1 oct 2022

1967- VALERIAN y LAURELINE – Pierre Christin y Jean-Claude Mezieres(1)

 

En 1967, las dos principales revistas semanales del panorama historietístico francófono, compiten tan feroz como afectuosamente por atraer al lector: por una parte, “Pilote”, dirigida por René Goscinny; por otra, su rival, “Tintín”, con Greg como editor en jefe (a los que había que sumar otras cabeceras veteranas como “Le Journal du Mickey”, “Spirou” o “Vaillant”). Goscinny desea innovar y busca constantemente nuevos personajes. Sabe que no puede confiar exclusivamente en el fenómeno en que se ha convertido “Asterix”.  

 

Desde su creación en 1959, el equipo editorial había intentado abarcar todos los géneros del comic, ofreciendo una ecléctica selección de personajes y series: el humor de Astérix; las aventuras de aviadores de “Tanguy y Laverdure” y de piratas con “Barbarroja”; el explorador “Jacques LeGall”; la comicidad costumbrista de “El Pequeño Nicolás”; las correrías del Teniente Blueberry en el Salvaje Oeste; los casos del espía y reportero “Bob Morane”…

 

Sin embargo, la Ciencia Ficción era un género poco representado no sólo en “Pilote” sino en el mundo del comic en general. Dejando aparte los norteamericanos “Buck Rogers” (1929), “Brick Bradford” (1933) y “Flash Gordon” (1934); los británicos “Dan Dare” (1950), Jeff Hawke (1954) y “El Imperio de Trigan” (1965); el argentino “El Eternauta” (1957), así como diferentes series más o menos efímeras en los comic-books de DC y otras editoriales menores, en Europa continental los precedentes eran escasos: “Futurópolis” (1937) de “René Pellos y Martial Cendres”; “Los Pioneros de la Esperanza” (1945), de Roger Lécureux y Raymond Poïvet; “Kaza el Marciano” (1946), de Roger Chevalier; algunas de las aventuras de “Blake y Mortimer” (1946), “Barbarella” (1962), de Jean-Claude Forest; “Los Náufragos del Tiempo” (1964), de Paul Gillon; o “Lone Sloane” (1966), de Philippe Druillet. Pero en general, la CF era mayormente despreciada por autores y editores. Nadie podía preveer aún la edad de oro que gozaría a raíz de la aparición de revistas como la francesa “Metal Hurlant” (1974) o la británica “2000 AD” (1977).

 

Y entonces, en enero de 1967, “Tintín” empieza a publicar las aventuras de “Luc Orient”, escritas por el propio Greg y dibujadas por Eddy Paape. La respuesta que busca “Pilote” llega de la mano de dos autores que se acercaban a la treintena, Pierre Christin y Jean-Claude Meziéres, con una propuesta para una nueva serie de ciencia ficción.

 

Christin y Mézières, ambos parisinos, se conocieron siendo niños en plena Segunda Guerra Mundial, en un refugio antiaéreo. Mantuvieron su amistad durante la adolescencia, cuando se les unió otro futuro grande del comic, Jean Giraud (Moebius). Mientras que la pasión de Giraud y Mézières eran el dibujo y los comics, el interés de Christin se orientaba más hacia la política, la literatura y la sociología. Le fascinaba, además, la cultura popular norteamericana en sus diversas manifestaciones, desde la música al cine. Estudió en el Instituto de Estudios Políticos y la Universidad de la Sorbona, donde se doctoró.

 

A continuación, ejerció de profesor de literatura francesa en la Universidad de Utah, en Salt Lake City, la primera de las muchas estancias en el extranjero que realizaría a lo largo de su carrera. Christin fue siempre un ávido viajero que, en unos años en los que el turismo de masas no había facilitado tanto las cosas como hoy en día, visitó los Estados Unidos, los países comunistas de Europa del Este, Cuba y Oriente Próximo.

 

Mientras tanto, Jean-Claude Méziéres, que provenía de una familia con intereses artísticos (su padre pintaba en lienzo, su madre en tela y su hermano mayor Jacques dibujaba comics en sus ratos de ocio), se convierte en un rendido amante de los comics y sigue los pasos de su hermano desde los siete años, bebiendo de la obra de Uderzo, Franquin, Morris y Jijé. Más adelante, reflejaría en su estilo el de dibujantes americanos como Jack Davis, Will Elder o Harvey Kurtzman. Y como sus amigos Christin y Moebius –y tantos otros niños europeos de la posguerra- estaba fascinado por Norteamerica, en su caso por el Oeste. Tanto, de hecho, que su objetivo inicial en la vida fue, o bien convertirse en un artista o ser cowboy en Estados Unidos.

 

A partir de 1952, tras ser seleccionados sus dibujos para una publicación editada durante el anual Salón de la Infancia en París, decide dedicarse a ese mundo, abandona el instituto y se matricula en la Escuela Parisina de Artes Aplicadas. Allí le enseñaron a hacer diseños para tejidos y papel de pared, pero estaba claro que su creatividad desbordaba lo que en ese centro podía aprender. Encontró a otros dos estudiantes que compartían su amor por los comics, el ya mencionado Giraud y Pat Mallet, y los tres, empeñados en ganarse la vida con las viñetas, visitaron a profesionales como Jijé y Franquin antes de ir consiguiendo sus primeros encargos, a mediados de los años 50, en diversas publicaciones, donde dibujaron tanto comics como ilustraciones. La carrera de Mézières quedó interrumpida por el servicio militar, que hubo de cumplir en Argelia durante la guerra que allí tuvo lugar entre las tropas francesas y los independentistas. Tras licenciarse, retomó su vida artística, realizando ilustraciones para enciclopedias, fotografías, maquetas y diseño gráfico publicitario.

 

Mézières pasó la mayor parte de 1965 y 1966 haciendo autostop por Estados Unidos y satisfaciendo su fantasía infantil cuando se empleó como cowboy en ranchos de Montana y Utah. Precisamente en este último estado es donde, sin un centavo en el bolsillo, se presentó en casa de Pierre Christin que, como he dicho, daba clases en la universidad (una de sus estudiantes se casaría más adelante con Méziéres). Para ganar algo de dinero, hizo trabajos de ilustración para una agencia local de publicidad y una revista infantil de la iglesia mormona. Con Christin, realizó por encargo de la Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de Color una película en 16 mm denunciando el segregacionismo. Mézières conservó su afecto por Estados Unidos durante toda su vida. Regresó en muchas ocasiones, tomando fotografías que luego vendió a agencias y escribiendo artículos para múltiples revistas, desde “Pilote” a “GEO”.

 

A finales de los 60, Christin retorna a Francia y sigue enseñando en la Universidad de Burdeos, se asocia con unos colegas y funda y dirige durante muchos años una nueva escuela de periodismo. Paralelamente, empezó también una carrera como guionista, aunque su entrada en el mundo de los comics fue más una casualidad que algo buscado. En 1966, aún en Estados Unidos, había ayudado a Mézières, cuyo visado estaba a punto de caducar y que no tenía dinero para comprarse un billete de vuelta a Francia, escribiendo un par de historias humorísticas en la línea de la revista “MAD”. Gracias a Jean Giraud, que ya trabajaba para “Pilote” realizando las aventuras del Teniente Blueberry, consigueron venderlas a esa cabecera y Méziéres pudo así pagarse el billete de avión.

 

La asociación con “Pilote” no terminó sin embargo en ese punto. Cuando Christin se asentó en Francia ambos siguieron colaborando en una serie de historias cortas hasta que se sintieron preparados para emprender un proyecto conjunto más ambicioso: “Valerian”.

 

Inicialmente y aprovechando su experiencia americana, pensaron en crear un western, pero “Pilote” ya contaba con otras series de peso en ese género, como “Blueberry” y “Lucky Luke”; por no hablar también de “Jerry Spring”, que aparecía en “Spirou”, o “Chick Bill” en “Tintín”. Tras descartar una aventura medieval y otra ambientada en el siglo XIX, se dan cuenta de que el género que no estaba apenas representado en el comic del momento, ya lo apunté antes, era la ciencia ficción, mundo al que ambos eran aficionados.

 

Los dos tenían claro que querían alejarse del tradicional y repetitivo enfrentamiento entre el Bien y el Mal y buscaron su inspiración en novelistas como H.G.Wells, Philip K Dick, John Wyndham, Poul Anderson, Ray Bradbury, Theodore Sturgeon, René Barjavel, Jack Vance o Isaac Asimov así como a los elementos fantacientíficos que Edgar Pierre Jacobs introducía en sus comics de “Blake y Mortimer”.

 

Además, Christin, cuyas influencias e intereses no radicaban en los comics sino en la literatura, la sociología y la etnología, deseaba dar un enfoque futurista que le dejara espacio para introducir referencias y reflexiones filosóficas y políticas. Buscaba asimismo alcanzar un equilibrio entre la escuela pesimista de la CF (guerra nuclear, apocalipsis, distopías) y la optimista (utopías edificadas sobre el racionalismo y el avance tecnocientífico). Así, dando siempre más importancia a la “ficción” que a la “ciencia”, Christin imaginó una sociedad superavanzada cuyo origen estaba en un apocalipsis nuclear y climático en el siglo XX. Por otra parte, aunque el futuro parecía idílico, también era decadente. Sin embargo, y a diferencia de muchos otros autores, Christin decidió adoptar siempre un punto de vista luminoso y esperanzador en lugar de regodearse en los aspectos más oscuros y deprimentes de las sociedades que imaginaba fueran éstas terrestres o alienígenas.

 

Goscinny no sentía demasiada afinidad por la CF pero fue lo suficientemente sensato como para comprender que el género no estaba bien representado en la revista, así que da luz verde a la primera aventura del nuevo personaje, que aparecerá, a ritmo de dos páginas semanales, a partir del número 420 de “Pilote”, en noviembre de 1967: “Valerian contra los Malos Sueños” (los álbumes serán publicados por Dargaud a partir de 1970, excepto esta primera historia, cuyas treinta páginas no serán recopiladas hasta 1983 en un álbum especial, “Mézières et Christin Avec…”). Aquí como en los siguientes episodios que dan comienzo a la colección, los autores firmarán como Linus (por el personaje de “Peanuts”) y JC Mézi, mientras que el color se confía a Éveline Tranlé, la hermana de Jean-Claude.

 

El trasfondo es el de un futuro distante en el que la mayoría de la humanidad vive sumida en un entorno de realidad virtual programada por el llamado “Servicio del Sueño”. Los únicos que permanecen en activo son los tecnócratas del Primer Círculo, que se ocupan de las tareas vitales, y un puñado de agentes espacio temporales, cuerpo este último al que pertenece Valerian, quienes viajan por el tiempo y el espacio defendiendo los intereses de Galaxity, la capital de la Tierra y centro del Imperio Galáctico Terrano en el siglo XXVIII.  

 

En esta historia de debut, Valerian persigue a Xombul, un traidor que, desde su puesto de responsable del servicio de Sueños, ha saboteado todo el sistema con la intención de reemplazar esa decadente sociedad por otra neomedieval y guerrera, con la que espera regenerar la especie humana. Enviado en su busca, Valerian debe perseguirlo hasta la Francia del siglo XI, donde será salvado por una valiente y avispada campesina, Laureline, que descubre por accidente su procedencia. Para proteger la línea temporal, Valerian se llevará a Laury con él cuando regrese a Galaxity. Por accidente, Christin y Méziéres acababan de crear una de las mejores parejas no sólo de la CF sino del comic mundial. Y es que Laureline había sido creada como personaje circunstancial pero fueron las entusiastas cartas de los lectores las que propiciarían que entrara a formar parte del servicio espacio-temporal y se convirtiera en compañera de Valerian en todas sus aventuras.

 

Fue Jean-Claude Forest quien, con la creación de su sexy heroína “Barbarella” en 1962, abrió el camino para que otros autores utilizaran personajes femeninos fuertes. Sin embargo y como iremos viendo en este repaso a la serie, Laureline fue mucho más que un regalo para la vista del lector masculino. Conforme avance la serie, irá cobrando mayor protagonismo hasta el punto de que será ella quien tome las riendas en muchas de las misiones que emprenda con Valerian a todo lo largo y ancho del espacio tiempo.

 

Como he dicho, Goscinny no entendía ni gustaba de la CF y, aunque sabía que con ella aportaría contenido nuevo a la revista y reconocía el talento de Christin y Mézières, propuso un, digamos, periodo de aclimatación, con aventuras que discurrieran en escenarios menos fantásticos que los habituales en el género y que permitieran una más fácil transición al lector de “Pilote”, poco acostumbrado a los tropos de la CF. Es por ello que casi toda la historia de “Los Malos Sueños” transcurre en la Edad Media y que la siguiente, “La Ciudad de las Aguas Turbulentas”, se ambiente en una Norteamérica postapocalíptica. Esa imposición obligará, claro, a introducir el concepto de viaje en el Tiempo y Christin, probablemente, tomó la idea de un cuerpo de policía que salvaguardara la línea temporal de la novela de Poul Anderson “La Patrulla del Tiempo” (1955). Será ya con el tercer álbum, “El Imperio de los Mil Planetas”, que la serie saltará de lleno a la CF espacial, eso sí, esquivando continuamente la fácil clasificación y el cliché.

 

Desde el principio, Goscinny se dio cuenta que “Valerian” era una serie perfecta para complementar al “Lone Sloane” de Philippe Druillet, que se publicó en “Pilote” entre 1970 y 1972, gráfica y conceptualmente muy osado pero de difícil asimilación para el lector-tipo de la revista. En pocos años, “Valerian” se convierte en una serie de culto que ocupará a los autores durante casi cuarenta años, más de veinte álbumes y una docena de historias cortas. El trabajo intelectual de Christin y la imaginación visionaria de Mézières en “Valerian y Laureline” (así se retituló toda la serie en su cuadragésimo aniversario para reconocer el peso de la heroína) no sólo renovó la ciencia ficción en el comic sino que hicieron de esta serie una obra inmensamente influyente tanto en el mundo de las viñetas como fuera de él. Tanto, de hecho, que es difícil hablar de CF en los comics –y de comic europeo, ya puestos- sin citar esta obra.

 

Estas páginas de Valerian no fueron las primeras de CF que dibujó Mézières. Su contacto gráfico con el género tuvo lugar cuando estaba estudiando en la Escuela de Artes Aplicadas. Fue entonces cuando consiguió publicar en un “Especial Año 2000” de la revista “Fripounet et Marisette” (diciembre 1956) una página con guion de Guy Hempay. En cualquier caso, el dibujo se ve aquí todavía algo inmaduro y demasiado escorado hacia lo caricaturesco, en la línea de los ya mencionados dibujantes de la revista “MAD”.

 

La primera aventura de “Valerian” en ser recopilada en álbum tras su serialización en “Pilote” fue “La Ciudad de las Aguas Turbulentas” (1970). Valerian y Laureline reciben la misión de neutralizar a Xombul, el traidor presentado en la historia de debut, que ha logrado escapar de su confinamiento, robar una máquna de desplazamiento temporal y huir a la Tierra de 1986 con el objetivo de modificar el pasado haciendo acopio de información científica vital y así convertirse en dictador. La dificultad añadida es que para entonces la civilización humana había sido demolida por un cataclismo climático desatado a raíz de un accidente nuclear en el polo y quedaron pocos registros históricos que puedan ayudar a Valerian a prepararse para lo que sea que le espera.

 

Y así, cuando se materializa en el interior de la Estatua de la Libertad, se encuentra con que la fusión de los casquetes polares ha anegado todas las costas del mundo y Nueva York está medio sumergida. Los únicos que merodean por sus avenidas y calles transformadas en canales son bandas de saqueadores y unos misteriosos robots que roban documentos. Sin saber por dónde empezar y temiendo que sus actos modifiquen la Historia, Valerian emprende su búsqueda y se alía con Sun Rae, líder de una de las bandas de saqueadores.

 

“La Ciudad de las Aguas Turbulentas” tiene el formato de una aventura clásica con el añadido de elementos fantásticos extraídos de la CF más tradicional: un villano retrocede en el Tiempo, el héroe lo persigue, su compañero se les une y conocen a otros personajes de la época que tendrán un papel decisivo en la resolución de la historia. Todo transcurre a un ritmo muy rápido y en unos decorados impresionantes y la confrontación contra el villano está construida utilizando tropos clásicos: ínfulas de dictador mundial, base secreta, tecnología, armas y vehículos futuristas, peligro de borrar la Historia tal y como la conocemos… Pero Christin esquiva en cierta forma los clichés más sobados al no abusar de las peleas y optar por las persecuciones y los giros de trama, obligando a los protagonistas a estar siempre un paso por detrás del inteligente y bien equipado villano y superarlo finalmente sólo gracias a su tenacidad y astucia.

 

También se introducen elementos que permiten respirar al lector, como el científico Schroeder, arquetipo del sabio despistado de cuya ingenuidad se aprovecha el villano principal; o Sun Rae (cuyo nombre evoca al del músico de jazz Sun Ra), parodia del gangster-gurú, más oportunista que malvado. 

 

En esta primera aventura larga de Valerian, él es, como era de esperar dado que daba nombre a la serie, el principal protagonista, mientras que Laureline, que se le une a mitad de trama, parece limitarse a desempeñar el papel de compañera que interviene en los momentos cruciales. Pero digo sólo “parece”, porque Laureline es más que su sidekick, es su equivalente femenino. Tras tomarlo por sorpresa y vencerle en un combate cuerpo a cuerpo, Laury se lleva a Valerian al apartamento que ha encontrado y acondicionado como base de operaciones en la ciudad. En un arranque de machismo, Valerian dice: “¡Qué agallas tienen las chicas del servicio espacio-temporal! En el fondo siempre he creído que el servicio debería estar exclusivamente reservado a los hombres…¡Sois demasiado astutas para nosotros!

 

Valerian es el típico machito seguro de sí mismo que actúa improvisando y sin pensar demasiado en las consecuencias. Por el contrario, Laureline es más serena y reflexiona antes de actuar. De hecho, en la primera escena del comic la vemos derrotando a su compañero en un juego de ajedrez. Mientras Valerian daba tumbos por Nueva York y era capturado por los gangsters, ella llegaba al lugar sigilosamente y recopilaba la información que les permite hacerse una idea de la situación global. Bucea, pelea, dispara y ni rehúye el peligro ni necesita ser rescatada… excepto en una ocasión, en que resulta miniaturizada por una máquina de Xombul y, como si Christin quisiera hacer con ella una parodía de las ficciones convencionales de aventuras, le grita furiosa a Valerian: “¡Te estoy hablando, idiota! ¡No puedo hablar más fuerte! ¡Haz algo! ¡Ya estoy harta de que estas cosas siempre nos pasen a las chicas!”. En cualquier caso, Valerian y Laureline se complementan a la perfección ya desde esta primera aventura larga y en lo sucesivo será difícil imaginar al uno sin el otro.

 

Posteriores entregas de la serie harían más hincapié en el comentario social o político, pero al menos Christin, en este su segundo comic de cierta extensión, se esfuerza por crear un entorno sólido que soporte la trama. El guionista traslada al comic la preocupación que desde hacía ya tiempo habían mostrado ciertos autores de CF al respecto de los cambios climáticos o las circunstancias que pudieran derribar la civilización moderna (ahí están, por ejemplo, las obras de John Wyndham en los 50 o las primeras novelas de J.G.Ballard en los 60).

 

Puede que las imágenes de una Nueva York inundada y desierta ya no resulten tan originales o impactantes como lo fueron en 1968, cuando se serializaron en “Pilote” (recordemos que ese año se estrenó también en el cine “El Planeta de los Simios”). Pero su propósito ni ha variado ni ha perdido actualidad: obligar al lector a tomar conciencia de lo frágil que es el constructo político, económico, social, legal e incluso moral. Lo que queda de Nueva York, medio sumergida por las aguas y devorada por las plantas, está sumido en la anarquía y los gobiernos han dejado paso a pequeñas entidades políticas que operan como dictaduras. Sin embargo, el tono general es ligero y el drama inherente a la situación queda suavizado con toques de humor y acción puramente física.

 

El dibujo de Méziéres ha experimentado una evolución hacia el realismo desde la aventura anterior, evolución que continúa a lo largo de todo este comic. Su estilo equilibra la legibilidad de la línea clara con el detallismo naturalista de los comics más modernos, brillando especialmente en su creación de una espectacular ciudad en ruinas, inundada e invadida por la vegetación. Nueva York es aquí un personaje más y se nota la documentación y conocimiento que los autores tenían de la misma. Las escenas en la base secreta de Xombul son más convencionales, con una imaginería que recuerda a, por ejemplo, “Planeta Prohibido” (1956) y personajes más caricaturescos, como el doctor Shroeder, un claro trasunto del Jerry Lewis de “El Profesor Chiflado” (1963). 

 

Es interesante lo bien que ha envejecido el dibujo de Mézières en este álbum. Lo único que denota su edad es el vestuario de los personajes, el diseño de los ordenadores y ciertos tics narrativos de la vieja escuela, como la inclusión de textos de apoyo innecesarios o la inclinación del protagonista a explicar sus propias acciones. Todavía habría de mejorar mucho, pero Mézìeres ya hace aquí alarde de una gran imaginación visual y una narrativa impecable, dándole a las escenas de acción un dinamismo y una espectacularidad dignas del mejor cine de catástrofes (cuya edad de oro, por cierto, iba a comenzar en ese 1970 con el estreno de “Aeropuerto”), como esa secuencia con el hovercraft maniobrando a toda velocidad por las calles de la ciudad para escapar de un tifón.

 

Un álbum, en fin, que no es tan sofisticado argumental y gráficamente como otros de los que le seguirán en la colección, pero que ha envejecido con dignidad y conserva buena parte de su encanto. 

 

(Continúa en la siguiente entrada)

 

1 comentario:

  1. Simplemente, mi serie de álbumes favorita, la que rescataría en caso de un incendio. Estas historias las leí fuera del orden cronológico, siguiendo el orden de edición en España primero con La Ciudad..., y en cuanto supe de su existencia en francés Los Malos Sueños y Por Los Caminos del Espacio, con lo que no me sorprendió tanto el carácter de Laureline porque ya la conocía. Pero me imagino que sí que era rompedora en su época, como mencionas. Espero con impaciencia tus siguientes revisiones.

    A propósito, en cuanto llegamos a 1986 borré con tip-ex la referencia del año en La Ciudad. . y puse otra bastante posterior para que siguiera siendo una catástrofe futura. En su momento a ese adolescente le pareció buena idea, no me apedrees. Pero claro, luego llegó Los Rayos de Hypsis y tuve que rascar la corrección, jajaja. Pero ya llegará ese momento. Lo dicho, espero con ansiedad tu siguiente visita a este universo imborrable

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