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“El Ángel Caído” es el título de la cuarta compilación de la serie regular e incluye los episodios 14 al 20 del volumen 2, repitiendo el equipo creativo habitual. Y, como había sido el caso en “Confesión”, se narra una sola historia, en este caso centrada en el personaje de Carl Donewicz, alias Jack Acero, un supervillano con una piel metálica indestructible y superfuerza que, tras cumplir una condena de veinte años en la penitenciaría de la Isla Biro, es puesto en libertad condicional.
Su reinserción, sin embargo, promete ser difícil: está viejo, cansado, desilusionado y vive atormentado por el remordimiento de que su madre muriera estando él entre rejas. Además, sus poderes, aspecto y antecedentes no son más que barreras a la hora de encontrar un trabajo. Los superhéroes que una vez combatió le vigilan y los ciudadanos lo tratan con temor y desconfianza. El único lugar donde puede sentirse todavía bienvenido es su antiguo vecindario de Astro City, el deprimido Kiefer Square.
Casi todos los que allí viven son supervillanos de medio pelo y familiares de éstos. Al principio, Carl quiere mantenerse alejado de sus tejemanejes y planes y solo quiere vivir tranquilo y en soledad. Pero entonces Ferguson, un anciano veterano del submundo criminal que ahora ejerce de “conseguidor” e intermediario, le hace una oferta con la que conseguir el dinero que necesita desesperadamente. Y es que algunos de los maleantes del barrio han venido muriendo asesinados sin que la policía ni los superhéroes hayan tomado cartas en el asunto. Carl duda. No es un detective y sabe que, si acepta el trabajo de buscar al responsable, estará violando los términos de su libertad condicional. Acepta, sin embargo, no solo por el dinero sino movido por un sentimiento de solidaridad.
Carl empieza sus investigaciones entrevistándose con las familias de las víctimas y escuchando sus deprimentes historias: todos habían soñado con un último gran golpe, todos fracasaron y muchos acabaron muertos. Jack Acero se ve reflejado en todos estos delincuentes y supervillanos que vivían muy alejados del glamour y la tecnología de vanguardia: eran pobres diablos con esposa e hijos, sumidos en la precariedad y recurrieron al crimen organizado en la esperanza de poder salir de la marginalidad.
En concreto, el caso de la hija de Guante Dorado le plantea un difícil desafío, porque la adolescente quiere suceder a su padre, no para vengarlo sino movida por una mezcla de resentimiento y codicia. Trata de razonar con ella, pero en vano. Incluso cae abatido por los poderes del superguante que ella ha conservado de su padre. Tampoco sus pesquisas le llevan a ninguna parte, recortando aún más su credibilidad en el barrio y condenando a las familias de los desaparecidos a la resignación.
La autoestima de Carl toca fondo y es entonces cuando Ferguson le lleva a visitar a un antiguo superhéroe ahora retirado, El Hombre, que le cuenta sus gloriosos años como vigilante en California, llegando a formar parte de la Guardia de Honor, y cómo labró su propia desgracia. En un momento difícil de su carrera y con la intención de recuperar respetabilidad, hizo un pacto con un villano para que éste simulara su derrota. Éste, sin embargo, lo traicionó, el plan acabó con la muerte de un inocente y revelado públicamente. Rechazado por todos, se retiró para vivir como un amargado ermitaño millonario en Astro City.
Esta confesión conmueve a Carl, que recuerda cómo siendo niño veía a los vigilantes como “ángeles” de la ciudad de los que anhelaba formar parte. Pero tras andar en malas compañías, matar accidentalmente a un muchacho y confiar en un científico sin escrúpulos, acabó convertido en un prófugo de la justicia con un aspecto grotesco. Desde entonces, ha tenido tiempo para reflexionar, comprender su fracaso y las consecuencias de sus malas decisiones. Es por eso que cree que encontrar y atrapar al asesino de sus vecinos es la única forma de redimirse, de hacer algo auténticamente valioso con su vida.
La inesperada llegada a Kiefer Square de un supervillano inglés a la fuga, Falsa Tortuga, y la narración de su patética vida supone otro paréntesis en la narración principal. Como Jack Acero, es un fracasado, aunque su temperamento es más alegre y menos taciturno que el de aquél. Por desgracia y aunque Carl moviliza al barrio para salvarle de sus perseguidores británicos, no puede impedir que poco después caiga víctima del misterioso asesino. Esa desgracia, no obstante, le sirve para averiguar que hay alguien maniobrando en las sombras y reclutando matones de Kiefer Square para un gran golpe. Consigue entrevistarse con este individuo, que se hace llamar El Conquistador, y adivina que su auténtica intención es conducir a todos los supervillanos a una trampa mortal. Incapaz de convencer a los héroes de Guardia de Honor de sus honorables intenciones, Carl, en baja forma física y con sus poderes en decadencia, deberá enfrentarse solo al peligro y arriesgar no sólo su libertad sino su propia vida.
“El Ángel Caído” es una excelente adición a la mitología y corpus de historias que Busiek, Anderson y Alex Ross habían ido construyendo y moldeando hasta ese momento en “Astro City”. En esta ocasión, rinden homenaje al género negro clásico, no sólo en la historia (la investigación de unos crímenes) sino en el ambiente (los bajos fondos y el contraste con los luminosos ambientes en los que se mueven la Guardia de Honor o El Hombre), un reparto compuesto de individuos marginales y perdedores, el tono melancólico y crepuscular y el protagonista: un individuo cansado, abrumado por su pasado e incapaz de adaptarse a los nuevos tiempos que, además, tiene las facciones de Robert Mitchum, actor que fácilmente nos remite a las películas de serie negra de los 50.
El principal atractivo de esta historia reside en su gran humanidad, encarnada en Carl, otro de esos personajes memorables salidos de la imaginación conjunta de Busiek y Anderson, capaces no sólo de reinventar iconos (como Samaritano o el Confesor) sino de crear de la nada otros originales. Carl es un antihéroe de manual, sí, pero no un personaje acartonado construido a base de amontonar tópicos. Se diría marcado por un destino trágico pero queda claro que su situación es producto de las equivocadas decisiones que tomó años atrás y que han marcado toda su vida adulta. A través de las vivencias, conversaciones, reflexiones y descubrimientos (sobre sí mismo y sobre quienes le rodean), Carl experimentará una auténtica y bien justificada transformación que le llevará a sacrificarse y alcanzar la nobleza con la que soñaba siendo niño al ver volar a los héroes de Astro City sobre su cabeza.
Falsa Tortuga es otro acierto, un villano muy interesante porque evade los clichés del género: es sólo un secundario, pero explica a la perfección cómo, al igual que sus colegas, acabó en el lado equivocado de la ley y qué fallos y debilidades le llevaron por el mal camino. En ese episodio, Busiek desvía la narración principal para contarnos la historia de este ridículo supervillano arrastrado y confundido por sus sueños y el amor por la mujer equivocada; y, al mismo tiempo, refresca y reorienta la investigación de Jack Acero dándole un mayor significado y cariz personal.
Gráficamente, la serie sigue manteniendo su alto nivel de calidad. Anderson destaca tanto en el complicado y expresivo dibujo de la piel plateada de Jack Acero, siempre surcada por brillos y reflejos, como en su precisa y realista representación del barrio de Kiefer Square. Con la ayuda de Alex Ross, vuelve a ofrecer una magnífica galería de personajes que evocan toda una era sin caer en el cliché facilón. Las portadas de Ross son, otra vez, sobresalientes no sólo por su maestría técnica sino por su sentido de la composición y la elección del tema.
“El Ángel Caído” es un sentido y notable tributo a la ficción pulp y, en concreto, al género negro de los años 40 y 50, que evita el recurso fácil de la parodia. En este sentido, quién mejor para escribir el prefacio a la edición compilada que Frank Miller, el cual recuerda la idea nuclear de Astro City cuando dice: “Ya no es una cuestión de utilizar los juguetes de tu niñez, sino de hacer que el concepto funcione de nuevo a la luz de nuestra experiencia y los tiempos que vivimos”. Y eso es lo que logra una vez más “Astro City” gracias a la estabilidad de su equipo creativo y la absoluta sintonía entre sus componentes, el evidente afecto que sienten hacia sus personajes, la calidad de la producción y una incuestionable honestidad.
(Continúa en la siguiente entrada)
Sin desmerecer el resto de la serie, que adoro, este es para mí el cénit de la colección. Tiene el tema de las segundas oportunidades, la visión a ras de tierra de un mundo con superhéroes y el final de la vida tal y como el personaje la ha vivido. Totalmente insuperable. Solo añadiría que, en este caso y para mí, la inspiración de Jack Acero es el Hombre Ígneo, el enemigo de medio pelo de Spider-man, que curiosamente también tiene su arco redentorio. No sé según fechas cual fue primero, pero da igual. La calidad de esta saga es superlativa
ResponderEliminarHombre, un aire al Hombre Ígneo sí tiene. Pero también a Coloso, de los X-Men. Es lo que tiene tener piel metalizada, que hay demasiados iguales. Un saludo
EliminarYa, pero el Hombre Ígneo es un villano, lonque le acerca más a Acero en forma y fondo. Pero es igual, es un detalle para nada importante en la historia
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