18 ene 2020

2004- LA VIUDA NEGRA: HOGAR, DULCE HOGAR – Richard K.Morgan, Bill Sienkiewicz, Goran Parlov


Presentada por primera vez en la Marvel de los años sesenta, Natasha Romanova, la Viuda Negra, una espía rusa que desertó a Estados Unidos, siembre se ha hallado dividida entre su faceta superheroica y su carrera, mucho más oscura y siniestra, como agente secreto. Se ha relacionado con Iron Man, Nick Furia y Daredevil (hasta el punto de compartir cabecera con este último durante una temporada en los setenta) así como formado parte de Los Campeones y Los Vengadores. Sus aventuras en solitario han sido más escasas: algunas historias en los setenta dentro de antologías como “Amazing Adventures” o "Marvel Fanfare" y la ocasional Novela Gráfica (como “La Guerra Más Fría”, de Gerry Conway y George Freeman).



Pero a finales del siglo pasado y aprovechando el lanzamiento del sello Marvel Knights, Natasha tuvo la oportunidad de protagonizar su propia miniserie, “Viuda Negra” (1999), de la que ya hablé en su propia entrada y que tuvo su continuación en una segunda, con el mismo título (2001) pero protagonizada por otra Viuda Negra, Yelena Belova. Natasha regresó para la tercera miniserie, “Hogar, Dulce Hogar”.

Tras retirarse como agente de SHIELD, la Viuda Negra vive ahora en Arizona disfrutando de su pasatiempo preferido: la escalada. Pero cuando alguien trata de matarla en una carretera solitaria, pide ayuda a un antiguo colega de SHIELD reconvertido en detective, Phil Dexter, que descubre que no es la única ex agente del KGB en la diana de alguien. Una activista por los derechos de la mujer ha sido asesinada mientras se manifestaba en el exterior de una clínica abortista de Alabama; y resulta que también ella era una antigua espía soviética encubierta que decidió permanecer en Estados Unidos cuando la KGB desapareció. Natasha y un reacio Phil descubren la existencia de una red criminal internacional con ramificaciones en el gobierno y el sector privado. Atando los cabos y siguiendo las pistas, Natasha tendrá que regresar a su país natal, ya con un nuevo régimen político, donde averiguará algunas desagradables verdades sobre su origen.

El escritor británico Richard K.Morgan había dado la campanada con su primera novela, “Carbón Alterado”, en 2002, una ficción futurista en la que mezclaba el subgénero ciberpunk con el detectivesco y cuyos derechos vendió para el cine por una cifra tan sustancial que pudo dedicarse a escribir a tiempo completo. En esta su primera incursión en el comic, Morgan ofrece una inteligente intriga narrada con buen ritmo, abundantes dosis de acción, algo de humor negro, un enfoque bastante oscuro y una trama retorcida que funciona bien a la hora de mantener el suspense del lector a base de lanzar pistas y detalles que alcanzan todo su significado al final. Es una aproximación interesante a este personaje que deja de lado su cara superheroica y opta por una más refrescante historia de espías. La solución al misterio es, hasta cierto punto, prosaica; lo que concuerda con el objetivo del autor: resaltar la banalidad del mal, hacer que el lector se pregunte si merecía la pena tanta muerte, engaño y dolor. Morgan hace algunas trampas encajando elementos que complican la historia (como el ataque de un comando ninja) y que no están bien enlazados entre sí. Pero en general, se trata de una aventura muy correcta y de absorbente lectura.

Simultáneamente al discurrir de la intriga, Morgan explora a sus protagonistas. Tanto Natasha como Phil parecen personas auténticas y se introducen algunas reflexiones interesantes sobre la
vida, la política, el sexismo o la Rusia postcomunista que sugieren que bajo el barniz de peleas y persecuciones hay un trabajo, digamos, más intelectual. De hecho, el tema subyacente es el de los peligros que acechan en un mundo dominado por las corporaciones y la obsesión privatizadora. Así, los enemigos de Natasha ya no son gobiernos de uno u otro signo sino mercenarios a sueldo de grandes empresas. Morgan parece decirnos que en los viejos tiempos, cuando los espías libraban las guerras ideológicas de los gobiernos del Este y del Oeste, de la Democracia y el Comunismo, había más nobleza o, al menos, más juego limpio, a diferencia del mundo moderno, en el que los intereses comerciales dictan la política. Tal y como uno de los personajes se burla de Nick Furia (otro espía Marvel que aparece en un puñado de escenas): “Es un dinosaurio. Otros cinco años y no reconocerá el mundo en el que vive”.

Morgan no consigue sustraerse a esa inclinación de muchos guionistas de comics modernos que, deseando dejar su huella en personajes ajenos y bien establecidos, presentan una historia que redefine sus pasados e incluso deja por falso casi todo lo que se sabía sobre sus orígenes. En el caso de la Viuda Negra, un personaje veterano pero no particularmente popular, el resultado es mixto. Por una parte, se incluyen algunas revelaciones bastante sorprendentes que nos descubren, por ejemplo, que fue el producto de un programa de la era soviética para utilizar veintisiete huérfanas, convertirlas en superagentes a base de implantar falsos recuerdos –como, en su caso, haber sido una bailarina-, borrado de memoria con drogas e ingeniería genética; y luego infiltrarlas en países enemigos bajo identidades secretas. Esta “retrocontinuidad”, claro, crea incoherencias respecto a algunos pasajes de su pasado, como el de su viejo amigo Ivan, que aquí no se menciona por ninguna parte pero que, tal y como los lectores más veteranos saben, jugó un papel importante en cierto momento de su vida.

En cuanto al dibujo, el resultado, aunque algo irregular, es eficaz. El gran Bill Sienkiewicz se
encarga del primer número, la secuencia final y las tintas de toda la miniserie; mientras que el croata Goran Parlov realiza el resto de los dibujos a lápiz (lo que, muy adecuadamente, hace que esta intriga internacional esté realizada por un equipo igualmente internacional). A esas alturas, Sienkiewicz ya tenía poco que demostrar. El eclecticismo estético del que hizo gala desde muy temprano en su carrera está aquí contenido, aunque sí recurre a sus característicos ángulos forzados, deformaciones anatómicas y composiciones de página poco ortodoxas. Parlov es más convencional pero su estilo naturalista –“ensuciado” y endurecido por el tamiz de las tintas de Sienkiewicz- resulta quizá más adecuado al tono de la historia. Además, tiene buena mano para la narración y la composición de página, sin alardes pero rompiendo lo predecible en algunas escenas.

Por supuesto, estamos ante una historia protagonizada por una heroína en un género dominado por los hombres. Las realistas portadas de Greg Land se encargan de resaltar el atractivo sexual de Natasha y, en el interior, Morgan complace al fan con algunas escenas gratuitas que la colocan en lencería para seducir al enemigo. Pero ni
Parlov ni Sienkiewicz están interesados en presentar con su dibujo a la chica cañón de costumbre y, en este sentido y a pesar de tratarse de un personaje tan sexy como la Viuda Negra, estamos ante una historia bastante contenida en cuanto a explotación de la figura femenina se refiere. En resumen, que tratándose de un comic sobre una heroína con una faceta muy sensual, no estamos aquí ante nada remotamente parecido a, digamos, “Vampirella”. Richard Morgan es, como otros grandes nombres de la CF (Joss Whedon, James Cameron) un feminista convencido y amante de los personajes femeninos fuertes. La Viuda Negra no es una excepción y ella y una agente lesbiana que trabaja para la organización privada que la persigue, son quizá los personajes con mayor carisma y fuerza en la historia.

Esa fuerza se manifiesta también en otro aspecto. Mencioné al principio que la Viuda siempre ha estado dividida entre ser una superheroína o una superespía. Morgan opta claramente por esta última vertiente. Así, nos encontramos a una Natasha despiadada que no sólo está dispuesta a matar o lisiar a gente que ella estima se lo merece (como los que intentan violar a la joven Sally Anne) sino que incluso disfruta utilizando esas habilidades asesinas. Sus actos están regidos por una moralidad pero en
absoluto ésta es asimilable a esa ley no escrita entre los superhéroes de utilizar la fuerza mínima indispensable. Morgan también opta por prescindir –y justificarlo adecuadamente-- de los gadgets superheroicos, como sus brazaletes multiuso o las ventosas incorporadas al traje que le permitían escalar. Nos dice que eran artefactos pesados y con tendencia a estropearse en medio de los combates, por no mencionar lo difícil que era encontrar recambios de algo fabricado en la Unión Soviética.

Obviamente si lo que se desea es escribir una historia más próxima a una novela de Tom Clancy o Robert Ludlum que a la última saga de Los Vengadores, hay que arrinconar la tecnología futurista y los uniformes llamativos (lo cual no quiere decir que todo lo que aquí vemos sea realista, como es el caso de la escena en la que Natasha y Phil, armados con pistolas, acaban con nueve adversarios que disparan ametralladoras).

Hay algunos aspectos de “Hogar, Dulce Hogar” que quizá no sean del gusto de todos los lectores. Como ya mencioné, Morgan quiere hacer suyo el personaje remodelando todo su pasado y trayectoria. lo cual puede molestar a algunos fans y ser prueba de cierta inseguridad; como si se sintiera
obligado a hacer algo rompedor en vez de limitarse a contar una buena historia. También es un producto de su tiempo en el sentido de entender que el enfoque sucio y violento es el más adecuado para un comic con aspiraciones adultas. Hay varias escenas que solo obedecen al deseo de mostrar lo cínica y asesina que es capaz de ser Natasha, como si eso le diera más peso o carisma.

Aunque todas las preguntas reciben respuesta y se alcanza un clímax satisfactorio, la historia finaliza dejando algunos flecos sueltos que serán rematados en la siguiente miniserie, “Las Cosas Que Dicen de Ella”, también escrita por Richard K. Morgan y de la que hablaré en otra entrada.

“Hogar, Dulce Hogar” es un buen ejemplo del camino que podrían seguir los comics de superhéroes para salir del estancamiento que los aqueja desde hace tiempo: atraer a escritores ajenos al género que -no necesariamente con el mismo tono oscuro de Morgan aquí- sepan aportar un enfoque diferente, más fresco, en forma de tramas más atrevidas y complejas con el apoyo de artistas competentes. Sin embargo, la aversión al riesgo es tal que este tipo de iniciativas suelen llevarse a cabo no con Batman o Spiderman sino con personajes más secundarios con menor proyección. Una lástima.





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