3 nov 2020

1962- SPIDERMAN EN LOS SESENTA– Stan Lee y Steve Ditko (3)


(Viene de la entrada anterior)

 

Aunque estrictamente hablando Spiderman se había enfrentado a su primer enemigo, el Camaleón, en el número 1 de su propia colección, no fue hasta el siguiente, el 2 (mayo 63) que entra en escena el primer supervillano propiamente dicho (el Camaleón no tenía poderes ni disponía de un disfraz característico; era un espía que adoptaba identidades ajenas). En esta historia se presenta al primer integrante de lo que se convertiría en una de las galerías de villanos más memorables del comic de superhéroes: el Buitre.

 

Puede que no pareciera más que un anciano con un par de alas, pero como el héroe pronto averiguaría a las malas, escondía más de lo que a primera vista podía parecer. Aunque nunca se explicó satisfactoriamente, las alas del Buitre le proporcionaban no sólo una gran maniobrabilidad aérea sino una fuerza extraordinaria al septuagenario Adrian Toomes. Haciendo un giro en el aire, por ejemplo, podía dejar inconsciente a Spiderman de una simple patada y cargar con él mientras volaba. El cómo el cuerpo de un hombre de evidente edad avanzada podía llevar a cabo semejantes proezas físicas era un misterio, pero a los lectores no les importaba, encantados como estaban de ver los inspirados combates aéreos en los que Ditko lo enzarzaba con el protagonista.

 

Aquí demostró también el dibujante su talento para diseñar villanos un tanto estrafalarios y/o grotescos, pero siempre amenazadores y distantes del tipo de enemigos que solía imaginar su colega Jack Kirby para “Los Cuatro Fantásticos”, “Los Vengadores” o “Thor”. Puede que el Buitre fuera un anciano y tuviera un físico a priori nada imponente (dos características muy poco habituales en el hiperhormonado y juvenil mundo de los superhéroes) pero desde el principio quedaba claro que su agilidad y destreza con las alas lo hacían sobradamente peligroso.

 

Pero quizá el elemento más importante de esta historia no sea la batalla de Spiderman con el Buitre, sino los problemas personales de Peter Parker, algo que se iba a convertir desde ese momento en el auténtico motor de la serie y lo que mantendría a los lectores enganchados a la misma durante décadas. En este caso, las escaseces monetarias familiares y la necesidad de pagar el alquiler de la casa de la Tía May.

 

En el instituto, Peter oye cómo unos compañeros conversan sobre los últimos golpes del Buitre: “¡Lo que daría por ver una buena foto del Buitre!”, dice Flash. Y su amiguita rubia (que más tarde conoceremos como Liz Allen) le responde: “¿Esa foto valdría millones! ¡Ningún fotógrafo se le ha acercado bastante!”. Peter, que está cerca, recoge la idea y así comienza lo que será una larga carrera como fotógrafo “oficial” de su alter-ego: “¡Qué idea! ¡No se me había ocurrido! Las fotos exclusivas dan pasta gansa y yo sé cómo sacarlas”. Dicho y hecho. Poco después, vende las fotos de su encuentro con el Buitre –tomadas con una pequeña cámara perteneciente a su fallecido Tío Ben- al Daily Bugle, cuyo temperamental editor, J.Jonah Jameson, ya había sido presentado en el primer número y con el que llega a un acuerdo beneficioso para ambas partes: le traerá fotos exclusivas de Spiderman en acción siempre y cuando no pregunte cómo las consigue y no figure su nombre en las mismas.

 

Y aunque más adelante Jameson sería caracterizado como un avaro, en esta ocasión debió quedar muy impresionado porque le pagó a Peter por sus fotos el equivalente a “todo un año de alquiler” y le sobró para comprarle a su tía May “los mejores electrodomésticos que puedas imaginar”. Curiosamente, ni Peter le cuenta a su tía cómo ha conseguido el dinero ni ella se molesta en preguntar. Este fue uno de los pocos finales felices que disfrutaría el héroe en esta su primera etapa.

 

Eso sí, su primer encuentro con el Buitre acaba en una derrota de la que extrae una lección y que establecerá otra constante para la serie: contra muchos villanos no van a ser suficientes sus poderes de Spiderman; será necesario utilizar la astucia y sus conocimientos científicos. Así, diseña un cinturón en el que transportar recargas para su lanzarredes y en el que acomodar la cámara de fotos con la que se ganará su sustento. Pero Peter también reflexiona sobre la fuente de alimentación del traje del Buitre y fabrica un artefacto con el que neutralizarla.

 

Como ya dije en la entrada anterior, Lee y Ditko tenían preparado material para varios números de “Amazing Fantasy”, el título en el que debutó Spiderman en 1962 pero que fue cancelado antes de que pudieran dar salida a esas páginas. Y esa es la razón de que en este número 2 –como en el precedente- todavía encontremos dos historias cortas en lugar de una sola que ocupe todo el número. La segunda aventura bebe todavía mucho de las historias de invasores alienígenas tan frecuentes en la etapa anterior pero aún fresca de Marvel, ya que el protagonista debe detener a unos extraterrestres con ínfulas de conquistadores que están clandestinamente en la Tierra apoyados por el Chapucero, un grimoso anciano especialista en tecnología.

 

Resulta chocante ese interés de los alienígenas más diversos en invadir un mundo tan atrasado –para ellos-como la Tierra. En su segundo número, los Cuatro Fantásticos detuvieron los planes de conquista de los Skrulls; Hulk peleó contra los Hombres Sapo de Saturno también en su segundo número; Thor se estrenó en el Universo Marvel combatiendo contra extraterrestres y Iron Man detuvo una invasión en su segunda aparición. Ant-Man tardó un poco más antes de vérselas con aliens, aunque en su caso procedían de otra dimensión en lugar de un lejano planeta. Lo mismo pasó con la Antorcha Humana, que desbarató los planes de invasión extraterrestres en su tercera aventura en solitario en “Strange Tales”. Y ahora, siguiendo el mismo esquema, el nuevo héroe ha de repeler la misma amenaza en su segundo número.

 

Por alguna razón, la Tierra tiene un gran atractivo para los extraterrestres; los cuales, por cierto, son invariablemente estúpidos y cobardes, ya que renuncian a sus planes a la primera señal de resistencia. En cualquier caso, era este un recurso argumental facilón y reciclable en estos primeros años de consolidación del Universo Marvel y la inmensa mayoría de estos alienígenas genéricos acabarían olvidados y bien enterrados, sobreviviendo sólo aquellos con más potencial, como los Skrulls o los Kree.

 

Los sentidos arácnidos de Spiderman están algo más definidos en esta aventura. Mientras que en el primer episodio se habían presentado como algo vago pero muy amplio (podía, por ejemplo, escuchar llamadas en frecuencias inaudibles para el resto de humanos, o localizar a alguien en la oscuridad), aquí Lee y Ditko parecen intentar acotarlos y definirlos en mayor grado así como darles un aura de “realismo”. Spiderman conserva el sentido que le avisa del peligro inminente, pero para el resto se nos dice que “siente” vibraciones en el aire o corrientes electromagnéticas, lo cual apunta más a una hipersensibilidad que a unos poderes psíquicos.

 

El nº 2 supone también la primera utilización por parte de Ditko de esa representación gráfica a partir de entonces tan utilizada y que consistía en mostrar la cara del héroe dividida, la mitad Peter Parker y la mitad Spiderman, cuando éste se encontraba vestido de civil. Era un recurso metafórico que servía para enfatizar la idea de que Spiderman no era una entidad separada de Peter Parker, sino que éste es siempre y en todo momento uno y otro; idea sobre la que se vuelve cuando en otra viñeta comenta que casi se siente desnudo si no lleva el traje de Spiderman bajo sus ropas de Peter Parker.

 

Estos detalles son importantes, porque marcan una evolución fundamental en el personaje: Peter disfruta asumiendo su identidad superheroica y ello, unido a la seguridad financiera que le da el tener un trabajo como fotógrafo, le convierte en un joven con mayor autoestima y confianza en sí mismo. Y así, le vemos contestarle a Flash Thompson en ambas historias mezclando el sarcasmo y el insulto, remarcando la estupidez de aquél.

 

Como curiosidad, cabe mencionar que este número exhibe en la parte superior izquierda de su portada el nuevo logo de “Marvel Comics Group”. Diseñado por Steve Ditko, este logo le dio a los productos de la compañía un elemento inmediatamente reconocible entre la multitud de revistas que poblaban las estanterías de los puntos de venta y de las que a menudo solo quedaba visible la parte superior o la franja izquierda de las portadas. En lo sucesivo, cada colección tendría su propio logo con la figura o cabeza de sus protagonistas.

 

A la altura del número 3 (julio 63), Stan Lee y Steve Ditko ya tenían cogido el pulso a su nuevo personaje. La mayoría de los elementos que formarían parte de su mito estaban ya presentados: sus gadgets, su parloteo incesante cuando tenía que enfrentarse contra algún villano, la opinión pública suspicaz, los medios de comunicación hostiles, su alienación respecto a sus compañeros de escuela y su fragilidad emocional.

 

Pero estaría equivocado quien pensara que esta colección iba a consistir en ver a Peter Parker hacer frente al resto del mundo. Como sucede en la vida real, algunas veces el peor enemigo es uno mismo. De la misma forma que su egoísmo le había llevado a dejar marchar al criminal que luego asesinaría a su tío haciéndole parcialmente responsable de ello, aquí Spiderman resulta derrotado ante un nuevo villano, el Doctor Octopus, no porque éste sea muy poderoso (aunque tampoco es que fuera un tercera división) sino por su arrogancia y exceso de autoconfianza. Cuando en la segunda página vence a un trio de ladrones en solo una viñeta, piensa: “¡Es demasiado fácil! ¡Ya no tengo verdadera oposición! Soy demasiado poderoso. Casi me gustaría encontrar un enemigo digno de mí”. Es una reacción realista para un adolescente apocado que de pronto se ve en posesión de unas fantásticas habilidades.

 

Pero su deseo es inmediatamente concedido en la siguiente página, cuando conocemos al doctor Otto Octavius, un especialista en energía nuclear, que sufre un accidente en su laboratorio. El científico sobrevive a la explosión pero su cerebro queda dañado y los cuatro brazos mecánicos que manejaba con un arnés para manipular material radioactivo, quedan fusionados en su cuerpo, pudiéndolos accionar con la mente.

 

Poco después, un eufórico y presuntuoso Peter Parker recibe el encargo de J.Jonah Jameson de sacar fotos del herido doctor para el Daily Bugle, pero cuando llega al hospital se encuentra con que Octavius, convertido ahora en el Doctor Octopus, ha perdido la cabeza y tomado rehenes. Peter se pone el traje de Spiderman y se enzarza en una batalla contra Octopus pero acaba derrotado y arrojado ignominiosamente por una ventana. Con su confianza deshecha, abandona el lugar y le comunica a Jameson que no sólo no ha conseguido las fotos sino que probablemente abandone ese trabajo. “¡Qué fracaso!”, piensa, “Spiderman no es nada…Una broma”.

 

Sin embargo, al día siguiente, su confianza es restablecida de una forma inesperada cuando la Antorcha Humana (que, irónicamente, ha sido llamado por las autoridades para hacer frente a Octopus) da una conferencia en el instituto de Peter animando a los estudiantes: “¡Seguid trabajando y esforzaos en los estudios! No os desaniméis si lo veis difícil. Lo importante es no rendirse. Recordadlo… ¡No rendirse!”. “¡Es como si me estuviera hablando a mí!”, piensa Peter desde su butaca entre el público. Al tomar conciencia de que incluso los Cuatro Fantásticos han tenido que digerir su ración de fracasos, cobra nuevos ánimos, sale a buscar a Octopus y, esta vez sí, lo derrota. No deja de ser irónico que esa inspiración provenga del habitualmente prepotente Johnny Storm, alias la Antorcha Humana, con quien ya había tenido Spiderman un encontronazo en el número anterior.

 

Y como ya había hecho tras su primera derrota con el Buitre, Peter comprende que el camino hacia la victoria no pasa por saltar de cabeza a la acción y repartir puñetazos sin ton ni son sino tejer un plan y utilizar sus conocimientos científicos para obtener ventaja. Este es un ejemplo puro de lo que son las historias clásicas de Spiderman.

 

Aunque Stan Lee no tenía reparos a la hora de sumir a Peter Parker en periódicas crisis de confianza, la repetición de esa trama ayudaba a que los lectores recordaran que, a pesar de sus maravillosas hazañas, Spiderman era, después de todo, un ser humano. Algo, por cierto, que los lectores no tardaron en comprender. En una de las cartas que se publicaron en el correo de los lectores de este número, un aficionado escribía: “En Spiderman tenemos a un héroe que realmente llega a nuestro corazón. Su estado financiero, su vida social y la aceptación de sus poderes son todas ellas cosas que lo hacen muy atractivo”. Desde el principio, Spiderman había sabido encontrar a su público.

 

Volviendo otra vez al Doctor Octopus, es éste una figura interesante y única entre los supervillanos que habían ido apareciendo en Marvel hasta ese momento en el sentido de que no comienza como un individuo de naturaleza malvada o que milite abiertamente en el bando de los fuera de la ley. Tampoco le guarda un odio especial e inexplicable al héroe ni es un alienígena, un comunista o un espía. Es más, se le describe como uno de los principales científicos del país.

 

De hecho, es uno de los primeros –si no el primero- de los villanos Marvel que tuvo un origen prácticamente idéntico al usual en los héroes. Como Hulk, los Cuatro Fantásticos o Spiderman antes que él, Otto Octavius sufrió un accidente radioactivo pero en lugar de utilizar las consecuencias de esa tragedia para hacer el bien, se convierte en un villano. Y ello sólo porque, además de fusionarse física y psíquicamente con los brazos mecánicos que portaba, ha sufrido un daño cerebral que le sume en la paranoia y los delirios de grandeza. Por primera vez desde la presentación de El Topo en “Los Cuatro Fantásticos” nº 1 (noviembre 61), tenemos un supervillano que es también una víctima y cuya locura está clínicamente diagnosticada. Es también el tercero de los villanos de Spiderman en tomar nombres y poderes extraídos del mundo animal tras el Camaleón y el Buitre. No sería el último. Era una solución fácil: con pensar en un animal y sus características físicas o habilidades, ya se tenía la mitad del trabajo hecho y con solo mencionar su nombre, el lector podía imaginar fácilmente qué se iba a encontrar.

 

El trabajo de Ditko está aquí algo más simplificado que el que por esas mismas fechas realizaba para “Doctor Extraño”, con muchos fondos vacíos que concentraban toda la atención en las figuras. Era una opción sensata, dado que esta colección se apoyaba no en la creación de atmósferas sino en el héroe y la acción. Destacan las coreografías de los combates, en las que Ditko sabía subrayar la flexibilidad y rapidez de Spiderman alejándose del estilo de Kirby, más rotundo y centrado en el poderío físico y la energía cruda. 

 

(Continúa en la siguiente entrada)

 


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