20 mar 2021

SPIDERMAN EN LOS SESENTA - Stan Lee y Steve Ditko (7)


(Viene de la entrada anterior)

 

La portada del nº 14 (julio 1964) lo decía todo: “¿Te parece mono el Duende Verde? ¿Te hace querer sonreír? Bien, ¡olvídalo! ¡Es el más siniestro y el más peligroso enemigo que jamás ha combatido Spiderman!” Lo más probable es que ni Lee ni Ditko tuvieran en mente convertir a ese nuevo villano en la amenaza más persistente del héroe y la que más cerca estuvo de acabar con su carrera.

 

A diferencia de otros villanos anteriores, este número de presentación del Duende no venía acompañado de un origen o un alter ego. En la primera viñeta sólo se veía en primer plano su máscara de goma colgada de la pared de un laboratorio subterráneo y, en el fondo, su figura parcialmente oculta por las sombras. Una aportación probablemente atribuible a Ditko porque el concepto original propuesto por Lee era el de un demonio mitológico, una criatura con poderes místicos. Habida cuenta del carácter eminentemente urbano y “realista” que tenía el personaje y que sus adversarios habían sido todos criminales con motivaciones muy corrientes, Ditko decidió modificar por su cuenta al Duende y hacerlo humano. Misterioso, sí, pero humano.

 

Lo que no era en absoluto misterioso en el Duende eran sus motivaciones, claro, que consistían en eliminar del mapa a Spiderman y tomar el control de los bajos fondos (no era el primer villano ni sería el último con tales aspiraciones. Y tampoco pareció tener en cuenta que Spiderman no era ya el único vigilante justiciero de Nueva York). Para conseguirlo, pone en marcha un retorcido e inverosímil plan que pasa por contactar con un productor de cine sin escrúpulos pero con apuros económicos, prometiéndole que convencerá a Spiderman y los Forzadores para que protagonicen una película para él. Y a continuación, se hace pasar por agente y le ofrece al trepamuros tomar parte en el film, oferta que éste acepta (firmando el contrato, suponemos, como Spiderman. Parece que no aprendió en el nº 1 que no puede cobrar cheques a nombre del superhéroe).

 

Y así, a pesar de las reticencias de Tía May, Peter viaja a Hollywood y, vestido como Spiderman, se presenta en el set de rodaje, un paraje desértico de Nuevo Méjico. La ingenuidad de la que hace gala entra de lleno en el ridículo. “El maquillador debe ser un genio. Esos actores parecen los auténticos Forzadores” piensa, antes de que el Duende le proponga ensayar la escena de pelea. No tarda en darse cuenta de que ha sido víctima de un engaño: los Forzadores son auténticos y pretenden cobrarse venganza contra él por su derrota en el nº 10.

 

Está claro que el plan del Duende es estúpido como pocos. Dándole el beneficio de la duda, podríamos argumentar que la razón por la que quiso atraer a Spiderman al desierto fue sacarlo de su elemento natural y situarlo en un entorno sin edificios en los que poder practicar sus acrobacias y utilizar su telaraña. Al menos, el extraño traje y estrafalarios gadgets que diseñó Ditko para el Duende (en lugar de su más tarde característico deslizador, aquí volaba a lomos de una risible escoba-cohete) parecen cobrar cierto sentido cuando la acción se traslada al interior de una serie de cavernas, porque ese ambiente claustrofóbico y en penumbra le hace parecer más amenazador.

 

La batalla entre los tres matones, el Duende Verde y Spiderman se complica todavía más cuando aparece súbitamente Hulk en la página 15, una adición superflua a estas alturas pero que estaba en línea con la metodología de otros títulos de aquel mismo mes (en el de “Cuatro Fantásticos” aparecían los X-Men; en “Tales to Astonish”, el Hombre Gigante y la Avispa se encontraban con Spiderman). Pero, sobre todo, lo que parece es que Ditko se dio cuenta de que la historia de Lee no daba para llenar la paginación del comic y decidió incorporar a Hulk para extender el tercer acto. Las cosas se solucionan cuando el héroe doblega a los Forzadores, Hulk se marcha (probablemente a su nuevo serial en “Tales to Astonish” 59, que se publicaría un par de meses más tarde) y el Duende desaparece otra vez en el anonimato.

 

Para sorpresa de muchos lectores, ese anonimato se mantendría durante mucho tiempo aun cuando el villano volviera una y otra vez a acosar a Spiderman convirtiéndose en su auténtica némesis. Y es que el único de sus adversarios que había mantenido su rostro oculto tras una máscara había sido el Gran Hombre, pero incluso en esa ocasión, al término del episodio se había revelado públicamente su identidad. El caso del Duende Verde fue distinto y el enigma de su alter ego fue uno de los motivos de más debate entre los fans durante años. En este punto, sin embargo, ni Lee ni Ditko se habían planteado todavía la cuestión; una cuestión que se convertiría en motivo de agrio desacuerdo entre ellos. Pero de esto ya hablaré cuando toque.

 

Como de costumbre, Peter vuelve a encontrarse con dificultades financieras cuando descubre que la letra pequeña de su contrato no le garantiza remuneración alguna si no se terminaba la película. Al menos, el productor le paga los gastos del viaje de vuelta -¡en autobús!- a Nueva York. En cuanto a la vida civil del héroe, lo vemos discutir con Flash Thompson por el interés que Liz Allen siente por él –y que no es correspondido-, sufre en sus carnes los celos y el despecho de Betty Brant y, suponemos, recibirá una buena bronca de J.Jonah Jameson por regresar de California sin una sola foto.

 

El número 15 (agosto 1964) presenta otro villano que pronto se convertiría en clásico de la serie: Kraven el Cazador. Atraído por el Camaleón, que le propone la caza de Spiderman, este pintoresco personaje llega a Nueva York con ese explícito propósito declarado a la prensa. J.Jonah Jameson, en un arranque de honestidad que no parece propio de él, protesta: “¡No puedo decir que no sea una idea intrigante, señor Kraven! ¡Pero sabe que hay leyes en contra de cosas como esa! No puede acosar a un ser humano en este país!”. Con todo, no tiene problemas el editor en sacar provecho del delito y publicitarlo para vender más periódicos.

 

Kraven contrasta con los típicos villanos de la colección, habitualmente seres extraños, con aspectos inquietantes o deformes de una u otra manera. Por el contrario, el cazador ruso es una celebridad internacional de impresionante porte. Sus poderes, aparte de su talento como rastreador y fenomenal forma física, derivan de la ingesta de pociones africanas que le aportan fuerza y velocidad sobrehumanas. Tampoco le hace ascos al uso de venenos.

 

En cierta forma, es más peligroso que otros adversarios de Spiderman en el sentido de que actúa abiertamente y, en principio, dentro de la legalidad porque, al fin y al cabo, el superhéroe no actúa amparado por la ley, así que el objetivo de Kraven bien podría interpretarse como el equivalente al de un cazarrecompensas. Pero al final, las autoridades no pueden cerrar los ojos a lo que se publicita como una “caza del hombre” y, aún peor, en connivencia con alguien como el Camaleón, que es un criminal buscado. Ambos serán deportados al final del episodio.

 

Igual o más interesante que la acción, como de costumbre, son los detalles de la vida amorosa de Peter Parker (o la ausencia de ella). El flirteo de Liz está adquiriendo cada vez más agresividad, no deteniéndose ni siquiera ante la presencia de Betty, quien, evidentemente, se siente muy molesta. Y, simultáneamente, la Tía May está empeñada en organizarle una cita a ciegas con la sobrina de una amiga, Mrs Watson. Tratándose de Peter, todo le saldrá mal: Betty le dará la espalda, Liz acabará saliendo a bailar con Flash y la sobrina de Mrs Watson le dará plantón en el último momento.

 

En este episodio, el dibujo de Ditko es algo irregular, con viñetas bien trabajadas, con primeros planos detallados y escenas fieles al estilo particular con el que movía a Spiderman; y otras de peor calidad, más planas y con fondos torpes o inexistentes.

 

Si en aquellos primeros tiempos de Marvel, el lector quería obtener el máximo de acción por su dinero, la mejor opción eran los Anuales. Mientras que otras editoriales sólo utilizaban estos números especiales con más páginas para reimprimir viejas historias, Marvel no sólo ofrecía una nueva aventura de mayor extensión que las de la serie regular sino todo tipo de complementos. El Anual nº 1 de Spiderman es un buen ejemplo de todo esto y de cómo Lee se esforzaba en crear esa atmósfera amigable, incluso familiar, que pronto inspiraría a una legión de leales fans.

 

Naturalmente, lo más llamativo a primera vista en este número es la extravagante historia central: 41 páginas en la que el héroe tenía que combatir a los Seis Siniestros, nada menos que la asociación de los principales villanos a los que había vencido en su primer año como justiciero: el Buitre, el Doctor Octopus, el Hombre de Arena, Misterio, Electro y Kraven. (un concepto este, el de la asociación de supervillanos, que ya había ensayado Lee en “Los Vengadores” con Los Señores del Mal, reunión de enemigos de los diferentes miembros del equipo).

 

La historia es lo que uno podría esperar de semejante premisa. Tras fugarse de prisión, Octopus, que ha obtenido la capacidad de controlar mentalmente sus brazos cibernéticos (después de que los cirujanos encontraran la forma de separárselos del cuerpo. Recordemos que el accidente en su historia de origen se los pegó al torso), convoca a otros cinco criminales que se enfrentaron con Spiderman y les propone un plan para derrotarlo de una vez por todas. Aunque un par de ellos sugieren atacarlo simultáneamente, se decide que los enfrentamientos serán singulares y sucesivos con el fin de debilitarlo tanto que acabe sucumbiendo. Una estrategia, claro, que a quien mejor le viene es al último que deba entrar en combate y que es Octopus.

 

Para añadir un poco más de drama al conjunto, Spiderman, tras atormentarse una vez más con la muerte del Tío Ben (un pasaje que servía para informar de su origen a los lectores recién llegados), desea tanto no haber obtenido sus poderes que provoca una reacción psicosomática que, efectivamente, los anula. Pero cuando los villanos secuestran a Betty Brant y, por accidente, también a la Tía May que en ese momento estaba con ella, Peter encuentra razones para combatir y recupera sus capacidades. Y a partir de aquí, todo son peleas individuales con cada uno de los Siniestros.

 

Además de las dinámicas escenas de peleas y la mayor extensión de la historia, había otro ingrediente que sin duda contribuyó a despertar el sentido de lo maravilloso y la sensación de universo compartido entre los jóvenes lectores de entonces: cameos de casi todos los superhéroes de este recién nacido universo. Thor, el Doctor Extraño, los Cuatro Fantásticos, El Hombre Gigante y la Avispa, los X-Men, el Capitán America y Iron Man intervenían brevemente con una nota editorial recordando que cada héroe (o equipo de héroes) tenía su propio título (Daredevil, sin embargo, estaba extrañamente ausente).

 

No solían ser en este tipo de Anuales fuera de colección donde los autores desarrollaban la faceta civil de los héroes y Spiderman no es una excepción, aunque sí encontramos algo que aquí era anecdótico pero que más adelante acabaría resultando de dramática importancia para el protagonista: su tía May encuentra en el Doctor Octopus a un caballero educado y amistoso que le causa una muy buena impresión. ¿Quién iba a imaginar que un día esto se convertiría en una propuesta formal de matrimonio?

 

Además de una trama un tanto absurda –pero legible gracias a su rápido ritmo- que sobre todo servía para anunciar otras colecciones, el Anual le permitió a Ditko momentos de lucimiento en los que mostrar lo mucho que había evolucionado desde las primeras e inseguras representaciones de Spiderman un par de años antes. Así, se permite incluir en la batalla contra cada uno de los Siniestros una llamativa viñeta-página del héroe en plena acción (destacando la de Electro). Sin embargo, la presión que debió sentir elaborando este extenso comic –al que, además, debía añadir el número mensual correspondiente de la colección regular- se deja notar en bastantes ocasiones, con fondos muy básicos o inexistentes, atajos evidentes y ayuda externa en el entintado de las últimas planchas (probablemente de su compañero de estudio por entonces, Eric Stanton).

 

Adicionalmente, encontramos extras como pin-ups, páginas detallando los secretos de Spiderman, fichas de personajes secundarios y una pequeña joya autoparódica en la que Lee y Ditko revelan a sus lectores el proceso de elaboración de las historias y se ríen de sí mismos; una historia que era también un guiño a los lectores: les invitaba a echar un vistazo al interior del Bullpen y marcaba una dirección editorial, un tono distendido en la relación con los fans que los apartaba mucho de la seriedad reinante en DC. Era un recurso que Lee usaría más veces, pero que iría desapareciendo ante el lanzamiento de títulos como “Not Brand Echh” (1967-69), íntegramente dedicado a la autoparodia. Mientras tanto, Lee seguiría trabajando la relación con los lectores con otros formatos como la página “Bullpen Bulletin”, la “Stan´s Soapbox”, clubs de fans como el Merry Marvel Marching Society (MMMS) o el Friends Of Ol´Marvel (FOOM) y las páginas de correo que incluían a veces dilatadas respuestas a las preguntas y demandas de los fans.

 

En el número 16 (septiembre 64), encontramos un invitado de lujo. Debido a las restricciones de distribución que le imponía su competidora DC, Lee hubo de establecer una cadencia bimensual para “Daredevil”. Y así, entre el número 3 (agosto 64) y el 4 (octubre 64) de esa colección y para que los aficionados no perdieran su pista, le hicieron estrella invitada en el ya bien consolidado título de su colega Spiderman.

 

Lo cual fue una buena idea, porque lo más probable es que la colección de “Daredevil” aún estuviera luchando por sobrevivir. Con sólo tres números publicados, todavía no tenía un rumbo claro, villanos carismáticos (si es que se quiere incluir al Búho en esa categoría), un uniforme poco inspirado y poderes no particularmente espectaculares. La estrategia de Lee, ya ensayada en otros títulos, era la de incluir estos personajes emergentes en las aventuras de otros más consolidados para darlos a conocer entre los fans y, quizá, reclutar a éstos como lectores de la colección de aquél. Y en este sentido, Spiderman siempre fue una baza segura.

 

Así que lo tenemos aquí es el típico enfrentamiento entre héroes, en este caso debido a la manipulación hipnótica sobre Spiderman por parte del Jefe de Pista, antes de que ambos unan fuerzas contra el villano. El argumento cabe en un dedal: el Jefe de Pista (villano presentado un par de años antes en el nº 3 de Hulk) está planeando lo de siempre: robar al público que acude a ver sus espectáculos circenses. Como reclamo, anuncia que Spiderman participará en el show con fines benéficos. Cuando Peter se entera, piensa que quizá no sea tan mala idea y que su aparición sirva para limpiar su imagen.

 

Y todo marcha bien hasta que el Jefe de Pista hipnotiza al público, incluido Spiderman. Pero resulta que Matt Murdock estaba en las gradas con sus amigos Foggy y Karen y, dado que es ciego, no resulta afectado por el artilugio del villano. Se cambia a su uniforme de trabajo y se enfrenta al Jefe de Pista, que ordena al hipnotizado Spiderman que lo detenga.

 

Es un episodio dominado por la acción en el que, como de costumbre, Ditko ofrece viñetas de gran dinamismo físico entre dos héroes que se caracterizan por su agilidad y acrobacias. Y no hay mucho más. Al final y como era previsible, Daredevil anula el dispositivo hipnotizador del villano y Spiderman retorna a su verdadero yo justo a tiempo para unir fuerzas con su colega y pelear contra los pintorescos y criminales artistas del circo.

 

Poco se aporta en el plano personal aparte de la insistencia de Tía May en que Peter se cite con Mary Jane Watson (por primera vez conocemos el nombre de la sobrina de la señora Watson), su encuentro con Daredevil (una relación profesional que les ayudará a ambos muchísimo en el futuro) y otro malentendido entre Peter y Betty que añade una grieta más a su relación. Está claro a estas alturas que Peter debería romper con ella porque sus problemas emocionales son demasiado para un estudiante de instituto con escasa experiencia sentimental.

 

(Continúa en la siguiente entrada)

 


3 comentarios:

  1. Excelente trabajo con tus reseñas, las leo todo el tiempo y me gusta que tengas la información bien documentada. Me alegró mucho cuando empezaste a hacer las reseñas de Spiderman, porque me introduje a los comics leyendo Amazing Spider-Man desde el número 1. Actualmente voy por el 860, pero he vuelto a leer las historias de MARVEL de la Edad de Plata. Personalmente, creo que los comics que mejor han envejecido han sido Spiderman y los 4 Fantásticos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Fernando. Gracias por seguirme. Después de los fundadores, los Cuatro Fantásticos, quise cambiar el tercio temática y gráficamente. Por eso elegí Spiderman. Con Daredevil me atasqué un poco pero a ver si lo retomo. Y, con el tiempo, espero ir revisando el resto de los pioneros de Marvel en aquella época: Thor, Vengadores, Capitán América, Doctor Extraño, X-Men... Un saludo

      Eliminar
  2. Gracias, Gracias, Gracias!!! siempre es un placer leer tus reseñas. Un gran saludo desde el lugar de aguas tranquilas... Coquimbo, Chile... tierra de comics y piratas

    ResponderEliminar