(Viene de la entrada anterior)
Tradicionalmente en el género, los superhéroes habían disfrutado de una posición desahogada que les permitía disponer de guaridas secretas, vehículos y artilugios de lo más variopinto. Eran adultos, se ganaban la vida e incluso algunos de ellos (Batman o Flecha Verde) eran millonarios. Spiderman, por el contrario, no llegaba a fin de mes, tenía que lavar y coser su propio disfraz, pagar el transporte público hasta donde se encontraba el villano de turno, soportar ácidos ataques por parte de los medios de comunicación y el miedo y desconfianza del público en general y de algunos compañeros superhéroes en particular. Era neurótico, compulsivo y profundamente escéptico hacia la idea de verse a sí mismo como un justiciero disfrazado. Los Cuatro Fantásticos discutían entre sí; Hulk y Thor tenían problemas con sus respectivos alter egos; pero Spiderman había de vérselas consigo mismo.
El origen de sus poderes no era particularmente original. La radiación era un comodín

Otro punto de ruptura con la fórmula superheroica establecida fue, claro, su edad. Los adolescentes habían sido tradicionalmente utilizados por los guionistas como sidekicks o acompañantes del héroe maduro, epítome de la masculinidad y modelo recto a seguir por parte

Otro factor ya presente en su debut y que he mencionado anteriormente era su talento científico. En la ciencia ficción, tradicionalmente, siempre ha existido una dualidad respecto a la Ciencia: mejora nuestras vidas y hace avanzar nuestra civilización mediante el conocimiento de nuestro mundo y el desarrollo de nuevas tecnologías; pero, simultáneamente, su aplicación perversa, sea involuntaria o deliberada, puede provocar desastres de enorme magnitud.
Stan Lee supo llegar a un equilibrio en este Universo Marvel embrionario, creando personajes

En el caso de Spiderman, el joven Peter Parker tuvo desde el principio unas sobresalientes aptitudes científicas que le permitían, por ejemplo, diseñar su revolucionaria red o los lanzadores. Pero Lee supo sacar

En todo este nuevo enfoque del superhéroe tuvo mucho que ver Ditko. Aunque aún no había llegado a ese punto de su evolución gráfica, Kirby se haría famoso por dibujar a sus personajes con una épica y contundencia fabulosas; eran las suyas figuras que parecían saltar fuera de la página y moverse por el universo u otras dimensiones con imposible facilidad. Sus comics eran más grandes que la vida misma. Los de Ditko, por el contrario, eran la vida misma.
Sus personajes no estaban musculados ni tenían una apariencia imponente. Peter Parker no


(Por cierto, es probable que el hoy icónico disfraz de Spiderman fuera concebido por Ditko con

Y luego estaba, claro, el particular movimiento que Ditko le supo imprimir al propio Spiderman. A diferencia de Kirby, que destacaba más por la contundencia física y la cruda energía de sus figuras que por reflejar agilidad o rapidez, Ditko dibujó a Spiderman en posiciones retorcidas, casi inhumanas, pegado a las paredes, deslizándose por una telaraña, saltando y esquivando con rapidez mientras dobla sus esbeltas extremidades con una flexibilidad imposible.
En resumen, Spiderman era un superhéroe absolutamente novedoso. No tenía parangón en la historia del género.

Por entonces, las cifras de ventas tardaban un par de meses en llegar a la editorial así que todo el mundo se olvidó del personaje y pasó a otra cosa. Pero al cabo de un tiempo, las cartas entusiastas de los fans y la recepción de dichas cifras, que colocaban a ese número de “Amazing Fantasy” como el mejor vendido en una década, obligaron a recuperar a Spiderman.
Y así, se decidió lanzar un nuevo título exclusivamente para él. Una decisión un tanto arriesgada si tenemos en cuenta que –por razones que expliqué en las entradas dedicadas a “Los Cuatro Fantásticos” de los 60-, Marvel tenía limitado el número de colecciones por parte de la distribuidora (propiedad de su competidora, DC). El que buena parte de casi todo su reducido catálogo constara de títulos genéricos le permitía introducir una variedad de personajes e historias. Sólo aquéllos

Stan Lee siempre defendió la versión de que sabía que aquel número 15 de “Amazing Fantasy” iba a ser el último y que, por tanto, pensó que no tenía nada que perder y se arriesgó a ofrecer un superhéroe diferente. Es una buena historia, pero probablemente falsa ya lo supiera él o no. ¿Por qué? Pues porque los dos primeros números de lo que luego sería la colección regular de Spiderman estaban integrados por dos historias cortas de 14 y 10 páginas respectivamente, extensión que era la habitual en antologías como “Amazing Fantasy”; y no sería hasta el tercero que la totalidad del comic pasó a constar de una sola aventura. Ello lleva a pensar que Lee y Ditko produjeron por adelantado material para al menos dos números más de “Amazing Fantasy” sin saber que ésta iba a ser cancelada; material que luego fue reciclado para arrancar la colección mensual de Spiderman. Una muestra más de la mala memoria de Lee o de su habilidad para embellecer y simplificar la historia original en aras de mitificar su propia biografía.

Peter Parker va perfilándose más como personaje, combinando un poco de dos adolescentes ya preexistentes: algo de la impulsividad de Johnny Storm y algo del sentido del deber y la responsabilidad de Rick Jones, añadiendo a la mezcla una generosa dosis de ansiedades y dudas. Peter es muy inteligente pero está socialmente aislado y si mantiene su identidad civil en secreto no sólo es por no poner en peligro a su familia –no a sus amigos, porque no tiene- sino porque, de hacerse pública, lo podrían arrestar y eso sí que acabaría con su tía May.
En el primer número se incluyen dos historias. La primera es muy sencilla y sirve para establecer lo que van a ser las líneas generales de la colección. La página-viñeta de apertura ya era muy significativa: el protagonista con su espalda contra una pared, acorralado por dedos acusadores

De hecho, Spiderman iba a ser el primer superhéroe temido, odiado y vilificado de la historia del género, no porque quisiera imponerse al mundo criminal mediante el miedo, como Batman, sino porque no se atenía a las normas establecidas. Los primeros números plantearían una situación inédita en este tipo de comics: los medios de comunicación ejerciendo su poder para manipular a la opinión pública, atizando los miedos irracionales entre la gente para crear una mentalidad de masa. Sí, J.Jonah Jameson, que ya aparece en el número 1 y que se convertiría en adelante y para siempre en uno de los principales secundarios del universo arácnido, sería el principal responsable, pero no era más que el símbolo del poder y la actitud de muchos periodistas del mundo real.
El héroe perseguido no era una idea completamente nueva en Marvel. Ya hablé en su propia serie de entradas del caso de Hulk. Pero había una

Cabe preguntarse si este aspecto del nuevo comic de Spiderman fue idea de Lee o tuvo también algo que ver Ditko. Y es que el dibujante había estado muy interesado en la filosofía del Objetivismo promulgada por la filósofa ruso-americana Ayn Rand. Dos de los principales ingredientes de su novela “El Manantial” (1943) -y de su adaptación cinematográfica de 1947, con guión de la propia escritora- eran el poder de la prensa (encarnada en el editor de un periódico) para destruir la reputación de una persona; y la férrea determinación del protagonista, el joven arquitecto Howard Roark, por preservar su independencia. Y, efectivamente, el principal enemigo de Spiderman, más que la galería de grotescos villanos de turno, siempre serán esas fuerzas que tratan de suprimir su individualidad, expresada en su deseo de compaginar su faceta de superhéroe, estudiante y buen sobrino.
Y así, nada más comenzar esta su primera historia oficial, vemos cómo Peter escucha los ruegos

Para colmo, pierde su espectáculo a causa de la campaña contra él que está llevando a cabo la prensa y que lo retrata como una amenaza para la sociedad: “¡Los niños podrían intentar imitarle!”, declara Jameson en una especie de conferencia o rueda de prensa, “¡Piensen lo que ocurriría si hicieran un héroe de este monstruo sin ley! ¡No podemos permitirlo! ¡Exijo que se le ponga fuera de la ley! Un ser tan peligroso no tiene sitio en nuestra ciudad”.

Intentando limpiar su imagen pública y demostrar que no es una amenaza, salva la vida de un astronauta que, además, es el hijo de Jameson. El lanzamiento de su cohete ha ido mal y la cápsula amenaza con estrellarse, así que Spiderman interviene y se convierte en la celebridad del día. Para Jameson esa “usurpación” del protagonismo que debía tener su hijo –y él mismo por delegación- es imperdonable y no hace sino exacerbar su animadversión por el héroe. A decir verdad, Lee no estuvo nada fino en esta hazaña absolutamente inverosímil. Parece claro que su intención era aprovechar la popularidad de que disfrutaban los astronautas en ese momento, con la Carrera Espacial entre EEUU y la URSS en su momento álgido; pero a cambio socava el tono realista y de superhéroe “de perfil bajo” que había sido la premisa básica del nuevo personaje.
En cualquier caso y esperando ser exonerado, Peter se sorprende al comprobar que su valiente acto no ha servido de nada. El influyente periódico de Jameson redobla sus esfuerzos difamatorios e incluso el FBI lo busca para arrestarlo. El propio Lee, en un cuadro de texto hacia el final, lo deja bien claro: “Por desgracia, si algo se grita suficientemente alto, siempre habrá quien lo crea…”, haciéndose ominoso eco de esa teoría de la propaganda defendida por Hitler.
La historia se cerraba de una manera que pronto se haría familiar para los fans del nuevo


Además y como podía esperarse de un primitivo Universo Marvel dominado por la paranoia y el miedo, cuando los héroes se juntan, asumen inmediatamente lo peor y acaban peleándose entre sí antes de tomar un respiro y dialogar para aclarar la situación. Y así, Spiderman se escabulle en el interior del Edificio Baxter y sus famosos inquilinos luchaban contra el intruso dándole la oportunidad de demostrar sus poderes. Cuando Mr.Fantástico calma las cosas y le pregunta por sus

Lo más interesante de este crossover es que establece un marco muy original sobre el que se apoyará parte del Universo Marvel: los Cuatro Fantásticos y Spiderman no se unen para solucionar un crimen o ayudar a alguien necesitado. Interactúan de una forma realista y derivada de sus propias personalidades y situaciones particulares. Igualmente reseñable es que, a diferencia de los otros héroes pioneros de la casa (Thor, el Hombre Hormiga, Iron Man, Hulk), Spiderman siempre se mantuviera independiente y no pasara a militar en las filas de ningún grupo. Interactuaba –menos frecuentemente, eso sí, de lo que lo hacían otros colegas suyos- con otros superhéroes, pero ni pasó a ser parte de los Cuatro Fantásticos (como vemos en este número) ni se postula para Los Vengadores. Parece que en ello tuvo bastante que ver Steve Ditko, que, con buen criterio, pensó que el aura de neurosis y marginación y el entorno adolescente que constituían dos de las claves

Y así, la segunda historia de aquel nº 1 presentaba al primero de lo que iba a ser una ilustre galería de villanos: El Camaleón. No tiene poderes, sino que es un espía industrial con fenomenales habilidades para adoptar el aspecto de otras personas. Y, como el propietario del periódico comunista cuyo plan frustraba la Antorcha Humana en una de sus primeras aventuras en solitario (“Strange Tales” 101, octubre 62), el Camaleón roba secretos militares estadounidenses para venderlos a los soviéticos. Cuando se entera de que Spiderman ha sido declarado proscrito, decide hacer de él un cabeza de turco de sus propios robos utilizando su habilidad y recursos para disfrazarse y asumir las identidades de terceros.
Así, como les había sucedido a “Los Cuatro Fantásticos” en un par de sus primeras aventuras, Spiderman es acusado injustamente por unos delitos que no comete. Y aunque se demuestra al final que no tuvo nada que ver, sí queda

También hay que destacar que es aquí donde aparece por primera vez otro de los característicos poderes de Spiderman: su sentido arácnido, ideado por Ditko, una especie de sistema de alerta psíquico que avisa al héroe de un peligro inminente.
(Continúa en la entrada siguiente)
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