de la línea Ultimate.

Su afinidad por el género negro impregnó también su trabajo en “Daredevil”. Desde el principio, sus comics habían integrado abundantes diálogos, pero como había demostrado Kevin Smith al comienzo de la andadura del héroe ciego bajo el sello Marvel Knights, esto no sólo no tenía por qué ser ningún problema para los aficionados sino que, de hecho, había pasado a ser uno de los rasgos de esta nueva etapa. En cualquier caso, Bendis no iba a ser inicialmente el guionista estable de la serie y su colaboración se limitaría a escribir un arco de relleno tras la finalización de la etapa de David Mack como escritor y guionista del título y sobre la que ya hablé en una entrada anterior.

La historia empieza con un asunto candente hace veinte años y del que todavía se sigue hablando: el constante retroceso del periodismo tradicional, el de tinta y papel, frente al avance de otros medios (en aquel tiempo la televisión, hoy internet y sus redes sociales). Consciente del problema, Urich trata de convencer a su jefe y editor del Daily Bugle, J.Jonah Jameson, de que el camino a seguir es el de ofrecer algo que los demás medios no
puedan: historias de contenido humano. Pero Jameson, chapado a la antigua, sigue empecinado en dar exclusivamente noticias y no acepta la historia que Urich le ofrece, obligándole a cubrir el juicio de Kingping que había podido verse en la saga anterior. .

¿Y qué historia es esa que tanto interesa a Urich? Pues la de un niño, Timmy, hijo de uno de los más absurdos supervillanos de Daredevil, Rana Saltarina. El mismo día que desapareció su padre sin dejar rastro, él se sumió en un mundo propio del que emerge periódicamente para repetir de forma espasmódica las mismas frases mientras dibuja febrilmente viñetas de lo que parece un tebeo en el que interviene Daredevil. La policía, tratándose de un criminal, no va a hacer nada por buscar al padre del muchacho; su madre está superada por los acontecimientos y oculta los malos tratos a los que su marido sometía al niño para evitar la intervención de los servicios sociales… Es una tragedia familiar que toca en lo más profundo al periodista por varias razones.

En primer lugar, por su propio espíritu generoso y compasivo, que le mueve a ayudar a Timmy y su madre cuando nadie quiere hacerlo. Pero también, y esto nos lo insinúan Bendis y Mack en un par de escenas bien montadas, porque
Urich tiene un hijo con cierto grado de autismo y, de alguna forma, se ve en la responsabilidad de evitar que Timmy se pase la vida sumido en el trastorno psiquiátrico permanente. Y, por último- y esto lo veo más cogido por los pelos- porque ve en el pequeño una especie de réplica del Matt Murdock niño, tocado por la tragedia a una edad temprana.

Urich empieza a investigar, hablando con la madre, con la policía, tratando de acceder a la caótica mente del niño y localizar los únicos que, aparte de Timmy, saben lo que allí ocurrió: Rana Saltarina y Daredevil. El título del arco, “Despierta”, no sólo hace referencia al niño catatónico sino al propio Urich, que trata de sacudirse la ceguera que sufren los periodistas actuales para seguir el que entiende es su propio camino tanto como profesional como ser humano, enfrentándose a su jefe, a las autoridades y a los traumas que le dejaron sus experiencias con Elektra y Kingpin –durante la época de Frank Miller-. La catarsis de Timmy será en cierto modo la suya propia y si aquél recupera sus recuerdos y los afronta, Urich mantiene su independencia moral respecto a Jameson por mucho que deba seguir sus directrices. En este sentido, Bendis utiliza abiertamente a Urich para verbalizar sus propias opiniones respecto al estado actual del periodismo, defendiendo la independencia, la verdad y no tanto la obsesión por la noticia, por los fríos hechos, como por los dramas humanos que éstos ocultan.

El drama costumbrista se mezcla con la intriga detectivesca en una historia que carece de
acción, al menos la acción que uno esperaría encontrar en un tebeo de superhéroes. Y es que, como he dicho, “Despierta” no es una historia de superhéroes. Aunque es un comic de lectura ágil y con ideas interesantes, el desenlace no resulta demasiado original o sorprendente. Además, y ese es el problema con el estilo “descomprimido” de Bendis, al terminar da la impresión de que podía haberse contado la historia en menos páginas, que en realidad estamos ante un cuento estirado para convertirlo en novela.

Bendis tuvo la fortuna de poder colaborar en este su primer arco argumental en la serie con David Mack. Dado que este último se había encargado de los números anteriores, la transición de cara a los lectores fue más suave; y, en segundo lugar, porque ambos se compenetran muy bien. Los dos, cada uno por su cuenta, habían trabajado para la editorial independiente Caliber y Bendis siempre había sido un gran admirador de la personal obra de Mack. Su estilo es muy experimental y ecléctico, mezclando collage, pintura, dibujo a lápiz, figuras de realismo fotográfico (dibuja a Peter Parker como Leonardo DiCaprio o a la secretaria de Murdock como Kate Moss) o caricaturas infantiles, bordes decorados de forma aparentemente aleatoria, nubes de color y textura, composiciones de página cambiantes y fluidas en las que se mezclan viñetas de todos los tamaños o incluso ilustraciones y elementos sueltos sin marcos de ningún tipo. No hay
duda de la calidad de las imágenes individuales, tanto desde el punto de vista técnico como del artístico. Son dibujos e ilustraciones estéticamente bellos, cargados de simbolismo y emoción y que reflejan muy bien la caótica situación que bulle en la mente de Timmy. Otra cuestión es si Mack consigue articular con todas ellas un discurso narrativo firme y sin fisuras. No es, desde luego, el tebeo más sencillo de leer y está claro que Mack prioriza la estética a la narración, pero ya sea porque había ido mejorando con el tiempo o porque su trabajo fue sometido a un mayor marcaje editorial, estos números de Daredevil tienen una mayor coherencia interna que, por ejemplo, sus comics de “Kabuki”.

Aunque no es una lectura apasionante, “Despierta” sí es a fin de cuentas una saga competentemente escrita, con un dibujo original y refrescante y un final razonablemente satisfactorio. Es una buena historia de Daredevil pero no va a dejar un recuerdo indeleble en nadie ni se aproxima a las alturas a las que llegará luego Bendis en sus números dibujados por Alex Maleev.

Antes de que Bendis asumiera de forma definitiva el puesto de guionista de “Daredevil”, se publicó un arco argumental titulado “Actuando para la Cámara”, compuesto de seis números (20-25, septiembre-diciembre 2001), escrita por Bob Gale, guionista de cine famoso sobre todo
por ser el creador de “Regreso al Futuro”. De esta forma, el sello Marvel Knights seguía con su política de contratar a escritores ajenos al mundo de los superhéroes, tal y como había hecho con Kevin Smith y David Mack. Era una estrategia con tantas virtudes como defectos. Por una parte, se conseguían enfoques diferentes por parte de autores con bagajes distintos a la mayoría de los guionistas del medio, demasiado inmersos desde su niñez en el mundo de los superhéroes como para ver mucho más allá. Pero por otra, su continuidad en la colección era prácticamente imposible al tratarse de profesionales ya embarcados en proyectos propios y para los que Daredevil no era más que un pequeño desvío de sus intereses principales. Con cambios de guionista cada pocos números era por tanto complicado mantener una línea regular, coherente y centrada para el personaje. Alguien debió darse cuenta del problema y cuando entró Bendis en la colección y a la vista de los buenos resultados artísticos y de crítica que obtuvo, permanecería en ella varios años conformando, como apunté al principio, una de las mejores etapas del personaje.

La premisa de “Actuando Para la Cámara” es interesante. Matt Murdock acaba de ganar un caso muy mediático frente a un abogado estrella sin escrúpulos, Claude Unger, lo que le atrae nuevos clientes. Uno de ellos resulta ser Samuel Griggs, un millonario filántropo que le expresa su deseo de demandar a Daredevil por daños y perjuicios a una de sus propiedades. Según cuenta, el héroe irrumpió en ella mientras peleaba con unos ninjas, dejando atrás destrozos millonarios y, por supuesto y como suele ocurrir con los superhéroes, sin hacerse cargo de ello. Griggs sabe que es una causa difícil (se desconoce la identidad de Daredevil, no se le puede entregar fácilmente una citación ni obligarle a acudir a un tribunal) pero sobre todo su intención es hacer visible el problema de la irresponsabilidad de los superhéroes, mostrar el daño que causan con sus actos y cómo el sistema jurídico, legal y policial es inoperante contra ellos.

En lo que quizá es el momento menos convincente de la saga, Murdock, pese a las advertencias de Foggy…¡acepta el caso! La razón que aduce es la de que de esa forma podrá controlar el proceso y desactivarlo mientras investiga lo que se esconde tras él, ya que, como Daredevil sabe que, aunque Griggs cree decir la verdad, el incidente que narra nunca tuvo lugar. Piensa, además, que si rechaza el caso, algún otro abogado mediático como Unger se hará cargo de él sólo por la
publicidad y convertirá todo el asunto en un circo que pondrá en entredicho la reputación de Daredevil.

Mientras tanto, una nueva ayudante del bufete, Claire Kendrick, demostrando su entusiasmo e iniciativa, les complica más las cosas; el Bufón sale de la cárcel y se involucra en el asunto; y todos los pasos que Foggy y Matt dan para tratar de encarrilar la demanda a un punto muerto son de una u otra forma frustrados. El asunto salta a los medios de comunicación y se monta un indeseado revuelo alrededor del caso, obligando a Daredevil a buscarse una abogada, Kate Vinokur, que le represente ante la sociedad y el tribunal.

Esta es quizá la historia más floja hasta el momento en la andadura de Daredevil bajo el sello Marvel Knights. Gale toca temas bastante interesantes, como la conveniencia o no de que los superhéroes puedan ser responsabilizados de sus actos y procesados por ellos, algo que más adelante Bendis exploraría de manera más extensa en “Civil War”; o los juicios paralelos que realiza la sociedad movida por los medios de comunicación. El problema es que para el sexto número la historia ha encajado tantos giros que da la impresión de que Gale no sabe cómo concluirla. Y, efectivamente, el final es engorroso, insatisfactorio y anticlimático, con villanos de segunda fila movidos por motivaciones estúpidas;
demasiados hombres disfrazados de Daredevil que complican aún más el desenlace; un más que cuestionable planteamiento legal; el forzado papel que juega Spiderman… La propia Kate Vinokur califica ese final de “ridículo”, quién sabe si expresando lo que el propio Gale estaba pensando. Y encima, sea cual fuere el viaje interior que el guionista quisiera propiciar en el protagonista, resulta tan superficial que uno no puede sino pensar que estos números son algo así como un desperdicio, especialmente teniendo en cuenta que están encajados entre las más conseguidas etapas de David Mack y Bendis. En definitiva, una premisa con potencial pero desaprovechada en un desarrollo farragoso, poco plausible y mal rematado.

Sobre el dibujo no tengo mucho que decir, ni bueno ni malo. Estos seis números se los reparten dos equipos de dibujante-entintador: Phil Winslade y Mark Pennington por una parte y David Ross y James Hodgkis por otro. El estilo global es correcto, con una narración fluida punteada por momentos bastante logrados de Daredevil evolucionando por los cielos de la ciudad; y, en el caso de Winslade, un estilo realista reminiscente quizá del de David Mazzuchelli aunque con una línea menos precisa y cierta inclinación al feísmo en los rostros masculinos. No son páginas estas destinadas a quedarse
impresas en la memoria. Y no sólo porque ninguno de los artistas tiene la osadía estética de, por ejemplo, David Mack, sino porque tienen que ilustrar una historia que deja poco espacio para el lucimiento: no hay apenas acción física y el grueso de la trama consiste en diálogos de personas normales y corrientes en escenas de interior.

En cualquier caso, la experiencia para Gale no fue del todo satisfactoria. La cadencia de dos números mensuales que tuvo la colección durante parte de su estancia obligó a echar mano del mencionado David Ross, cuyo estilo no era del agrado del guionista. Este tipo de apaños editoriales le molestaron tanto que no sólo decidió no seguir en la colección sino que desde entonces se ha mantenido alejado de los comics a título profesional.


(Continúa en la siguiente entrada)

No hay comentarios:

Publicar un comentario