(Viene de la entrada anterior)
Tras una inusual portada dividida en cuatro viñetas, el nº 4 (septiembre 63) no pierde el tiempo e inmediatamente sumerge al lector en los mundanos problemas que tenía que afrontar este superhéroe único que no gozaba de la habitual adulación y admiración de otros héroes, como Superman. Y esos problemas no consistían siempre en extraños supervillanos, tal y como nos recuerda Stan Lee ya desde la primera viñeta: justo antes de entrar en acción y detener a unos ladrones de joyas, Spiderman tiene que soportar la visión de un gran cartel publicitario en un tejado que exhibe un rostro de J.Jonah Jameson y el titular: “La Amenaza de Spiderman”.
Y lo
que sucede a continuación es el tipo de situación con la que los lectores estaban
empezando a familiarizarse y que la separaba del estándar superheroico: mientras
patrulla por la ciudad de noche, Spiderman detiene a los delincuentes justo
antes de que irrumpan en la joyería y su líder sabe sacar provecho de su error:
“¡Ninguna ley impide que tres buenos ciudadanos salgan por la noche! ¡Y vienes
tú a darnos un susto!” ¡Eres una amenaza, como dice J.Jonah Jameson!” Ante lo
que Spidey solo puede pensar: “¡Tiene razón! He sido un tonto. Debí haber
esperado a sorprenderlos dentro. No tengo pruebas”. Echando más sal a la
herida, uno de los cacos le espeta: “¿No te parece ridículo presentarte en
público con esas pintas?”. Al final, a Spiderman no le queda más remedio que
retirarse cuando los maleantes empiezan a gritar llamando a la policía y
acusándolo de asalto. Este tipo de cosas no le pasaban ni siquiera a Batman,
que por entonces incluso había sido nombrado agente oficial de la policía de
Gotham.
La reacción
que tiene Spiderman es la propia del adolescente que en realidad es: culpando
de su mala fama a J.Jonah Jameson, irrumpe a escondidas en su despacho del
periódico y le deja una sorpresita en forma de pegajosa red en su sillón.
Minutos
después, se topa con el Hombre de Arena, otra adición memorable a la galería de
villanos de Spiderman diseñados por Ditko. En esta ocasión, se trata de Flint
Marko, un convicto a la fuga que se escondió en un área de pruebas atómicas
sólo para ver su cuerpo desintegrado por una explosión y fusionado y
reconstruido con la arena del desierto circundante. De esta forma, obtiene el
poder de convertir su cuerpo en fina arena o dura roca así como moldearlo a
voluntad. Su primer encuentro con Spiderman, no obstante, es breve porque a
éste se le rompe la máscara y aterrorizado por las consecuencias que tendría el
descubrimiento de su identidad civil, se ve obligado a retirarse a casa para
solucionar trabajosamente el problema con aguja e hilo, lo cual deja vía libre
al Hombre de Arena para que robe un banco. Una situación ésta también inédita
en los comics del género por su “verosimilitud”.
Pero al día siguiente, le llega el turno de la revancha cuando el Hombre de Arena decide esconderse de la policía en el instituto en el que estudia Parker. La batalla subsiguiente tiene una conclusión inesperada ya que Spiderman recurre nada menos que a una aspiradora para vencer a su oponente. ¿Final feliz? No del todo. Tan pronto como Spiderman pone fin a la amenaza que supone el Hombre de Arena, Peter Parker es ridiculizado por sus compañeros que le tachan de cobarde, rechazado por la chica que le gusta, Liz Allen y puesto en la picota por la prensa y la opinión pública.
La
última viñeta nos muestra a Peter solo en su habitación, vestido aún con el
traje de Spiderman, cuestionándose su propia cordura: “¿Tendrán razón? ¿Seré
algún cabeza hueca buscando inútilmente fama y gloria?¿Soy Spiderman por el
placer de la aventura o por ayudar a la gente? ¿Por qué lo hago? ¿Por qué no lo
dejo todo?”. Ni siquiera puede ganarse el respeto de los niños: “¿No te
gustaría ser Spiderman?” le pregunta uno a otro. “¡Bah! ¡La Antorcha Humana es
mucho mejor!”, responde el amigo.
Otro
aspecto que merece la pena destacar es el sentimental, ya que este episodio supone
otro paso más en el camino de Peter para salir del estereotipo de empollón
retraído. Nos enteramos de que había reunido el valor para pedir salir a una de
las chicas guapas del instituto, la mencionada Liz Allan (un personaje
secundario habitual desde el principio de la colección aunque sólo ahora nos
enteramos de su nombre). Ciertamente, a ella no se la ve muy convencida y sólo
accede por compasión, así que no le cuesta demasiado aceptar la oferta de Flash
Thompson cuando Peter tiene que cancelar la suya para buscar al Hombre de
Arena. Y cuando, tras capturar al criminal, vuelve a sufrir los insultos de
Flash, se enfrenta abiertamente a él y a punto está de golpearlo cuando se da
cuenta de que con su poder lo mataría. Aunque los demás achacan su rectificación
a la cobardía, el Peter Parker que vemos aquí es sin duda diferente al que se
nos había presentado en el primer episodio. Por otra parte y probablemente con
el propósito de organizar un triángulo amoroso, se introduce a Betty Brant, la
secretaria de Jameson y con quien Peter acabaría teniendo un breve affaire más
adelante (se ha dicho que Ditko la modeló de acuerdo a Flo Steinberg,
secretaria de Stan Lee y engranaje fundamental en la exigua redacción de la
Marvel de estos años).
Es interesante asimismo el diseño que Ditko hace del Hombre de Arena. Sin acceso a las “moléculas inestables” o alguna otra tecnología imaginaria, Flint Marko ha de resignarse a llevar las mismas ropas de calle que vestía en la explosión nuclear que le dio los poderes y que se fusionaron con su propio cuerpo. No sólo eso: su capacidad para adoptar cualquier forma o densidad es representada por Ditko con una acertada sensación de amenaza y desasosiego, como cuando Marko se transforma en un gran gusano de arena con cara humana y se escabulle de la policía, o surge del suelo a partir de una capa de arena amarilla aparentemente inofensiva.
Aunque
el pobre coloreado que se utilizaba en los comics de la época no permite
apreciarlo como se merece, el entintado que aplica Ditko sirve también para
distinguir las peculiares características físicas del villano. Mientras que
para el resto de personajes utiliza un sombreado de líneas finas y precisas, el
cuerpo y rostro de Marko están sombreados con puntos y trazos muy cortos que
enfatizan su naturaleza granulosa. A pesar de carecer del típico uniforme
llamativo de supervillano, el Hombre de Arena demostró ser un adversario
versátil y poderoso que no tardó en aparecer por las colecciones de “Los Cuatro
Fantásticos” o “Hulk”.
La
página de correo de lectores da también pistas acerca de la recepción que
estaba teniendo la colección. Para empezar y a la vista de que el título se
había situado como el segundo mejor vendido de la casa tras “Los Cuatro
Fantásticos”, la cadencia pasaría a ser mensual a partir del siguiente número,
el 5, con fecha de portada de octubre de 1963. A decir de Stan Lee en sus
comentarios, había muchos lectores que pedían interacciones con los otros
héroes de la casa, pero sus planes pasaban por mantener a Spiderman dentro de
los límites de su propio título para evitar continuas interferencias de
personajes invitados en los planes que él tenía para el héroe (aunque lo más
probable es que la insistencia por mantener la verosimilitud y ambiente
realista proviniera más de Ditko que de Lee, más proclive a las extravagancias
y los alienígenas omnipresentes). Y, por último y a la vista de que las tiradas
se estaban quedando cortas, aconsejaba a los fans a reservar el comic en su
punto de venta habitual para no quedarse sin él.
En el número 5, Stan Lee y Steve Ditko debieron darse cuenta de que, como en cualquier vida normal y corriente, no todo van a ser días negros y mala suerte, así que le dieron a Peter Parker un poco de aire fresco. Pero como también sucede en la vida real, los problemas surgen cuando uno menos los espera y necesita y algunas veces aquello que esperamos que sea bueno acaba trayendo más problemas de lo que vale. Es el caso de la relación entre Peter Parker y Betty Brant (su nombre aparece aquí por primera vez completo, tras haberla conocido en anteriores episodios como “Señorita Brant”, la secretaria de J.Jonah Jameson).
Todos
los días, Peter tiene que sufrir las burlas de sus compañeros de instituto o la
condescendencia de Jameson y la única persona que le trata con amabilidad es su
anciana Tía May. Pero claro, un joven de su edad necesita apoyo y comprensión
por parte de gente de su generación. Y aquí entra Betty Brant, creando una
interesante situación porque por primera vez Peter se siente atraído por ella. En
principio, parece que Betty trabaja a tiempo completo para Jameson, lo cual la
convierte en una “mujer adulta” en relación a Peter, que todavía está en el
instituto. Quizá sea una pregunta indiscreta pero, ¿qué edad pensó Lee que
tenía Betty Brant? Lo suficientemente mayor como para dejar legalmente los
estudios y trabajar, lo que significa unos 17 o 18 años. Peter se graduaría del
instituto en el número 28 (septiembre 65), lo que en este punto lo deja con
unos 15 o 16 años.
En
cualquier caso, podemos suponer con bastante certeza que Peter era unos dos
años menor que Betty, lo cual no sería un gran inconveniente para ellos en
números posteriores, sobre todo porque Peter, que siempre vestía de forma
conservadora con traje y corbata y soportaba la responsabilidad de mantener y
cuidar de su tía, siempre pareció mayor de lo que era en realidad. Además, su
trabajo en el Daily Bugle y su relación con Betty lo introdujo en el mundo
adulto antes que sus compañeros de instituto. En concreto, Betty no sólo le presentaría
nuevos problemas, sino que, al ser mayor que él y estar más involucrada en el
mundo más allá de la escuela, acabaría enredando a Spiderman con el crimen
organizado y todos los vicios humanos asociados con él. Sería un cruel baño de
realidad para un todavía idealista Peter Parker.
Pero
eso sería en el futuro. Por el momento, los enemigos de Spiderman seguían
siendo coloristas supervillanos. Y en este nº 5 le toca el turno al
archienemigo de Los Cuatro Fantásticos, el Doctor Muerte, a quien había podido
verse por última vez poco antes, en el número 17 de esa colección (agosto 63).
Resulta que el monarca de Latveria decide que necesita un aliado para derrotar
a los Cuatro Fantásticos (debió haber olvidado su fracasada tentativa con
Namor) y creyendo la campaña mediática que orquesta J.Jonah Jameson presentando
a Spiderman como un criminal, decide contactar con él mediante un “transmisor
de ondas de araña” (ingenio inverosímil donde los haya y que pone de manifiesto
que Lee y Ditko aún no tenían muy claro qué podía hacer el sentido arácnido del
héroe y qué no). Spiderman, por supuesto, rechaza la oferta.
La campaña de difamación del Daily Bugle no hace mella en los estudiantes del instituto Midtown y en especial en el fanfarrón Flash Thompson (su apellido se conoce también en este episodio), declarado fan número 1 de Spiderman. Parker utiliza la oportunidad para distanciarse de su alter-ego criticando públicamente al superhéroe. Esto desencadena un giro verdaderamente absurdo. Con el fin de hacerle una broma pesada a Parker, Flash se disfraza de Spiderman y entonces el Doctor Muerte, creyendo que él es el verdadero, lo secuestra. Cuando se da cuenta de su error, lo utiliza como rehén para presionar a los Cuatro Fantásticos a que se rindan.
La
situación obliga al auténtico Spiderman a intervenir, pelea con Muerte durante
algunas páginas y el villano huye cuando la inminente llegada de Los Cuatro
Fantásticos lo va a dejar en clara inferioridad. Lo único interesante de toda
esta estúpida trama es que, en un momento determinado, Peter (en una de esas
características viñetas donde aparece con la cara dividida entre su identidad
civil y la superheroica), considera la posibilidad de abandonar a Flash a su suerte:
“¡Qué buen golpe para mí! ¡Los 4F no accederán a los términos de Muerte, así
que me mantengo al margen y Flash Thompson no volverá a molestar a Peter
Parker! ¡La Fortuna me sonríe!”. Es una reacción muy humana, sí, pero no una
permitida para un superhéroe tradicional. Aunque su lado noble se impondrá
finalmente, el que siquiera contemplara la posibilidad de abandonar su
obligación por obtener un mezquino beneficio personal, ya resulta novedoso en
el género.
Más
interesante que el tópico encontronazo entre héroe y villano, es, ya lo he
dicho, la naciente relación entre Peter y Betty y la diatriba que lanza Jameson
y que lo expone como lo que verdaderamente es: “¡Sólo tengo un motivo
auténtico…Ganar dinero! ¡Cuánto más ataco a Spiderman más gente lee mis
periódicos! ¡Seguir dando la lata a ese payaso disfrazado nos beneficia!
Interesa a todo el mundo …. que estén de acuerdo a no, es otro cantar. ¡Spiderman
vende periódicos! ¿Entendéis?”.
Mientras
tanto, Spiderman participaba como invitado en el anual nº 2 de la colección
“Strange Tales”, dibujado por Jack Kirby. Se trataba de un título compartido
por el Doctor Extraño y la Antorcha Humana, cada uno en sus respectivos
seriales. La Antorcha era el otro héroe adolescente del todavía reducido
Universo Marvel y en este anual se forjaría su peculiar relación de rivalidad
con Spiderman y que se prolongaría durante muchos años, teniendo otro hito poco
después, en el número 8 de “Amazing Spiderman”, donde éste irrumpe en una
fiesta de aquél. Entre los dos se establece el tipo de antagonismo sarcástico
pero afable que la Antorcha ya mantenía con La Cosa en “Los Cuatro Fantásticos”:
incluso después de que el malentendido que los había enfrentado en primer lugar
se haya aclarado y los dos colaboren para resolver el caso de turno, los dos
están continuamente lanzándose pullas. ¡Qué lejos parecían las educadas
conversaciones que animaban los encuentros entre Robin y Superboy en el
“Adventure Comics” de DC!
Para cuando apareció este Anual, la Antorcha y Spiderman ya se habían conocido en el primer número de la colección del segundo, cuando el Hombre Araña acudió al Edificio Baxter en busca de trabajo. En esta ocasión, su encuentro obedece a motivos “profesionales”, si bien no existe un auténtico villano contra el que luchar, sino un simple ladrón de arte al que se conoce como El Zorro y que parece un plagio de El Pingüino de DC, con su larga nariz, monóculo, sombrero y cigarro con larga boquilla. La historia tiene poco empaque. El Zorro culpa a Spiderman del robo de una pintura de Da Vinci que él mismo ha cometido. Esto conduce, por supuesto, a un malentendido que hace que la Antorcha y Spiderman se enfrenten un par de veces antes de reunirse en lo alto de la Estatua de la Libertad –que en lo sucesivo será su lugar “oficial” de encuentro- y acordar perseguir juntos al auténtico culpable.
Quizá
lo más interesante de este episodio sea lo que nos cuenta de fondo sobre la
fama y la aceptación pública del héroe en el Universo Marvel. Johnny Storm
empieza la historia protestando porque Spiderman recibe más atención que él en
las revistas populares: “¡Es que me saca de quicio!”, exclama en un ataque de
ira ante su hermana Sue, “¡Cuando yo hago algo sensacional, el mérito es de los
Cuatro Fantásticos! ¡Pero cuando ese baboso hace cualquier cosa, todos los
periódicos sacan una crónica! (…) ¡Cada vez que cojo un periódico es “Spiderman
esto…” “Spiderman aquello…”! ¡Me tiene quemado! Daría cualquier cosa por
demostrar que no es para tanto!”.
Al
parecer, excepto por el Daily Bugle y la revista Now, ambos dirigidos por
Jameson, la mayoría de la prensa contempla a Spiderman como un héroe. Sin
embargo, solo se necesita una falsa pista dejada por el Zorro y que apunta a
aquél como culpable para que los periódicos se lancen al ataque. El Daily
Chronicle anuncia en su portada que Spiderman es culpable y sus lectores
inmediatamente muerden el anzuelo: “¡Así que Spiderman por fin se ha vuelto
criminal! ¡Lo cogerán!”, dice uno; “¡Nunca confié en un tipo que mantenía en
secreto su identidad!”, afirma otro.
Esta difícil relación de los superhéroes Marvel con la prensa y la opinión pública fue un factor nuevo en el género. Los héroes ya no eran vistos invariablemente como figuras benignas y dignas de confianza, sino que a menudo y según cómo los trataran los medios de comunicación, podían ser blanco de corrosivas críticas e incluso persecuciones. La mala prensa –ya fuera por hostilidad editorial o sensacionalismo- era una amenaza tan grave para los héroes Marvel como los espías comunistas, los villanos megalomaniacos o las invasiones alienígenas.
Con las
ventas en aumento y un sentimiento genuino entre los lectores de comic-books de
que algo nuevo estaba sucediendo en los superhéroes, Lee se atrevió a bautizar
el momento como “Marvel Age of Comics” y lo anunció orgullosamente en grandes
letras en la portada del número 6 de “Amazing Spiderman” (noviembre 63). Era
una expresión que quería imitar el espíritu evocado por otro conocido término:
“Silver Age”, acuñado por los fans para referirse al periodo de renacimiento de
los comics de superhéroes en DC (con la presentación del nuevo Flash) a partir
de 1955 y en contraposición a la “Golden Age”, la creación y explosión del
género en los años cuarenta. Se trataba de la típica hipérbole de Stan Lee, el
hombre que había colocado la leyenda “El Comic Más Grande del Mundo” en la
portada del cuarto número de “Los Cuatro Fantásticos”, en un momento en el que
esa colección apenas destacaba por encima de las muchas otras que la
acompañaban en los quioscos.
En cualquier caso, este nuevo número de Spiderman lleva a Peter Parker a los pantanos de Florida para enfrentarse a uno de sus enemigos más extraños, el Lagarto, en lo que es una traslación de la historia de “La Mosca” (1958) pero sin su trágico final.
El
doctor Curt Connors es un científico genial que perdió un brazo durante la
guerra y que esta a punto de realizar un descubrimiento sensacional que
cambiará la medicina: sus experimentos con lagartos le han llevado a
desarrollar una sustancia que regenera miembros amputados y, tras probarlo con
éxito en un conejo, decide impulsivamente administrarse el suero a sí mismo.
Y sí, su brazo se regenera, pero también se transforma en un lagarto humanoide con superfuerza y la capacidad de hablar (además de vestir ropas humanas) que aterroriza a la gente de la zona. Y es que, retomando el mito de Jekyll y Hyde, Lee hace que el pacífico y bondadoso científico Connors olvide a su mujer e hijo y se transforme en un ser perverso y megalomaniaco que quiere conquistar el mundo con un ejército de reptiles –a los cuales puede controlar mentalmente-.
Peter
se las arregla para convencer a Jameson de que lo envíe a los Everglades de
Florida para fotografiar a ese extraño ser que todavía muchos creen que no es
más que una leyenda urbana. A continuación, vendrá el choque entre héroe y
villano y del que el primero, gracias a su ya característica combinación de
poderes, inteligencia y conocimientos científicos, saldrá victorioso. Utilizando
las propias notas de Connors, elabora rápidamente un antídoto y se las arregla
para sobrevivir lo suficiente como para obligar al Lagarto a ingerirlo,
revertiéndolo a su yo humano. Se trata de uno de los enemigos más peligrosos a
los que había tenido que enfrentarse Spiderman hasta el momento, tan rápido que
apenas puede mantenerse fuera de su alcance y con una piel tan gruesa que sus
golpes no hacen efecto.
Por otra parte, Peter Parker ha evolucionado y se desenvuelve socialmente con mayor confianza. Si no hubiera sido interrumpido por Jameson en el momento crucial, habría pedido salir a Betty Brant… y ella habría accedido. Incluso, cuando al final de la historia recuerda que Betty tiene que trabajar y no está disponible ese día, no tiene reparos en llamar a Liz Allen y pedirle una cita.
(Continúa en la siguiente entrada)
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