(Viene de la entrada anterior)
"¡Aquí está Spiderman tal y como os gusta! ¡Luchando! ¡Bromeando! ¡Temerario! ¡Desafiando al enemigo más peligroso de todos en esta…Edad Marvel de los Comics!” proclamaba Stan Lee en la portada del “Amazing Spider-man” nº 7 (diciembre 63). En el corto periodo transcurrido desde que debutara el personaje un año antes, Lee y Ditko habían destilado la fórmula que les permitiría mantener viva la colección durante meses y meses: se presentaban continuamente nuevas subtramas y personajes secundarios recurrentes, y mientras algunos de los problemas de Peter Parker se solucionaban, otros nuevos se añadían a la lista. Lo que podría haberse convertido en un embrollo confuso, resultó ser una lectura fácil y absorbente gracias a unos progresivamente mejores guiones de Lee, que demostraba su buen oído para los diálogos, fluyendo éstos de forma natural en el entorno melodramático en el que se desenvolvían las aventuras del trepamuros.
Otro
ingrediente de la mezcla y marca de la casa eran los ingeniosos intercambios
verbales entre Spiderman y sus adversarios. La constante verborrea del joven
héroe tendía a sacar de sus casillas a unos enemigos casi siempre
pertenecientes por edad a una generación anterior. “Este será nuestro último
encuentro, jovencito”, exclama el Buitre, como si estuviera reconociendo una
brecha generacional entre él y Spiderman. Y cuando éste le tapa la boca a
J.Jonah Jameson con un pegote de telaraña, parece un acto de juguetona rebeldía
del que disfruta tanto Spiderman como Peter Parker.
Esta es la primera vez en la que Spiderman repetía un enemigo. Recordemos que el Buitre había debutado en el número 2 de la colección. Y teniendo en cuenta que nunca me ha parecido demasiado convincente la idea de un anciano volador ataviado con un ajustado mono verde, considero esta recuperación del villano algo superior a su presentación inicial.
De
cualquier forma y como ya solía ser habitual, el verdadero interés de este
episodio no tiene que ver con el conflicto héroe-villano. Aunque tener a un
Spiderman con un brazo herido e inhabilitado ayuda a hacer del Buitre un
enemigo a tener en cuenta, lo cierto es que la única razón por la que el
anciano resulta peligroso es que Peter lo subestima. Al fin y al cabo, lo acaba
venciendo con, literalmente, el brazo derecho en cabestrillo.
No, lo que es más reseñable es cómo Ditko y Lee dieron otro paso más a la hora de mostrar cómo sus poderes están cambiando la personalidad y autoestima de Peter Parker. Cada vez le cuesta más mantener la serenidad ante las constantes pullas de Flash: “Si llego a dar rienda suelta a mi humor, haría puré a ese payaso”, se repite a sí mismo para evitar una explosión emocional que podría ser fatal.
Por
suerte, fuera del instituto las cosas parecen ir mejor para Peter, que gracias
a su mayor confianza en sí mismo continúa rompiendo su cascarón sentimental, en
este caso ayudado por los encantos de Betty Brant, con la que ya queda claro
que ha establecido una relación. Cuando al final de la historia Jameson sale
hecho una furia de su despacho, los dos jóvenes se esconden tras un escritorio
y él pasa un brazo alrededor de los hombros de ella. “¡Peter Parker! ¡Es lo más
parecido a una declaración romántica que te he oído nunca!”, dice Betty.
“¡Puedo ser todavía más romántico! Anda, apoya la cabeza en mi hombro, ojitos
azules, y disfrutemos del silencio”.
Mientras
tanto, Ditko sigue mejorando su dibujo, respaldando los diálogos de Lee con
personajes que ampliaban y mejoraban su expresividad y reacciones emocionales,
un rasgo éste de su estilo que lo diferenciaba de los idealizados héroes
propios de su colega Kirby. ¿Fue coincidencia que los dos personajes de Marvel
más vanguardistas y osados, aquellos que subvirtieron las expectativas de la
época acerca de lo que debía ser y parecer un héroe, fueran ambos dibujados por
Ditko? Probablemente no, porque éste fue el primer colaborador artístico al que
Lee acreditaría como coargumentista en las series que realizaron juntos. En los
años previos al nacimiento de “Los Cuatro Fantásticos”, cuando ambos colaboraron
realizando cientos de historias de suspense, terror y ciencia ficción, las
páginas-viñeta de apertura venían firmadas como “Lee y Ditko”, sugiriendo un
peso equitativo en la creación de aquéllas. Más tarde, primero en “Spider-Man”
y luego en “Dr.Strange”, Ditko recibió acreditación de coargumentista en la
página de apertura de cada número de ambas colecciones. Y dado que no se
perciben demasiadas diferencias narrativas entre el antes y el después de ese
reconocimiento, debemos asumir que Ditko había intervenido en los guiones desde
bastante antes, quizá desde el principio.
Como si
sintieran que toda una época estaba tocando a su fin, Lee y Ditko volvieron a
dar un giro de tuerca en el “Amazing Spider-Man” nº 8 (enero 64), integrando en
él todos los elementos que habían hecho de la colección un éxito. De hecho, en
la portada figura en lugar prominente la leyenda: “Número especial tributo a
los adolescentes”, reconociendo la importancia que para la cultura popular
estaban adquiriendo esos nuevos consumidores jóvenes. No se trataba sólo del
auge imparable de la música rock y pop. Difícilmente se le pasó por alto a Stan
Lee la inmensa popularidad de series televisivas como “Leave it To Beaver”
(1957-1963), una de las primeras sitcom que narraban las historias desde el
punto de vista de los niños -y luego adolescentes- que las protagonizaban. El
todavía estudiante de instituto Peter Parker-Spider-Man bebía mucho de esos
nuevos vientos y sin duda ello fue uno de los factores que le granjearon la
aprobación de lectores de su misma edad.
Pues
bien, en este episodio la difícil relación de Peter y Flash Thompson llegaba a
su clímax cuando ambos decidían resolver sus diferencias en la lona de un ring;
Spiderman se enfrentaba a un robot con inteligencia artificial que se volvía
loco (una idea que ya parecía casposa y ridícula en 1964 pero a la que el
dibujo de Ditko dotaba de cierto encanto retro, como si sus viñetas hubieran
quedado congeladas en una burbuja temporal de los años cincuenta); y una
historia de complemento (la última que aparecería en la colección) en la que el
héroe protagonista, celoso por la popularidad de la Antorcha Humana, reventaba
una fiesta organizada por él.
La historia con el horrible título de “La Terrible Amenaza de Cerebro Viviente” arrancaba en el instituto Midtown, donde llegan los expertos de la corporación I.C.M para presentar su último invento: un ordenador de gran velocidad de procesamiento montado sobre una carcasa antropomorfa sobre ruedas. Presumiendo de que el ordenador puede responder a cualquier pregunta que se le formule, el ingeniero desafía a los estudiantes a que planteen una. Y así lo hacen: ¿Cuál es la identidad secreta de Spiderman? Inmediatamente, a Peter le invade un sudor frío: “¡Qué terrible! ¿Y si el cerebro conociera la respuesta? ¿Qué voy a hacer?”.
Pero
antes de que la computadora procese la respuesta, la paciencia de Peter con el
acoso de Flash llega su límite y ambos, a sugerencia del profesor, deciden
enfrentarse en un combate de boxeo en el gimnasio del instituto después de
clase. Naturalmente, nadie piensa que Peter tenga la menor oportunidad contra
el musculoso pelirrojo y aquél tiene que esforzarse para no aplastarlo por
descuido con su gran fuerza. Accidentalmente, noquea a Flash cuando éste se
distrae por un instante con los gritos que anuncian que el robot está fuera de
control. Su victoria es recibida con abucheos por sus compañeros: “¡Qué sucio
truco Parker”! ¡El pobre Flash no estaba mirando!”.
Lo que
sigue es una excesivamente larga e involuntariamente hilarante pelea entre
Spiderman y el robot por los pasillos y clases del instituto, intercalado con
algunas breves intervenciones de los estudiantes y de unos delincuentes de poca
monta que habían sido los responsables del incidente al tratar de robar el
ordenador y que, en un gracioso giro, son detenidos accidentalmente por Flash.
El episodio concluye cuando Peter aprovecha la situación para expresar sus
sospechas públicamente acerca de que Flash sea en realidad Spiderman: “Flash,
acabo de darme cuenta de que eras el único que no estaba presente cuando
Spiderman luchaba contra Cerebro Viviente. Y has noqueado a esos tipos como si
nada. Y además eres más o menos de la misma talla que Spiderman”. “Por eso
perdiste la pelea con Parker. Para que nadie sospechara de ti”, apunta otro
alumno. Para variar y como respiro a sus continuas desgracias en el terreno
personal, en esta ocasión Peter se aleja de la escena silbando alegre y
pensando que ha sido un día estupendo.
Por
cierto y como curiosidad de cierta importancia, esta es la historia en la que
Peter Parker abandona sus grandes gafas (rotas por un empujón de Flash al
comienzo de la aventura). Nunca más volvería a utilizarlas. Aunque no se dio
razón alguna para ello y todos los personajes secundarios lo vieron como algo
normal, los lectores asumieron fácilmente que los poderes de Spiderman habían
mejorado su vista. Es posible que la verdadera razón residiera en el intento de
Ditko de darle a Peter un aspecto más agraciado y, siguiendo las instrucciones
de Lee, suavizar su estilo feista.
Por otra parte, nada menos que tres veces utilizó Ditko en este episodio su efecto visual del “sentido arácnido”, aquél que había presentado ya en el número 1 de la colección y que consistía en dibujar al protagonista con la cara simbólicamente dividida, mitad Peter y mitad Spiderman, con unas líneas irradiando de esta última, representando una especie de latido o vibración. Un recurso que sería mayormente abandonado tras la marcha de Ditko.
La
historia de complemento resulta más rutinaria y aburrida, seis páginas dibujadas
por Kirby y entintadas por Ditko en las que Spiderman se comporta como un
absoluto imbécil, lo que, por otra parte, resulta incoherente con lo que hasta
ese momento se nos había contado de él. Por mucho que la intención de Lee fuera
la de ofrecer un alivio cómico a partir de lo narrado en el ya mencionado
“Strange Tales Annual” nº 2, lo cierto es que Spiderman resulta ser aquí un
individuo harto irritante. No se le ocurre mejor idea que ir hasta la casa de
la novia de la Antorcha Humana, donde se está celebrando una fiesta, y obligar
a éste a pelear con él. Y encima, cuando los poderes de la Antorcha demuestran
ser demasiado para los suyos, trata de huir. Cuando el resto de los Cuatro
Fantásticos hace acto de presencia y trata amigablemente de detener la contienda,
se vuelve contra ellos sin provocación alguna y no se da por vencido hasta que
Sue Richards lo derriba y le hace un comentario halagüeño. Para colmo, se
marcha insultándolos a todos excepto a Sue. Como digo, una anécdota
prescindible e incoherente con el personaje y cuyo único interés puede residir
en ver a Spiderman dibujado por Kirby.
El nº 9
(febrero 64) es una prueba de cómo Lee y Ditko habían depurado su narrativa:
prácticamente todas las páginas sirven para impulsar la trama y/o desarrollar
los personajes. No sólo este episodio convierte la mala salud de la Tía May en
factor de motivación para las acciones de Pete en la historia sino que se
sientan las bases de la futura amistad con Flash un personaje algo más
sofisticado de lo que habíamos visto hasta el momento. Y lo mismo puede decirse
de Betty Brant, de quien se aporta más información para explicar su relación
con Peter.
Resulta que Betty tuvo que dejar el instituto para conseguir un trabajo en el Daily Bugle. No sabemos todavía los detalles, pero sólo unas breves frases bastan para hacer rápidamente de ella alguien más interesante que el típico interés romántico del héroe. En los números siguientes se iría ampliando la información sobre su desgraciado pasado y los problemas en los que ella misma se metió. Pensémoslo bien por un momento y veámoslo con los ojos de la época para entender lo valiente del planteamiento: ¿Cuántos superhéroes masculinos –o incluso personajes de comic en general- tenían novias no sólo mayores que ellos sino que hubieran abandonado los estudios?
Y por
si eso no fuera poco, en este número se presenta también otro villano destinado
a convertirse en clásico, Electro, que demostraba que en el Universo Marvel los
poderes eran menos importantes que las personalidades. El instalador de
tendidos eléctricos Max Dillon ya era un individuo mezquino antes de obtener
sus poderes sobre la electricidad; éstos solo potenciaron los peores rasgos de
su carácter. Y lo más irónico es que de no haber sido tan codicioso y
desconsiderado, no los habría conseguido porque si no hubiera perdido el tiempo
negociando con su jefe una recompensa por salvar a un compañero en apuros, habría
llevado a cabo el rescate antes de que un rayo descargara sobre él
convirtiéndolo en una especie de batería viviente.
En
cierto modo, su origen guarda paralelismos con el de Spiderman si tenemos en
cuenta el aspecto financiero de sus respectivas motivaciones. De hecho, no
encontramos muchos personajes en “Amazing Spider-Man” cuyas ambiciones o preocupaciones
no giren alrededor del dinero necesario para pagar las facturas. Lo que
separaba a Peter Parker de Max Dillon, Electro, es que este último no tenía a
nadie en su vida de quien cuidar o a quien amar y eso marcó la diferencia a la
hora de cómo utilizar en lo sucesivo sus respectivos poderes.
Es más,
en este episodio vemos a Peter luchando por controlar su genio mientras lee
otra entrega de las mentiras que sobre él vierte J.Jonah Jameson; o cometiendo
un fraude al venderle al editor fotos falsas para poder así pagar los gastos
médicos de la operación de su tía. No se diferencia tanto de un Electro que
roba bancos para recuperarse de la ruina económica en la que ha quedado tras
invertir todos sus ahorros en comprar una casa y el equipo para desarrollar sus
poderes. Electro es una persona ambiciosa y egoísta que de repente se ve en apuros
económicos pero con poderes. ¿Es una sorpresa que se convierta en supervillano?
De no haber disfrutado del amor y el apoyo de sus tíos, que se esforzaron por
dar ejemplo y enseñarle valores, no es descabellado pensar que Peter podría
haber seguido los pasos de su adversario. Esta es una de las grandes fortalezas
de esta colección y probablemente pueda atribuirse más a Ditko que a Lee: casi
todos los personajes sufren de algún tipo de intensa presión financiera o
social, viéndose en el dilema de elegir entre el interés propio y el altruismo.
También es interesante este capítulo por ser el comienzo de la obsesión de J.Jonah Jameson por averiguar la identidad de Spiderman. De paso, Lee aprovecha para bromear sobre los tópicos narrativos relacionados con las identidades secretas de los personajes. Jameson está convencido de que Electro es en realidad Spiderman y así lo publicita, sin prueba alguna, en la portada de su periódico. Cuando Spidey desenmascara al villano tras vencerlo en combate y ve por primera vez el rostro de Max Dillon, afirma: “Si esto fuera una película exclamaría sorprendido: “¡Cielos, el mayordomo!”. Pero a este no lo he visto en mi vida”. Dillon es un don nadie. Veremos algo parecido en el siguiente número, así que además de un comentario sobre los clichés que conforman ciertas estructuras dramáticas, bien podría ser una reflexión sobre la banalidad del mal.
Efectivamente,
el número 10 (marzo 64), volvía sobre los temas de la identidad, la confianza y
cómo las tensiones económicas empujan a la gente a tomar decisiones erróneas.
En este caso, la víctima es Betty Brant, que aquí pasa a ocupar el cliché de
“damisela en apuros” a la que el héroe debe rescatar.
Un nuevo y misterioso señor del crimen, el Gran Hombre, ha reunido un grupo de tres pintorescos matones, los Forzadores: Fancy Dan, experto en judo; el forzudo Buey y el maestro del lazo, Montana. Se sirve de ellos para obligar a las bandas de Nueva York a trabajar bajo sus órdenes. Nadie conoce su auténtica identidad dado que oculta siempre su rostro tras una máscara.
Mientras tanto, Peter dona su sangre a la Tía May, aún débil tras la operación el episodio precedente. Sus temores respecto a los efectos que podría tener la transfusión en su tía resultan infundados y la anciana se recupera lo suficiente como para irse una temporada a Florida en compañía de unos amigos.
Pero he
aquí que Peter ve cómo los Forzadores amenazan a Betty para que pague una deuda
y cuando él trata de sonsacarle los problemas en los que anda metida, ella se
ofusca y huye, dejando incluso su trabajo y la ciudad.
Peter siempre vive justo de dinero y el haberlo visto en el episodio anterior engañando a Jameson por ese motivo nos demuestra que no es ajeno a cometer errores presionado por la necesidad económica. Pero al menos, tuvo la oportunidad de redimirse no sólo con sus acciones como luchador contra el crimen sino con sus elecciones morales, porque al final de aquel número, al aceptar la pérdida del dinero al regalarle unas fotos auténticas a Jameson, equilibró la balanza ética.
Pues
bien, ahora le llega el turno a Betty, que en el pasado tomó decisiones
equivocadas recurriendo a un prestamista e involucrándose con el mundo
criminal. Ahora le están reclamando el pago de la deuda bajo amenazas y
necesita ayuda, pero no quiere hacer partícipe aPeter de sus problemas porque
no desea que le hagan ningún daño. Hay, por tanto, cierta nobleza en sus
acciones pero, otra vez, resulta un error de juicio porque Peter interpreta su cerrazón
como una falta de interés genuino por él. En la penúltima viñeta del número
vemos a Betty sentada en la penumbra de una habitación de hotel en una pequeña
ciudad de Pennsylvania, anhelando la ayuda de Spiderman pero considerándose
indigna de la misma: “¡La vida es vacía y absurda sin Peter! Es todo lo que tenía…
¡Todo lo que quería! Pero…No puedo volverme hacia él ahora. ¡Tengo que afrontar
esto sola! ¿No puedo arriesgar la vida del chico que amo! Nadie más puede
ayudarme…excepto alguien como Spiderman ¿¿Pero qué posibilidades tengo de
recibir ayuda de él??”.
La
deriva de Betty hacia el tópico de “novia en apuros” no es demasiado
satisfactoria, pero al mismo tiempo está retratada de forma más interesante que
otros personajes femeninos del Universo Marvel de la misma época. Es claramente
más joven que mujeres con papeles clave en otras colecciones, como Jane Foster
en “Thor”, la Avispa en “Los Vengadores” o Susan Storm de “Los Cuatro
Fantásticos”; pero al mismo tiempo se ve obligada a tomar decisiones más
maduras que tendrán repercusiones en el futuro.
También en este nº 10 vemos otro momento que apunta a la evolución de Flash Thompson. Éste demuestra más humildad e incluso un ramalazo de interés por el destino de Peter cuando trata de advertirle de que, por su propio bien, deje de proclamar a los cuatro vientos que conoce la identidad secreta del Gran Hombre (algo que Peter hace a propósito para convertirse en cebo que saque al villano de las sombras). Es un momento breve de tan solo un par de viñetas que, sin embargo, demuestra que incluso los personajes secundarios tenían su importancia en esta colección.
Naturalmente,
el foco de este episodio recae sobre la identidad del Gran Hombre. Como había
sucedido el mes anterior con Electro, una parte considerable del argumento gira
alrededor de los esfuerzos de Jameson para convencer a sus lectores de que
Spiderman está detrás de esta nueva amenaza pública. El giro en esta ocasión es
que Peter cree que el Gran Hombre podría ser el propio Jameson. Por supuesto,
no lo es, aunque ésa hubiera sido una opción muy interesante y atrevida.
No es que esta sea una trama policiaca muy sofisticada y el misterio se resuelve de forma harto predecible. Ya cuando se presenta Frederick Foswell, uno de los columnistas más capaces del Daily Bugle, y lo vemos amonestar a su jefe por cómo está minando la credibilidad del periódico debido a su obsesión con la “amenaza” de Spiderman, podemos imaginar que su papel en la trama va a ser algo más que la de voz crítica. Y, efectivamente, el apocado, alopécico y alfeñique pero aparentemente decente Foswell, vistiendo ropa amplia y calzando alzas, resulta ser el mismísimo Gran Hombre.
A decir
del propio Ditko, fue en este episodio donde empezó a hacerse cargo de los
guiones. Es una afirmación que tiene visos de realidad si tenemos en cuenta dos
aspectos. En primer lugar, que se trata de un guion en el que no hay
supervillanos sino mafiosos y criminales ordinarios de pistola y cuchillo. No
era demasiado habitual ver a los superhéroes involucrarse en guerras de bandas
urbanas. Los guionistas preferían que los protagonistas exhibieran sus
coloristas poderes en combate contra enemigos igualmente pintorescos, y esta
apuesta por el realismo concuerda más con el gusto de Ditko (que años más tarde
retomaría y reformularía en personajes como Question o Mr. A).
El otro elemento que parece más propio de Ditko que de Lee es el pesimismo respecto a la naturaleza humana. El Gran Hombre es otro ejemplo de personaje que, ante la oportunidad de beneficiarse del sufrimiento ajeno, decide aprovecharla. Incluso este insignificante periodista de aspecto inofensivo que invoca la responsabilidad periodística ante su jefe, está consumido por el resentimiento, la codicia y la ira. No estamos hablando de supervillanos grandilocuentes y megalomaniacos, sino de ciudadanos corrientes del Universo Marvel. Y quizá por eso también en la colección de Spiderman la gente siempre sospecha lo peor de los vigilantes enmascarados y teme al lanzarredes sin motivo alguno a diferencia del tono más triunfalista de, digamos, “Los Vengadores” o “Los Cuatro Fantásticos”.
Y
relacionado con esto, el guion desvela al final del número las verdaderas
motivaciones tras la cruzada de Jameson contra Spiderman. No se trata de ganar
más dinero con el sensacionalismo periodístico o de un mal entendido sentido de
la responsabilidad sino algo mucho más oscuro. Tras verse frustrado una vez más
al descubrir que tenía en plantilla nada menos que al Gran Hombre y llevarse la
policía arrestado a Foswell, Jameson, en la soledad de su despacho, reconoce
para sí: “¡Odio a ese monstruo disfrazado más de lo que he odiado a nadie! ¡No
seré feliz mientras esté libre! Toda mi vida sólo me ha interesado una
cosa…¡Hacer dinero! ¡Sin embargo, Spiderman arriesga su vida todos los días sin
pensar en la recompensa! ¡Si un hombre como él es bueno… un héroe…¿¿Entonces
qué soy yo?? ¡No podré respetarme mientras viva! ¿Spiderman representa todo lo
que yo no soy! ¡Es valiente, poderoso y generoso! ¡La verdad es que le envidio!
Yo, J.Jonah Jameson…Millonario, hombre de mundo, líder único…daría todo lo que
tengo por ser el hombre que es él! ¡Pero nunca llegaré a su nivel! Todo lo que
me queda es intentar destruirle…Porque, que el cielo me ayude… ¡Tengo celos de
él!”.
(Continúa en la entrada siguiente)
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