4 feb 2020

1977- THORGAL – Van Hamme y Rosinski (3)


(Viene de la entrada anterior)

Tras finalizar un primer ciclo en la trayectoria del personaje, Van Hamme hace con los dos siguientes álbumes una pausa antes de iniciar la gran saga de “El País Qa”. Pero eso no significa ni mucho menos que estas entregas intermedias sean prescindibles. Al contrario: la primera va a aportar grandes revelaciones sobre el pasado de Thorgal, confirmando y ampliando aspectos anteriormente sugeridos; y el segundo, va a situar a Aaricia y Jolan como grandes personajes con entidad propia.


“El Hijo de las Estrellas” (1984) es un álbum particular por cuanto rompe con la tónica ya establecida en la serie incluyendo tres historias cortas de diferente temática (realista, fantasía y ciencia ficción), en cada una de las cuales veremos a Thorgal en tres etapas diferentes de su niñez, descubriendo en dos de ellas aspectos importantes sobre sus orígenes. Es, por tanto, una entrega ajena a la continuidad que había ido tejiéndose en álbumes anteriores y que, si bien puede leerse en cualquier punto de la colección, este es un buen momento para hacerlo. Primero, porque permite coger aire para la siguiente y mejor saga del personaje; y, segundo, porque parte de la información que aquí se da sobre la historia familiar de Thorgal, será importante para comprender bien lo que sucederá en los álbumes posteriores.

En “El Drakkar Perdido” (10 páginas), extraviados en el mar durante una expedición, los vikingos del rey Leif Haraldson se enfrentan a una tormenta que parece que va a terminar hundiendo el barco. La tensión hace que Gandalf el Loco encabece un motín y a punto esté de sacrificar a su líder cuando la galerna amaina justo cuando avistan la luz de una extraña cápsula entre las olas. Al llegar a tierra sanos y salvos, encuentran el artefacto, lo abren y descubren a un bebé llorando al que
Leif enseguida adopta, bautizándolo como Thorgal Aegirsson (Aegir era el dios de los mares en la mitología nórdica).

En “El Metal Que no Existía” (20 páginas) nos encontramos a un Thorgal niño que, sintiéndose diferente al resto de muchachos de la aldea, se siente solo. Un día, mientras sueña despierto junto al mar, le sale al paso un enanito, Tjahzi, que le pide su colgante, hecho de una pieza de la cápsula en la que fue encontrado. Tjahzi lleva mucho tiempo recorriendo el mundo tratando de hallar algo imposible, un metal que no existe, para aplacar a la serpiente Nidhogg y que ésta permita a su pueblo conservar sus nombres. Thorgal, héroe desde la cuna, le ofrecerá su ayuda desinteresada.

Un Thorgal ya preadolescente es el que encontramos en “El Talismán” (15 páginas). Sometido a burlas por parte de los otros muchachos, que lo insultan llamándolo bastardo por su pelo oscuro y su carácter melancólico y pacifista, Thorgal quiere saber más de sus orígenes y para ello emprende viaje a una región de características peculiares en cuyo centro se encuentra una gran escalinata de piedra. Allí espera conocer a un dios que podrá responder a sus preguntas. Y, efectivamente, en la cúspide del montículo le espera un anciano, Xargos, que
resulta ser su abuelo. De él aprende que desciende de un pueblo venido de las estrellas, que mucho tiempo atrás dejaron la Tierra y que luego regresaron en busca de fuentes de energía que rapiñar. Xargos, oponiéndose a los maquiavélicos planes de su yerno, Varth, acabó siendo exiliado a la Tierra, donde ha vivido como un ermitaño. La nave principal en la que viajaban los padres de Thorgal se estrelló debido a a un error en los desolados páramos del norte del planeta, tal y como ya se había contado en “La Isla de los Mares Helados”. Sin embargo, Xargos optará por, tras haberle contado sus orígenes a su nieto, borrarle la memoria para evitar que caiga en los mismos errores.

En “Alinoe” (1985) nos encontramos con la familia Aegirson, Thorgal, Aaricia y Jolan, junto al fiel perro Muff, viviendo solos en una isla no lejos de la costa. Al aproximarse el invierno, Thorgal parte al continente para comprar provisiones y ropa mientras que Aaricia se queda sola con Jolan. Una noche, el niño se lamenta por estar solo, sin hermanos ni amigos. El consuelo que trata de brindarle su madre es a todas luces insuficiente.

Al día siguiente, Aaricia se da cuenta de que Jolan lleva un extraño brazalete y, preguntado al respecto, el niño responde que se lo ha dado su amigo Alinoe. Éste resulta ser un inquietante chico albino, mudo y con pelo verde que bien podría ser la encarnación de los deseos frustrados de Jolan: juega con él y le presta la atención y compañía que Aaricia no puede. Pero cuando ésta se convierte en rival por el afecto del niño, Alinoe la ataca con violencia. Y al posicionarse Jolan de parte de su madre, la criatura se revolverá contra ambos, acosándolos sin que ellos dispongan de medios para huir fuera de los confines de la pequeña isla.

Tras haber clarificado considerablemente el pasado del héroe protagonista en el álbum anterior, Van Hamme elige dar un nuevo giro y no explotar esas revelaciones en una nueva historia, al menos por el momento. Es más, en esta ocasión, Thorgal está ausente casi por completo (sólo aparece al principio y al final). Hasta “Alinoe”, el personaje de Aaricia había estado limitado al papel de novia, esposa y madre; un objeto de deseo para terceros que la secuestraban o ponían peligro, haciendo que Thorgal tuviera que rescatarla. Afortunadamente,
Van Hamme supo ver que había llegado al momento de desencasillarla y aportarle individualidad, fuerza y carácter más allá de la sombra de Thorgal. Y en “Alinoe”, lo consigue con creces. Lo mismo y con igual éxito hace con Jolan, al que aquí ya vemos más crecido y capaz de pensar y actuar por sí mismo.

Este álbum, con referencias a la película de “El Pueblo de los Malditos” (1960), es un thriller ejemplar, pleno de angustioso suspense y desarrollado con mano maestra por Van Hamme. El establecimiento de la situación, el aumento gradual de la tensión, la intrusión de lo fantástico en lo cotidiano, la claustrofobia que acaba por permear la historia y el hecho de que nunca se llegue a explicar del todo la aparición de Alinoe (¿es una materialización de los deseos más oscuros de Jolan? ¿un espejismo? ¿una criatura inmaterial que ya vivía en la isla y que cobra cuerpo a través del misterioso brazalete que encuentra Jolan?) hacen que toda la intriga resulte tremendamente intensa.

Tanto Aaricia como Jolan están magníficamente caracterizados, tanto individualmente como en su cariñosa relación madre-hijo y durante las pruebas que deben superar, pasando por la preocupación, el miedo y el terror. El niño en especial exhibe reacciones típicas de su edad, sufriendo por la soledad en la que vive, escondiéndole cosas a su madre, cambiando bruscamente de idea, mostrando los primeros conatos de rebeldía contra la autoridad materna… Quizá la única pega sea que Thorgal aparece en el último momento para salvar la situación. No sólo parece un deux ex machina argumental sino que le resta algo de mérito a la valiente lucha que su esposa e hijo han librado por sus vidas.

En cuanto al trabajo de Rosinski en estos dos álbumes de transición, solo puede calificarse de sobresaliente, empezando por las magníficas portadas: la una enfatizando la melancolía y espíritu etéreo de la infancia de Thorgal; la otra, transmitiendo misterio y terror gracias a una composición muy acertada. Rosinski lo hace todo bien: representa con realismo la furia desatada de los elementos que azota el barco de los vikingos; pero también los mundos
fantásticos de los enanos y su reptiliano enemigo. A la hora de cambiar el registro a la ciencia ficción, lo hace sin problemas (sin duda le ayudó el haber estado dibujando la serie de ese género “Hans” para la revista “Tintín” desde 1980) y aunque sus diseños para las naves y equipamiento espaciales hoy nos puedan parecer algo “retro”, esas escenas siguen estando perfectamente dibujadas.

Dibujar niños en un comic con un estilo realista es siempre un desafío, pero el artista polaco lo asume y culmina con total éxito, consiguiendo retratar tanto a Thorgal como a Jolan con absoluta verosimilitud. Igualmente, a la hora de representar a Aaricia, lo hace sin exagerar innecesariamente su feminidad, dibujándola en posturas creibles y cotidianas y jugando sobre su cuerpo y rostro con las sombras y las luces en un meticuloso trabajo de iluminación que resalta sus emociones de acuerdo al tono de la escena. Y, de nuevo, demuestra su talento a la hora de dotar de ambiente a cada historia sirviéndose de los decorados naturales, como los colores otoñales de la isla en “Alinoe” o los mundos fantásticos que recorren Thorgal y Tjahzi en “El Metal que no Existía”.

En resumen, el tipo de historias y el tono de estos dos álbumes los situán un poco al margen de
la línea general de la colección, pero son indiscutiblemente un éxito narrativo y artístico. Thorgal, Aaricia y Jolan ganan profundidad en unas historias muy entretenidas y excelentemente bien dibujadas. Esta línea ascendente de calidad se verá confirmada en los cinco episodios de que consta el siguiente ciclo, “El País Qa”.

“Los Arqueros” (1985), es el noveno álbum de la serie y con él empieza el llamado Ciclo de Qâ.

Dos aventureros, la hermosa Kriss de Valnor y su compinche Sigwald, roban de una aldea su piedra de sangre, un gran rubí sagrado, y huyen bajo las amenazas del chamán. En otro lugar, Thorgal está pescando cuando le sorprende una tormenta y mientras trata de sobrevivir al oleaje, su bote es arrollado por una embarcación mayor cuyo ocupante, el joven Tjall, lo salva y lo lleva a la casa de su tío, el maestro armero Arghun Pie de Árbol, especializado en arcos y flechas. Hasta allí llegan también Kriss y Sigwald para comprar armas, demostrándose todos ellos mutuamente su talento con el arco.

Una vez se han ido sus clientes, Arghun le propone a Thorgal que le acompañe a él y a Tjall a
una competición de tiro con arco que se va a celebrar en Umbria y en la que el ganador se llevará una jugosa recompensa. El vikingo accede, esperando ganar y poder así adquirir un nuevo bote con el que volver a la isla donde le aguardan Aaricia y Jolan. Por el camino, se encuentran a Sigwald, que les cuenta que Kriss ha sido hecha prisionera por un grupo de guerreros –procedentes de la aldea que robaron-, sin especificar las razones de ello. Todos juntos, liberan a la muchacha y matan a los secuestradores, pero Sigwald resulta herido en un brazo, lo que le va a impedir participar en la competición a la que también ellos se dirigían. Thorgal le propone entonces a Kriss formar equipo con él. Las pruebas son muy difíciles y requieren de todo el talento y sangre fría de los participantes pero, al final, Kriss, Thorgal, Tjall y Arghun quedan finalistas…

Sin duda, la principal aportación de este álbum es la creación de Kriss de Valnor. Se le atribuye a Hitchcock aquella frase de “cuanto mejor el villano, mejor la película” y este es un buen ejemplo de lo certera que es esa afirmación. Desde la primera escena, la primera página,
Kriss se apodera de la historia; una mujer carismática, inteligente y valerosa, pero también codiciosa, cruel, sin escrúpulos y egoísta. Como le sucede a Tjall, el lector se enamora de Kriss sabiendo que es una criatura salvaje, inaccesible y peligrosa, pero que son precisamente esos rasgos lo que la hacen irresistible. Van Hamme nos deja claro que Kriss es una mujer con una rabia interior y una determinación inquebrantable que le permite sobrevivir a la violación múltiple de sus captores –momento éste no explicitado gráficamente pero sí sugerido-, levantarse, obligar a sus salvadores a pelear por sus vidas y acuchillar a todos sus agresores como venganza.

Esta especie de reverso oscuro del propio Thorgal y opuesto físico y espiritual de la otra gran mujer en la vida del protagonista, Aaricia, es un personaje brillante que ocupará un lugar central en la saga de “El País Qâ” y que, después de su conclusión, seguirá apareciendo de vez en cuando en la colección hasta protagonizar su propia serie derivada a partir de 2010.

Kriss es sólo uno más de los elementos que hacen de este álbum una obra, quizá no
tremendamente original pero sí redonda dentro de su clasicismo. Tiene una trama absorbente y perfectamente medida, un plantel de personajes bien caracterizados, un dibujo excelente con todas las virtudes artísticas y narrativas de Rosinski que ya he ido glosando… Puede que las nuevas generaciones de lectores, más acostumbradas a las piruetas gráficas, encuentren estas páginas poco estimulantes, pero un examen atento y equilibrado nos mostrará que no se le puede poner en realidad ninguna pega. Como muestra de la pericia de Rosinski, basta revisar las planchas que le dedica a la competición, todas magníficas y en las que utiliza múltiples recursos para jugar con el tempo narrativo y crear tensión.



(Continúa en la siguiente entrada)

No hay comentarios:

Publicar un comentario