(Viene de la entrada anterior)
Tras un hiato de dos años en el que los autores se centraron en “La Tierra, El Cielo, Los Cuervos” (2021), un drama ambientado en la Segunda Guerra Mundial, en 2022 aparece el segundo volumen de la serie “Las Chicas del Pillar” (que, recordemos, era a su vez un spin-off de “El Puerto Prohibido”); nueva entrega que, aunque sigue manteniendo su centro físico y emocional en el prostíbulo de Plymouth que le da título, amplia algo más su foco para incluir otros escenarios.
De nuevo, el comic se divide en dos amplios capítulos, cada
uno de ellos dedicado a una chica del burdel. La primera de ellas es Tess, la
misteriosa morena de grandes ojos y generoso busto que habíamos conocido en el
primer volumen, una joven de la que ya se intuía un pasado turbio y un
propósito nada claro. Llegada a Plymouth con la intención de ahorrar dinero con
el que comprar un pasaje a la India, donde vive su único familiar vivo, un
hermano, trabaja como modista y conoce a Lizzie. Ésta, como ya se vio en el
episodio anterior, se compromete con un joven heredero y le cede su puesto a
Tess. Su interés por contactar con el capitán Allali, al que en el primer
volumen el Almirantazgo le había confiado una delicada y –hasta ahora- secreta
misión, esconde una conspiración internacional y Tess se verá obligada a elegir
entre su libertad y su integridad moral.
La segunda historia está protagonizada por Cinnamon, que en
inglés significa canela. Un nombre muy apropiado dado el tostado color de su
piel y su origen, la India, país de especias. A Cinnamon ya la habíamos
conocido también en el volumen anterior como una chica desinhibida, lenguaraz y
enérgica que mantenía una relación especial con uno de sus clientes, un joven y
apuesto oficial de baja graduación destinado en la fortaleza que preside la
ciudad. En este pasaje, la muchacha se ve obligada a rememorar su infancia en
la India cuando un “fantasma” del pasado llega para amenazar su presente.
En esta ocasión, se diría que Teresa Radice se concentra sobre todo en resolver de forma lineal los cabos sueltos que había dejado en el volumen anterior, especialmente lo que se refiere a la misión encomendada al melancólico capitán Allali y la identidad e intenciones de Tess. De hecho, no sólo se aclaran todos esos puntos pendientes que en el libro anterior habían quedado en el fondo y que ahora pasan a primer plano, sino que Tess se convierte en la protagonista de ambos capítulos, al “invadir” también el que, teóricamente, correspondería a Cinammon, arrinconando un tanto la historia de ésta, quizá porque su drama (un viejo compinche de su padre que llega para reclamar un mapa oculto en una pulsera que ella porta desde niña), no tiene demasiado interés.
La de Tess es una historia de redención, mientras que el
mensaje subyacente en la de Cinnamon es que, de algún modo y sin esperarlo, las
existencias individuales, pasadas y presentes, pueden confluir en ciertos
momentos en el gran río de la Vida y la Historia. En ambos casos, las
protagonistas se ven empujadas por su pasado y obligadas a mirar en él para
encontrar respuestas que les permitan reconocerse y actuar.
A pesar de que quizá la historia de Cinammon sea la menos interesante de las cuatro que hasta este momento nos han contado el matrimonio de autores, el guion de Teresa Radice sigue ofreciendo una calidad excepcional. Su prosa, con un cierto sabor a la literatura del XIX, es cautivadora y emotiva sin caer en el sentimentalismo; los diálogos están muy bien escritos y los personajes, perfectamente caracterizados, no siguen códigos morales establecidos ni las reglas de lo políticamente correcto. No son santos, ninguno de ellos es inmune a los prejuicios o las emociones negativas, la ambigüedad moral o las decisiones cuestionables. Tess, por ejemplo, miente y engaña; o Cinnamon mangonea descaradamente (aunque también con cariño) a su amante.
Dicho lo cual, también es cierto que los autores manipulan
al lector con la trama y el dibujo, para que tome partido por unos personajes,
cuyas virtudes compensan holgadamente sus defectos, en detrimento de otros
mucho más claramente categorizables como villanos movidos por la venganza o la
codicia, como el agente francés tuerto que persigue a Tess o el antiguo cipayo
que busca el tesoro que le robó su traidor camarada.
Por otra parte, en estos tiempos tan ruidosamente
reivindicativos, encontramos aquí unas historias profundamente feministas, sin
que los autores hayan sentido la necesidad de subrayar este aspecto. Tess, Cinnamon,
Lizzie, June y sus compañeras no son en absoluto heroínas; ni siquiera son, a
ojos de la sociedad de su época –y, desgraciadamente, también de la nuestra-
mujeres respetables. Pero, sin poner nunca un pie fuera del realismo (por
ejemplo, mostrándolas en escenas de acción física en las que claramente
hubieran estado fuera de lugar), la historia nos muestra lo maravillosas que
son más allá de su aspecto: son mujeres fuertes, luchadoras, que se esfuerzan
por mejorar (por ejemplo, aprendiendo a leer), que cuidan de los suyos (sean
otras chicas del burdel u hombres importantes para ellas), que muestran
agradecimiento, compasión y generosidad, que saben separar el sexo del amor y
que alquilan su cuerpo pero no sus sentimientos…
Puede argumentarse que Radice y Turconi hacen trampa al crear un burdel limpio y ordenado habitado por atractivas ninfas que atienden solo a clientes de cierta categoría social. Evidentemente, la prostitución en el siglo XIX no era siempre así y aquella era una vida muy dura que envejecía el cuerpo y fosilizaba la mente y el espíritu. Pero de lo que se trata aquí no es tanto de articular un documento histórico riguroso sobre el meretricio que inspire rechazo y lástima como de contar historias inspiradoras con personajes que nos hagan emocionar.
Por su parte, Stefano Turconi crea páginas y viñetas de una
belleza difícil de superar. La ambientación y atmosfera de la época está
minuciosamente documentada y plasmada, desde los trajes a las armas pasando por
los navíos, el ajuar doméstico y la propia ciudad, de la que se incluye un mapa
de Plymouth a comienzos del siglo XIX con el que se puede comprobar que los
planos que muestran el panorama urbano están perfectamente orientados. La
secuencia de persecución y combate naval, igualmente, está narrada y dibujada
de acuerdo a las técnicas marineras de la época.
Las figuras tienen quizá un toque algo más caricaturesco, pero siguen estando deliciosamente dibujadas con esa línea clara, curvilínea, suave y sintética heredera de la estética Disney que no sólo permite reconocer inmediatamente a todos los personajes sino que consigue transmitir la dulzura, delicadeza, solidaridad y profunda humanidad de unas muchachas dedicadas a una actividad siempre vista como algo turbio y practicada por mujeres moralmente degradadas pero que aquí se muestra bajo una luz diferente.
La composición de página es bastante clásica pero la
narrativa es impecable. En todo momento se sigue con claridad el curso de la
acción. La elección de planos y disposición de los elementos en la viñeta, las
secuencias ya sean de acción o intimidad… todo está perfectamente medido y, de
hecho, en muchas ocasiones Radice tiene el buen criterio de eliminar los textos
por completo y dejar que el talento de su marido narre exclusivamente con
imágenes.
Un papel imprescindible desempeñan los colores de tonos
pastel que ayudan a construir las atmósferas no sólo de las localizaciones
geográficas sino de las horas del día, la estación del año o el tipo de interior
en el que se desenvuelve la acción. La cálida luz de la India, por ejemplo, es
muy diferente a los ventosos paisajes costeros de la costa inglesa; o el paseo
por un bosquecillo invernal inglés tiene una textura y un colorido muy
distintos a los de una cena a la luz de las velas en una posada. Radice y Turconi son amantes de la vida al
aire libre, lejos de las multitudes urbanas, y sin duda eso les ha llevado a
hacer de la Naturaleza un personaje más, una presencia con inmenso peso en la
trama. A veces es una naturaleza benigna y acogedora, otras bella e inspiradora
y otras, en fin, hostil e incontrolable.
Una vez más, Teresa Radice y Stefano Turconi vuelven a invitarnos en esta segunda entrega de “Las Chicas del Pillar” al particular mundo propio que han creado, a medias fantasía y a medias histórico, para seducirnos gracias a unos personajes entrañables y muy intensos de los que, como les ocurre a los hombres del comic, es fácil enamorarse. En sus páginas perfectamente dibujadas encontraremos romance y tragedia, conspiraciones y batallas, codicia y venganza, cariño y amistad, melancolía y euforia, sensualidad y violencia. ¿Qué más puede pedirse?
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