Massimo Mattioli fue uno de los más importantes humoristas gráficos de Italia y quizá el más conocido fuera de su país solo por detrás de Benito Jacovitti. Se contó entre los representantes más importantes de la nueva ola de autores de comic vanguardista que surgió en Italia en los años ochenta gracias a su obra inteligente y accesible, inspirada en la cultura popular pero retorciendo sus arquetipos con una mirada irónica que no condescendiente. Muchos de sus comics, aptos tanto para lectores infantiles como adultos, bebían en su trazo, atmósfera y dinámica tanto de los cortos de animación norteamericanos de los años cuarenta y cincuenta como del estilo underground del comic.
Nacido en Roma en 1943, poco se sabe de sus años mozos excepto que devoró con pasión cantidades ingentes de comics. Lo que más le empapó, a tenor de lo que pudo verse años más tarde reflejado en su obra, fueron los cortos de animación de Tex Avery, el humor del “B.C.” de Johnny Hart, el surrealismo juguetón de “Krazy Kat” de George Herriman o el encanto de las historias del Pato Donald firmadas por Carl Barks.
Debutó profesionalmente en 1965, a los 22 años, y no tardó en recalar en el prestigioso semanario católico “Il Vittorioso”. Un año después, se trasladó a Londres, realizando chistes para la revista “Mayfair”; y poco después a París, donde dibujó las aventuras del poeta y filósofo “M el Mago” para la cabecera “Pif”. A comienzos de los setenta y ya de vuelta en su Italia natal, creó “Pasquino” para el periódico “Paese Sera” y en 1973 dio comienzo a lo que sería una larga colaboración de cuarenta años con el semanario infantil “Il Giornalino”, creando al personaje que se convertiría en su mascota: Pinky, un surrealista conejo rosa que ejerce de fotoperiodista y que resultó ser su obra más longeva, publicándose nada menos que hasta 2014.
Todos estos trabajos le permitían a Mattioli vivir cómodamente, pero no podía obviar su deseo de explorar campos más atrevidos. Con otros creadores italianos (Tanino Liberatore, Stefano Tamburini, Andrea Pazienza, Filippo Scozzari) fundan un par de revistas alternativas que ofrecerán una contrapartida irreverente al material que ellos mismos realizaban para otras publicaciones.
Y así, en 1977, junto a Stefano Tamburini, crea la cabecera underground “Cannibale”, donde publica la primera aventura de la surrealista space opera “Joe Galaxy” (1978), que continuará dos años después en otra revista en cuya creación participa: “Frigidaire”. Y precisamente para esta última, en agosto de 1980 y en su número 21, crea la serie por la que mayor fama internacional alcanzaría: “Squeak the Mouse”, una parodia frenética que mezclaba el clásico arquetipo de “gato y ratón” de cortos clásicos de animación de Hanna-Barbera, como “Tom y Jerry” (1940) o “Pixie y Dixie” (1958), con el gore más descarnado, la pornografía dura y el metahumor.
Cada episodio comienza con la tradicional cartela de título, en la que figuran productoras ficticias como “Ice Cream Productions”, “More Gore Galore Productions” o “Sickly Bad Taste Productions”. La dinámica de cada capítulo, todos mudos y con el único texto de las onomatopeyas, es siempre la misma: la persecución del gato al ratón o de éste, vuelto a la vida como un zombi vengativo y dispuesto a todo, al primero. El desfile de salvajadas sadomaniacas en estos “goretoons” es continuo, cada truculencia empeñada en superar la anterior. Los personajes son decapitados, electrocutados, amputados, triturados, aplastados, devorados… Y realmente, no hay mucho más. Ni siquiera un argumento que pueda resumirse; tan solo una sucesión de escenas con ánimo provocador montadas a un ritmo acelerado.
Mattioli no se ahorra truculencias. Aunque todo tiene la estética de un dibujo animado de Tex Avery, la violencia es directa, explosiva y sangrienta, con litros de sangre, cadáveres putrefactos y abiertos en canal y personajes que regresan de los muertos. Y a ello se añade la pornografía sin recato, insertada como páginas “X-Rated” y presentadas como “Bonus Beats”, en las que el gato disfruta de orgías con sexo explícito, abundante y variado. Como el terror, el sexo se presenta como una exageración inverosímil y cruda que caricaturiza las relaciones humanas y apela al cerebro reptiliano del lector.
La primera serie fue compilada en formato comic book en 1986 y, siendo un tebeo de tono muy subido y no apto para todos los públicos, fue publicado sin problemas en diversas revistas de comic europeas destinadas a un público adulto. En Estados Unidos, su recorrido fue más turbulento. Allí lo distribuía Catalan Communications (empresa participada por Josep Toutain para dar visibilidad a material europeo y que operó de 1984 a 1992). O al menos lo intentó, porque un cargamento de tebeos de “Squeak The Mouse” fue retenido por el Departamento de Aduanas, acusándolo de obscenidad e intento de distribuir pornografía. Al final, el tiro les salió por la culata a los censores y bienpensantes, porque no sólo el veredicto del juicio subsiguiente –en el que fue defendido por ilustres expertos del comic como Maurice Horn- permitió su venta libre, sino que el caso sirvió de perfecta campaña de marketing: cada ejemplar venía con una pegatina en portada que decía: “Esta copia de “Squeak the Mouse” procede del envío de libros retenido por la Aduana de Estados Unidos en el Aeropuerto JFK el 1 de agosto de 1985”. Los beneficios fueron suficientes como para pagar los gastos legales de Catalan Communications.
En 1992, aparece una segunda parte, publicada en la revista “Blue”, en la que se invertían los roles de gato y ratón cuando éste era revivido por una máquina, leía en un tebeo su grotesca muerte y decidía vengarse. En esa ocasión, era él quien –no sin pasar por múltiples escenas de lo más desagradable- conseguía liquidar al gato sólo para verse perseguido por el zombi de este. En 2019, el autor realiza una tercera parte ambientada en el espacio y que pasaría a incluirse directamente en un volumen recopilatorio de todo el material y que lleva el título “Squeak The Mouse: The Trilogy”.
“Squeak the Mouse” es un compendio del estilo y talento de Mattioli. En su línea flexible, clara e inquieta y sus colores brillantes, se revela la maestría con la que maneja el comic infantil. Su línea y entintado son firmes y al tiempo flexibles para permitir la deformación de los cuerpos de los personajes, cuyos brazos se extienden cómicamente, sus ojos se disparan de las cuencas, las piernas giran en todas direcciones o se retraen… Íntegramente centrado en la acción, no hay, como he dicho, ningún diálogo, lo que elimina cualquier barrera lingüística: todo descansa en la situación y su absurdo, en la provocación sin complejos.
El montaje de página es rígido e invariable: rejillas de doce viñetas iguales repartidas en cuatro filas de tres viñetas. Aun así, Mattioli se las arregla para dar a sus historietas tal ritmo y movimiento que no sería difícil adaptarlo tal cual como dibujo animado. Cromáticamente, es igual de directo que en todos los demás aspectos: los fondos son amarillos, rojos o verdes, sin medios tonos, degradados ni efectos pastel. Los guiños, referencias y pequeños homenajes que inserta aquí y allá (desde fotomontajes de cine gore a préstamos de los comics de funny animals de los años treinta, los cortos animados americanos de los cuarenta y cincuenta o los cuadros Pop Art de Roy Lichtenstein) demuestran que el autor no se engaña respecto a lo que está haciendo y que su deseo es convertir en cómplice al lector.
Tributo irreverente, transgresor y provocativo a la cultura popular y la comedia bufa, “Squeak the Mouse” es un tebeo horriblemente divertido que golpea al lector con su perversa y anárquica energía. Eso sí, a estas alturas habrá quedado claro que no se trata de una obra para todos los públicos y precisamente por eso ha alcanzado cierto estatus de culto. Es un ejercicio de estilo en el que el autor experimenta con las posibilidades del lenguaje y el dibujo normalmente asociados con el cartoon infantil, llevándolos a un terreno nuevo que deberían evitar aquellos cuya sensibilidad se sienta fácilmente agredida por las exhibiciones lúdicas y desvergonzadas de violencia, sexo y truculencias gratuitas.
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