(Viene de la entrada anterior)
No era habitual en aquellos primeros años de consolidación del Universo Marvel que las historias de continuará se prolongaran más de dos episodios, pero ya empezaba a haber excepciones que apuntaban a lo que luego sería un planteamiento editorial frecuente. El arco argumental que abarcó los números 17, 18 y 19 (octubre-diciembre 64) fue una de esas excepciones.
Con “El
Regreso del Duende Verde” (nº 17), Lee y Ditko consiguieron reunir en un solo
capítulo todos esos pequeños detalles que denotaban a Spiderman como un
superhéroe inexperto al mismo tiempo que creaban una serie de viñetas
brillantes para el estándar de los comics contemporáneos.
Empezando por el mismo arranque, una página-viñeta en la que vemos a Peter en clase (con ese característico efecto creado por Ditko en el que la mitad de su rostro aparece con la máscara de Spiderman), preguntándose dónde se habría escondido el Duende Verde desde su enfrentamiento en el número 14 (recordemos, aquel extraño episodio en el que ambos acababan viéndoselas contra Hulk). La respuesta está en la siguiente página: el Duende está en su guarida, machacando un muñeco vestido de Spiderman mientras ensaya un planeador modificado y nuevas armas. Una vez finalizado su entrenamiento, cambia su uniforme por unas anónimas ropas civiles y se marcha sin que en ningún momento le veamos el rostro.
Este es
uno de esos momentos en los que se empezó a incubar uno de los conflictos que
acabaron distanciando a Lee y Ditko. Dice la leyenda que el guionista quería
que el Duende resultara ser, llegado el momento de revelar su identidad,
alguien ya bien conocido para los lectores, creando así un giro sorpresa. El
dibujante discrepaba. Para él, sería más realista que el villano fuera un tipo
cualquiera al que no se habría visto antes en la colección. El propio Ditko
refutaría años más tarde esta creencia, pero sólo parcialmente. Prefería que el
Duende fuera alguien periférico en la galería de personajes, pero lo
suficientemente presente en la serie como para haber establecido su
personalidad. Dado que la revelación definitiva sobre su origen no llegaría
hasta el número 39, volveremos a ello cuando toque.
La
mayor parte del número, una vez se ha establecido quién va a ser el villano,
transcurre durante la preparación y celebración de la primera reunión del Club
de Fans de Spiderman, fundado por Flash Thompson, némesis de Peter Parker pero
admirador número de uno de su alter-ego. Como presidente de la asociación y
adoptando las mismas técnicas de marketing que el Jefe de Pista en el número
anterior, anuncia la fiesta de inauguración del Club en el instituto asegurando
que Spiderman hará una aparición. Y claro, Peter Parker lo lee y piensa que por
qué no. Y es que el pobre Peter necesita recuperar algo de autoestima.
Una de las razones por las que desespera por obtener algo de adulación, es que sólo un par de páginas antes había hecho el ridículo interrumpiendo el rodaje de una película. Se trataba de la escena de un robo perpetrado por un supervillano y él pensó que era auténtico, lo que lo convierte inmediatamente en un hazmerreir público. Así que espera levantar el ánimo apareciendo en la primera reunión de su club de fans. Pero claro, tratándose de Spiderman, las cosas no van a resultar como él espera. Todo lo contrario.
Al
principio todo discurre conforme a lo esperado, pero el Duende Verde, que había
leído en el periódico el anuncio del evento, decide que esa es la oportunidad
perfecta para derrotarle y humillarle en público. Su irrupción en el acto,
mientras Spiderman presume haciendo acrobacias en el escenario, hace creer al
público que está asistiendo a una especie representación. Pero Johnny Storm, la
Antorcha Humana, que se encuentra con su novia Doris Evans entre los
espectadores, se da cuenta de que algo va mal y se une a la refriega.
Y
entonces, en una decisión de guion bastante extraña, Lee hace que Spiderman le
deje la pelea a la Antorcha, se escabulla y cambie a Peter Parker para reunirse
con sus amigos. Posiblemente, Lee no encontró otro momento en el episodio para
añadir algo más de tensión al triángulo Peter-Betty Brant-Liz Allen. Y es que
ése es el momento que elige Liz para hacerle unas carantoñas a un desconcertado
Peter que no sabe cómo reaccionar… justo cuando Betty –que está en la fiesta
acompañando profesionalmente a su jefe Jameson, que a su vez ha acudido
esperando presenciar algo que pueda usar contra Spiderman- contempla la escena.
Lógicamente, lo que piensa es que Peter fue al evento acompañado de Liz, una
sospecha que ya venía fraguándose desde tiempo atrás.
Los recelos de Betty sobre las intenciones de Liz no son infundadas. La adolescente demuestra en este episodio lo lejos que está dispuesta a llegar para ganarse el corazón de Peter, utilizando a Flash y su club de fans para arrastrar al objeto de sus deseos a un evento en el que pueda tener la oportunidad de acercarse más a él. Una llorosa Betty dice para sí: “Yo le contaría al mundo lo tonta que soy…¡Por pensar que Peter Parker alguna vez se interesó por mí! Nunca volveré a confiar en él!”.
Tras
este forzado interludio, Peter vuelve a cambiar a Spiderman y se reincorpora a
la batalla. Y justo cuando las cosas empiezan a mejorar, escucha a alguien al
teléfono cogiendo un recado para Peter Parker: la Tía May ha sufrido un ataque
al corazón y está en el hospital. Este giro no era nuevo. Ya lo habíamos visto
en el número 9. La diferencia está en las consecuencias que en esta ocasión tiene
para Spiderman. Y es que, al abandonar el combate contra el Duende en mitad del
evento para estar con su tía, queda como un cobarde, decepcionando a sus fans y
propiciando que el Daily Bugle haga leña del árbol caído. Este tipo de
decisiones entre las exigencias de su faceta superheroica y sus prioridades como
sobrino, novio o amigo, a menudo incompatibles entre sí, sería en lo sucesivo
una característica fundamental del personaje.
La última viñeta volvía a presentar a Peter decepcionado y a punto de tirar la toalla: “¿Por qué las cosas nunca me salen bien? ¿Por qué parece que siempre hago mal a la gente, por mucho que me esfuerce? ¿Es este el precio que debo pagar por ser Spiderman?” La Tía May ha superado la crisis, pero toda la ciudad piensa que Spiderman es o bien un cobarde o bien un fraude; Betty está dolida por las “infidelidades” de Peter y el Duende ha vuelto a escapar.
Este
tipo de finales eran, desde luego, poco habituales en los comics de superhéroes
de la época, pero su utilización recurrente era arriesgada. La intención,
claro, era hacer de Spiderman-Peter Parker un personaje más anclado en el mundo
real que sus estereotipados colegas. Pero, por otro lado, Lee y Ditko no
parecían darle un respiro a su creación. Es sorprendente que no acabara
intentando suicidarse o enganchado a las pastillas.
En el número 18, los autores continúan echando sal a la herida. Tachado de cobarde por toda la ciudad después de abandonar el campo de batalla, Peter debe soportar la decepción de sus colegas superhéroes, los comentarios despectivos de sus compañeros de instituto y las triunfantes apariciones televisivas de J.Jonah Jameson. Flash, que a pesar de todo sigue siendo el mayor fan de Spiderman, decide disfrazarse de su héroe en un intento desesperado de “demostrar” la valentía de su ídolo y acaba recibiendo una paliza propinada por unos matones, teniendo que ser rescatado por la policía.
Los
problemas sentimentales de Peter tampoco se solucionan. Tras lo sucedido en el
episodio anterior, Betty no solamente no le coge el teléfono y le evita por la
calle, sino que empieza a salir con otro chico. Aunque su nombre no se cita
todavía, este nuevo novio es Ned Leeds, un periodista del Daily Bugle y, por
tanto, también compañero profesional de Betty. Fue una salida digna y coherente
a una relación que siempre había parecido algo desequilibrada. Betty parecía y
se comportaba como una mujer adulta mientras que Peter, aunque responsable y
maduro para su edad, no dejaba de ser un estudiante de instituto. Leeds, por el
contrario, era alguien más acorde a Betty por edad, intereses y círculo social.
En lo sucesivo, las novias de Peter provendrían de su propio entorno.
Por otra parte, el tratamiento médico de la Tía May le obliga a buscar otras fuentes de ingresos. Un fabricante de cromos rechaza su oferta de utilizar su imagen por considerarle acabado; y ni siquiera puede venderle la fórmula de su telaraña a unos fabricantes de adhesivos dado que no le encuentran utilidad a una sustancia que se disuelve al cabo de un rato.
Tan
preocupado está, que en lugar de intervenir en la inminente comisión de un
delito y ante el temor de que le ocurra algo y su tía May se quede desamparada,
toma la inusual y absurda decisión de avisar por teléfono a la policía para que
sean ellos quienes tomen cartas en el asunto. Por las mismas razones, huye de
un enfrentamiento con el Hombre de Arena, lo que no hace sino reafirmar a toda
la ciudad en su juicio negativo sobre él.
Es este,
por tanto, un episodio teñido de pesimismo, una auténtica avalancha de
ansiedades y decepciones para Peter Parker-Spiderman. Lee y Ditko dejan claro lo
mal que lo está pasando el héroe. Y razones no le faltan porque no es fácil ser
un estudiante cuya única familia es una tía anciana y con mala salud, sin
trabajo ni dinero y con problemas de conciencia y autoestima por esquivar lo
que entiende es su deber como superhéroe. Tanto es así que hacia el final del
número, Peter ya no puede más: “’¡Estoy decidido! ¡Cuando la Tía May se
recupere, seré la clase de tipo que ella quiere que sea! ¡Me olvidaré de esta
chorrada de Spiderman! Me concentraré en los estudios…Conseguiré un buen
trabajo, quizá en un laboratorio…Y me estableceré como todo el mundo. Debería haberlo
hecho hace mucho…¡Pero estaba demasiado engreído! ¡Disfrutaba siendo Spiderman!
¡Me hacía sentir especial!”.
Y justo tras tomar esa decisión, la Tía May le da un ejemplo de cómo arrostrar las dificultades de la vida. Cuando Peter la insta a descansar y no esforzarse cuando la ve levantada, ésta le dice: “¡Seré una vieja, pero no una blandengue! Una persona necesita coraje, voluntad de vivir… de luchar”. Inspirado por su tía, Peter vuelve a ponerse su disfraz con energías renovadas: “¡Quizá ha hecho falta Tía May para enseñarme algo que debí haber sabido! ¡Sólo un alfeñique se retira cuando las cosas van mal! ¡Claro que he pasado un montón de malos tragos! ¿Y quién no? ¡Pero he perdido el tiempo en autoconmiseración!”.
Lee y
Ditko habían llevado al héroe al punto más bajo que podían imaginar y lo habían
recuperado de nuevo en una historia que marcaría un hito en Marvel por su
fuerza y originalidad.
El número que cierra el arco argumental, el 19, no es tanto una continuación como un epílogo que regalaba un bienvenido alivio a los lectores que habían padecido junto a su héroe en los dos episodios anteriores. Y es que Spiderman, con su ánimo renovado, recupera el tiempo perdido y, para desmayo de Jameson, derrota a una combinación de adversarios que van desde atracadores corrientes al Hombre de Arena pasando por los Forzadores. Y, por si fuera poco refuerzo para su autoestima, el héroe arácnido le saca las castañas del fuego a la Antorcha Humana, su ocasional competidor juvenil en el mundo superheroico, que había sido vencido y aprisionado por los Forzadores y el Hombre de Arena como primer paso en su plan para dominar el crimen de Nueva York.
Nada
menos que doce páginas de acción y peleas tiene este número, a las que hay
añadir tres interludios que desarrollan la vida personal de Peter. Uno, que no
aporta nada nuevo, en el instituto, con Flash Thompson y Liz Allen; y otros dos
en el Daily Bugle, donde Betty presenta a Ned Leeds como su nueva pareja, oficializando
así su ruptura. Peter, eufórico, se toma muy bien la situación…para
desconcierto de Betty, que parece dudar de su decisión al ver a su exnovio
pletórico de confianza y carente de celos.
Si Spiderman estaba desatado en este número, también era el caso de Steve Ditko, que junto a la aventura del Doctor Extraño que dibujó ese mismo mes, parecía estar echando un pulso a Kirby, cuyo “Cuatro Fantásticos” nº 33, que salió al mismo tiempo, estaba igualmente repleto de acción.
Tres
números, en definitiva, que volvían a demostrar que Stan Lee y los artistas con
los que colaboraba supieron dar a los aficionados el tipo de material con el
que soñaban. No es de extrañar que a no mucho tardar Marvel estuviera
recortando rápidamente distancia con el líder de la industria, DC.
El número 19 había finalizado con unas viñetas en las que se veía a un sospechoso individuo seguir a Peter Parker y luego informar a un jefe cuyo rostro quedaba oculto por las sombras. Pues bien, en el número 20 (enero 65) aquél era un investigador privado, Mac Gargan. Y en un giro que nadie vio venir, su jefe era nada menos que J.Jonah Jameson, que estaba tratando de averiguar cómo y de qué manera era capaz Parker de tomar las fotos de Spiderman. Esto añadía una nueva capa de mezquindad al personaje, pero las cosas no se quedaban ahí.
Y es
que mientras revisaba la propuesta para un artículo sobre un científico, Farley
Stillwell que había conseguido provocar mutaciones en animales que les
proporcionaban habilidades o características propias de otras especies, tiene
una idea megalomaniaca inspirada por su odio hacia Spiderman: ¿por qué no
dedicar su dinero a crear un superhumano con esa tecnología y utilizarlo para
librar al mundo de Spiderman? Y así, el doctor Stillwell, necesitado de fondos
para continuar sus investigaciones, accede a experimentar con humanos, en
concreto Mac Gargan, a quien Jameson ha convencido a golpe de talonario. El
resultado es el Escorpión, otro de los villanos clásicos de Spiderman.
El Escorpión es extraordinariamente fuerte, capaz de reducir a polvo un bloque de granito con sus manos desnudas; y dispone de un traje con una cola letal que puede controlar con su cerebro. Y para colmo, y como descubre arrepentido Stillwell algo más tarde: “¡Según estas nuevas pruebas, Escorpión será más poderoso de lo que yo pensaba! ¡Y cuanto más se incremente su fuerza, más se impondrá su naturaleza malvada!”.
Y, efectivamente,
el Escorpión, para regocijo de un Jameson que ha traspasado todos los límites
éticos en su cruzada contra Spiderman, le hace pasar un mal rato al héroe, que
recibe nada menos que dos palizas en otras tantas ocasiones antes de que caiga
en la cuenta de que la sencilla solución radicaba en arrancarle de cuajo la
cola y luego atizarle en la cara hasta hacerle perder el conocimiento. Puede
que el Escorpión pareciera a primera vista otro villano del montón con un traje
ridículo, pero ni mucho menos. De hecho, tan justa fue la victoria para
Spiderman que acaba con toda la cara magullada y sangrando y tiene que
inventarse un accidente deportivo para justificarse ante sus compañeros de
instituto y su Tía May.
Este episodio supuso un nuevo giro para Jameson, que de atacar a Spiderman utilizando la influencia de su periódico había pasado a crear o financiar supervillanos, una estrategia que volvería a utilizar en el futuro. Al final, no sólo no asumía responsabilidad alguna (ni siquiera la de la muerte de Stillwell, que había sacrificado su vida tratando de detener al enloquecido Escorpión con un suero de su invención) sino que se autojustificaba mezquinamente presentándose a sí mismo como una fuerza del orden: “¡Sé que cualquiera con demasiado poder puede volverse una amenaza antes o después! ¡Y Spiderman no es la excepción! Sigue siendo mi deber combatirlo, denunciarlo… Y algún día destruirlo! Y lo haré… Aunque me cueste el resto de mi vida!”.
Un número éste cargado de acción en el que pocos avances se producen en el apartado sentimental de Peter. Lo único que el guion consigue encajar antes de que empiece la acción, sin embargo, parece denotar otra de esas discrepancias entre Lee y Ditko que acabarían culminando con su total distanciamiento. Y es que vemos cómo Ned Leeds se marcha a Europa unos meses como corresponsal, dejando a Betty sola… lo que alegra a Peter y contradice lo que habíamos visto en el número anterior. La cordial indiferencia con la que había acogido la noticia del nuevo novio de Betty pasa aquí a un interés renovado por ella.
(Continúa en la siguiente entrada)
Gracias por esta reseña... ¡ya pensaba que nunca llegaría! Adoro tus reseñas de la Edad de Plata de Marvel, son las mejores de todo el blog
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