3 sept 2019

LOS CUATRO FANTÁSTICOS EN LOS SESENTA (16)


(Viene de la entrada anterior)

La historia de los Inhumanos que antecedió a la Trilogía de Galactus y la de la Pantera Negra que vino a continuación, tienen un origen común. En el momento en el que Kirby estaba dibujando el ciclo de los Inhumanos, toda la industria del comic trataba por todos los medios de explotar el gran acontecimiento de la cultura popular que estaba teniendo lugar en la televisión. La cadena televisiva ABC hacía mucho tiempo que poseía los derechos sobre el Batman de DC y se acababa de saber que en lugar de adaptar sus aventuras como una serie de dibujos animados, William Dozier iba a producir un programa de imagen real. Los editores estaban aturdidos, expectantes: ¿Qué pasaría si la serie resultaba ser un éxito? Tal y como fueron las cosas, no fue un éxito, sino toda una locura.


Inmediatamente, las ventas de Batman aumentaron, alcanzando niveles que ningún comic había conseguido en más de una década. El interés público en los superhéroes se disparó. Y en ese preciso instante en el que todos los editores norteamericanos (Jeffy-Pop, Archie Comics, Mighty Comics, Harvey Comics, Western/Gold Key, Dell, Charlton y Tower Comics) empezaron a lanzar nuevos superhéroes, aparecen los Inhumanos en Los Cuatro Fantásticos.

No puede sorprender que Martin Goodman, que había basado su carrera en imitar las estrategias que otros habían probado con éxito anteriormente, se subiera al tren. Le dijo a Stan que inventara nuevos superhéroes con los que explotar la nueva Batmanía. Lee, a su vez, le pasó el encargo a Kirby. Éste afirmó que creó a los Inhumanos y la Pantera Negra el mismo fin de semana. Considerando que los Rayo Negro y Pantera Negra que aparecían en una portada no utilizada (la del nº 52) parecían versiones Marvel de Batman, hay pocas dudas respecto a que ambos fueran una respuesta a la nueva horda de héroes que emergieron durante la bonanza batmaniaca.

Y había algo más: Martin Goodman no quería más superhérores para dejarlos languidecer en las páginas de los Cuatro Fantásticos. Tenía planes para la expansión de Marvel ya desde 1965 y pensaba que, a la vista de las favorables cifras de ventas, podría convencer a Jack Liebowitz en DC para distribuir más de sus títulos. Estaba
decidido a añadir más colecciones superheróicas a su escudería tan pronto como fuera posible. En varios momentos en 1966 y 1967, Goodman pensó que conseguiría convencer a Independent News para que le dejara más margen de distribución, pero no fue así. Una semana le decía a Stan que el trato estaba casi cerrado y la siguiente se echaba atrás.

Esta situación impredecible cambiaría de forma significativa el curso de Los Cuatro Fantásticos. Comoquiera que estaba previsto que los Inhumanos fueran los primeros personajes en recibir su propia serie, era imperativo que Jack y Stan les dieran un protagonismo especial en los 4F, sirviendo así de presentación para el inminente nuevo título.

Mientras tanto, justo cuando los fans se habían acostumbrado a la estructura de arcos narrativos desarrollados en varios episodios, Lee y Kirby ofrecieron una historia autoconclusiva e independiente que muchos consideran la mejor de toda su etapa: “Este Hombre, Este Monstruo” (nº 51, junio 66).

Después de la épica que había dominado la Trilogía de Galactus, Lee y Kirby estaban, sin quererlo, en un callejón sin salida. ¿Cómo continuar una historia que había puesto a toda la especie humana al borde de la extinción? Sólo con el tiempo se puede apreciar que el único camino era el que siguieron en ese número 51, cambiando la
perspectiva básicamente impersonal sobre el destino de miles de millones de individuos anónimos a un terreno más íntimo, el de la lucha de sólo dos hombres. En lo que quizá sea una de las historias más emotivas de toda esta etapa de Marvel, Lee y Kirby definen lo que significa no sólo ser un hombre, sino uno de los mejores representantes de nuestra especie: un héroe.

El optimismo, como ya hemos venido viendo en esta serie de artículos, fue siempre uno de los temas principales de los comics Marvel, bien fuera expresando la fe en que todos los hombres eran esencialmente buenos, bien que la especie humana tenía por delante un destino glorioso. Esto último se había dejado bien claro en el final de la Trilogía de Galactus y ahora, en “Este Hombre, Este Monstruo”, Lee y Kirby le recordaban a los lectores lo anterior.

La historia se abre con la Cosa vagabundeando bajo la lluvia por las calles de Nueva York, una vez más autocompadeciéndose por hallarse atrapado en el cuerpo de un monstruo. Un extraño se le acerca, le trata con bondad, le invita a su casa… y le droga para luego usar su rocoso cuerpo como modelo a partir del cual transformarse él mismo en una copia de Ben Grimm. Pero, ¿quién es este individuo? Resulta ser uno de los tantos anónimos científicos geniales que habitan el Universo Marvel,
alguien cuyo talento no puede sobresalir a la sombra del brillante Reed Richards. Pero a diferencia de otros, este hombre (cuyo nombre nunca llegamos a saber) está corroído por la envidia y culpa de su fracaso personal a Richards. Decidido a matarlo, ha esperado durante años la oportunidad de hacerse pasar por La Cosa e infiltrarse en el Edificio Baxter.

Pero entonces, sucede algo extraño: al estar frente a su enemigo en carne y hueso, se da cuenta de que todo lo que había imaginado sobre él era falso; que Richards es un hombre modesto, altruista y dispuesto a sacrificarse por los demás. Cualidades que hacen avergonzarse al extraño: “Todos estos años creyendo que él se llevaba toda la gloria…Ahora se la verdad. Fue culpa mía y de nadie más. No me entregué lo suficiente a mi trabajo. No hice los sacrificios que Reed Richards habría hecho”.

Su transformación comienza desde su misma llegada al Edificio Baxter, donde Richards está a punto de embarcarse en su primer viaje a la Zona Negativa (aquí todavía llamada “Subespacio”) como parte de su investigación para desarrollar el viaje más rápido que la luz. Richards les dice a Sue y al extraño (al que cree La Cosa) que debe asumir ese riesgo con el fin de darle a la Tierra una oportunidad frente a entidades cósmicas como Galactus. En una brillante página-viñeta elaborada con collage por Kirby, la prosa de Lee flirtea otra vez con la poesía cuando el líder de los Cuatro Fantásticos se sumerge en el subespacio: “¡Estoy entrando en un mundo de interminables dimensiones! ¡Es la encrucijada del infinito, la unión que lleva a todas partes!”.

Pero como ya sabemos, la adquisición del conocimiento lleva a veces aparejada un precio y Richards no tarda en darse cuenta de que está siendo atraído hacia una muerte cierta. Enviando la señal a la falsa Cosa para que tire de la cuerda que lo une a nuestra dimensión, se pregunta por qué no ocurre nada. Y es que el extraño está en plena crisis de confianza en sí mismo: “Todo lo que tengo que hacer es ignorarle y habré derrotado al único hombre al que siempre he envidiado, el único hombre a quien nadie más podría vencer. Pero…De repente, he dejado de envidiarle. Jamás habría imaginado que fuera tan valiente, tan desinteresado…”. En un dramático momento, el extraño, decide entrar él mismo en la Zona Negativa para rescatar a Richards y, dándose cuenta de lo que equivocado que ha estado, lo empuja a salvo sacrificándose a sí mismo a cambio. “En cuanto a mí, no voy a compadecerme de mi sino. No hay muchos hombres que tengan una segunda oportunidad, que puedan enmendar todas las canalladas que han hecho en su vida. Supongo que yo soy afortunado. Sí que he tenido esa oportunidad”.

Su muerte devuelve a Ben Grimm su forma rocosa justo a tiempo para llegar al edificio Baxter y encontrarse a unos llorosos Sue y Reed, lamentándose por la muerte de quien creían era él. Cuando finalmente deducen lo que ha sucedido, concluyen: “Nunca sabremos qué monstruosos actos cometió en el pasado o qué terribles planes había fraguado. Pero una cosa es cierta…Pagó de sobra por ello, y lo hizo como un Hombre”.

En esta excelente aventura, Jack y Stan confundieron las expectativas del lector. En lugar de la habitual conclusión con los héroes venciendo en combate al villano irredento, permitieron que éste alcanzara la nobleza entregando su propia vida para salvar la de Reed. El argumento está casi totalmente basado en los personajes, con solo dos páginas en las que los héroes exhibían sus superpoderes. Era un capítulo que ofrecía un nivel de sofisticación, complejidad y sutileza poco habitual en la época.

El argumento secundario de este episodio tenía que ver con la llegada de Johnny Storm a la Universidad de Metro College. En este punto parece que Lee, o más bien Kirby, decidió desdoblar a los Cuatro Fantásticos entre una faceta más maravillosa y otra terrenal, al estilo de lo que venían haciendo con Thor en “Journey into Mystery”. El número 50 había dedicado toda una página a un personaje llamado Sam Thorne, el entrenador del equipo de rugby de la universidad. Su carrera está apagándose y necesita desesperadamente un gran atleta que le permita reemplazar al arrogante y egoísta Whitey Mullins, estrella del equipo.

Obviamente, Wyatt Wingfoot, que también fue presentado en aquel número 50, iba a ser la
respuesta al dilema de Thorn. Tres páginas del número 51 se dedicaron a esa subtrama… para luego dejarla inconclusa por siempre jamás. Se ha especulado que tras el número 51, los despistados autores sencillamente se olvidaron por completo de que Johnny se había matriculado en la universidad. Pero es más probable que Jack y Stan cambiaran de opinión y decidieran que todo aquel culebrón estudiantil era demasiado lento y aburrido después de haber presentado a personajes del empaque de los Inhumanos o Galactus. Así, tras el número 51, Johnny ya no volvería a la universidad. A Wyatt, sin embargo, sí lo veríamos allí una vez más, en el número 61.

De acuerdo con Stan Lee, Wyatt Wingfoot, estaba basado en la estrella deportiva Jim Thorpe, un indio de Oklahoma que sobresalió en rugby, atletismo, beisbol y baloncesto. La prensa lo calificó del mejor atleta de la primera mitad del siglo XX. A pesar de que no contaba con superpoderes, Wingfoot era un atleta de nivel superlativo, tirador, rastreador y eficaz combatiente cuerpo a cuerpo.

El primer vistazo que los lectores echaron al “Cuatro Fantásticos” nº 52 (julio 66) no debió impresionarles demasiado. Como de costumbre, los anuncios que Marvel insertaba en los otros títulos de ese mes incluían el del último número de los FF. Pero esta vez, en vez de reproducir la portada, ésta aparecía tapada por un bocadillo que exclamaba: “¡La Pantera Negra! ¡Sensacional!”. ¿Por qué sintió Lee la necesidad de esconder esa ilustración de portada? Una versión inicial de la misma dibujada por Kirby presentaba claramente al personaje con una máscara que ocultaba sólo parcialmente sus facciones (parecida a la de, por ejemplo, el Capitán América). Y es que de haber mostrado esa ilustración en el anuncio, habría arruinado la sorpresa que Lee reservaba a sus lectores. Es más, cuando finalmente se publicó aquel número, la Pantera Negra llevaba una máscara completa, por lo que el secreto solo quedaría desvelado si se leía el comic (Se ha sugerido que el entonces reciente cambio de traje de Daredevil a manos de Wally Wood, con su abundancia de manchas negras, influyó en el diseño que Kirby preparó para el nuevo héroe. Ambos disfraces se parecen sospechosamente).

¿Y cuál era el gran secreto? Pues que la Pantera Negra no sólo era monarca de una nación y un genio científico a la altura de Reed Richards, sino que el color de su piel era negro.

En este momento de la historia de Estados Unidos, el movimiento de lucha por los derechos
civiles estaba creciendo espectacularmente en tamaño y en actividad, dividiendo a blancos y negros tanto como, de nuevo, a Norte y Sur. En un periodo en el que las corrientes sociales parecían separar a la gente en lugar de unirla, Lee y Kirby estaban preparados para desenmascarar la desigualdad social sin preocuparse por las consecuencias sobre las ventas en los estados sureños. En esta historia del número 52, los Cuatro Fantásticos son invitados a la nación africana de Wakanda, un lugar que mezcla espectacularmente tecnología y tradición. El cuarteto se encuentra acosado y casi vencido por su misterioso rey ataviado de negro, alguien que posee habilidades de combate al nivel del Capitán América y el talento científico de Reed Richards.

Ya comenté que aquélla fue una época en la que todas las editoriales trataban de dar con nuevos héroes con los que aprovechar la fiebre despertada por la serie televisiva de Batman. Martin Goodman tenía motivos para preocuparse cuando llegó a sus oídos que Joe Simon había firmado con Harvey Comics para lanzar una nueva línea de superhéroes. La respuesta de Goodman fue presentar nuevos personajes en el ya existente Universo Marvel e, inmediatamente, darles sus propias colecciones. Como ya indiqué, Lee y Kirby recibieron el encargo y crearon por un lado a los Inhumanos y, por el otro, a un personaje negro llamado El Tigre de Carbón (Coal Tiger), horrible nombre que fue
rápidamente sustituido por el ya definitivo Pantera Negra. La paternidad del mismo, como suele suceder en estos neblinosos años del origen de Marvel, nunca ha estado debidamente adjudicada. Kirby, como era su costumbre, se arrogó la idea datándola nada menos que a mediados de 1965, aunque esto tanto puede ser cierto como lo contrario.

Lo que si es cierto es que Lee se estaba tomando en serio la diversificación racial en el Universo Marvel. Ya hemos visto que presentó a Wyatt Wingfoot en los Cuatro Fantásticos. Un par de meses después, propició la inclusión de una modelo negra, Jill Jerrold, en la colección “Modelling With Millie” (nº 48, escrito por Denny O´Neil y dibujado por Stan Goldberg). Dos meses más tarde, Lee y Don Heck presentaron al científico negro Bill Foster como nuevo ayudante de Hank Pym en “Los Vengadores” nº 32 (septiembre 66), el primero de dos episodios en el que aparecían un grupo de supremacistas blancos llamados Hijos de la Serpiente.

Pero el caso es que el nombre del nuevo personaje coincidía con el de un grupo militante de corte racial (y racista): los Panteras Negras. Stan dijo que esta desafortunada coincidencia hizo naufragar cualquier posibilidad de que el héroe recibiera su propio título en los sesenta. Incluso llevó a Marvel a limitar sus apariciones a los Cuatro Fantásticos de Lee y Kirby (nº 52, 53 y Anual 5). “No quería que nadie pensara que nos identificábamos con una causa en particular”, afirmó Stan.

Y lo triste es que fue precisamente Marvel quien utilizó el nombre por primera vez. Bobby
Seale y Huey P.Newton, los miembros fundadores de los Panteras Negras, llevaban unos rigurosos archivos de las actividades de su organización desde sus orígenes. Los Panteras fueron fundados en Oakland, California, el 15 de octubre de 1966, seis meses después de que el héroe de Wakanda hiciera su aparición en los Cuatro Fantásticos. El que T´Challa influyera de alguna forma en la elección del nombre por parte de los activistas políticos es difícil de decir. Es posible que, simplemente, fuera un nombre lógico y con garra.

En retrospectiva, la presentación de Pantera Negra en este número no debería haber supuesto una sorpresa para los lectores más veteranos de Marvel. La tarea se había venido haciendo ya desde los primeros números de “Sargento Furia y sus Comandos Aulladores” (el soldado negro Gabe Jones estaba presente desde su número 1, en 1963). Además, Lee y Kirby siempre habían tenido cuidado de incluir personas de raza negra entre los viandantes o agentes de policía en las escenas de multitudes. Y el principal acierto fue, precisamente, que cuando se introdujo a Pantera Negra se hizo como tenía que ser: sin poner énfasis alguno en su raza. No había nada en la historia que remitiera a temas raciales ni se pretendía siquiera sutilmente dar alguna lección sobre igualdad o derechos civiles. ¿Fue algo intencionado? ¿Pretendían de verdad Lee y Kirby ser tan sutiles?

Sea cual sea la respuesta, hicieron lo correcto: tratar al nuevo personaje exactamente igual que a cualquier otro superhéroe de su creciente universo. Tampoco los Cuatro Fantásticos salían con alguna frase condescendiente o cliché relativo a la raza o los países africanos. Es más, sus actos decían más que sus palabras, como cuando Mr.Fantástico (al que Lee solía utilizar para expresar sus propios ideales), afirmaba con seriedad: “¡Un hombre como Pantera Negra no da su palabra a la ligera, ni la deshonra una vez dada!”. No se podía ser más rotundo y respetuoso con el personaje. El rey T´Challa era un hombre cosmopolita, con una educación y formación exquisitas, de espíritu noble y físicamente excepcional. Pantera Negra rompió la barrera racial en los comics de superhéroes además de ofrecer un admirable modelo para los lectores de cualquier color.

La intriga selvática continuaba en el número 53 (agosto 1966), donde averiguamos que Wakanda es una nación muy rica en la que se mezcla la jungla primigenia y las maravillas tecnológicas; y cuyos ciudadanos se encuentran tan cómodos acechando a una presa en la espesura que manejando artefactos futuristas. Además, T´Challa revela a sus nuevos amigos la historia de su origen. Su padre fue asesinado por un occidental llamado Klaw cuyo objetivo era hacerse con la montaña de mineral conocido como “vibranium”, tan escaso como valioso por sus extraordinarias propiedades de absorber vibraciones. El joven huérfano T´Challa juró venganza y se marchó al extranjero
para estudiar ciencias. Tras regresar a su país, sobrevivió a un ritual que le otorgó el derecho a llevar la máscara de la Pantera Negra, símbolo de nobleza y fuerza y tótem principal de la nación. De hecho, su pueblo le considera la encarnación viviente del espíritu de la Pantera Negra; y así, T´Challa no sólo es su líder político sino también religioso. Desde luego, no es el típico trasfondo de un superhéroe.

A pesar de la novedad que supuso la presentación de un superhéroe negro, no puede sino apreciar la similitud de su origen con el narrado para el Doctor Muerte en el Anual nº 2: venganza y superación a través del conocimiento y el adiestramiento. Jack y Stan estaban empezando a reciclar sus propias ideas con una frecuencia cada vez mayor. No era una buena señal. De hecho, la Pantera Negra sería el último de los grandes e inolvidables personajes que debutaron en la serie durante este periodo. Aún quedaba un largo camino por delante antes de que ambos abandonaran la colección decana del Universo Marvel, pero ya no volveremos a encontrar creaciones de la envergadura de los Inhumanos, Galactus, Silver Surfer o Pantera Negra.

El motivo de haber convocado a los Cuatro Fantásticos para, sin previo aviso, luchar con ellos utilizando su fuerza, ingenio, agilidad y recursos científicos, fue que, sabiendo que Klaw estaba preparándose para regresar, T´Challa deseaba ponerse a prueba frente a los mejores superhéroes del mundo. El número se cerraba con la obligatoria batalla entre los Cuatro Fantásticos y Klaw, de vuelta en Wakanda, se enfrentaba a ellos utilizando sus máquinas convertidoras del sonido en formas sólidas. En el clímax, Pantera Negra entabla duelo individual con Klaw en el laboratorio secreto de éste y lo derrota. El rey de Wakanda, sin embargo, abandona el lugar en la errónea creencia de que Klaw ha muerto. En realidad, sobrevive y se introduce en su propio conversor de sonido, transformándose en un ser de energía viva.

(Continúa en la siguiente entrada)

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