14 mar 2020
1986- BATMAN – Mike W.Barr y Alan Davis
Cuando DC Comics publicó “Crisis en Tierras Infinitas” en 1985, abrió todo un mundo de nuevas posibilidades para su universo de superhéroes. Los lectores podían esperar cualquier cosa y no dar nada por sentado. La compañía tenía la oportunidad de aprender de pasados errores y aciertos y establecer un nuevo inicio para sus personajes, icónicos o secundarios, con el que atraer nuevos lectores. Fue un momento emocionante en la industria del comic norteamericano.
En ese contexto y en lo que respecta a Batman, la redefinición del personaje se concretó en los episodios que conformaron lo que hoy se conoce como “Batman: Año Uno”, publicados en la colección titular (404-407, 1987) y firmados por Frank Miller y David Mazzuchelli. Incluso hoy, esa historia sigue siendo fundacional en la trayectoria del héroe, una de las mejores y más influyentes aventuras no sólo del Caballero Oscuro sino de todo el género. Definió a Batman para el resto de los ochenta, los noventa y hasta la actualidad, ofreciendo a los fans un origen nuevo y actualizado de su héroe que, además, planteaba un escenario nuevo y lleno de posibilidades para la ciudad de Gotham y sus habitantes.
Mientras tanto, una revolución más sigilosa venía gestándose en la otra colección del Hombre Murciélago, “Detective Comics”. El guionista Mike W.Barr y el dibujante Alan Davis habían empezado su etapa en esa serie en el número 569 (diciembre 86), justo después de finalizar el crossover “Legends”, en el que se sentaron las bases para las nuevas versiones de grupos como la Liga de la Justicia o el Escuadrón Suicida. Aunque el dúo de autores tuvo la suerte de coincidir con el quincuagésimo aniversario de “Detective Comics” y ofrecer un número especial para celebrarlo, su trabajo quedó ensombrecido por la publicación de “Año Uno” en la colección hermana, hasta el punto de que su trayectoria culminó en un “Año Dos” que trataba de aprovecharse del éxito cosechado por aquélla.
Barr y Davis empezaron desde el comienzo a recuperar la galería clásica de villanos de Batman, empezando por Catwoman y el Joker y siguiendo por el Espantapájaros y el Sombrerero Loco. Los actualizaron aprovechando la tabula rasa dejada por “Crisis en Tierras Infinitas”, pero conservando su esencia para que tanto los lectores jóvenes como los veteranos pudieran reconocerlos como suyos.
El número 572 (marzo 87) fue un episodio de excepción, que celebraba los cincuenta años de presencia de Batman en “Detective Comics” y en cuya historia se reunían en Inglaterra algunos de los mejores detectives del universo DC, cada uno con su propio estilo: Batman, el Hombre Elástico, Sam Bradley…y Sherlock Holmes. De hecho, el enemigo a batir era un descendiente del mismísimo Moriarty que pretendía atentar contra la reina británica. Es un número irregular sobre todo porque Davis solo ilustró unas páginas del mismo, recayendo el resto en las manos menos capaces de E.R.Cruz (que había ilustrado un especial de Holmes en 1975, con guion de Denny O´Neil), Terry Beatty y un Carmine Infantino en horas bajas (la excelente portada, eso sí, la firmó Mike Kaluta). Ninguno de ellos tiene la frescura y elegancia de Davis, por lo que la historia, como suele ocurrir en estos números especiales elaborados por múltiples manos, queda algo deslavazada.
Aunque los siete números en los que colaboraron jamás obtuvieron la atención y reconocimiento que merecieron, Barr y Davis supieron ofrecer una reformulación de Batman alternativa a la versión realista y oscura de Frank Miller. De hecho, al recuperar de pasadas épocas del personaje cosas como, por ejemplo, los malos juegos de palabras, las retorcidas trampas mortales, los objetos gigantes, las bromas de mal gusto y los lavados de cerebro, casi puede decirse que fueron subversivos. Era como si estuvieran tratando de salvar todo aquello que “Crisis en Tierras Infinitas” tanto se había esforzado en eliminar, recordando a los lectores que el mundo de Batman siempre ha tenido una faceta absurda y que ello no es necesariamente malo; que no pasa nada por no tomarse en serio las historias de un hombre vestido de murciélago ni dejar de lado el realismo, la agudeza psicológica o la verosimilitud. Barr y Davis demostraron que su opción no disminuía la talla heroica de Batman y que podían contarse historias igual de buenas que las de otros autores teóricamente más sofisticados.
Por supuesto, fue magnífico disfrutar de una versión de Batman que remitía a las ansiedades sociales contemporáneas y que se desenvolvía en un medio urbano que muchos lectores podían reconocer. Frank Miller construyó una encarnación del mito de Batman en sintonía con el momento en el que apareció, finales de los ochenta. Ahora bien, una de las fortalezas del personaje y clave de su éxito continuado ha sido siempre su versatilidad. Al contrario de lo que muchos defienden en distintos foros, no existe un “verdadero” Batman. Sí, la capa y la capucha son parte esencial del personaje, pero todo lo demás es interpretable bajo un amplio espectro de situaciones. En la pantalla, Batman ha sido Adam West, Michael Keaton o Christian Bale y todos ellos tienen perfecto derecho al título de Batman. Pues bien, el héroe que Barr y Davis presentaron en aquellos números de “Detective Comics” fue un esfuerzo consciente de subrayar su flexibilidad en contraste con la versión –más exitosa e influyente, eso sí- de “Año Uno”.
Por ejemplo, la mayor parte de esta etapa utiliza la iconografía y el tono de la Edad de Plata y la serie de televisión de 1966. Como muestra, tenemos el texto introductorio del número 571 (febrero 87): “¡Ha vuelto. Es el Faraón de las Fobias, el Duque del Terror, el Espantapájaros ha vuelto para infundir terror en los corazones de Gotham City. Esta vez, les ofrece…Miedo a la Venta”. Dicho esto, Barr se divierte resaltando los extremos más absurdos y tópicos de esa aproximación. Al resolver un enigma y descubrir Robin que el Joker quiere robar el “Libro de los Chistes de Joe Miller”, exclama al mejor estilo Burt Ward: “¡Por todos los Gutemberg! ¡Vamos!”. Batman no está tan entusiasmado y agarra a su joven socio por el hombro: “No tan deprisa, Robin”. ¡No vuelvas a hacer eso!”, le espeta con severidad.
Aunque el “Batman” televisivo de Adam West puede haber servido de fuente para algunos chistes y escenas, probablemente la principal influencia para Barr y Davis fueron los comics que inspiraron a aquel programa. Hay en estas páginas un indudable sentimiento de nostalgia, pero no sólo por la Edad de Plata, puesto que los autores recuperan a personajes como el Doctor Moon o Leslie Thompkins que nacieron en la Edad de Bronce (de 1970 a 1984).
Estos números están impregnados de un maravilloso sentido lúdico. El Joker establece su guarida en un almacén de juguetes gigantes, así que Batman y Robin utilizan como armas contra sus secuaces grandes dados y bolas de billar. Ese mismo villano huye conduciendo un absurdo Jokermóvil. Batman hace que el Sombrerero Loco se descubra recurriendo a provocativos juegos de palabras en los titulares periodísticos (“throwing his hat into the ring”, que en inglés significa entrar en competición política y cuya acepción se pierde totalmente en la traducción para la versión española). El héroe protagonista tiene que sobrevivir a una elaborada trampa mortal preparada por el Espantapájaros… (éstas son una parte vital en la historia de Batman, ya presentes desde las mismísimas primeras historias del personaje en “Detective Comics” para demostrar su habilidad escapista).
Hay también en estas historias un deseo de homenajear y permanecer fiel al espíritu que el guionista Bob Haney y el dibujante Jim Aparo insuflaron en los setenta a la serie “The Brave and the Bold”. Así, Batman se relaciona en términos de amistad con algunos ciudadanos de los bajos fondos de Gotham. Como cuando en el número 570 (enero 1987), saluda a una atractiva mujer en un bar de dudosa reputación: “Hola Rhonda. ¿No te has metido en líos?”. Más tarde, cuando Robin sugiere dubitativo que ella sea una prostituta, Batman le responde caballerosamente: “Es una dama, socio. Igual que Selina”.
El Robin que acompaña a Batman es Jason Todd y Barr presenta la relación entre ambos con mucho encanto. Conforme el dúo resuelve los problemas que a Gotham les causan sus extraños criminales, Bruce nunca pierde de vista que a su lado tiene un niño. Al descubrir que Jason ha estado recortando artículos de periódico para ayudarle a atrapar al Sombrerero Loco, Bruce le dice: “¿Por qué no lo hablamos mientras tomamos un trozo del pastel de chocolate de Alfred?”.
De hecho, el trabajo que Barr hace con el personaje de Jason Todd es tan peculiar como meritorio. Desde su presentación como nuevo Robin en 1984, Todd seguía sin ser aceptado por buena parte de los fans, hasta el punto de que poco después se tomaría la decisión editorial de realizar una encuesta telefónica entre los lectores que determinaría si sobreviviría o no al clímax de “Una Muerte en la Familia” (1989). Sin embargo, Barr y Davis hacen un excelente uso del personaje a base de tratarlo como un muchacho joven e inexperto para el que Batman es una figura paterna. Quizá el episodio más definitorio de esta relación sea el 574 (mayo 1987), “Mi Principio…Y mi Probable Fin”, en el que, tras ser gravemente herido en su confrontación con el Sombrerero Loco, Jason es llevado por Bruce a la clínica de su vieja amiga, Leslie Thompkins, para que ésta le ayude. Luchando por mantenerlo vivo, la doctora reflexiona: “¿Sabes qué? Me recuerda a ti…la noche que te llevé a casa tras el funeral de tus padres”. Fuera o no intencionado, estas reflexiones presagiaron el posterior desarrollo de Jason Todd, sugiriendo que el chico no sería un buen Robin al parecerse demasiado a Bruce.
Dicho esto, Barr y Davis supieron equilibrar el tono de la colección sorprendentemente bien. Aunque su etapa en “Detective Comics” sea un homenaje a las convenciones y elementos clásicos de Batman, nunca se dejan atrapar por la vertiente más absurda de los argumentos. Solo porque en esa Gotham existan trampas mortales, mesas de billar gigantes, sombreros con control remoto y cascos para lavar cerebros, no significa que las historias tengan que ser simplonas e infantiles. Precisamente, uno de los aspectos más interesantes de esta etapa es la forma en que los autores supieron combinar lo luminoso con lo oscuro.
Así, por ejemplo, el peligro de muerte que corre Jason Todd acompañando a Batman sobrevuela estos episodios un año antes de que DC publicara “Una Muerte en la Familia”. Barr y Davis dejan claro que a pesar de la despreocupada y chispeante actitud de Robin, vestir a un niño con un disfraz brillante y animarlo a luchar contra criminales es una decisión muy arriesgada. En el clímax de “Miedo a la Venta”, Batman imagina “el más horrible miedo que he podido concebir”: la muerte de Jason Todd a manos de alguno de sus enemigos. Es un momento ominoso que no solo anticipó “Una Muerte en la Familia” sino lo que estaba por venir inmediatamente después.
Al final de “¡Hasta el Gorro del Sombrerero Loco!” (nº 573, abril 87), Batman derrota al villano del título pero sin poder impedir que una bala perdida alcance a Jason Todd. En una acertada sucesión de viñetas, Batman sostiene al abatido enemigo mientras dice: “Bueno, supongo que ya podemos irnos a casa, socio”. Al no escuchar respuesta, se gira para descubrir a Jason tendido en el suelo, bajo la lluvia, herido de bala en el pecho.
Cuando Batman lleva a su protegido a la doctora Thompkins al comienzo del siguiente capítulo, “Mi Principio…Y Mi Probable Fin”, ésta le regaña por su estúpido comportamiento, a lo que el justiciero responde: “Es fuerte…Es un luchador”. Pero la médico no está en absoluto de acuerdo con él: “¿Un luchador? ¿Es lo único que vas a decir? De no haber sido por ti, Jason no habría estado ahí fuera. ¿Que Dick se salvara por los pelos no te enseñó nada?”. Batman trata de defender su decisión de reclutar a Jason Todd como soldado en su guerra particular, argumentando que lo salvó de una vida de crimen (aunque reconoce al mismo tiempo que lva a hacer que el muchacho se pierda muchas cosas propias de su edad). Pero Thompkins se enfurece aún más. “¡Basta! Haces que tus acciones parezcan nobles…heroicas…Pero lo haces por ti mismo. Aún eres aquel niño que me llevé a casa hace 25 años, y se está vengando de todos los que tienen la mala suerte de estar en el escalón que no toca de la sociedad”. “Mi Principio…Y Mi Probable Fin” es una excelente historia en todos los aspectos, gráfico, narrativo y de caracterización psicológica de Batman…y ello sin tener que recurrir a las retorcidas y enfermizas exploraciones mentales en que se embarcaron otros autores.
Este episodio, además, es interesante por la reformulación que hace del origen de Batman, algo particularmente extraño dado que DC acababa de publicar con enorme éxito de público y crítica la mencionada “Año Uno”. ¿Por qué Barr y Davis revisitarían ese origen sólo un año después, especialmente para expandirlo contándonos lo que sucedió en los años que siguieron a la muerte de sus padres y durante los cuales se adiestró para su misión? Es otra muestra de la extraña relación que existe entre el trabajo de Mike W.Barr para Batman y el fenomenal éxito de “Año Uno”. Después de estos capítulos de “Detective Comics” vendría la serialización de “Batman: Año Dos”, que comenzó como una idea de Barr muy diferente y a la que DC no prestó atención hasta que decidió rentabilizar el éxito de la miniserie de Miller rebautizándola a posteriori. Barr acabó escribiendo una secuela que no está ni de lejos a la altura de la historia que teóricamente continúa y que, en muchos aspectos, fue más una prolongación de los flashbacks de “Mi Principio…Y Mi Probable Fin”.
Siguiendo con la idea de equilibrio, Barr y Davis combinan la visión contemporánea de un Batman más oscuro y complejo psicológicamente con sus raíces más ligeras y fantasiosas de los años sesenta. Los guiones no se dejan inundar por las meditaciones sobre la locura inherente a alguien que se obsesiona en luchar contra el crimen vestido de murciélago, pero sí hay repetidas señales de que Bruce es un hombre continuamente en el filo de la navaja. Tras perder a Selina Kyle debido al lavado de cerebro del Joker, Batman le da una paliza a éste y quizá sólo sea la intervención de Robin lo que impide que le mate. En otro momento, presiona a un confidente con la amenaza de falsear pruebas que le incriminen y mandarlo a prisión.
Y con todo y con eso, Bruce no es alguien movido sólo por la furia, la obsesión o la venganza. Davis dibuja a Batman sonriendo en bastantes ocasiones, lo que nos lo muestra bajo una luz poco habitual entonces e incluso hoy. Lejos de ser una criatura de la noche, tenebrosa y rodeada de misterio, Batman parece tener conocidos entre ciertos segmentos de los bajos fondos. Y, sobre todo, Bruce parece encontrar motivación en la esperanza –por muy difícil que sea mantener ésta- en que sus acciones hagan del mundo un lugar más seguro. Tras advertir al Sombrerero Loco de que no retome su actividad delictiva, Batman le confiesa a Robin: “Tengo muchos enemigos que están locos o son malvados sin remedio. Me gustaría creer que alguno puede rehabilitarse antes de ir a la tumba”.
Aunque no participó en los guiones, estos comics no habrían tenido la misma calidad si en ellos no hubiera participado el dibujante británico Alan Davis, que por entonces ya se había hecho un nombre en su país de origen con trabajos de cada vez mayor empaque, sobre todo acompañando los guiones de Alan Moore en “Capitán Britania”, “Miracleman” o “D.R. & Quinch”. A pesar de que Marvel tenía una rama editorial en Gran Bretaña con publicaciones propias, fue DC la que a comienzos de los ochenta empezó a comprender que en ese país había profesionales con un enorme talento del que podía sacar provecho en Estados Unidos. Autores como John Bolton, Dave Gibbons, Kevin O´Neill o Brian Bolland ya estaban publicando su trabajo en Estados Unidos, y en un momento determinado y deseando ampliar su plantel de profesionales, el editor de DC Dick Giordano viajó a Londres y –entre otros muchos autores- se entrevistó con Davis, ofreciéndole dibujar una miniserie protagonizada por la versión remozada de Aquaman que iba a escribir el Director Artístico de la editorial, Neal Pozner.
Davis ya había terminado el primer número cuando Giordano le dijo que abandonara y reemplazara a Jim Aparo en la colección “Batman and the Outsiders”, que estaba escribiendo Mike W.Barr. Algo reacio al principio, Davis aceptó lo que a la postre fue un movimiento inteligente desde el punto de vista profesional. Tras dibujar doce números y terminar su estancia en esa colección en el 36 (agosto 86), Davis recibió la oferta del editor de los títulos de Batman tras las “Crisis en Tierras Infinitas”, Denny O´Neil, de encargarse del arte de “Detective Comics”. Dado que dibujar a uno de los iconos de la casa suponía un incuestionable ascenso y que podría continuar su satisfactoria colaboración con Barr, Davis aceptó sin pensárselo dos veces.
Por mucho que él no lo admita así en las entrevistas, Davis ya era un gran artista de comic book para entonces y, de hecho, había estado dibujando superhéroes desde comienzos de la década, sobre todo el Capitán Britania de Alan Moore primero y Jamie Delano después. Su narrativa (manejo de planos, encuadres, composición de página y viñeta) es impecable y su estilo, siendo fiel a sus influencias británicas (Frank Hampson, Frank Bellamy, Syd Jordan, John Burns) y sin perder esa elegancia y aroma caricaturesco que le caracterizan recoge a la hora de plasmar a Batman la visión de Jim Aparo y Don Newton (Davis admite no haber leído entonces los míticos números dibujados por Neal Adams a principios de los setenta y que redefinieron gráficamente por completo al personaje). Las páginas de Davis –terminadas por Paul Neary, quizá su mejor entintador junto a Mark Farmer- tienen cierto aire a fábula surrealista, un cuento fantástico en el que todo transcurre de noche, cuando los extraños enemigos de Batman pueden transmitir mejor esa sensación de pesadilla tan distintiva del submundo de Gotham. La sintonía artística con Barr, que le proporcionaba guiones técnicos muy detallados pero que al mismo tiempo le dejaba libertad para cambiar lo que estimara necesario, fue absoluta y le estimuló para dar lo mejor de sí mismo.
Alan Davis se marchó de la colección en el número 575 (junio 87) tras dibujar sólo un capítulo del arco argumental "Año Dos” (que comentaré en otra entrada), por razones que el artista no gusta de comentar y que fácilmente pueden achacarse a diferencias creativas con O´Neil. Barr se quedaría dos meses más tras la finalización de esa historia, abandonando justo cuando empezaba a publicarse el crossover “Millenium”. De haber continuado ambos autores al frente de la colección, sin duda podrían haber dejado huella en la misma con una de las mejores y más recordadas etapas de Batman. Tal y como discurrieron las cosas, sus siete números son casi una anécdota que, sin embargo, merece la pena recuperar y honrar con el mérito que merece.
Curiosamente dado que “Crisis en Tierras Infinitas” estaba aún tan reciente, Barr no tuvo problemas con el entonces editor Denny O´Neil, a la hora de sacar adelante un planteamiento conceptual que muchos podrían entonces considerar caduco. Dadas las tendencias que tan intensamente moldearían al Batman de finales de los ochenta y noventa, la breve etapa de Barr y Davis representó un atrevido cambio de ritmo, unos números que quisieron recuperar el clasicismo atemporal en lugar de quedar cautivos de unas modas destinadas a envejecer. Y efectivamente, treinta años después de su publicación, son comics que no han perdido un ápice de su validez. Siguen teniendo chispa, encanto y talento. Están excelentemente dibujados y son muy entretenidos. Esencia pura de comic de superhéroes y un clásico incontestable dentro de la extensísima trayectoria del Hombre Murciélago.
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Que grandes y buenos recuerdos. Sin tener en consideración toda la info del comentario desde pequeño los numeros de M barr y A Davis los he encontrado geniales. Me aficioné a Batman con el film de Burton del 89. Así que como neófito salí a comprar lo primero que encontrara para instruirme en ese mundo genial. Y lo primero que compré de lo que ahora es una mega biblioteca del murciélago. Fue un tomo compilatorio de ediciones zinco que justo tenia las historias de Barr y Davis. Y aún sin tener la oscuridad con que me fascinó el film. Contenia la gracia. El honor y la determinación que tanto comencé a admirar de Batman. Si, lamento que ese tándem no hiciera mas historias en ese universo.
ResponderEliminarCoincido. Yo tenía 17 o 18 años cuando cayeron en mis manos aquellos números, y aunque no era un recién llegado a Batman y conocía el trabajo de Neal Adams, Don Newton o Frank Miller para el personaje, me encantaron. Y, como recalco en el artículo, me siguen pareciendo una excelente introducción al personaje y comic de superhéroes de gran pureza.
EliminarTebeos muy disfrutables, una delicia cómo Davis dibuja al Joker tan expresivo en casa viñeta. El personaje Línea Directa no tuvo continuidad, y sin embargo que potencial!. Siempre lamentaré que Davis tuviera aquel choque con O'Neil. Posteriormente disfrutamos de Breyfogle en el dibujo pero siempre siento debilidad por el Batman de Alan Davis
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