7 jul 2021

SPIDERMAN EN LOS SESENTA - Stan Lee y Steve Ditko (9)

 


(Viene de la entrada anterior)

 

El destino nunca ha sido buen amigo de Peter Parker y en el número 21 (febrero 65) de “Amazing Spiderman” vuelve a jugársela con una coincidencia que durante un tiempo –breve, eso sí- le complicará todavía más la vida.

 

La casualidad hace que Peter conozca a Dorrie Evans, la novia de la Antorcha Humana, y que ésta pierda la cartera en la calle. Siguiendo sus impulsos caballerescos, Peter, sin segundas intenciones, se presenta en la casa de ella para devolvérsela, un detalle que, junto a los minutos de conversación que mantienen, bastan para causar una impresión favorable a la joven: “¡Es tan tranquilo, tan pacífico y caballeroso! ¡Destaca en Ciencias en la escuela y tiene cultura y es sencillo! ¡Si Johnny se pareciera más a Peter Parker!”.

 

La Antorcha lo ve salir de la casa de Dorrie y, tras enterarse de su nombre, le sale al encuentro para advertirle que se aleje de su chica…justo cuando Peter está en compañía de Betty. Por supuesto, la conclusión que saca ésta es que Peter está saliendo con otras chicas… lo cual no tendría por qué haberle molestado dado que no se nos ha dicho explícitamente que su relación se haya recompuesto tras la marcha de Ned Leeds. De nuevo, vemos aquí ciertas incoherencias o direcciones divergentes en cuanto al camino que debía seguir la vida sentimental del protagonista. Pero de eso hablaré con mayor extensión algo más tarde.

 

El caso es que a Peter no le alivia demasiado que su enfrentamiento con la Antorcha le haya hecho ganar puntos frente a sus sorprendidos compañeros de instituto en detrimento de Flash Thompson. Decidido a darle una lección al arrogante Johnny Storm, se pone su traje de Spiderman y acude a la casa de Dorrie a hacerle la corte a una y desafiar así al otro. Y es entonces cuando hace entrada el villano nominal de la historia: el Escarabajo.

 

Éste, uno de los villanos más ridículamente vestidos del universo Marvel, era Abner Jenkins, quien había debutado enfrentándose a la Antorcha Humana en “Strange Tales” 123 (agosto 64) y que ahora salía de la cárcel dispuesto a vengarse. Y lo hace secuestrando a Dorrie y utilizándola como cebo, algo que Spiderman no puede evitar so pena de causarle daño a ella. Por supuesto, cuando llega la Antorcha y ve los destrozos en la casa salpicados de abundante telaraña, da por supuesto que Spiderman es el responsable del secuestro. Lo busca, lo encuentra y se enzarzan en una pelea. Las cosas siguen el curso predecible en este tipo de aventuras: el malentendido se aclara, ambos unen fuerzas y derrotan al Escarabajo.

 

Pero para Peter, claro, no hay final feliz: “Jameson probablemente me odia más que nunca porque no le he entregado trabajo como Parker últimamente. Betty está furiosa conmigo de nuevo, y, como de costumbre, no sé cómo explicarme. ¿Es éste mi destino? ¿Estoy destinado a pasar por la vida como un fracasado profesional? ¿Por qué debo ser un cenizo superpoderoso y disfrazado? Especialmente cuando la Antorcha, que no es mejor que yo en nada, se lleva toda la gloria…los elogios…¡Y hasta la chica! Para él, la vida es un gran final feliz”.

 

Sería interesante conocer de quién era la idea y qué motivos tenía para incluir con tanta frecuencia a la Antorcha Humana en esta primera etapa de “Amazing Spiderman”. Quizá las ventas no fueran tan buenas como presumía Stan Lee y éste pensara que introducir regularmente a la Antorcha, el miembro más popular de la colección mejor vendida de la casa, “Los Cuatro Fantásticos”, ayudaría a atraer nuevos lectores. Quizá a Ditko le gustase dibujar a la Antorcha; o Lee pensara que la rivalidad juvenil entre ambos sería divertida. En cualquier caso, era un recurso que ya había dado de sí todo lo que podía.

 

Aunque tratado de forma ligera, lo que esconde el argumento de este número es una especie de comedia juvenil siniestra, con un triángulo de jóvenes que se manipulan emocionalmente unos a otros: Dorrie utiliza a Peter para poner celoso a Johnny y chantajearle, obligándolo a no convertirse en la Antorcha durante una temporada; y luego Peter, como Spiderman, quiere utilizar a Dorrie para enfurecer a aquél y mejorar su propia autoestima.

 

De todas formas, este es un episodio que aporta poca novedad en cuanto a desarrollo de los personajes principales y supone un cierto bajón respecto a la intensa presentación del Escorpión y la cara más oscura de Jameson que habíamos visto en el número anterior. Incluso el dibujo de Ditko se nota más tosco, más caricaturesco y menos elegante que en los números precedentes.

 

Tampoco nada verdaderamente destacable encontramos en el nº 22 (marzo 65), en el que se trae de vuelta a un villano que no hacía tanto (en el nº 16) se había pasado por la colección: el Jefe de Pista. Solo que en esta ocasión, humillado por Spiderman, es “despedido” por sus criminales subordinados, que deciden prescindir de él en su siguiente golpe, un robo en una galería de arte que está siendo patrocinada por J.Jonah Jameson.

 

Lo único nuevo en esta ocasión es que Lee y Ditko quisieron hacer que el lector se preocupara por la salud del editor, herido y hospitalizado tras enfrentarse físicamente a los villanos circenses. Pero claro, es un intento exitoso solo a medias. En primer lugar, porque uno tiende a sospechar que su impulsiva intervención no fue tanto fruto del sentido de la justicia como de la indignación al ver que estaban robando algo que él financiaba y, por tanto, consideraba en parte suyo; y, segundo, porque hacía tan solo dos números lo habíamos visto metiéndose de cabeza él mismo en el mundo criminal con la creación del Escorpión. Eso hace que ni los lloros de Betty Brant (“¡Pobre Mr.Jameson! ¡Aunque tenía sus defectos, no era tan malo! Rezo para que se ponga bien”) ni la edulcorada resolución que trata de humanizar al irritante periodista como un cascarrabias de corazón de oro, nos hagan simpatizar con el personaje.

 

Poco más puede exprimirse de este número, en el que, aparte de producirse la enésima y cada vez menos verosímil reconciliación de Peter con Betty, lo único que ofrece es la típica historia en la que Spiderman se enfrenta con un puñado de estrafalarios villanos que no son ni de lejos una amenaza real para él pero que Ditko utiliza para lucirse en las escenas de pelea.

 

Eso sí, los miembros de ese Circo del Crimen están retratados de forma más individualizada que en sus dos anteriores apariciones en “Hulk” y “Amazing Spiderman” respectivamente. Es un paso en la dirección adecuada y resulta especialmente llamativo ver a la Princesa Pitón asumir un papel más activo en la banda, nombrando al Payaso como líder, eligiendo el nombre del grupo e incluso enfrentándose en solitario a Spiderman, llegando casi a desenmascararle. A tenor de esto, queda claro que debería haber sido ella y no el Payaso el líder, pero en 1965, la idea de que una mujer ostentara semejante posición era demasiado avanzada para la industria (y puede que también para Stan Lee, que a la sazón contaba ya 43 años).

 

Resulta curioso que aquel mismo mes, debutara en “Los Cuatro Fantásticos” otro grupo de villanos, Los Cuatro Terribles, que integraba en sus filas a Medusa y que un año después, en el nº 41 (marzo 66), replicaría la misma dinámica: una mujer fuerte que a todas luces debería ser la líder pero que se veía obligada a conformarse con intrigar y manipular a sus compañeros masculinos.

 

Por último, es imposible no sentir cierta lástima por el Jefe de Pista tras el tratamiento al que le someten Lee y Ditko en esta ocasión: primero lo echan de su propio grupo y le humillan, luego Spiderman lo hipnotiza, le arrestan por un crimen que no ha cometido y finalmente le detiene la policía cuando intentaba escabullirse con los cuadros robados. Difícilmente podía un villano caer tan bajo. Y por eso resulta chocante que Stan Lee lo utilizara de nuevo tan solo unos meses después como villano de nada menos que Los Vengadores, en el nº 22 (noviembre 65), ahora ya con su Circo del Crimen reconstruido.

 

Y en el número 23 (abril 65), regresa el Duende Verde, al que nada más comenzar la historia lo encontramos tratando de convencer al gangster Lucky Lobo de que le ceda el liderazgo de su banda. Por supuesto, el criminal no se muestra muy inclinado a ello y a partir de ese momento y a pesar de su apodo, las cosas no hacen sino torcérsele: la policía lo asocia con el Duende, uno de sus hombres le traiciona y le pasa información financiera al supervillano –que, a su vez, la filtra a la prensa, o sea Jameson-; y, para colmo, Spiderman interviene y le propina una buena tunda a todos sus matones.

 

En este punto, puede sorprender a más de uno que el Duende Verde no pasara de ser un villano del montón. Solemos considerarlo como una de las mayores amenazas a las que ha tenido que hacer frente Spiderman, quizá incluso su némesis definitiva, pero ello es sobre todo gracias trabajo que sobre él haría en el futuro John Romita. Una prueba de ello es este episodio. Cumple bien su papel de enemigo, tanto en enfrentamientos físicos como entre bambalinas, intrigando para hacerse con el poder del submundo criminal. Incluso vuelve a escurrírsele de entre los dedos a Spiderman en el último momento. Pero más que una verdadera amenaza, es, como en sus dos anteriores intervenciones, una molestia irritante, un lunático disfrazado que sin duda puede cometer algún delito del montón, pero que no da pistas todavía del grado de locura y maldad que en el futuro lo convertirían en un peligro letal para el héroe.

 

Y aquí hay que volver a hablar del asunto de la identidad del Duende. Reaparece Frederick Foswell, al que habíamos visto por última vez como El Gran Hombre en el nº 10 (marzo 64). Tras pasar un periodo en la cárcel, Foswell consigue que Jameson lo vuelva a contratar como periodista, como dice él, “Porque creo en el perdón, la caridad y el amor fraternal…¡Y además beneficiará mis relaciones públicas! ¡Mejorará mi imagen como bienhechor adorable!”. Pues bien, la lista que comprometía a Lucky Lobo y que estaba en poder del Duende, llega a manos de Jameson a través de Foswell, lo que apunta a que uno y otro podrían ser la misma persona. De hecho, es lo que sospecha Peter: “Foswell es mucho más listo de lo que parece. De hecho, podría amenazar mi identidad secreta de Spiderman. ¡Si alguna vez sospecha que las fotos que le vendo a Jonah las toma realmente Spidey…!

 

Cincuenta y seis años después, ya sabemos que Foswell no era el Duende. Ese “honor” recayó en Norman Osborn. Pero entonces, nadie lo sabía, ni siquiera los autores. ¿O sí? Y es que en la última viñeta de la página 6, en la que aparece Jameson en el club de ejecutivos de negocios del que forma parte, se distingue entre los socios a un tipo que parece Osborn (su peinado es claramente identificable), aunque no se le nombra como tal –esto sucedería en el número 37 (junio 66). ¿Acaso lo incluyó Ditko a propósito, considerándolo como posible identidad secreta del Duende antes incluso de habérselo consultado a Stan Lee? Es lo que dijo Ditko. El problema es que él ya no se hablaba con Lee.

 

Jack Kirby y Steve Ditko, narradores brillantes, fueron fundamentales a la hora de consolidar y garantizar el éxito de lo que se llamó Método Marvel. Pero también fueron los primeros en darse cuenta de lo que les estaba costando esa división de trabajo ideada por Stan Lee. Conforme crecía la confianza de éste en la capacidad de sus colaboradores gráficos, sus guiones iban perdiendo detalles hasta llegar a un punto en el que los dibujantes no se limitaban a estructurar las historias en páginas y viñetas sino a, literalmente, responsabilizarse de los propios guiones.

 

Ditko estaba profundamente involucrado tanto con el Doctor Extraño (cuyas aventuras se narraban en la cabecera “Strange Tales”) como con la de Spiderman y en lugar de adoptar un papel pasivo discutía con Lee sobre la dirección a tomar, especialmente en esta última. Estaba convencido de que la fórmula para mantener el éxito que estaba cosechando ese comic sobre un pusilánime estudiante de instituto que adquiría superpoderes pasaba por mantener el tono naturalista. En varias ocasiones, se había resistido a las propuestas de Lee de introducir elementos fantásticos y sobrenaturales o resolver algunos de los problemas personales que atormentaban a Peter Parker.

 

Ditko afirmaría tiempo después que en 1965, Stan Lee cortó la comunicación con él. Éste, por su parte, contestaría diciendo que el distanciamiento no fue su culpa, pero el hecho es que ambos dejaron de hablarse y Sol Brodsky (la mano derecha de Lee en lo que se refería al apartado de producción) tuvo que actuar de intermediario entre ambos en las oficinas de Marvel cuando Ditko aparecía por allí para entregar sus páginas a lápiz y recibir el visto bueno. Según Ditko: “Cuando recogía las páginas para entintarlas, consideraba o ignoraba cualquier comentario sobre la historia o el dibujo que hiciera Brodsky. Ignoro si la fuente de tales observaciones era Stan o Sol”.

 

Pero de cara a los lectores, nada había cambiado. La serie parecía discurrir con el mismo tono y estilo que siempre y, gracias a los diálogos ingeniosos y melodramáticos de Lee, sonaba igual. El que Ditko pasara a figurar acreditado como coguionista a partir del número 25 de “Amazing Spiderman” (y del “Strange Tales” 135, donde, repito, se publicaba Doctor Extraño) no hizo sospechar a nadie. Pero podían verse pistas de la creciente incomunicación e incluso desacuerdos. Ya comenté los vaivenes de la relación sentimental entre Peter y Betty. Los lectores empezaban a hacer preguntas sobre la identidad secreta del Duende, pero los autores, tal y como mencioné en otra entrada, no se ponían de acuerdo al respecto.

 

El nº 24 (mayo 65) tiene un título que ya indica que va a tratarse de un episodio diferente: “Spiderman se vuelve loco”. La página-viñeta de apertura muestra al héroe recostado en el diván de un psiquiatra, delirante, rodeado de los fantasmas de su mente (cuya disposición y efectos parecen sacados del Doctor Extraño) y observado con perplejidad por el médico. Quizá había llegado el momento de que esto ocurriera habida cuenta de la estresante vida que llevaba el pobre de Peter Parker.

 

Un psiquiatra europeo (el viejo continente siempre da caché en el nuevo), el doctor Ludwig Rinehart, se presenta en las oficinas del Daily Bugle afirmando estar interesado en el caso de Spiderman. Según él, es un hombre muy enfermo que “vive en un mundo de fantasías. Quiere ser una araña, ¡pero por supuesto, es un ser humano! Sólo es cuestión de tiempo que su yo y su ego se confundan tanto que olvide quién es realmente…¡Y entonces sufrirá un grave ataque!”. Es exactamente lo que necesitaba Jameson, inmerso en plena campaña de difusión de su odio hacia el superhéroe. Cuando Peter lo lee en el periódico, se sugestiona y empieza a preocuparse. Al fin y al cabo, él es un hombre de ciencias y tales declaraciones provienen de un médico reputado.

 

Cuando empieza a tener visiones de viejos enemigos suyos atacándole, su angustia le lleva a visitar la consulta de Rinehart, donde experimenta alucinaciones todavía más preocupantes. Y justo cuando su desesperación a punto está de hacerle desvelar sus secretos al doctor, aparece Jameson para desenmascararle. Foswell ha hecho su trabajo de investigador y ha descubierto que Rinehart es un fraude. Efectivamente, se trata nada más y nada menos que de Misterio, quien se había servido de sus conocimientos de especialista en efectos cinematográficos y diversa tecnología para sumir a Spiderman en un estado de neurosis.

 

Quitarle a Misterio su ridículo traje con casco de pecera y dejarle solo su astucia y conocimientos profesionales fue una idea brillante que dio lugar a una historia de superhéroes diferente, sobre todo teniendo en cuenta que apareció en 1965. Tan buena, de hecho, que diez años después Gerry Conway la recicló punto por punto entre los números 141 y 142 de la colección (febrero-marzo 75).

 

Por otra parte, los asuntos personales de Peter siguen la misma tónica de altibajos que en números anteriores. En esta ocasión es a él a quien le toca sentirse rechazado y ofendido. Mientras tontea con Betty en las oficinas del Bugle, descubre una carta que ella va a enviar a Ned Leeds a Europa. Naturalmente, ello despierta los celos de Peter, que por despecho empieza a morder voluntariamente los anzuelos que le lanza descaradamente Liz Allen, accediendo a darle clases particulares de ciencias. “Preferiría pasar el rato con Betty, pero…¡Si va a seguir escribiendo a Ned Leed a mis espaldas, le voy a enseñar!”. Una actitud poco ejemplarizante, pero después de todo verosímil y comprensible en un adolescente con el corazón roto.

 

En cuanto al dibujo, quizá porque le interesaba mucho el tema de la mente y disfrutó haciendo una historia en la que primaba lo psicológico sobre lo físico, Ditko recobra aquí la elegancia de anteriores entregas, retratando con convicción a los diferentes personajes y sus sentimientos.

 

 (Continúa en la siguiente entrada)

 


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